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Ganancias de la zona salvaje

Para cuando Bastian salió de debajo de la rama que lo aprisionaba, su abuelo y su tío ya habían matado a todos los goblins restantes, incluidos los zombis de los alrededores. Su abuelo había actuado a media distancia mientras Julius lo cubría como francotirador, esos dos eran un equipo de demolición.

Su abuelo se acercó con cara seria al muchacho, la detonación había sido bastante espectacular.

"¿estás bien Bastian?"

"Solo una muñeca rota abuelo..."

"¿Los lobos blancos?"

"Abatidos, estos errantes llegaron después"

"Entonces recupera tu aerodeslizador y los lobos, ya me has hecho perder medio día de trabajo en la granja, tenemos que limpiar todo esto y hacer que haya valido la pena, dejaremos que la abuela te cure el brazo, ya hay suficiente magia en el ambiente..."

El abuelo no era precisamente una persona cariñosa, pero había acudido en cuanto escuchó el eco de los disparos continuados, no podía negarse que se preocupaba por su nieto, aunque no lo demostrase. La mierda era tener que curarse por medios convencionales, tardaría al menos dos días con los tratamientos de la abuela.

Bastian deshizo todo el camino que había recorrido en su huida, en la zona salvaje no se podía desperdiciar nada, y menos las pieles, carnes y la gema de alma de cinco lobos blancos. Si hubiese sido con el antiguo inspector, con Eramon, no hubiese habido problemas, él se hubiese quedado con un lobo, otro hubiese sido para ellos, y tres serían la matanza oficial que podían vender oficialmente en la ciudad. Ahora, sin embargo, hasta que se estableciera la tarifa del nuevo soborno, no podían hacer otra cosa que declararlos como presas oficiales.

Ocultar a los goblins era absurdo, era mejor declararlos todos, devolver las armas y cobrar la recompensa, era una ganancia inesperada, pero estaba claro que las fuerzas del nuevo inspector inspeccionarían toda la zona y las imágenes de los drones.

Vivir en la zona salvaje hacía que se pudiera ganar mucho dinero, pero tanto la cuota inicial como los sobornos después se llevaban gran parte de las ganancias posibles. Igualmente, si se tenían recursos y no se tenía miedo, era la mejor opción para los que no querían que toda su vida estuviera controlada.

Bastian recuperó los cuerpos de los lobos, aunque le dolía el brazo izquierdo, tenía que exanguinarlos y eviscerarlos antes del transporte para que no se estropease la carne y la piel. Las piedras de alma también eran de buen tamaño, tal y como se esperaba de ejemplares adultos. Podía sentir la mirada de las hembras entre los árboles, pero no se atreverían a atacar, había acabado con los cuatro machos y el Alpha de la manada, y había herido levemente a una de ellas, no volverían a por más aunque él mismo estuviera herido.

Cuando Bastian estaba desollando al Alpha, vio que tenía algo incrustado entre las almohadillas de las patas, era un anillo, y uno muy antiguo... Mierda, otro problema, los dejaría en su refugio antes de llegar a la granja, solo necesitaban con la visita de un nuevo inspector el meter un objeto antiguo y que por mala suerte este fuese detectado, se lo llevaría a la abuela cuando todo se calmase.

La plataforma del aerodeslizador le seguía a poca distancia, en ese día de caza si no pensaba en el incidente con los goblins la ganancia había sido buena, además de los cinco lobos blancos se había hecho con tres conejos cornudos y un águila de fuego.

Bastian no llegó a la granja hasta el anochecer, su abuelo y julius lo habían tenido más fácil, de los goblins solo la gema de alma, las armas y los ojos eran utilizables. Si no hubiera habido ese par de chamanes el dron no habría detectado el uso de magia en la zona más allá de los conos de hielo de los lobos, todo habría sido un día normal en la zona salvaje, pero el uso de magia de tierra, de fuego, electricidad, muerte y de viento no podía pasar inadvertidos a los sistemas de detección.

Lamentablemente, la abuela no podría usar los ojos para sus cápsulas de mejora, hubiesen tenido un buen precio en el mercado negro de la ciudad.

La economía de la zona salvaje permitía a los residentes vivir modestamente, aunque con beneficios con el negocio legal, pero era el ilegal sobre todo el que daba más beneficios.

Bastian había sobrepasado la primera muralla y vaya electrificada, y se dirigía a la zona de la granja, la colina era tan maravillosa como siempre, con sus árboles frutales y su huerto, las vacas y el ganado pastaban tranquilamente en la ladera.

Por el camino ya se veía el polvo de los vehículos de servicio de guardias de frontera, el inspector estaba llegando, se había dado prisa, pero el incidente habría sido suficientemente llamativo como para que se movilizase en su primera visita.

La puerta de la segunda barrera de defensa se abrió, la abuela debía de estar pendiente de las cámaras. Efectivamente en la entrada del caserón estaba la abuela esperándole con su eterna sonrisa y su pelo rizado, rubio y con hebras blancas.

"En buen lío te has metido muchacho, ¿cómo va esa muñeca?"

"Nada que unos días de tus cuidados no puedan arreglar abuela"

El abrazo de la mujer era cálido, Bastian le sacaba al menos treinta centímetros, pero el abrazo de la abuela le seguía llenando el alma. Dentro de la casa, tío Julius y el abuelo esperaban.

Julius realmente no era su tío, aunque siempre había estado en su vida desde que se mudó a la granja tras la muerte de sus padres. Julius había sido un antiguo compañero de armas o subordinado de su abuelo, la verdad es que ni el abuelo ni la abuela hablaban mucho de ello y Bastian no sabía mucho más, al abuelo era mejor no insistirle ni preguntarle sobre sus cosas. Pero sabía que el abuelo había salvado a su tío, y aunque Julius había perdido la capacidad de hablar y casi de andar por las heridas, el abuelo lo había acogido e incorporado a la pequeña familia en la granja. Cuando Bastian llegó por primera vez a la zona salvaje, Julius ya estaba allí.

A diferencia de su abuelo, si era cariñoso, y aunque no hablase, no dudaba en tener un gesto amable o incluso jugar con Bastian mientras este fue un niño. Su abuelo, sin embargo, solo le había enseñado a cazar, a disparar, a luchar o incluso a conducir el camión, el resto de las necesidades de un muchacho no parecían ser asunto suyo.

La comitiva del nuevo Inspector llegó a la puerta del caserón en la granja, el abuelo estaba esperando, por lo que les habían dicho el sustituto de Eramon Raud era un recién llegado desde Isguern, un capitalino que algo habría hecho mal para enviarle a una ciudad de provincias. El nombre del sujeto era Kriel Fondag, no sabían mucho más.

Con la mitad de la cabeza rapada y la otra con el pelo largo, negro y grasiento, su traje impoluto, su forma de pisar por el campo y su nariz arrugada ante los olores de las bestias y el ganado, estaba claro que ese hombre no había estado en una granja en su vida.

"Buenos días, familia Marcs, activen sus bloqueadores de Qi por favor, y pónganse en fila, o mis hombres abrirán fuego"

No era un buen comienzo.