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Capitulo 5: Glory

La orden de las estrellas fugaces, en alianza con los clanes inhumanos, luchamos contra incontables seres del abismo, persiguiendo a la quinta calamidad, cuyas hordas invadieron el continente durante la edad del declive. Muy pocos llegaron hasta el final del conflicto y cuando se creyó que vendrían días de paz tras la victoria, ocurrió la traición del gran pecador, el primer maldito conocido... mi querido hermano, Arnold Trisary.

Pasaje de las cruzadas de Sir Munraimund Trisary, el dios de los héroes.

Fue un largo camino para los dos guardianes, atravesando la frontera de los territorios Templarios. Tuvieron percances con las autoridades, específicamente porque Alicia es proveniente de El libre pensamiento. Al principio no los querían dejar pasar la frontera, hasta que mostraron los emblemas de los guardianes, con el símbolo de la espada rota, lo cual además de identificarlos como dicha orden de mercenarios, da acceso para moverse libremente por toda Terra, bajo la protección del país de los guardianes, a pesar de sus orígenes.

Al atravesar el límite entre los dos países, hicieron algunas paradas para dormir y comer en algunos de los pequeños pueblos rurales, encontrados de paso. Trisary nunca destacó como una nación grande, de hecho, es por mucho la más pequeña en cuanto a territorio de todo el continente.

Tardaron más días de los esperado por desperfectos en la moto de Alicia, pero en el quinto amanecer lograron llegar al puente del Behemoth, el cual lleva a la capital.

El puente colgante mide treinta kilómetros de largo y treinta metros de ancho, el cual es sostenido por unos largos cables de acero, que se encuentran en varios pilares, a una altura de 100 metros sobre el océano azul. Cuenta con una acera peatonal, cuya superficie es recorrida por una gran aglomeración de gente que intenta entrar a la capital: Glory.

Incontables vehículos motorizados, caravanas, carromatos, gente a caballo y a pie. Se organizan en filas que recorren ambos extremos del puente, al punto de que la cola llega extenderse un kilómetro más, desde la entrada al camino de terracería, su avance lento, alcanzado hasta tres horas de espera para entrar a la ciudad.

El olor a motor, comida exótica, sudor y agua salada es la fragancia predilecta en el puente, acompañado de todo el ajetreo y el bullicio, dificultando la capacidad de distinguir claramente los sonidos. Gente de todas partes del continente, buscan algún refugio en un país neutral, completamente fuera de la guerra de los cuatro credos; bajo la protección de la espada rota.

La entrada a la ciudad está cubierta por una enorme muralla, que llega a los cincuenta metros de alto, cubriendo todo el contorno de la capital, la cual se encuentra en una península. La muralla era de metal, de aleación de Oricalcos, con paredes de 6 metros de grosor. Eso la hizo muy resistente a los impactos de ariete y disparos de tanque, usados durante la rebelión de los príncipes contra el antiguo rey.

El oricalco es uno de los materiales más resistentes y pesados del mundo, como un conductor mágico y muy difícil de conseguir; hace siglos cuando los hermanos Trisary hicieron expediciones a algunas islas caminantes, encontraron por casualidad con una montaña de este material, y lo usaron para construir el escudo de la ciudad, mientras que lo sobrante lo comercializaron, construyendo su propia nación. Puede que la muralla, sea la estructura con mayor oricalco en todo el mundo conocido.

En este puente ocurrió una de las batallas más sangrientas de la historia de este país, donde murieron muchos guardianes, poseedores de una gran amalgama de poderes. Al llegar a las faldas de la muralla, se vieron en la penosa situación de confrontar a un behemoth, familiar de algún hechicero leal a la nobleza.

Los huesos de la titánica bestia que albergaba el tamaño de dos elefantes, ahora son usados como decoraciones en la muralla; las costillas rodean la pasarela y el cráneo en la parte de arriba de la gran puerta, rodeada por filas de soldados armados con rifles de asalto con bayoneta, como arma principal y armas blancas en el cinturón como espadas o hachas, mientras sus cuerpos son protegidos con armaduras de placas, fabricadas para resistir balas, muy parecidas a la indumentaria de la nación El libre pensamiento.

