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Capitulo 6: Trinidad

Alicia se encuentra en la cima de una de las torres de la sede del clan, observando el poblado mercado de la capital y las altas casas que suben a la colina hasta llegar a la cima, donde se ubica el palacio de la familia real, de altas torres de las que sobrevuelan aeronaves. Los cabellos negros de puntas azules ondean al ser acariciados por el viento, con el rostro de la chica en faz de profunda paz interior al llenar los pulmones de un respiro.

Si algo nunca falta en cada visita a la sede, eran los tiempos de reflexión tomados por la joven guerrera en la planta alta, y tomarse un corto descanso en soledad, al acomodar sus pensamientos, en especial cuando esta por realizar un trabajo muy complicado, uno en el que duda si pueda regresar con vida.

Mira el horizonte en el que reside la ciudad capital, rodeada de grandes murallas que casi parecen tocar el cielo, y acobijan con su sombría protección a los ciudadanos de un país alejado de la guerra santa.

Alicia divisa cada edificio, las calles ajetreadas y el bullicio de los ciudadanos abriendo sus mercadillos, saliendo a comprar o siguiendo alguna misión auto impuesta para vivir su día a día, ya sea por haber nacido en el país de los guardianes, o haber escapado de la guerra santa.

Ellos son la gente de la chica, son parte de una nación que se ha independizado de los Templarios y alejado de la guerra santa, en un puesto neutral, al encargarse de crear guerreros para enfrentar a todo lo oscuro. Una labor de la que Alicia Wilson se siente orgullosa y recuerda su razón de luchar, no por odiar al temible enemigo que se cernirá frente a ella en el campo de batalla, su verdadera motivación es el amor que siente por los que se encuentran a sus espaldas y aquellos que pelean a su lado.

Alicia apoya las manos enguantadas en las almenas, dejando que el viento levante sus cabellos y acaricie suavemente el rostro de tez pálida, reconfortándola, relajando el miedo de la misión a la que ha de enfrentar.

La vestimenta de la chica es una chaqueta gris de manga larga, la cual está abierta mostrando su torso cubierto por una camisa negra pegada, en la que destacan sus prominentes montes llenos que la hacen mujer, y un abdomen bien marcado de musculatura hercúlea. Los pantalones son de color azul, ajustados por un cinturón táctico, y como calzado unas botas cafés con varias agujetas. Las manos son cubiertos por unos guantes negros, exponiendo los dedos. Lleva una maleta a modo de bolso, cuyas cintas las lleva entrelazas sobre el hombro derecho.

El cuartel general de los lobos de la noche, consiste de una pequeña fortaleza rodeada por altas murallas con caminos de ronda, conectadas entre sí por seis torres de guardia, formando un hexágono. En el interior yace la alta torre de homenaje, y en la cima de la misma hondea la bandera con la imagen del lobo abriendo sus fauces, en violenta faz.

Alice apoya la mano en el estandarte, al mirar con la frente en alto aquella bandera de cortinajes danzantes por el susurro del viento, la chica es invadida por un sentimiento de alta moral. Ser guardiana significa mucho para ella, al estar en ese clan que se ha convertido en su familia. Saca del bolsillo una fotografía carcomida por el desgaste en sus bordes, pero su imagen se plasma a la perfección: son tres adolescentes de una edad alrededor de los 13, y 14 años, posando juntos para recordar para siempre tal agradable momento.

En medio de los dos niños, está una chica de largos cabellos negros poseedora de unas gruesas ojeras negras en sus ojos azules, en un rostro carcomido por espinillas en el que se marca una gran sonrisa de oreja a oreja, mostrándose la blanca dentadura. Los brazos de la joven, se encuentran apoyados sobre los hombros de los dos compañeros de una edad similar a ella.

