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Ciudad Cawan

Con el brazo izquierdo entablillado, Bastian no podría cazar en dos o tres días, no podría ayudar con la granja, y con el nuevo inspector aunque fuese un idiota olfateando los negocios turbios de Ciudad Cawan y de las granjas cercanas la abuela no quería tener material de contrabando ni un día más en la granja.

Pero el abuelo no iba a permitir que el muchacho descansase tres días, no, eso era de vagos, esa vez le tocaría a él llevar el camión con la carga tanto legal como de contrabando a la ciudad. El abuelo se quedaría cazando y ayudando en la granja en su lugar.

El puesto de control estaba fuera de las murallas de la ciudad, solo había dos hombres, pero para el trabajo que tenían sobraban, apenas salía o entraba un vehículo al día.

"Hombre, si es el pequeño Bastian, el viejo no ha dejado a Julius bajar a los burdeles esta vez..."

El muchacho enseñó su muñeca entablillada por más explicación, mientras les acercaba el manifiesto de la carga legal del camión.

"Danos el rifle, la pistola y el cuchillo, te lo devolveremos al salir, ya lo sabes, no te olvides de activar el bloqueador de Qi antes de entrar"

"Eso es una mierda, cualquiera podría acuchillarme en medio de la calle Tomás, ¿no puedes hacer una excepción?"

"Las cosas están complicadas con el nuevo inspector, los de la capital no entienden como vivimos, tardará un tiempo en acostumbrarse, pero hasta entonces órdenes son órdenes, ¿pasaras a ver a tu tía Elsa?"

"Sí, como siempre, iré allí después de vender la mercancía"

"Perfecto, ahora vamos a inspeccionar el vehículo, no vayas a arrancar muchacho..."

"Entendido, Tomás"

Realmente Elsa no era su tía, era la hermana de Julius aunque la conocía desde que era pequeño, regentaba una cantina a las afueras de la ciudad, era el lugar convenido para que los guardias recogieran sus sobornos. El tal tomas hizo como que inspeccionaba la carga del camión y los bajos, en donde normalmente se escondería parte del cargamento de contrabando, pero si vio algo no dijo nada. Tras llevarse las armas del chico le dio la señal de entrada mientras las dobles puertas de la ciudad se abrían.

Ciudad Cawan era una pequeña ciudad de no más de cincuenta mil personas, pese a que el terreno amurallado podría haber albergado una ciudad veinte veces más grande, una parte del terreno estaba dedicada a los cultivos hidropónicos y las fábricas de carne sintética, una mierda sin sabor, pero era la mierda que alimentaba a la mayor parte de los habitantes de la ciudad.

La ciudad se dividía en 9 distritos, el administrativo, el industrial, la zona de ocio, el militar, cuatro distritos residenciales y el distrito comercial. Sin embargo, no era a este último a donde primero tenía que ir el muchacho, antes de nada tenía que ir al edificio de la contaduría, o por decirlo de otro modo el sitio donde el imperio se quedaría el treinta por ciento de su carga legal sin dar nada a cambio, era el precio de vivir en la libertad de la zona salvaje.

Dejó el camión listo en uno de los muelles de descarga y se dirigió a la puerta de la contaduría, un gran arco triple de seguridad le esperaba. El primer Arco detectaría si llevaba armas, aunque fuese el más minúsculo cuchillo, el segundo si tenía activado el bloqueador de Qi, y el tercero detectaría si quien lo traspasaba tenía el más mínimo rastro de mana en el cuerpo.

Hacía más de cuatrocientos años tras la victoria del primer emperador sobre los siete continentes que el imperio prohibió no solo el estudio o uso de la magia, sino incluso que se prohibió el ser sensible a la misma. A los bebes a los cuatro meses se les sometía a estudio, todos los pequeños núcleos de mana que se detectasen eran extirpados, si el niño tenía entre siete y diez de los catorce tipos de energía además era marcado y a los catorce años sería esterilizado para que no pudiera engendrar descendencia y así limpiar a la sociedad del peligro de los magos. Cualquier niño con once núcleos o más, directamente era ejecutado.

Bastian era un caso especial, un caso que no se había dado en muchos siglos, tenía afinidad con los catorce tipos de energías principales y con varias energías secundarias. En los cuatro meses hasta que su examen la abuela solo había conseguido desarrollar inhibidores para cuatro tipos de energías principales, vida, viento, voluntad y oscuridad, y un suero genérico para enmascarar las pequeñas energías secundarias, pero no pudo conseguir el resto de inhibidores a tiempo por lo que cuando llegó la hora los científicos imperiales le extirparon los núcleos de mana que estaban activos del cuerpo, diez núcleos en total. A los catorce años fue esterilizado, aunque por suerte su mana de vida hizo que ese proceso fuese reversible.