Drake y Alice se desplazan en el centro del inmenso mar de gente, cada uno en su respectiva montura en movimiento lento, abrumados por el aroma a humanidad y el ruido incesante de la población, como si estuvieran perdidos en algún mercado en tiempo de ofertas. Dejaron de platicar durante la espera, al no poder entenderse debidamente, a causa de todo el ruido.

En el trayecto de largas horas, Alicia compró provisiones a algunos vendedores ambulantes: barras de chocolate, bolsitas con nueces y algunas tiras de carne seca, las cuales compartió con su compañero de armadura carmesí, embelesado por sus propios pensamientos.

Drake gira la cabeza en dirección al basto mar de agua salada y espumosa, tenuemente enverdecida en la que navegan varios barcos pesqueros, mientras que, en la inmensidad del cielo azul, inundada por el océano de nubarrones blancos; el soplido del feroz viento se agita vertiginosamente, en la llegada de los majestuosos zeppelines. Cortan a través de las densas brumas, cuales gigantes espadas, movidas por motores de hidrogeno. Las naves acorazadas, navegan el océano blanco; gobernantes de los reinos de los cielos.

Estas son algunas de las naves, usadas principalmente en el uso bélico, o en el transporte de mercancías en tres de los credos de Terra y en el país mercenario, Trisary. Es tecnología desarrollada por el libre pensamiento, luego fue copiada, y adaptada por el resto de los credos, implementándose sus propios navíos voladores.

Drake esboza una sonrisa de emoción, como un niño lleno de ilusiones, al ver semejantes creaciones de ingeniería. Sueña algún día poder subir a una de esas naves, cuando tenga el rango de oro. Volar en las nubes, perdiéndose en el firmamento, como un consuelo a su antiguo sueño de poder montar un dragón; algo dejado atrás en su tierna infancia.

El tiempo de espera llega a su fin, es el turno de los dos guardianes de estar frente a la inmensa puerta de hierro, rodeada por centinelas y en la cima se ven torretas automáticas, acompañadas por soldados con francotiradores, todos con los rifles listos apuntando a los que se han posicionado en la plataforma de ingreso a la ciudad.

Los guardianes frenan su avance, delante de un grupo de soldados que de entre ellos el que parece ser el líder, se acerca a paso tranquilo con el rifle de asalto apoyado en el hombro, envuelto en una armadura ligera. Eleva la careta del casco, revelando el rostro de un hombre mayor de piel bronceada, con algunas arrugas y una espesa barba teñida de canas blancas. Lo que lo hace destacar, de entre todos los centinelas, es que su pierna izquierda es un implante mecánico a juego con la armadura. Alicia evita ver aquella extremidad mecánica en todo momento, fijándose en los ojos de aquel hombre, cuya cara es solemne.

—Drake Wolf Réquiem y Alicia Wilson... ja, ja, ja... ustedes par de mocosos han crecido como la mala hierba, y como esa mierda siempre regresan. Su amiguito Lance vino antes que ustedes... ese flaquillo con mascara negra. Me sorprendió verlo solo, ya que van siempre juntos a todos lados —pronuncia de manera cansada, entre risas cae en un leve ataque de tos, quizás por la vejes o las consecuencias del tabaco. Se respira el alcohol en su aliento, tanto que embriaga el solo olerlo.

—Es un gusto verlo, sargento Cabrera. Tengo que pagar una cuota al clan además de buscar al imbécil de Lance, para que me page lo que me debe —dice Drake en un aire descarado—, tuvimos algunos percances, por lo que se adelantó.

La guardiana deja ir una leve risa por el comentario, y entonces alza la mirada, encontrándose que, en ambas esquinas de la gran puerta de hierro, se alzan dos estandartes de los lobos de la noche: la cara de un lobo enseñando los colmillos, representando el símbolo del clan al que pertenecen Drake, Alice y Lance.

