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Sin Límites

Jessica Romanov era sinónimo de desastre. Su hermosa y delicada apariencia  no revela  ni la mitad de los demonios que lleva dentro. La lucha constante en su interior por expresar quien realmente es y quien los demás quieren que sea conlleva a muchas situaciones que ella no esperaba. Sobre todo no esperaba conocerlo a él ... Stephen, el socio millonario de su padre. Una noche de alcohol en Las Vegas  bastó para que sus personalidades se vean totalmente expuestas y con ello se llevarán más de una sorpresa. Ella es impulsiva, descontrolada, desconfiada, vive su vida sin importarle lo que dirán y hace lo que le nace en el momento. Toda situación que involucre a Jessica, siempre será una aventura. El, al contrario, es obsesivamente controlador, poderoso, reservado y precavido. Sabe muy bien lo que vale y no dejará que ninguna mujer lo atrape, porque ninguna tiene lo que él necesita. O eso es lo que cree hasta que la conoce. Cada vez que sus mundos se crucen, se verá el estallido de fuegos artificiales... O la detonación de una bomba nuclear. Se prohíbe expresamente la distribución, copia o plagio de esta obra sin previo consentimiento del autor, ya sea fuera de esta plataforma o en la misma. Respeta el trabajo ajeno.

NaiiRomanova · Urban
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31 Chs

| Fantasmas del Pasado |

Stephen seguía repasándonos sin entender la situación. Me clavo la mirada, esperando una respuesta que no quería salir de mi boca.

—Eh... yo... nosotros... —murmuró Nicolae sin dejar de observarme como si fuese un alíen que salió de su retrete.

Fruncí el ceño y no pude evitar sentirme bien por dentro. Nunca pensé que mi presencia desestabilizaría al mismísimo Nicolae Maximoff.

Tan seguro, tan hábil para mentir, llevándose siempre a todo el mundo por delante y engañando a todos con tal de salirse con la suya.

¿Que había pasado con ese hombre que yo conocía? Con una camisa negra ajustada, unos jeans oscuros y ese rostro de niño que no rompe un plato, quien había logrado hacer de mi vida una pesadilla durante mucho tiempo estaba parado frente a mi.

Reuní todo el valor que encontré, recordando que era una mujer empoderada y que nada me iba a derribar y logré responderle al tatuado que estaba a punto de golpearnos para hacernos reaccionar.

—En algún momento de nuestras vidas hemos coincidido... ¡Lamentablemente! —expliqué.

Nicolae parpadeó frenéticamente y tragó duro al escuchar mis palabras. Si no lo conociera, diría que se siente incómodo y está a punto de romper en llanto.

Me importaba muy poco lo que sintiera. Tomé la poca seguridad que me quedaba y me ocupé en salir de allí antes de desmoronarme por completo.

—Jessica, ¿podemos hablar? — pregunta con voz temblorosa.

—¿Qué? ¿De que podríamos hablar tú y yo? —pregunte emitiendo una risa nerviosa —Si me disculpas, debo irme. Salte de la puerta, ¡Ahora!

Se quedó estupefacto como si no me reconociera. Estos años había evolucionado, hecho una total metamorfosis. Esperaba nunca tener que cruzármelo pero había estado preparándome para este momento por si llegaba, solo que ni en mis sueños más locos la situación se hubiese dado de esta manera tan particular.

—¿Alguien puede explicarme qué sucede? —gruñó Stephen desconcertado.

—Es complicado —contestó el Castaño.

—¿Jess?

—¡Que te explique el intento de hombre que tienes delante! —le dedique una mirada cargada de maldad y desprecio —¡Largo de la maldita puerta!

Solo tuvo que dar un paso hacia el costado para dejarme vía libre a la salida. Caminé como si fuese un ángel y desfilara para la misma Victoria Beckham.

Al cruzar la puerta, mi seguridad se evaporó, el aire ya no entraba a mis pulmones y el sentido de la orientación había desaparecido completamente.

