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Capítulo 28: Un largo camino de espinas

Durante los tiempos de guerra, la calma es un privilegio de alcance casi inexistente, se ve como un fénix de esperanza al final de un conflicto que ha durado una eternidad. En el peor de los casos, esa tranquilidad se convierte en el atisbo de la cercana tormenta digna de destructores de mundos.

No se sabe que calma es la que reside en una de las puntas del Tridente, durante una noche de cielo despejado envuelta en bóveda celeste en su máximo esplendor; gobernada por la pálida luna medio menguante en el centro del gran velo.

Griffia es una ciudad portuaria amurallada en la costa del mar blanco, justo en la zona oeste del Tridente, rodeada de montañas como de pequeñas villas dedicadas a la minería, entre las ciudades Monte crepúsculo y Alas blancas.

Las edificaciones son un amplio laberinto, el cual se alza en las calles consumidas por un casi silencio, dado el toque de queda impuesto por la guardia local, dirigida bajo la mano del nuevo conde. Los que andan por los rincones de la ciudad, son los guardias y trabajadores del puerto, en donde preparan las naves marinas como voladoras para un próximo desembarco a primera hora de la mañana.

En los últimos tres meses, las flotas aéreas acabaron por recuperar nido de águilas, por lo tanto, la actividad rebelde ha disminuido considerablemente. Pareciese que la rebelión se acercara a su fin, desde los acontecimientos sucedidos en el pomo, la llamada batalla por el Tridente. La muerte del elemental encendió como el alba la moral Templaría, en contraposición a las constantes derrotas por el lado de los inhumanos.

Tales sucesos, han mostrado para la alianza que sus creencias son verdades, mientras se mofaban de la caída de ese dios, al cual el fuego oscuro parecía tener todas sus esperanzas.

La victoria frente al colosal y de las que la precedieron, se han adjudicado principalmente a la flota Rhodantiana. La conclusión de la rebelión se siente palpable, por fin se cerraría otro capítulo en la gran historia Templaría, en la que vencieron a los herejes y a sus dioses paganos. Eso era lo que la propaganda militar grita a todo volumen en el mercadillo, en donde cada mañana el joven Drake escuchaba con un rostro amargado a esos predicadores en medio de las masas.

El apenas percibir dos palabras de esa propaganda política, hacían que el guardián se regresase directo a las barracas, en donde se ha estado quedando junto a sus hermanos de armas.

Llevan siete días desde su estadía, y Drake ya se encuentra ansioso por largarse otra vez fuera de esa ciudad de fanáticos. Por órdenes de la inquisición, los guardianes fueron puestos en misiones de exterminio de monstruos en los poblados aledaños, lejos de las guerrillas.

Al parecer por cada conflicto sucedido, la energía de violencia liberó la marcha de los hijos bastardos de la noche: necrófagos, bestias demoniacas, abismales, entre muchos otros monstruos que aprovechaban el caos para invadir las villas y saciarse de la carne de inocentes.

Cualquier grupo de mercenarios se sentiría humillado por tal puesto, sin embargo, los Einharts albergan cierta paz interior por ser puestos en esa posición, en donde se destacan de la mejor manera. Matar dioses, participar en guerras xenófobas, conspiraciones de los cuatro credos, lidiar con Rhodantianos, no era a lo que pertenecían los seis guerreros; después de lo ocurrido en el colosal, tuvieron suficiente de la rebelión fuego oscuro.

En soledad, el guardián rojo se encuentra sentado al pie de la ventada del cuarto, de la recamara en la que se hospeda. Los ojos se deslumbran en un trance hipnótico enfrente de las tranquilas aguas del puerto, en las que flotan múltiples embarcaciones tenuemente iluminadas por el orbe de la luna.

Durante los últimos días, Réquiem se ha visto en distintos ejercicios bajo la tutela de Tonatiuh, con tal de mejorar su forma de luchar e imaginar mejores construcciones.