La joven guardiana adora su clan, tras haber pasado los mejores años de su vida como una integrante del mismo. Su hermano Alexander Wilson, lucha en el frente de guerra en el bando de El libre pensamiento, en contra del imperio. Ambos tomaron caminos separados, no evitando la posibilidad de enviarse cartas mutuamente a lo largo de los años, con la esperanza de volverse a ver algún día, por lo que hicieron la promesa de sobrevivir cada uno en sus respectivas líneas.

—Alicia ya sabes el proceso de esto —dice el sargento—, les tengo que leer la mente, por si tal vez son extremistas de los cuatro credos, poseedores de alguna habilidad de transformación o ilusorias, pero esta vez mi hijo Tony será el que lo haga; lo han trasferido a la muralla y está aprendiendo el trabajo. Tiene poderes mentales como yo... así que pido su amable cooperación y no opongan resistencia.

De entre la aglomeración de centinelas, uno de los soldados camina hacia el grupo de los lobos, colocándose al lado del viejo sargento. Al retirarse el casco, se revela como una versión joven de su padre; piel bronceada por el entrenamiento de sol a sol. Tiene corto cabello castaño bien peinado, que llega a la nuca. Es de rostro amargado y estoico, como si dijera que preferiría estar en cualquier otro lado, menos en el trabajo. Al cruzar miradas con sus nuevos visitantes, la faz del joven se oscurece aún más.

Los dos guardianes se quitan el casco, recalcando que Drake lo hace como si su yelmo fuese uno común: retirando un seguro de la barbilla, y sacándoselo con ambas manos, exponiéndose el rostro al ladear la cabeza, lo hace de esa forma, al tener a mucha gente esperando a sus espaldas, y prefiere evitarse los problemas, por si alguien llega a impactarse.

—Bueno terminemos esto rápido, por favor. —Tony saca del cinturón táctico, un cigarrillo el cual lo pone en su boca y lo prende con un encendedor. Tras una profunda fumada, a tal grado que está cerca de ultimarlo; estabiliza sus pensamientos, y relaja sus nervios, despertando sus sentidos. Observa al dúo fijamente, directo a los ojos durante un corto y silencioso lapso de tiempo—: okey pasen, están limpios.

—Eso fue bastante fácil, apenas y lo sentí —recalca Drake, algo extrañado de que no pasara nada extraño.

—No todo tiene que ser jodidamente aterrador y extraño, pequeño. A veces las cosas puedes ser simples —interviene Alicia, pegando unas palmaditas en la espalda de Drake.

—¿Simples? —dijo Tony—. Diablos, mujer. Estar unos míseros cinco segundos en la mente de alguien, es como una eternidad en los 9 infiernos. Me hace enterarme de toda clase de cosas repugnantes que... —El soldado expulsa todo su incordio sobre los guardianes, en un tono que se eleva al borde de convertirse en un alarido, frenando al respirar profundamente—. Okey, no vale la pena. Pero no podré dormir bien, si no me desquito un poco. Drake será mejor que vayas a un burdel, que pareces un potro en temporada de yeguas en celo. En cuanto a ti, Alicia. Es mejor que busques las refacciones para tu motocicleta pronto; no es fácil conseguir refacciones y vas a tener que superar tu relación densa con los caballos, en algún momento.

—¡Oh por el amor al viajero, eso es inapropiado! —grazna Drake, claramente incomodo por los comentarios de Tony, los cuales no están lejos de la realidad.

—Tranquilo, pequeño. Nos han dicho cosas peores —Alicia actúa desinteresada, no tomando importancia a ese discurso.

Tony da media vuelta, acompañado de su padre que niega con la cabeza, y pide una disculpa dando una corta reverencia, seguido de retirarse; perdiéndose ambos entre el grupo de centinelas, quienes toman ese acto como una señal, y abren paso al de guardianes a través de la puerta de hierro, la cual es abierta por un sistema de poleas, jaladas con cadenas, entonando un pesado sonido metálico al moverse.