Uno es un joven de cabello negro, con un parche en el ojo izquierdo y una sonrisa tímida, en un rostro marcado con algunas cicatrices, que delatan duras penurias en el entrenamiento. El tercer joven resalta sobre sus compañeros, al ser su cara cubierta por una enigmática mascara de tela oscura, la cual únicamente expone los ojos cafés, y dos orificios para respirar, por lo que no puede verse a simple vista la naturaleza de su faz, pero si se ve con suma atención en la máscara se marca la leve curvatura de una sonrisa en sus labios.

Los tres niños visten el uniforme de la academia de guardianes; una elegante camisa color verde jungla adornada por botones dorados, y unas charreteras militares en los hombros. La vestimenta es ajustada por un cinturón oscuro; uno pantalones de vestir negro y unas botas a juego.

La sonrisa de Alicia se agranda, con las mejillas ruborizadas, y un brillo puro se deslumbra en su mirada azulada, al ser sobrecogida por un sentimiento nostálgica. Acerca la fotografía a su pecho, justo sobre su corazón. Tras un respiro relajante, vuelve a guardar la foto en uno de sus bolsillos.

Al bajar de la torre por medio de las escaleras, termina de hacer los trámites para pagar su cuota como la de Drake en el área administrativa. Una vez realizadas las operaciones, la guardiana sale a paso apresurado de las oficinas, pasando por el campo de entrenamiento en el que ve a muchos otros compañeros del gremio, saludándola e invitándola entrenar con ellos, pero la chica los rechaza educadamente al tener ya planes para el resto del día.

Unos soldados blindados en armaduras, la reciben en la entrada, y tras un intercambio de palabras abren el rastrillo por un sistema de poleas jalados por cadenas. Con el paso libre, Alicia sale del cuartel general del gremio, y antes de llegar al lugar donde ha estacionado su motocicleta, debe traspasar el altar a los héroes; un parque recreativo ubicado en los jardines de la fortaleza, abierto a todo público, y muy popular en la capital.

Hectáreas de forraje verdoso bien cuidado se extiende por el área, adornado por altas estatuas de diferentes guardianes, y guerreros que han tomado un papel importante en los anaqueles de la historia, de cada rincón de Terra.

En medio de este forraje, hay un camino adoquinado de cuadros amarillos, el cual es recorrido por Alicia a paso tranquilo al ladear la cabeza, en profunda admiración en cada monumento, en el que reside una placa con una leyenda a los pies de cada estatua.

Alicia siente un gran aprecio ante las figuras históricas, de valientes guerreros que lucharon hasta el final en la edad del declive, en la reconstrucción de un mundo nacido desde las cenizas de la antigua, y a la vez poco conocida edad de los dioses.

A la mitad del camino, la guardiana da media vuelta por una vereda pedregosa decorada por un arco de arbustos repleto de orquídeas, y enredaderas de rosas azules; el cantar de las aves, y las salpicaduras de una fuente son lo único que escucha además del palpitar de su corazón acelerado, el cual se sobre salta al ser los ojos de la chica asaltados por la leyenda del letrero colgado en el último arco: monumento a la orden de las estrellas fugaces.

Finalmente, su caminata llega a una plataforma de concreto circular de materia liza, cuyo centro es adorando por una fuente de tres plantas, con un chorro de agua cristalina alzándose orgulloso bajo los rayos del sol, reflejándose el arcoíris. En el contorno del circulo hay seis estatuas de mármol de majestuoso porte griego, pertenecientes a diferentes guerreros, envueltos en armaduras y túnica de épocas antiguas, alejadas de la actual modernidad de la tecnológica y magia contemporánea.

En la antigüedad hubo siete héroes que dirigieron ejércitos en la edad del declive; cinco de ellos fundaron los reinos de la alianza Templaría. Los dos restantes siguieron caminos totalmente distintos.

La joven guardiana tiene una segunda tradición, antes de ir a una misión peligrosa, y es detenerse a admirar una estatua en específica, la cual yace estoica en porte imperial atrás de la fuente de mármol, en medio de todos los otros tributos a grandes héroes, puestos ahí para que otros jóvenes aspirantes a guardianes se inspiren y sigan el camino de la espada rota.