Como es usual, Drake ha estado entrenando desde el mediodía hasta apenas hace una hora, en la que tomó una ducha para refrescarse. Todo para mantener la cabeza distraída, lejos de los fantasmas de su pasado que atosigan su mente, dadas las experiencias ocurridas en lo que lleva del contrato, a la par del vínculo oscuro que lo ata a Lazarus.

La vestimenta del joven es una camisa blanca carente de mangas, dejando expuestos los dos brazos de amplia musculatura; porta unos pantalones de lana y anda en calcetas grises. La habitación tenuemente alumbrada por un foco parpadeante, se conforma por un amueblado simple: unas dos literas acompañadas de un armario, y un escritorio con una silla frente al mismo.

Los otros miembros del equipo de elite, se encuentran inmersos en asuntos individuales. Alicia fue a una reunión en presencia del inquisidor Bast, en representación de Trisary, con Tonatiuh como su escolta.

Por eso han sido llamados a Griffia, se planea un viaje a la capital de Lazarus, en donde los líderes del ejercito Lazariano y Rhodantiano de la rebelión, presentarían audiencia frente al rey, en el que se pretende exponer los hechos actuales. El resto de los guardianes se quedará a proteger los pueblos, de las incursiones de monstruos, por lo que María Cruz estará a cargo del equipo.

Como se tenía planeado, la lideresa de los guardianes espera obtener algunas respuestas de la inquisidora Flora Lunaris y conocer a ese mentado séptimo guardián.

En la habitación vecina, María se ha encerrado en sus aposentos, acompañada por una gran guarnición de libros salidos de una biblioteca cercana, representando perfectamente el apodo de que le han puesto sus compañeros Lance y Drake, ellos la llamaban "una ratona de biblioteca" pues eran testigos de la pasión por la lectura que anidaba en ella, aunque no es lo único que ama, la pequeña de cabellos purpura también adora tomar té al medio día y por las noches, su famosa "hora del té".

Antes de separarse, María sirvió una tasa caliente de té de manzana al Réquiem como un gesto de buena voluntad, dicha bebida la degusta en este momento. La última águila de acero, conocida como Sheila, decidió ir a las afueras de la ciudad para entrenar un poco junto a Valkiria.

Lance decidió salir a dar un paseo a los muelles cercanos, sin alejarse mucho de las barracas, con la excusa de montar guardia cuando la realidad es otra y el ser parte del ejercito de Lazarus, da ciertos privilegios. El umbra no dejó el edificio por alguna necesidad, fue para responder a la petición de una hora de privacidad por parte de Drake. Hoy es una noche muy especial.

«En diez minutos cumpliré veintiún años…», Drake se bebe hasta la última gota de la tasa, dejándola en una mesita, y entonces se dispone a acercarse a un cajón del armario, del cual saca un pequeño cofre.

Un sentimiento de calma se enciende en el pecho del joven, y agradece profundamente a Alice por guardar sus pertenencias en la dimensión de bolsillo. Por sentido común viajó ligero, lo que no resta el nivel de peligro de perder objetos de valor durante alguna confrontación.

Al abrir el artefacto, saca lo que parece ser la base circular de una lámpara con un pequeño teclado en el borde, y en el centro un cristal azulado. Los dedos tiemblan al tener dicho artefacto entre sus manos; las ansias consumen el alma de Drake, no puede esperar a realizar ese ritual que repetía cinco veces al año, a la vez que teme que dicha persona no asista a esa reunión previamente pactada.

La silla es colocada en el centro de la habitación, y el dispositivo es puesto en el suelo, justo al frente del joven que presiona unos cuantos botones, antes de tomar asiento. Una energía azul traslucida sale expedida del cristal, como si se encendiese una extraña lámpara. La imagen es materializada del mismo holograma; se trata de una especie de reloj de manecillas, en las que marca el tiempo restante para la media noche.

