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Trapicheos

Glastor Evans era un buen contrabandista, tanto a los ojos de la ley y el imperio, para la que solo se dedicaba a pasar comida de contrabando en las ciudades del norte, como para los verdaderos bajos fondos conseguía y colocaba todo tipo de compuestos ilegales, tanto potenciadores, artículos mágicos cuando alguien encontraba uno, armas o piedras de alma. No era el único en la ciudad, pero para lotes grandes u objetos especiales y caros era el mejor. Oficialmente, tenía una empresa de transporte de aceite y grano que traía del sur, y pieles y leche que llevaba desde el norte. Pero bajo esa humilde fachada estaba una de las organizaciones más poderosas al norte del río Vertum, siete ciudades, veinte camiones y casi doscientas personas en nómina.

Muchos se preguntaban porque una persona con tanto poder pasaba sus días en un pequeño almacén o sentado al sol en el banco de enfrente, en la peor zona de los bajos fondos, viviendo una vida aparentemente sencilla. La segunda regla de oro, si no quieres que sepan que tienes mucho dinero, no actues como si lo tuvieses. Vivir humildemente era fundamental para pasar desapercibido, mientras se mantuviese así pocos pensarían que se ganaba algo más que un sobresueldo con algo de contrabando.

Tenía camiones que partirían en un par de días, así que era buen momento para acabar de cerrar tratos, por eso estaba allí en el banco de la calle al sol. Muchos pasaban y le saludaban, otros intercambiaban unas pocas palabras con él, conversaciones casuales que terminaban tan pronto como habían comenzado. Así era este negocio.

Glastor levantó la vista hacia la calle por la que avanzaba Bastian, sabía perfectamente quién era ese muchacho, y que los Marcs le hiciesen una visita solo significaba una cosa, mucho dinero acabaría en sus manos. El hombre esperó hasta que Bastian estuvo a pocos pasos como si no le hubiese visto hasta entonces.

"Hombre, pero si es Bastian que alegría verte muchacho, ¿qué tal las cosas por la granja?"

"Veo que sigue teniendo usted buena vista, señor Evans, estoy contento también de verle, el abuelo, la abuela y tío Julius le mandan recuerdos"

"Tienes que ir a visitar a mi sobrina Jane, siempre pregunta por ti, ahora estará en el Gigis tomando un café, se alegrará de verte, ¿de verdad no piensas salir nunca con ella?"

"Señor Evans, no es que yo no quiera, es que la abuela me tiene prohibido salir con chicas hasta que no cumpla los veinticinco, además Jane es una amiga, nos conocemos desde que teníamos tres años, no duraríamos juntos ni veinte días felices"

"Una pena que tengas una abuela tan severa, tu tío Julius siempre ha sido el más razonable de todos"

"Es fácil parecer razonable cuando uno no habla..."

"Bueno, sé que el Gigis está lejos, pero pásate a saludar a mi sobrina"

"Así lo haré, señor Evans, pasaré a verla ahora, mi abuelo no me perdonaría si fuera descortés, que tenga un buen día"

"Igualmente Bastian"

Y con esta conversación casual se cerró el trato, realmente lo que los dos se dijeron fue "me han pedido potenciadores oculares y piedras de alma, ¿tienes?" "Tengo veinticinco potenciadores oculares y piedras de alma, queremos el pago un tercio en munición, un tercio en productos químicos, y un tercio en dinero" "la transacción es segura la podemos cerrar ya, tengo un encargo especial para ti si te interesa ¿de cuántos potenciadores y piedras estamos hablando?" "Veinticinco potenciadores, tres más de alta calidad, y veinte piedras de alma" "Ahora solo puedo hacer el pago en productos científicos y dinero, las armas tardarán más tiempo" "de acuerdo aceptamos el trato, podemos esperar a las armas, pero el resto del pago se cierra hoy" "Trato hecho".

La ventaja de los bajos fondos es que los precios y las equivalencias se pactaban de año en año, y todos los implicados en esos negocios solo podían acatar la decisión de la mayoría o marcharse, eso simplificaba mucho los intercambios y los códigos que se usaban. Por otro lado, en esas ciudades tan al norte todos se conocían decir que fueses a ver a un familiar, conocido o amigo, era para proponer un trabajo extra, uno que podía encajar con la fama o habilidades del visitante. Cada cual tenía su fama y el Bastian, el pequeño de los Marcs ya se había labrado la suya en la ciudad.

Sin darse prisa se dirigió al distrito de ocio, Gigis era una buena pastelería y cafetería, allí estaba Jane, tan rubia, tan pálida y tan guapa como siempre. Se alegró mucho de ver a Bastian, realmente se conocían desde antes de que los padres de este murieran.

"Hombre Bast por fin se te ve el pelo, hacía tres semanas que no te veía..."

La muchacha abrazó y dio dos besos a Bastian.

"He estado ocupado en las anteriores visitas, pero tu tío me ha dicho donde estabas..."

A la muchacha se le cambió la cara, no esperaba que el enviado de su tío fuese su amigo...

"Bast no tienes porque..."

"Calla Jane, ya sabes como es esto..."

La muchacha se recompuso, llevaba muchos años también en el negocio. Fue Bastian el que le preguntó casualmente.

"Bueno, cuéntame que tal te va todo"

Al chico le sirvieron un café mientras la chica le contaba cosas insustanciales de su vida.

"Me gusta que estés bien Jane, pero tienes que dedicarle más tiempo a los estudios, eres inteligente"

"Está complicado, no creo que pueda aprobar el título de enfermera en menos de dos años..."

"Seguro que lo consigues..."

"Ten cuidado Bast..."

"Cuídate Jane"

Bastian pagó su café y el de la chica y salió de la cafetería con unos cuantos pasteles de crema para su tía, no iría directamente a verla, antes tenía algo que hacer.

Diez minutos después estaba apoyado entre las sombras de un callejón esperando a que saliesen los trabajadores de la fábrica de carne sintética más cercana. Si alguien mirase al callejón solo verían sombras; sin embargo, cuando un hombre grasiento salió de la fábrica, tres disparos con silenciador impactaron en el cuerpo del obrero, uno le dio en la rodilla, otro en el brazo y uno le voló la cabeza esparciendo sus sesos por el suelo. No era un exceso ni mala puntería, era una firma y un mensaje, el tiro en la rodilla era para los chivatos, el símbolo de que nadie podía huir de la ley de los bajos fondos, el tiro en el brazo significaba que estarían pendientes de los contactos del hombre, y el tiro en la cabeza era el castigo que había sido decidido entre todos los jefes de los bajos fondos.

Para cuando los compañeros del hombre miraron a su alrededor, Bastian ya había salido por el otro lado del callejón y se alejaba como un auténtico depredador utilizando cada sombra para que no se le viese, cada rincón oculto a las cámaras, hasta que su rastro se perdió y se camufló entre el ambiente frío y húmedo de Ciudad Cawan.

Solo había una excepción a la regla de oro de no matarás si no es necesario, eran los encargos para hacer cumplir la ley que todos en la ciudad se habían impuesto, era la única forma de mantener ese delicado ecosistema. Las autoridades investigarían un asesinato a plena luz del día, y más uno cometido con armas de fuego. Ese hombre se había ofrecido como delator al nuevo inspector, y el verdadero poder en la ciudad estaba emitiendo un aviso.