A paso tranquilo, Alicia se acerca llevando las manos puestas en la cinta de la mochila, con la mirada absorta por la estatua, la cual personifica un caballero de armadura de placas doradas reforzando por completo su cuerpo, con un casco adornado por dos cuernos; lo único expuesto son sus ojos, lo cuales son recordados de color azul y rojo. En las manos del guerrero sujeta la empuñadura de una espada bastarda, cuya hoja se cierne sobre la plataforma de la estatua, en la que es grabada una leyenda sobre una placa dorada:

"Sir Munraimund Trisary, dios de los héroes, protector de los reinos de los hombres, mejor amigo del viajero; fundador de los guardianes y autentico rey de Trisary. Poseedor de la fuerza de los gigantes, con la mayor nobleza y valentía vista jamás. Que todo mal tema ante el filo de su espada y la presencia de su armadura dorada."

—Gracias a ti... existen los guardianes... tus enseñanzas cambiaron el mundo... y hoy pido tu ayuda... para protegerlo. —Alicia mete su mano dentro de la camisa, sacando el medallón con emblema de la espada rota. Lo sujeta dentro de su puño, aplicándose una gran fuerza al cargar un gran sentimiento—. Concédenos a nosotros... tus hijos... la oportunidad de ganar, de salvar los reinos Templarios ... y de volver a casa para luchar otro día... para relatar las historias de justas batallas a nuestros sucesores. Te imploro que nos otorgues un poco de tu fuerza. —su voz se torna trémula, y pone el puño en el corazón al conocer la naturaleza del contrato asignado para ellos, desde los altos mandos de la organización—. También el perdón por lo que vamos a hacer.... intercede por nosotros con el santo viajero, te lo imploro... noble Munraimund.

Alicia alza el medallón con la surda, al tiempo que su mano diestra conserva su forma de puño al estar pegada en su corazón; los ojos azules son tornados vidriosos al peligrar unas venideras lágrimas. Con labios temblorosos, toma una bocanada de aire y asiente afirmativamente antes de dar media vuelta, pero antes de poder siquiera salir del monumento, su atención es asaltada por una longitud de espacio mayor con la otra estatua que sigue del tributo a Munraimund, lo que lleva a romper el sistema uniforme de las seis estatuas, pero no extraña a la guardiana al conocer sobre ese antiguo guerrero.

—Arnold...

Musita la chica, al albergar cierto pesar empático con los ojos puestos en ese espacio vacío, atisbo de que alguna vez hubo una estatua en ese lugar. Inclina la cabeza por encima del hombro, y vuelve a encarar a Munraimund. Un sentimiento de piedad y lastima cala en la chica, al conocer la leyenda sobre el segundo fundador de los guardianes. Arnold Trisary, el hermano menor de Munraimund, el guerrero oscuro, mejor conocido como el gran pecador, el traidor y el primer maldito conocido.

Alicia niega con la cabeza, y vuelve a retomar el camino fuera del monumento a la orden de las estrellas fugaces; termina de atravesar lo que queda de la vereda adoquinada, hasta culminar la mitad de su viaje al traspasar el portón de barrotes acero, de cara a la calle ajetreada por el paso de los peatones sobre las banquetas, y de los autos a la par del andar caballos en la carretera adoquinada.

Cerca de la entrada, se halla la motocicleta perfectamente estacionada al lado de un poste de luz, a la espera de su dueña de cabellos negros con puntas azules. Alicia invoca con su poder un casco, el cual se coloca en su cabeza y entonces se sube a su montura de hierro, coloca la llave, y al encender la máquina, el motor ruge cual dragón al exhalar humo negro de los tubos de escape.

El alarido de la maquina la enerva, en ardiente sentimiento de emoción e instintivamente se relame los labios. La chica aprieta el manillar, y vuelve a sonar el rugir del motor solo para mayor placer. Con una sonrisa, acelera en marcha, rumbo a la finca "La doncella".