Los latidos del corazón bambolean a un ritmo frenético, tal cual estuviese a punto de explotar. Por puro reflejo, Drake se pone la mano en el pecho, y respira hondo en un esfuerzo por recuperar la calma, cosa que poco sirve al seguir las manecillas de ese reloj holográfico hecho de energía parpadeante, tal cual una pantalla de televisor atacado por interferencia. Los segundos transcurren lentamente, al borde de ser comparable a una eternidad capaz de elevar las ansias de Réquiem.

Ese dispositivo es un comunicador especial de dos conexiones, desarrollado por el Libre pensamiento, y el archivo, después las otras naciones lo replicaron. Drake se sorprende como ha avanzado la tecnología y la magia en los últimos años. Se ha llegado a creer que la línea que separa ambos tópicos, se torna cada vez más difusa.

Pasados los minutos, y cuando el deseo de desistir esta por derrotar al guardián, el holograma emite un zumbido agudo que perfora los tímpanos del usuario, sacándolo de balance por un breve instante.

Cuando apenas se da cuenta, los ojos rojos son iluminados al presenciar como la imagen digital azul pálido proyecta una visión ambientada en el claro de una jungla tropical, alumbrada por las crepitantes flamas de una fogata. Sentado sobre la tierra se encuentra la persona con la cual, el guardián ha pretendido comunicarse.

Se trata de un hombre de bastante masa muscular y considerable estatura de poco más de dos metros. Es de piel color canela, curtida en bastos entrenamientos y batallas, reflejados en cicatrices repartidas en el corpulento torso desnudo de porte barbárico, en una indumentaria similar a la de un gladiador, ataviado por piezas de armadura ligera acompañadas por pieles de distintas bestias. Su cuello es adornado por un collar con colmillos y gemas color vino. Lleva botas con pelaje de recubren sus musculosas piernas.

En el rostro del individuo se debate entre las facetas de un bárbaro de las tierras salvajes, y un hombre cercano a sus cuarentas sumamente apuesto de alta cuna. Es de rasgos masculinos bien definidos, en la que resalta una negra barba sin bigote que rodea la barbilla, tiene cabello oscuro bien peinado en el que caen tres mechones de pelo sobre la frente. Es de nariz ancha y boca grande de prominente barbilla. En su faz refleja confianza al esbozar una sonrisa apacible, de deslumbrante calidez, pero sus ojos azules son tan afilados como los de un águila.

Al lado del hombre, descansa un casco de águila dorado, y ornamentado cuya cresta alberga una melena roja. Apoyado en el hombro del bárbaro, reside una gigantesca arma similar a un espadón, pero en vez de tener el cortante contorno plateado de la misma, posee muelas afiladas de oscura obsidiana, como si fuese las mandíbulas negras de un tiburón cruzado con un dragón.

Ningún hombre normal podría cargar semejante monstruosidad de piedra volcánica, de un tamaño casi comparable al de su usuario. Es sin duda un arma digna de ser usada para segar la vida de seres titánicos, digna del receloso título de mata dragones y portar el nombre de devoradora del cielo.

—Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que nos vimos, niño. —La voz del bárbaro despliega imponencia como madurez, como si sonase desde un abismo oscuro—. Perdona si me demore un poco, he estado en un baile demencial con unos Apotavathis. Nada complicado en el proceso, la limpieza fue un problema, tuve que bañarme en el rio para limpiarme las vísceras. Bueno… heme aquí.

—De todos modos, la puntualidad nunca fue tu fuerte, Rhaiz… —De buen agrado, el guardián carmesí recibe a su padrino. El escuchar cualquiera de sus historias, que no tengan que ver con botánica lo llena de gozo, como de un sentimiento nostálgico.

Rhaizak Tliank: De sonrisa siempre afable, calmado y sabio. Es como Drake puede definir a su mentor.

—¿Qué la puntualidad no es mi fuerte? Niño faltan diez minutos para la media noche, llegué a tiempo.

—No en horario templario, según el monitor son las doce con diez minutos… —responde Drake—. Pactamos ese horario, ¿Recuerdas?

—Debe ser la diferencia de horarios, estoy en la isla Tlastaford. —Rhaikza revela encontrarse en una de las islas del sol—. Aquí casi nunca deja de llover, gracias al fénix y al dragón blanco que me permitieron una noche despejada.