El muchacho pasó el manifiesto de cargo del camión y el listado de la parte que le correspondía al imperio, el funcionario también le preguntó si iría a ver a su tía. Era una forma de ahorrarse las inspecciones aleatorias de la carga que el funcionario podía ordenar. En esa sociedad y sobre todo en las provincias no había ningún funcionario que no fuese corrupto, en el fondo era normal, los salarios públicos realmente eran una mierda y todos querían una pequeña parte del pastel.

La entrega de las piedras de alma de los lobos y los goblins era una parte dolorosa, pero necesaria, solo la nobleza, la iglesia y el ejército o los altos funcionarios podían consumir las piedras de alma para mejorar sus físicos.

Estaba claro que todas esas prohibiciones, la magia, los bloqueadores de Qi o el consumo de piedras de alma solo tenían como misión lograr el control social, transformar a la sociedad en una masa que no podría rebelarse contra el poder aunque quisiera. A Bastian no le interesaba la política ni los grandes ideales, solo sabía que este era el mundo que le había tocado vivir, y para aquellos que pretendían saltarse un poco las reglas la mejor opción era vivir en la zona salvaje, más allá de las murallas de las ciudades.

Tras descargar como pudo con su muñeca rota la parte del imperio se dirigió por fin al distrito comercial, allí en la gran lonja, muchos comerciantes se acercaron para negociar el precio de su cargamento, leche fresca, carne de res, tomates, licor de cerezas, legumbres frescas o huevos, cosas que en la granja eran cotidianas, pero que en la ciudad eran auténticos lujos. No vendió por debajo del precio que le había marcado su abuela, y con algunos comerciantes pactó un trueque ventajoso por otros productos que se necesitaban en la granja, tras abastecer el camión con todas las cosas que le habían encargado y descontando la parte que se llevaba el inspector, aún tenían en su cuenta electrónica otros cincuenta mil. Había sido una buena ganancia, las pieles de lobo blanco eran un material muy apreciado para fabricar ropa resistente al frío, y se habían vendido caras, por poco no tiene que hacer una subasta pública al mejor postor.

Finalmente, se dirigió a la cantina de Elsa, era un local agradable, sin maleantes, no olía a orín, y muchos funcionarios iban allí a comer, la cocina de Elsa era famosa, aunque había un motivo mucho menos bucólico, su tía se encargaba de pagar los sobornos a todos los funcionarios no solo de la granja de sus abuelos, sino de todas las granjas de alrededor, si los guardias no le preguntaban si iba a ver a su tía significaba que había una redada oficial en el local y era mejor no pasar por allí, en ese caso le preguntarían por algún otro conocido que se encargaría de en verdad de las cosas.

Aunque pareciera absurdo en ese mundo, los sobornos en dinero eran lo más raro, la mayoría de guardias y funcionarios preferían poder llevar a sus casas leche fresca, carne de verdad, o verduras, comprarlas en el distrito comercial era algo imposible con sus salarios. Nadie revisaría las mochilas de los funcionarios que entraban y salían de la cantina de Elsa, solo de vez en cuando para cubrir el expediente se hacían redadas previamente avisadas en las que lógicamente no se encontraba nunca nada.

Elsa salió a saludar, en verdad esperaba que su hermano Julius fuese el que viniera como era la costumbre, pero se alegró de ver a Bastian.

"Hombre, mi sobrino favorito... deja que esta vieja te dé un abrazo"

Con el paso de los años y tras acompañar miles de veces al abuelo y a Julius, Elsa había pasado a ser parte de la pequeña y extraña familia de Bastian. Dos exmilitares, una científica y una contrabandista a tiempo parcial. Sus padres habían muerto en un accidente, duran la larga noche cuando el tenía cuatro años, fue entonces cuando el abuelo y la abuela se lo llevaron a la granja. Allí crecería mejor, más seguro, más fuerte y fuera del control de la ciudad. En medio del campo no había detectores de magia en las puertas de los principales edificios y comercios, si en el campo fallaba un inhibidor con no lanzar su magia, Bastian estaría seguro.

La puerta del garaje se abrió y el chico pudo dejar el camión en la parte de atrás de la cantina, mientras el entraba a comer algo, los chicos de Elsa se encargarían de llevar el contrabando al sótano.