Al estar por cruzar el umbral, la atención del guardián carmesí es captada por un letrero adjunto a la entrada, en la que una corta leyenda, llena de significado da la bienvenida a los visitantes: "Cuidado viajero... que aquí anidan dragones". Aquella frase fue creada a partir de un suceso en la rebelión de los príncipes, trayendo un abismo de recuerdo para Drake, regresándolo a esos días en los que su padre relataba historias de héroes y batallas, siendo los dragones sus favoritos.

Aquella raza tuvo su último avistamiento hace 20 años, cuando el behemot fue asesinado. El ejército de los guardianes rebeldes estuvo varios días en asedio contra la muralla, sin embargo, ningún asalto resultaba efectivo. La rebelión que tanto había durado, estaba por ser aplastada en una lucha de desgaste hasta que de la nada, una legión de hasta 100 dragones aparecieron en el cielo, atacando la muralla de forma desenfrenada.

La invasión de los dragones, diezmó la fuerza del muro, derribando las puertas de hierro. En ese instante, el verdadero asedio dio inicio, bajo los canticos de guerra de los rebeldes, cuya moral fue alzada hasta el firmamento, saboreando una eficiente y eficaz victoria venidera.

Así como aparecieron, los dragones se esfumaron para siempre, al perderse en las nubes como si nunca hubieran existido. Pareciese que su única labor era romper la defensa a la ciudad, y una vez cumplida, no había nada más para ellos.

Los reportes describían a las criaturas como lagartos voladores de tamaños pequeños, muy inferiores a la titánica raza de los dragones, que podían llegar a una altura de 50 metros, por lo menos los conocidos. Estos en cambio median el doble de un caballo adulto, superando a sus familiares, los gwibernos. Algunos llegaron a creer que pudieron ser un enjambre de dragones infantes, que por alguna razón apoyaron a los rebeldes.

No hubo cadáveres para recoger, como para comprobar lo sucedido. Si algún dragón fue derribado, cayó al océano y nunca recuperaron los restos. No hay evidencia alguna, puramente testigo ocular; llevando a la teoría que pudieron ser fragatas aéreas, envueltas en alguna magia ilusoria o gwibernos mutados por algún ritual oscuro, generado por los cristales en manos de algunos brujos.

El padre de Drake, quien fue un guardián rebelde, no llegó a la capital tras haber sido herido en una batalla pasada, por lo que nunca pudo confirmar nada a su hijo. Hasta en los tiempos actuales, se sigue debatiendo aquel suceso.

Guardián carmesí y guardiana pistolera atravesaron la puerta de hierro, sobre un suelo adoquinado, adentrándose hacia la vasta capital, maravillándose por la magnánima arquitectura; la mayoría de casas son de color blanco, hechas de ladrillos, gozando de luz eléctrica y de un sistema de drenaje.

La forma de la ciudad es una montaña, para avanzar en ella se tiene que ir subiendo una pendiente. Está llena de escaleras y escondrijos, siendo las zonas más elevadas la clase alta, hasta llegar al palacio de platino. A los lados de la península, hay zonas rurales en las que se ubican fincas pertenecientes a ganaderos.

La única manera de entrar legalmente a la capital, es por el puente de behemoth. Solo se permite pescar, hasta cierto límite en los alrededores de la península, ya que más allá del perímetro establecido, han ocurrido avistamientos de krakens y otras criaturas, provenientes de los abismos marinos; monstruos que serían de las ultima cosas que un guardián aceptaría ni por todo el oro del mundo.

Los guardianes bajan de sus monturas, estacionándolas en la entrada de una tienda de abarrotes. En ese mismo lugar hay un bebedero, la cual, por un pago, ofrecían agua para refrescar el caballo. Drake, al percatarse de lo acalorado que esta su caballo, al punto de desfallecer, decide no esperar a llegar a la finca y por una moneda de oro, consiguió un poco de tiempo en el bebedero. Después de todo, estuvieron recorriendo los caminos y atravesaron el puente por varias horas, sin descanso alguno.