Al recorrer la carretera de la ciudad por un tiempo prolongado de treinta minutos, el camino pavimentado es remplazado por la rodada de terracería rodeada por extensos forrajes verdes con cercas, y granjas divisándose a lo lejos, al igual que casas humildes de madera. El ajetreo de la escandalosa capital, se extingue en el retorno de la sinfonía de la naturaleza con el soplido del viento, y el cantar de las aves, solo perpetrado por el sonido del corcel metálico dejando atrás una estela de polvo.

Cerca de las murallas en el contorno del archipiélago, son los recintos de la zona rural, hogar de muchas fincas dedicadas en la producción de carne y cultivos. El camino rocoso continua en una bajada estrecha rodeada por arboles a modo de arco sombrío, y al final se halla un portón de metal oxidado, en el centro de una alta cerca de alambras de púas que se extiende a los lados hasta límites insospechables.

Al llegar al portón doble, la guardiana baja de la moto encontrando una maraña de cadenas con un candando, pero es solo un señuelo, ya que en realidad las redes de hierro meramente están amarradas. Al abrir las puertas, la joven se introduce junto a su moto, solo bajándose nuevamente para cerrar el portón; conoce muy bien a la casera y a sus amigos, si un animal se escapa por dejar las puertas abiertas o a causa de dejar un falsete tirado, los becerros de una división se mezclarán con los de otra, va haber un caos.

Cuando la joven se acerca a su corcel de hierro, algo capta su atención. En uno de los arboles adjunto al camino de terracería, en el interior de la finca resalta un grueso sauce, de tronco perpetrado con varias leyendas blasfemas cargadas de odio plasmadas en pintura roja, acompañados de dibujos de cruces recubiertas de pinchos:

"Fuera monstruo" "Repugnante maldito" "Aberraciones" "Vuelvan al agujero infernal del que provienes" "que te claven en una cruz espinosa"

Esos aberrantes mensajes cargados de discriminación e ignorancia, provocan una intensa sensación de repugnancia en la joven, y por sobretodo una pena muy grande dirigida para sus dos amigos; uno por ser un maldito y el otro por su procedencia de ser oscuro.

Alice ha conocido el mal trago de ser vista como una aberración por algunas personas, en especial en sus viajes por las tierras Templarías, al ser ella en parte originaria de la republica Del libre pensamiento. Al releer la palabra "maldito" la guardiana siente una picazón en uno de sus brazos, por lo que instintivamente procede a rascarlo al sentir como ese insulto, también es dirigido a ella, ya que, después de todo tras graduarse de la Balsa como guardianes, todos de cierta manera están malditos.

El rugir de un motor en movimiento, y el filoso sonido de las cuchillas cortando el pasto la saca a la joven de sus cavilaciones. Alicia se vuelve, y capta como a lo lejos, un tractor se desplaza sobre uno los cerros en el forraje verde, llevando arrastrando una chapoleadora dejando atrás un camino de zacate rasurado.

El conductor se trata de Drake, quien carga un gesto de aburrimiento a causa de la monotonía de su labor, por la cual no lleva su imponente armadura. Su vestimenta de trabajo campestre, consiste en unos pantalones de tirantes cafés, entrelazados en sus hombros; una camiseta blanca manchada de negro aceite en el pecho; la prenda carece de mangas, mostrando los enormes brazos de musculatura bien hercúlea y la piel levemente broncea marcada por cicatrices. Como calzado lleva unas botas ligeras color negro, y unos guantes de carnaza. Sobre la cabeza lleva un ancho sombrero de paja.

—¡Oye, Drake! ¡por aquí! —vocifera la chica al recuperar su energía, saludándolo moviendo el brazo alzado.

Como respuesta, el joven apaga el motor frenando su máquina, y responde el saludo con su brazo; tras unos segundos, baja del tractor encaminándose a paso apresurado al encuentro con su compañera.

—¡Hasta que te apareces! ¡tardaste siglos!