Se me cerró la garganta y comenzaron a brotarme las lagrimas. Intenté correr por el pasillo que seguía pero mi cuerpo no quería responder y yo solo necesitaba salir de este lugar.

Después de mucho, volvía a experimentar un maldito ataque de pánico.

Caminé en busca de una salida pero parecía no encontrarla nunca. Me sentía perdida, completamente perdida y triste.

Caí al suelo, concentrándome en respirar hondo como el doctor Coopper me había enseñado, mientras las lágrimas brotaban y caían por mis mejillas.

¡Maldito Nicolae Maximoff!

—¿Jessica? —una voz lejana y amable me llamó—Déjame levantarte.

—¿Theo?

—¿Te has pasado de tragos, linda? —preguntó con una sonrisa pero al percatarse de que estaba hecha polvo su expresión cambió a preocupación —¿Que sucede? ¿Estas bien? ¿Llamó a una ambulancia?

Me abalancé sobre él para abrazarlo y rompí en llanto. El respondió a mi abrazo apretándome con fuerza y acariciando mi cabello.

—Tranquila. Lo que sea que pase, estoy aquí.

—Necesito volver a casa...

—Te llevaré, solo respira hondo.

En el trayecto que hicimos desde la casa de Stephen a la mía, Theo solo se dedicó a observarme sin emitir sonido. Debió haber notado que necesitaba mi espacio y era algo que agradecía enormemente.

Mi celular comenzó a sonar repetidas veces y no necesito tomarlo para saber que el tatuado debía estar como un desesperado intentando localizarme.

Casi cuando estamos por llegar a casa, es el celular de mi acompañante quien suena y este atiende.

—¿Que pasa?.... —preguntó frunciendo el ceño —Estoy llevando a Jessica a casa, le ha bajado la presión y necesitaba descansar —mintió.

Theo era un muy buen amigo, me recordaba tanto a Scott que el vacío en mi pecho se acrecentaba tanto que no podía respirar. Lo extrañaba tanto, lo necesitaba conmigo pero sabía que eso era imposible.

—Cuando estes más tranquila, procura llamar a Stephen o morirá de estrés el mismo día de su cumpleaños —pidió sonriendo.

—Gracias por traerme —dije desplomándome sobre el sofá de la sala —Y también gracias por no preguntar.

Dejó su chaqueta de cuero negra sobre el sillón y giró su cabeza hacia la cocina.

—Te haré un té de hierbas.

—No es necesario Theo, gracias. Ya has hecho mucho por mi, prefiero ir a la cama y descansar.

Sus ojos café me analizaron. Hizo una mueca y asintió con la cabeza, luego se sentó junto a mí y tomó uno de los libros que estaban en la mesa.

—Bien, me quedaré hasta que te duermas. Podría leer un poco... —leyó la tapa e hizo una mueca de desagrado —¿Charles Manson ha escrito un libro? Creo que mejor jugare Candy Crush, ¡voy en nivel ciento cincuenta y seis! —aclaró orgulloso.

—Deberías volver a la fiesta, no está bien visto que el organizador se largue, bastante con que el cumpleañero no festeje.

—Jess, no me iré sin...

Hice un gesto de silencio con mi dedo índice, irrumpiendo su deseo amable en querer acompañarme. No podía arruinarle la noche con mis problemas y necesitaba aclarar mi cabeza.

—Estoy bien, tranquilo. Me sentiré mal si arruino tu noche.

—¿Estas segura?

—Si, por favor. Además debes ir a controlar que tu hermano no se coma viva a la sirenita —dije y lo vi mostrar preocupación nuevamente. Se rascó la cabeza y me dedico una sonrisa.

—Cualquier cosa que necesites, por más mínima que sea... me llamas, ¿Si?

—Si.

Su rostro reflejaba curiosidad aunque era lo suficientemente discreto como para permitirme la tranquilidad de saber que no quería meterse en mis asuntos pero que estaría allí para mi.