—Lo que daría por ir al sur, ha pasado una eternidad que no veo una pirámide —dice Drake intrigado—. Las tribus no necesitaran mucho trabajo como guardián en esos lares, a menos que sean colonias. Eso no quita que es un lugar paradisiaco y me gustaría conocer a una nativa simpática.

Una expresión picara se enciende cual antorcha en Drake. En una intensidad parecida, el veterano responde de forma armoniosa, como si cantara una dulce canción de amor.

—Las mujeres caminantes te deleitaran con su amor… mientras las Templarías te dejaran picazón.

Los dos hombres estallan en sonoras carcajadas, realmente aprecian el compartir un rato ameno.

—Diablos… me habías asustado, por un segundo pensé que no ibas a venir al ver que tardabas. —Aun con las risas impregnadas en la voz, Drake comparte sin vergüenza y en plena confianza su sentir.

—Soy un hombre ocupado, niño. Reconozco que no soy la eminencia en llegar a tiempo… —responde Rhaizak de cierta manera apenada, a la hora de dar su excusa—. No he faltado a ninguna de nuestras reuniones, desde que nos rencontramos en la isla de los huesos. Me prometí a mí mismo cumplir este pacto.

Como niño destinado, Drake estuvo bajo la tutela del dios de la guerra durante un largo tiempo, en el que aprendió a controlar la armadura estigma. Cuando el joven carmesí estaba listo para valerse por sí mismo, Rhaizak se dispuso a volver a sus viajes.

Antes de separarse, ambos guardianes prometieron verse por lo menos cinco veces al año, ya sea en persona o por un comunicador holográfico: el cumpleaños de Rhaizak «en el cual se niega a decir su edad, porque el veterano acostumbra a disminuir o aumentarla como una especie de juego. La última vez dijo que tenía 45 años, y anteriormente dijo que tenía 80», en el cumpleaños de Drake, durante el aniversario del fallecimiento de Clayton y en la llegada del viajero.

Desde que cruzaron caminos, solamente los dos se han visto por el comunicador, pero nunca han fallado en ninguna reunión.

—Sí, tranquilo… estaba jodiendo, no tienes porque sobre explicarte tanto, comprendo que tengas mucho trabajo. —Claramente nervioso Drake alza las manos, la mención de esa isla pone sus pelos de punta, por lo que realiza la siguiente solicitud mientras desvía levemente la mirada—: no hablemos sobre ese lugar ahora, por favor. Después de este contrato, he tenido suficiente mierda en mi cabeza para toda una vida.

—¿Estas bien? —pregunta preocupado.

—Si… ummmh… solo… —respira hondo y evita mirar fijamente a su maestro—, no he dormido bien… bueno eso ha sido desde siempre, pero desde que llegué aquí he tenido más pesadillas.

—¿Quieres que hablemos de eso?

—Tardaríamos una eternidad si te contara, no quiero aburrirte.

—Bueno… —Rhaizak mira por el rabillo del ojo, confirmando la oscuridad del cielo nocturno—. Tenemos toda la noche para hablarlo.

—Conoces mi pasado con Lazarus… Trisary lo sabe. —Drake se arma de valor y encara a su maestro, algo de enojo irradia sus palabras temblorosas, al borde de desatar un alarido—. A sabiendas de eso, de todas formas, me han forzado a mí y a mis amigos a unirnos a esta infame guerra, como una maldita broma de mal gusto, solo que no le he encontrado la jodida gracia.

—No hay conflicto que no sea infame. —Rhaizak se torna serio—, estoy enterado de todo lo que ha sucedió, inclusive el desastre de la batalla por el Tridente.

Comparable a ser bañado por un balde de agua fría, el joven guardián se paraliza y la piel se torna pálida. La garganta se seca, como su corazón acelerado se vuelve un nudo, tal cual hubiese visto un fantasma. Drake es consciente de que Rhaizak es de los caminantes, por lo tanto, su gente era de rendir culto a los dioses antiguos.