Expone Drake al recibir a Alice con un beso en la mejilla en señal de saludo. La chica al principio se sonroja al no esperarse ese gesto, para luego cambiar rápidamente a un ceño fruncido, al sentir un olor nauseabundo de estiércol emanando del joven tractorista.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? Si vas a saludar a una dama por lo menos báñate —dice la guardiana tapándose la nariz.

—¡Alicia, por favor! —Drake esboza una sonrisa altanera al sentenciar—: Drake Wolf Réquiem únicamente se baña cuando la dama viene con intenciones cariñosas.

Alicia infla los mofletes, bufando molesta, respondiendo con un rápido zape atrás de la nuca, llevando al guardián a sobarse la cabeza en un rostro de aversión, ante esa represalia que parece venida de una madre regañona. La joven ha actuado como la figura de autoridad para Drake, y Lance desde sus tiempos en la academia de guardianes, los ha tenido raya, y cuidando de su comportamiento, casi la apodan "ma~" como si fueran vacas mugiendo, principalmente para fastidiarla.

—Es enserio. Ya sabias que iba a venir... con esas costumbres poco higiénicas no vas a conseguir novia. —Alicia se cruza de brazos, al regañar a su compañero de armas en porte severo.

—Sí, mamá... —bufa Drake de manera bromista, rodando los ojos, sacando una risita leve a la joven por aquel comentario—. Tuve que ponerme adelantar trabajo que se ha acumulado en mi ausencia, Anabel no perdona.

De repente el rostro amable y jovial de Drake se torna en una amarga expresión seria, lo que extraña Alicia, sin embargo, la confusión dura poco al percatarse que no la mira a ella, si no al sauce a sus espaldas, en el que se han escrito esas blasfemias insanas.

—Eso es...

Alicia inclina la cabeza por encima del hombro, viendo aquel árbol. Se rasca el pómulo de la mejilla, incomoda por la situación sin saber que decir. Drake suspira fastidiado, y se acerca a paso firme al árbol, formando en su mano un hacha de leñador con una mirada de acero. Sin vacilación ni misericordia pega dos golpes al tronco del sauce, con una fuerza que manda a volar pedazos de astilla y el filo de la hoja llega penetrar casi a la mitad del roble.

Drake remata en una patada que acaba derribando de una vez por todas el árbol, el cual cae estrepitosamente al suelo en un sonido crujiente, levantado pedazos de hojas mandadas a volar por el viento, y las aves huyen aleteando fuera del lugar del derrumbe. El guardián levanta el tronco con ambas manos, con una facilidad inhumana.

—Es demasiado grande para ser llevado por el tractor, voy a necesitar el remolque... vendré más tarde. —Drake desiste en sus intenciones, al soltar el tronco a sus pies y lo mueve con el pie para que esas letras estén mirando a la tierra. Rascándose la nuca prosigue tras un profundo respiro, calmando su rabia—: no les caigo muy bien a mis vecinos, creo que alguno me vio entrenar en los bosques y ya sabes cómo se corre la voz.

—Parece que me equivoqué con lo que tienes que comer, sigues siendo muy fuerte —exclama Alice, con la barbilla apoyada en su puño.

—No te equivocaste del todo, sigo conservando mi fuerza y mi agilidad, aunque no están en su pleno apogeo, puedo convocar armas, pero no duran mucho tiempo alejadas de mí, lo que no puedo hacer es convocar armas grandes, con un funcionamiento más complejo. Antes podía disparar cientos de lanzas seguidas, y ahora apenas puedo hacer unas pocas cosas... —Un aire de tristeza se refleja en sus palabras y a la vez firmeza en su convicción—. Y estoy contento de esa manera, me gusta moverme rápido, puedo esquivar balas o bloquearlas, si hago mi armadura lo suficientemente gruesa.

Alicia arruga el entrecejo en una mirada piedad, al no poder ocultar la compasión que siente por Drake, quién se mantiene indiferente a ese sentimiento, o por lo menos trata de ignorarlo y no profundizar en el incómodo tema.