—A cualquier hora, vendré corriendo. Recuerda que soy como flash —me mostró su brazo Moreno y musculoso y emitió una risa completamente adorable.

—Gracias cariño, eres un sol —sonreí con la sensación de estar drogada. Mi cabeza había viajado a la estratosfera, todo me parecía un cuento.

—No le comentes a nadie eso, ya sabes... a las mujeres les gustan los chicos malos.

—Me lo llevaré a la tumba —asegure.

Dejó un beso en mi mejilla y camino hacia el elevador. Mientras se alejaba no pude evitar admirarlo, muy pocas personas eran como él y lo que había hecho por mí demostraba que era un ser humano bondadoso.

Arrastre mis pies hasta mi habitación y me quite el vestido, me metí en la ducha con intensiones que el agua caliente mermara la punzada que atravesaba mi cabeza. Me sentía frágil y vulnerable pero no era nada que mucho helado y una botella de un buen whisky escocés no solucionaran de inmediato.

❤︎❤︎❤︎

Stephen

La frustración me había inundado la mente, era mi cumpleaños y nada había salido como lo esperaba. Los últimos días había estado insoportable a causa de la rubia que abarcaba todos mis pensamientos. Me seducía, tenía sexo conmigo, después me ignoraba y no contestaba mis llamadas para luego volver a buscarme. Lo más terrible de todo era que yo siempre cedía a su carácter impulsivo y personalidad tan cambiante.

Cuando apareció con su mirada atrayente y esa sonrisa rompecorazones, el mal humor se disipó por completo. La debilidad me ganaba al sentir el aroma del perfume dulce sobre su piel, al notar como sus ojos verdes me observaban con deseo y cuando esa seguridad que portaba volvía a ser un desafío para mi.

Después del increíble y salvaje sexo que habíamos tenido, que saliera corriendo al reconocer a mi ex amigo y que este se quedara estupefacto mirando fijo a un punto como si tratara de acreditar la situación que acababa de vivir, me hacía sentir desorientado y necesitaba respuestas.

—Dime que no es ella con quien te has casado en Las Vegas —susurro suplicante.

—Si, es ella.

—¿Están juntos? —su voz tembló.

—Podría decirse.

Su expresión cambió completamente. Se lo veía derrotado, movió la cabeza de un lado a otro y soltó aire ruidosamente.

—¡Maldita sea!

—¿De donde la conoces? —volví a preguntar, intentando contar hasta diez para no empotrarlo contra la pared y a punta de golpes obligarlo a hablar.

—Es complicado.

—No es tan complicado mover tus labios y decirme de donde carajos conoces a Jessica —sentencié con tono autoritario.

Subió la vista hacia mi y me sostuvo la mirada. Sabía que estaba enfadado, necesitaba respuestas y no me las estaba dando. Cuando la situación comenzó a ponerse más tensa, se enderezó y camino casi automatizado.

—Necesito tomar aire. Lo siento.

Salió disparado antes siquiera que pudiese detenerlo. Me quedé unos minutos, intentando recuperarme de la situación y cuando caí en cuenta que quizá Nicolae haya salido a buscar a Jessica, la rabia me invadió.

Caminé hacia la fiesta, todos estaban alcoholizados, derramando bebidas sobre mis muebles, manchando mis paredes, arruinando toda mi casa pero en un punto no me importaba.

Necesitaba encontrar a Jessica. Llame mil veces a su teléfono pero no me respondió, a esta altura quizá seguía silenciado.

—¿A quien buscas, guapo? —preguntó una mujer mientras ponía sus manos en mi pecho. Se las quité con brusquedad e intenté seguir caminando.

—No te incumbe.

—Déjalo, Sharlene, el ya está apartado —exclamó una voz conocida detrás mío.

—¡Es una lástima! —respondió la morena desconocida.

Giré mi cabeza para encontrar a Cheryl sonriente observándome con diversión. Se acercó a mi y me dio un abrazo que no correspondí. Llevaba un pantalón rayado que hacía conjunto con el top en su torso y que sin dudas cualquier amante de la moda observaría con desprecio. Todo en Cheryl siempre era excesivo y extravagante.