Mientras el potro se refrescaba; Drake, y Alice llenaron las cantimploras de agua, y entonces los dos se sentaron en una banca uno al lado del otro, proponiéndose a devorar lo que queda de las tiras de carne seca. El sol estaba a su punto máximo, marcando el medio día.

—¿Con que híper hormonado? —pregunta Alicia en una sonrisa burlona.

—Vaya idiota —Drake bufa cruzándose de brazos, en una expresión de desagrado, aunque sería un gran mentiroso, si dijera que no desea ir a un burdel toda una noche, después de todo lo ocurrido—. La verdad no puedo creer que el sargento permita que se exprese así.

—No le hagas caso, solo te estaba molestando... por cierto ¿vas a ir a tu casa? —pregunta Alicia.

—Si... —afirma Drake dando un profundo bostezo—, vivo aquí cerca y pasear con el caballo por las calles me sería relajante. ¿me podrías hacer un favor? ¿puedes ir a pagar mi cuota por mí? Tengo mucho trabajo que hacer en la finca. —En los ojos de Drake brilla el ruego, casi como si quisiera pegarse un tiro en vez de ir a la sede del clan, a causa de una mezcla entre cansancio, pereza, y el malicioso deseo por reclamar su dinero a Lance, moviéndolo una deliberada obsesión que lo ha molestado durante todo el camino, rayando en lo criminal—. Quisiera descansar un poco, todo el asunto de la quimera, huir de asesinos a sueldo y el viaje, me tienen cerca de cavar mi propia tumba

—Claro, pequeñín... para eso estamos los amigos. —Alicia acepta de bueno agrado, al propinarle un golpecito en el pecho al guardián, cuyo rostro ha sido marcado por una enorme sonrisa iluminada al recibir aquella respuesta. Sin embargo, no todo en la vida es placentero, sin prescindir completamente del dolor—. Pero quisiera preguntarte algo.

El tono de su voz se torna preocupantemente nervioso, volviéndose aún más alarmante, cuando la joven ladea la cabeza observando a sus lados, asegurándose de que nadie los observe.

—¿Qué pasa?

Pregunta Drake, ultimando la tranquilidad en su ser, claramente intrigado, y a la vez enervado por el cambio repentino de su amiga. Alicia da un profundo respiro, seguido de soltar un suspiro, calmando sus nervios; realmente es un tema delicado el cual está por desenterrar, sin embargo, es necesario dada la condición especial del guardián carmesí.

—¿Has estado comiendo bien? —pregunta Alicia con seriedad.

La cuestión da paso al silencio entre los guardianes; únicamente pueden escuchar el ajetreo de las calles, no obstante, no parece importar para ninguno de los dos, cuyas miradas se cruzan como un duelo de espadas. El silencio sepulcral es roto a causa de una carcajada, por parte Drake, aliviado, al tratarse de una cuestión perteneciente a una naturaleza tan cotidiana, o eso se quiere hacer creer.

—¡Ja, ja, ja! Claro, bueno puras galletas de avena, algo de pollo y uno que otro venado que encuentro atarantado. —Drake habla con una falsa actitud despreocupada—. la verdad no veo la razón de por...

—¡Drake, tú sabes de lo que hablo! —vocifera Alicia, interrumpiéndolo, destrozando en pedazos aquella coraza de mentiras, en la que se ha ocultado Drake—. ¡Por eso casi te mata la quimera! —Los ojos azules de la chica, albergan fuerte preocupación por su compañero, al borde de tornarse anegados.

El grito de la guardiana, derrumba aquella muralla de falsa seguridad en Drake, quien por poco logra convencerse a sí mismo, de que nada malo pasaba. La mirada carmesí del joven, mezcla el miedo y el asombro, en un acto de auto reflejo ladea la cabeza, avizorando algunos peatones que los miraban extrañados.