—¿Qué harás con el tronco, pequeño? —La cuestión de Alicia, hace que el guardián se pasa la mano sobre el cabello, limpiándose el sudor, teniendo los ojos entrecerrados.

—Voy a convertirlo en leña... es curioso que mencionen las cruces espinas ¿sabes? Son conocidas como el símbolo de los malditos —dice Drake con frialdad y por un segundo el iris carmesí de sus ojos, deslumbra un leve resplandor esmeralda—, en la edad de los héroes los Templarios nos perseguían, y nos crucificaban hasta que vieron que pueden usarnos como armas. Aun así, continúan con este ciclo de odio, luego vienen gritando que uno de los malditos que tanto humillaban o golpeaban les levanta el puño, llamándonos monstruosidades sin verse a sí mismos. —La sentencia cínica va agarrando un tono muy sombrío—, les es muy fácil creer que los verdaderos monstruos son simplemente aquellos con una condición diferente, dándoles la autoridad moral de "ajusticiarlos" les hace sentir un poco mejor con ellos mismos, y facilitándoles vivir sin remordimientos.

Alicia comprende el punto de Drake, no se le hace inconveniente o rara su forma de pensar, de hecho, cree que la sacó bastante barata. El cinismo de ese joven nació por experiencias que volverían locos a la mayoría. Por su parte, la joven no está libre de esos estigmas malditos, al no ser completamente humana.

—Eres un guardián... tienes la autoridad de hacerte respetar con esta gente, el racismo está prohibido por ley en este país. —Alicia habla en un tono de indignación, poniendo una mano sobre el pecho.

—Si lo sé... no es la primera vez que ocurre y realmente no importa; una vez quise buscar a los responsables, aunque Anabel me detuvo, amenazándome de que nos meteríamos en problemas para el negocio si armaba un espectáculo. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos pintaron un árbol, nunca pasan de esa maldita broma. Anabel acaba de poner una denuncia, a lo mejor con eso ya por fin se calman. —Drake arruga el entrecejo, al revivir en su meten esa amarga experiencia—. Ella ha pasado por lo mismo, al ser una hechicera y aun en Trisary hay gente muy devota a la iglesia. La gente como nosotros no la tenemos fácil ¡eso sí! —vocifera en señal de advertencia de un aire más cómico que de agresividad—, si osan tocar a uno de mis animalitos... ¡Los cazaré y los abriré en canal como si fuesen cerdos!

—Si tú lo dices y estas bien con eso, lo voy a respetar —agrega Alicia con las manos atrás de la nuca.

—Un hombre debe proteger lo que ama; esos animalitos son en parte la prueba de mi trabajo jugándome el cuello matando monstruos, y mi boleto de salir fuera de esa vida en algún futuro. —Drake recupera al poco rato el buen humor, al decir esa última broma.

—Me alegra que no solo te gastas el dinero en putas y diversiones —expone Alicia con alegría. No puede evitar sonreír para luego sacar una pequeña risita.

—Uso el dinero en mi ganado, para luego gastármelo en putas y diversiones, además de pagar la renta e invertir en comprar más ganado. ¿De qué sirve la vida si no la vives deliciosamente? —Drake expone su punto con un aire de prepotencia—, o por lo menos es lo que me dijo Lance estando ebrio.

Alicia acaricia sus cienes murmurando oraciones a dioses desconocidos, rogando por paciencia, colándose palabras poco santas. Drake no alcanza a escuchar, sin embargo, no le toma mucha importancia.

—Hablando de nuestro querido amigo, "el cabeza de calceta" ¿Dónde está? Se supone que nos veríamos aquí.

—Después de una tranquila y gentil charla... —Drake habla entre dientes, en venas marcadas en su frente, a la vez que truena sus nudillos—. Lance amablemente se ofreciera a pagar mi alquiler, después de la mierda que nos tocó por sus estupideces en las carreras. Ahora mismo se puso a trabajar en sus experimentos en el granero.