—Rh-Rhaizak… —Las palabras suenan trémulas, jaladas por una cuerda invisible al fondo de su garganta, para no salir al no encontrar una respuesta correcta—. Sobre lo del elemental…

—Tranquilo, siempre he sido más de las bestias sagradas. —Interrumpe en una afirmación casi reconfortante—. Hiciste lo correcto, hasta donde yo soy consciente, ese elemental sabía lo que estaba haciendo, e iba a ser algo tan terrible que no te dejó otra alternativa.

—Creo firmemente que lo fue, pero… he tenido muchas dudas. —Drake continua inseguro de sí mismo—, no puedo evitar sentirme culpable. Esta no es mi guerra… estoy ayudando a esclavizar gente, Rhaiz… no debería estar aquí. Ninguno de los guardianes tendríamos que inmiscuirnos en esto. Muchos del fuego oscuro pertenecen a tu gente, a la de María, Tonatiuh, Lance y Sheila. Muchos de esos soldados tenían familia.

—Nadie debería, hijo. En otro momento, en mis años de juventud quizás hubiese peleado a favor de esos rebeldes. —Afirma Rhaiz, en mirada de acero en la que se han armado años de experiencia. En esos ojos azules claros como el océano, yace una profunda experiencia de haber sido testigo de absolutamente todo en el mundo.

—¿Qué quieres decir? —pregunta.

—Veo otro panorama ahora, uno más amplio —explica—, hay cosas de mayor importancia allá afuera, cosas malignas asechan en las sombras que tiran de los hilos y a veces debemos escoger un mal menor para salvar a la mayoría de los civiles. Lamentablemente no podemos salvar a todos. Todo tiene un porque, y debemos cumplir nuestro deber a medida de lo posible.

—No comprendo porque fue nuestro deber formar parte de los Einharts ¿por qué armaron este equipo? Eres un guardián de los altos mandos, ¡debes saberlo! —La solicitud del joven, raya en ser una demanda al punto en el que alza la voz sin darse cuenta.

—En primera… si quieres conseguir algo conmigo, cuida la forma en la que me hablas… —Rhaizak se torna levemente molesto. No tolera los actos irrespetuosos, aun si es su ahijado.

—¡Oh, mierda! L-lo siento… estoy algo alterado todavía —dice recuperando poco a poco la compostura, con las manos sobre la cabeza. Tantas imágenes vistas en la guerra, en el lugar de su mayor fracaso, todo lo ha dejado muy tocado—. Es solo que, apenas puedo pensar con claridad.

—Así funciona la guerra. Aun si sales con vida, deja sus secuelas… —conforta el bárbaro—, respondiendo tu pregunta, no fui yo el que armó el equipo. Desconozco quien lo hizo, he estado fuera del radar un tiempo por asuntos de trabajo.

» En lo que a mí respecta, esos fuegos oscuros no son nuestra gente, lo que han hecho para obtener poder y al bastardo que consideran su mártir es insano. Kaiser era muchas cosas… menos un libertador.

—No has perdido el tiempo, siempre me he preguntado cómo haces tu trabajo y puedes estar al día con tantas cosas —expresa Drake admirado por los vastos conocimientos que retiene su maestro.

—He vivido este siclo innumerables veces, un dictador ególatra con algo de carisma les lava el cerebro a las masas y causa un desastre que los otros credos usarían para tomar ventaja. —Rhaizak saca de un saco de lana que tiene su lado, una botella de cerveza. La abre y toma un trago, antes de continuar—. Peor si mi ahijado está en medio de esa contienda. Juré frente a la tumba de tu padre que estaría al pendiente de ti, aun si no estuviese a tu lado. Te fallé una vez… no volverá a pasar.

Drake se torna cabizbajo y guarda silencio por unos segundos, había olvidado esa sensación de ser un niño asustado que necesita una figura paterna. Ha tratado de ser el implacable, el guerrero nato y levantarse en toda situación precaria. Pero hoy, se siente roto dentro de una armadura desgastada en la que pretende ser un arrogante invencible, con la esperanza para que a la larga pueda creérselo.