—Me confié y fui imprudente —responde Drake, tajantemente, en una faz oscurecida como sus palabras—. No tiene nada que ver con ese incidente. He podido manejarlo...

—¡Tienes que pagar la compensación! —exclama Alicia de forma autoritaria, como si recalcara algo obvio—, mientras no comas, no podrás usar tu verdadero poder, sé que es difícil, pero...

—¡Tú no sabes nada! —Ahora es Drake, quien estalla en un alarido iracundo—: nadie lo sabe... —agrega en un susurro, desviando la mirada en un rostro claramente afligido, llevando acuestas una carga demasiado pesada para él. En los puños firmemente cerrados, algunas espinas carmesíes empiezan a crecer sobre los guanteletes, reflejando aquel sentir funesto.

Alicia se sobresalta por la reacción tan errática de su amigo, dándose cuenta que el número de observadores se incrementa, por ende, toma de la mano a Drake y salen corriendo del lugar; casi llevando arrastras al guerrero carmesí, quien confundido pregunta hacia donde van, pero ninguna palabra sale de la guardiana, cuya mirada está puesta hacia adelante. Tras unos minutos de carrera, frenan la huida sin sentido en los recovecos, de un alejado callejón en el que nadie pueda interrumpirlos.

Al asegurarse de que nadie los ha seguido, Alicia apoya la espalda en la pared, soltando un suspiro de alivio con la mano en el pecho, liberando la mano del confundido guardián, quien no ha dejado de mirarla. Drake se encuentra expectante, y hasta arrepentido por la manera en como había gritado, pesando que ha cometido una clara falta de respeto, tras haberse dejado llevar por sus impulsos.

La chica pone sus manos en a los lados de su cabeza; procediendo a ladearla, para tranquilizarse, y una vez recuperada la compostura, careciendo de cualquier muestra de miedo se acerca hacia su compañero.

—Tienes que calmarte —dice en voz tercia, como la seda elevando la diestra a la cara de Drake, tocando su mejilla, lo cual llega a sorprender al guardián quedando sin palabras y encendiendo el rojo en su cara—. Controla tus emociones... contrólalo... tu eres su amo, tuyo es su poder... es tu poder, respira.

Habla en voz tenue, en un consuelo relajante que entra en el guardián, quien acata la petición y efectivamente recupera la compostura.

—Alicia yo... —Drake no encuentra palabras para disculparse, y en ese tiempo, la joven toma la iniciativa.

—No puedo comprender del todo por lo que estás pasando. —agrega, mirando fijamente los ojos carmesíes del guerrero—: pero no estás solo, me tienes a mí y a Lance. Recuerda que vamos a cuidar de ti. Sin importar lo que hayas hecho o lo que llegues a hacer, nunca dejaremos de quererte y vamos a apoyarte.

La guardiana abre su corazón como una herida sangrante, completamente empática. Tal como pasaba cuando eran niños. Alicia siempre estuvo ahí, para darle una mano de forma totalmente desinteresada, protegiéndolo de todo, hasta de él mismo.

—Alice... —Susurra Drake, acumulándose calidez en su pecho, algo que rara vez sentía.

De repente la mano izquierda de la chica se posiciona sobre la cabeza de Drake, revolviendo los cabellos negros de forma brusca, como si prendiera un fosforo, haciendo arrugar el rostro al guerrero en una mueca de molestia, y entonces esa caricia en su rostro, se vuelven dos palmaditas suaves en la mejilla.

—Claro, si haces alguna estupidez yéndote por el mal camino, yo personalmente te daré una paliza hasta hacerte entrar en razón, pequeño. —Alicia vuelve a tener su radiante sonrisa, entonando una risa armoniosa entre dientes; actuando como una niña, que ha cometido una travesura.

—No me cabe la menor duda... —afirma Drake, sintiendo por fin después de mucho tiempo que todo va a salir bien.

Al dar una resolución a aquella problemática, los dos guardianes retoman sus monturas y emprenden caminos separados, prometiéndose volver a verse más tarde, en la finca la Doncella.