—Feliz cumpleaños, Stephen.

—Gracias Cher —dije sin prestar mucha atención. Mi cabeza estaba focalizada en encontrar al huracán rubio y asegurarme que no estuviese con Nicolae.

—¿Buscas a Jessica? —preguntó y clavé mi mirada en ella asintiendo —Salió por la puerta con tu primo sin que siquiera pudiera saludarla como es debido.

Miré a mi alrededor buscando a mis primos. Lucka estaba disfrutando de la fiesta conversando con una mujer muy sensual, mientras a su lado Alex intentaba ligar con Sienna. Las amigas de Jessica bailaban entre ellas de forma más provocativa que la que es debido, y no pude evitar pensar que quizá se gustaban.

El único que faltaba era Theo, así que tomé mi celular apartándome del ruido y le marqué. Había llevado a Jessica a su casa, me maldije por no haberla seguido cuando salió por la puerta, la situación me sorprendió. No esperaba que se conocieran y mucho menos que se odiaran de esa manera.

Recibí un mensaje de mi primo donde avisaba que Jessica había querido quedarse sola en casa y me pareció inconcebible. Tomé las llaves del auto y conduje al estilo rápido y furioso hasta su casa.

Este cumpleaños se estaba volviendo muy extraño. No quería arruinar el sorprendente momento que habíamos pasado juntos, y no podía evitar tensarme de solo pensar que pudiese elegir no querer verme nunca más, o que Nicolae pudiese estar en su casa.

Al llegar, él seguridad de su edificio me saludo enérgicamente y me dejo subir porque de alguna forma u otra, había logrado caerle bien.

Cuando puse un pie en su sala, la vi caminar desde la cocina. Lejos estaba aquella mujer provocativa vestida como una maldita estrella porno, tenía el cabello mojado, el rostro sin maquillaje y una camiseta que le quedaba enorme. Se veía hermosa.

No pude evitar sentir celos cuando me percaté que lo que llevaba puesto era de un hombre.

—¿Que haces aquí?

—Quería saber cómo estabas.

—Estoy bien, ya puedes irte —hizo un movimiento con la mano y se volvió hacia la cocina.

La seguí, asegurándome que estuviese sola en casa como un maldito loco psicopata y celoso. Era algo inevitable, esta mujer me tenía mal y no entendía porqué.

O quizá lo sabía y era muy orgulloso para admitirlo.

—¿Por qué estás furiosa conmigo? —pregunte tomándola suavemente del brazo.

—¡Si tienes algún tipo de relación con Nicolae Maximoff, entonces no quiero tener nada que ver contigo!

Sentí escalofríos cuando retiró su brazo de mi agarre y me observó enfrentándome como si fuese el enemigo. Movió sus largas piernas hasta la sala y bebió del vaso de whisky que tenía en la mesa.

—No tengo que ver con el hace mucho tiempo, Jessica —asegure —¡Igualmente no puedes hacer eso!

—¡Claro que puedo!

Mis intensiones de querer tapar esa boca tan testaruda con un beso aparecieron. Su aspecto frágil no contrastaba con la valentía que emitía al hablar y eso me atraía al punto de volverme loco.

—Lo que podrías hacer es bajar la guardia un poco... —me cruce de brazos y le dediqué una mirada por el rabillo de mi ojo. Apretó los labios fuertemente, como si su cabeza hubiese recordado alguna situación.

—Por bajar la guardia termine muy mal en el pasado —exclamó con toda la obstinación que solo ella podía tener —¡No me volverá a suceder!

Pase la mano por mi rostro y suspire largamente.

—Jess...

—Necesito estar sola y no tengo ganas de hablar con nadie —gruño. No iba a darme por vencido, había venido hasta aquí para estar con ella.

—Bueno, me quedaré aquí acompañándote aunque no me dirijas la palabra. Sabes que no me iré, así que deja de insistir —sentencie.