—Hay algo que quiero saber proveniente de tu propia voz, muchacho… —La solicitud de Rhaizak, hace alzar la cabeza al joven—: ¿Has estado pagando el pacto?

Un silencio sombrío se produjo entre los dos hombres. Drake ha quedado congelado, casi sin aliento, y las palabras se enredaban en la lengua, al balbucear incoherencias y apartar la mirada ante ese tema que causa en su espíritu un gran pesar.

—Yo…yo la he estado alimentado… y… —Todo lo que ha vivido en el colosal golpea su mente, con la fuerza de una locomotora contra la pared. Drake ya no puede mentir al respecto ese tema, no ha ese hombre, ya no puede seguir escapando de su pasado o de las cosas que lo asustan, como si eso pudiese alejarlas de manera—. Rhaiz… tengo algo que confesarte algo… antes de venir a Lazarus…. después del día en el que perdí el control… estuve en abstinencia. Hasta hace poco no pude más y la alimenté de un abismal.

Ocurre una nueva pausa, en la que Drake espera nervioso la respuesta de su maestro. Con valor acoplo de valor, el joven lo encara y puede ver un rostro de piedad en el veterano, quien simplemente suspira en resignación en una mirada de absoluta piedad.

—Lo pude ver en tu mirada antes de separarnos… —Rhaizak no se ve sorprendido, estira su mano del holograma, como si tocase el hombro Drake—. Cuando nos separamos, pensé que pasarías un tiempo sin alimentar a la entidad, hasta que te vieras obligado a hacerlo. Por eso te dejé con Alice, y Lance, para que pudieran apoyarte y tenerte un ojo encima. Supe que estarías bien, y serías capaz de arreglarlo.

Esa explicación enerva la sangre del guerrero carmesí, su mente se vuelve un nudo por todas las cosas que ha experimentado a lo largo de la guerra, todo lo que sufrió por no tener el valor de pagar el pacto. No puede contener esos sentimientos, por lo que explota en un ataque de furia irracional.

—¡Es que no lo estas entendiendo, Rhaiz! ¡Las cosas que he hecho!... la gente que he lastimado… y a los que… no pude salvar… —La frustración desborda en su alma, al paso en que esa furia se vuelve tristeza, reflejada en como su voz se quiebra poco a poco. Las lágrimas de rabia y tristeza se dejan caer al volver a ser ese niño asustado que ha guardado por mucho tiempo—. Me mata por dentro. ¿Cómo puedo vivir con eso? me han llamado maldito, un monstruo… quizás… quizás es eso en lo que me estoy volviendo, temo perder el control otra vez.

Los ojos del mentor se cierran, mientras masajea el tabique de su nariz y jala aire a sus pulmones. Puede verlo en su mente, cuando no pudo controlar sus poderes y la hecatombe que se desató, solo ese hombre de yelmo de grifo pudo detenerlo.

—Parece que lo has olvidado… no accedí a enseñarte para volverte una maquina asesina. — Un gesto apacible se torna en la faz de Rhaizak, al mirar fijamente a Drake, las palabras vuelven a fluir—: era porque quería que vivieras como un buen hombre, te enseñé valores y sigues fiel a ellos. Ese dolor que sientes… es prueba de eso.

—¿Prueba de eso? —pregunta confundido.

—Errar es humano, mejor dicho, todo ser pensante lo hace y esa pena te purifica. Un monstruo jamás lo reconocería —explica—, si aceptas ese hecho, podrás ser mejor. No puedes cambiar el pasado, pero puedes cambiar el futuro. Encontrar la redención.

—¿Qué pasará si pierdo el control otra vez? El precio que tengo que pagar para usar mi poder… puedo sentir como se alimenta la entidad —sigue con sus dudas—, cada vez es más difícil saber dónde termina la armadura y donde empiezo yo.