—Menos mal que ninguno se ha vuelto a escapar —Alice suspira aliviada con una mano en el pecho—, entonces podemos discutir allá los términos de la misión.

—¡Claro! Nada más dame chance de avisar a Anabel que he terminado mis horas con la bestia —agrega Drake apuntando con el pulgar al tractor a sus espaldas—, aprovecharé para darme un baño y comer algo. El trabajo de sol a sol deja la tripa vacía.

—Si es así, de paso saludo a Anabel. Tiene una eternidad que no la veo, por estar rodando en los caminos

Alice se encoje de hombros, y entonces se encamina a la moto, subiéndose su montura guardando un espacio en la parte trasera. La joven inclina la cabeza por encima del hombro, y da unos golpecitos al asiento. Drake traga saliva al ser invadido por los nervios, lo que enciende sus mejillas en rojo carmesí.

—Esto... c-creo que prefiero caminar... —En el rostro de Drake se forja una sonrisa atontada—. Soy sobre humano, llegaré en un abrir y cerrar de ojos ¡Sí! Eso haré.

—¡Venga ya! No seas un marica, te enfrentas a monstruos y montas caballos ¿y te incomoda una moto? Tardaremos menos de esta manera y no te cansaras tanto. —Alice pone una mueca burlona, al borde de soltar una risotada.

—¡Oye! Simplemente no me agradan las motos, siento que me sacaré la mierda con una de esas cosas. No son como los tractores que van lento o cualquier otro vehículo con una carrocería que te protejan o cinturones de seguridad. Prefiero los caballos —agrega Drake en mayor seguridad—, son animales leales y bien portados, pueden ser hasta tus amigos. Los compadres siempre te cuidan la espalda.

—Sonaste como un mocoso sin desvirgar con eso ultimo... —interviniente Alicia invadida por la pena ajena, con ojos entrecerrados—. Los caballos y yo no nos llevamos muy bien desde que me derribó uno en la academia.

La guardiana desvía la mirada inflando los mofletes, al rememorar sus malas vivencias en la Balsa. Pudo destacar eficientemente en muchas disciplinas, siendo la equitación en lo único donde fracasó miserablemente. Recuerda que estuvo tan enojada con el caballo, que, a la primera oportunidad en el ejercicio de galope, desquitó su sed de venganza al pegar un cuartazo con todas sus fuerzas en las ancas, a la par que enterró las espuelas.

El pobre animal reaccionó parándose de manos, en un relinchido estruendoso que se escuchó por todo el campo de entrenamiento. Cabe resaltar que Alice fue derribada, y su error fue engurruñarse en la silla, lo que llevó las espuelas a picar muy cerca de las verijas. La jovencita salió volando, y cayó a un espeso charco de lodo mezclado con mierda de vaca

Desde ese día Alicia agarró fobia a montar a caballo, incluso se engendró la paranoia al creer que todos los equinos del mundo, por alguna razón la odiaban, como si ese incidente la hubiese marcado con una maldición.

—Todo por picarle las pelotas al caballo equivocado...

Murmura Alice, en una mirada carente de brillo al verse de nuevo, en el interior de ese espeso y lodoso charco de lodo mezclado con mierda. Tuvo que bañarse en salsa de tomate para mitigar el olor.

—¿Dijiste algo?

—¡Nada! —vocifera fuertemente, al grado que la voz se volvió rasposa—, ¿te vas a montar o no? —pregunta en un tono de impaciencia.

Drake al final termina cediendo ante la insistencia, siendo una de sus mayores debilidades al ser endeble ante la presión de una mujer. Pero el guerrero carmesí pone de condición, el uso de su armadura como medio de seguridad, por lo que Alice rueda los ojos y acepta la petición.

Una vez activado el revestimiento rojo, el guardián sube a la parte trasera de la moto aferrándose unos tubos a los lados del asiento, y antes de poder siquiera avisar que está preparado, Alice enciende la máquina y la pone en marcha al recorrer la terracería alta velocidad, dejando atrás una cortina de polvo y un grito agudo proveniente de Drake.