Bufo de decepción y luego me dedico una mirada glaciar, tan fría como lo era ella. Se tocó las sienes y soltó el aire de los pulmones.

—¿De que pelicula extraña de Disney has salido? —preguntó en tono de burla.

—¿De la que el príncipe tatuado trae helado a la princesa despeinada...?

Levante la bolsa que tenía en mis manos y la puse a centímetros de su cara. Entrecerró los ojos mientras leía de donde provenía y luego clavó su mirada en mi. Sabía que aceptaría, había hecho una parada en el mejor lugar de helado artesanal de la ciudad, nadie se resistía a eso.

—Tu tienes más de villano que de príncipe —dijo, quitándome la bolsa con brusquedad —Deberías estar en tu fiesta de cumpleaños, ¿qué haces aquí?

—Mi obsequio salió corriendo y vine a reclamarlo.

—Tu obsequió esta en modo suicida. Si quieres tomar whisky, comer helado y ver películas que impliquen cancer, dolor, muerte y finales trágicos este es tu lugar.

Me quite la chaqueta, caminé hasta en sillón y me desplome. Tomé el control de la televisión y la encendí ante su mirada confundida.

—¡Es como siempre quise pasar mi cumpleaños! —asegure. Su expresión se relajó.

—¿Mascarpone, nutella y chocolate al rhum? —dijo mientras volvía con un vaso más para mi, los envases de helado que había traído y dos cucharas —Eres un desastre eligiendo sabores ¡Nos va a dar un pico de glucemia!

Después de un largo rato mirando películas cómicas con Jessica tumbada sobre a mi y mientras acariciaba su cabello con mis dedos sin apartar mi vista de ella, su celular comenzó a vibrar sin parar. La rubia hizo caso omiso de el, pero a mi me molestaba demasiado, más que nada porque por mi cabeza pasaban miles de proyecciones sobre de quien podría tratarse tanta insistencia.

Me estire para tomarlo y acercárselo.

—¿Puedes atender eso?

—No tengo ganas —dijo casi somnolienta.

—¡Pues apágalo entonces! ¡Me desconcentra!

Una sonrisa cálida y amplia apareció en el rostro de Jessica y sus ojos verdes me analizaron con esa intensidad que solo ellos podían transmitir. Tomó el celular y lo apago para luego dejarlo en la mesa de junto.

—¿Necesitas concentración para ver una película de Adam Sandler, Stephen? —dijo con expresión divertida —¡No es el maldito Stanley Kubrick!

—¿Puedo preguntarte algo?

—No.

—Es mi cumpleaños, deberías acceder a todas mis peticiones —ordene.

—¿Quien dijo eso? —preguntó casi sonriendo y yo le dediqué un mohín —Solo una.

—Cuando has dicho que no querías involucrarte en relaciones amorosas porque tenías el corazón roto... —hice una pausa.

No sabía como continuar la frase. En mi nació el miedo de escuchar algo que no estuviese dispuesto a tolerar. Quería entender su reticencia a las relaciones, estaba dispuesto a ganar la guerra que se libraba en su interior sobre si podría o no confiar en mí.

—La estás haciendo muy extensa, Stephen. ¿Quieres saber si Nicolae tuvo que ver con eso?

—¿Que sucedió entre ustedes? —pregunte.

—Dije solo una pregunta —exclamó mirándome a los ojos —Si, tengo el corazón roto... y Nicolae tiene que ver con eso pero no en la forma que tú crees.

Hubo un silencio eterno. Examine cada expresión de ella intentado descubrir algo, lo más mínimo. Los latidos de mi corazón se aceleraron.

—¿Y en que forma entonces? —me anime a preguntar.

—Se terminaron tus preguntas, tatuado.

Subió el volumen de la televisión y volvió a recostarse sobre mi. Tenía muchas dudas y necesitaba aclararlas, pero Jessica no estaba dispuesta a decirme lo que había sucedido, así que decidí que lo averiguaría como sea.

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