—Tú decides como usar tu poder… —complementa—, Has aprendido de tus errores, usa la experiencia para ayudar otros. Sé que esta vez vas a hacerlo bien, y si te caes tendrás gente a tu lado para ayudarte.

—Gracias, Rhaiz… enserio… gracias —espeta taciturno en mirada gacha.

—Si ese es tu convicción, te lo voy a preguntar y espero que seas sincero… ¿te arrepientes de haberte convertido en guardián? —pregunta Rhaizak—, tu padre no quería que siguieras ese sendero, y al final continuaste a pesar de que te esperaba un camino de espinas.

Drake cierra los ojos sumergido en sus pensamientos, todas sus experiencias, cada batalla, toda lagrima, todo choque de acero y sangre derramada. Desde que lo perdió todo en la caída de Arnold, cargando esa promesa de no venganza. Aquella pregunta, es parecida a la hecha por Rolando años atrás.

En el pasado Réquiem escogió ser un guardián, por no tener otra alternativa a aspirar en la cual pudiese sobrevivir. Hoy las cosas son diferentes. Ha aceptado que debe alimentar a la entidad, para proteger a sus compañeros y cumplir su deber. Aun si no puede dejar de sentir culpa, miedo a los fantasmas de su pasado, como tampoco puede perdonarse por lo que ha hecho y a la gente que no ha salvado. Aún tiene un largo camino por recorrer. El joven guerrero, tiene clara una fuerte convicción.

—Si hay algo que no me arrepiento en mi vida, es en ser un guardián… —Los ojos rojos se abren de par en par, no había dudas en sus palabras—. Si existe un camino para mi redención estoy seguro que es este. Haré lo sea necesario para sobrevivir y volver a Trisary.

—Te falta mucho por aprender, niño… —sonríe de forma ladina en una leve risotada—, y estoy ansioso por verte crecer en los años venideros.

"Años venideros" esa oración hace un clic en la mente del guerrero carmesí, como si hubiese recibido un martillazo en su cerebro y en su última visión viese como las sombras se lo llevasen, las negras alas emplumadas de la parca.

—Oye, Rhaiz… quisiera preguntarte algo, ya que casi todo lo sabes y lo que no te lo inventas.

Solicita Drake, en resquemor si debería sacar a luz aquello que ha formado parte de sus sueños en los últimos meses. No sabe si es real o no, si todo es producto de su enferma mente.

Muchas veces el guerrero se ha visto al borde de la locura, o quizás ya esas visiones son la señal de que su cordura por fin se ha quebrado, cual vidrio, los traumas lo han destrozado. En ese océano insano, cala una sensación que lo empuja a creer que aquella mujer de pelo ceniciento y alas de cuervo puede ser real.

—A ver… escúpelo sin miedo… —Rhaizak acepta la petición de buen agrado—, soy todo oídos, si está dentro de mis posibilidades, con gusto trataré de ayudarte.

—No es exactamente una ayuda… —duda, pero sigue avanzando, piensa en la forma de no quedar como loco. Aunque después de todo lo que ha visto, ya ha dejado de verle sentido a las cosas—. ¿Conoces una magia que pueda ver el futuro y el pasado? Quiero decir… creo que no hay límite de lo que puede hacer la magia, es cuestión de encontrar la ecuación correcta.

—¿Hablas de hítanos? No sé dónde sacas eso, niño —responde tajantemente por lo insulsa que es la cuestión, a pesar de ser un hombre muy paciente—. La mayoría de videntes son estafadores, no te dejes engañar o perderás todas tus coronas.

—Sí, eso lo tengo muy presente —afirma y continua la insistencia—, no soy creyente de eso, lo que pasa es que últimamente me puse pensar si puede existir una ecuación mágica que tenga esa habilidad de clarividencia, inclusive… entrar en los sueños.

—Lo que dices es como una mezcla entre la magia telepática, viaje astral y un oráculo… —Rhaizak se toma unos segundos para pensar, masajeándose la barbilla—. Creo que he escuchado algo similar… es una magia realmente extraña.

—¿Una magia prohibida? —pregunta intrigado, creer estar cerca de algo por lo que se encuentra al filo de su asiento.

—Muerta, mejor dicho —contesta Rhaizak—, según era una magia para ver el karma a través de la mente de una persona, no estoy seguro y no es mi fuerte los poderes mentales. Hay muchas magias que se perdieron. Tendrías que hablarlo con un mago especializado en poderes basados en la telepatía. Tal vez tu amiguita María puede ayudarte en eso.

—Bien creo que con eso me basta —se encoge de hombros en señal de derrota—, lamento molestarte con ese tipo de cosas.

—No pasa nada… ahora dime algo bueno ¿Has conocido alguna chica bonita en Lazarus? —pregunta con picardía.

Las horas pasan a lo largo de la amena platica, ambos hombres comparten sus experiencias de vida en los últimos meses.

El tema de la batalla final del Libre pensamiento y el imperio se hace presente, en la que ninguno da detalles que el otro no supiesen. Toda una armada de alta tecnología sigue avanzando por el desierto dorado, en búsqueda de reclamar la cabeza del emperador. En tiempos contemporáneos, el avance no ha sido frenado por mucho tiempo. Rhaizak no parece con ganas de hablar sobre ese conflicto, por lo que lo saltan rápidamente.

—¡Ahí estaba yo! En las entrañas en la boca de una caverna, rodeado por Apotavathis, lejos de la orilla de tierra firme. El agua me llegaba a los tobillos. —Rhaizak cuenta una de sus historias, en su mano sostenía su tercera cerveza, del cual bebía por cada pausa que daba en su relato—. Esos bastardos asaltaban a los pescadores y navíos mercantes. Mi trabajo era eliminarlos en su guarida. Pensaron que me tenían atrapado… pero cuando saqué a devoradora del cielo y la alcé, con solo ver su brillo oscuro de obsidiana se dieron cuenta de su error. Creyeron que ellos me tenían acorralado, cuando en realidad ¡Era yo el que los había capturado!

—¿Cuánto tiempo te llevó volverlos carne de espada a esos cabezas de pescado? —pregunta Drake de mejor humor. Si algo ama el joven guardián, es escuchar las historias del veterano, lo hacen sentir como un niño otra vez.

—La verdad no recuerdo el tiempo… —Rueda los ojos al hacer memoria, y vuelve a beber de su cerveza. Realmente no da importancia cuanto duró el transcurso de la batalla—. Creo que fueron menos de seis minutos cuando no quedó ninguno, el agua dulce se había teñido de rojo, la mayoría de esos bastardos cobardes huyeron a las profundidades de las aguas en la caverna donde no podía alcanzarlos, estuve horas esperando y no salieron ese día. Me tomo varios viajes terminar la limpieza.

—Claro… como si un mastodonte vestido de plumas, y con una mata dragones gigantes a la puerta de tu casa inspira querer salir a darle una calidad bienvenida e invitarlo a cenar. —Bromea el joven guardián—. Apuesto que en ese tiempo te pusieron como el Chroneidos de alguna religión. ¡El pajarraco terror de los mares!

—No me gusta tu sarcasmo, mocoso… esperaba haberte criado mejor que eso —responde severamente el legendario veterano.

Unos golpes resuenan en la puerta de la habitación, Drake rompe su foco de atención para mirar por el rabillo del ojo a la entrada.

—¡Tock, tock!¡El cumpleañero tiene visitas! —pronuncia en tono juguetón al otro lado de la puerta, se trata de Lance—. Te di el tiempo de privacidad necesario, espero que no tengas tus manos dentro de tus pantalones o algo parecido… necesito que guardes energías de sobra.

—Estoy en medio de algo… —exclama Drake tajantemente—, aparte tú tienes llaves, ¿para qué te haces el sonso?

—Tengo mis manos ocupadas~ —dice en voz cantarina—, he traído una sorpresita para ti, mi estimado rojizo.

—Déjate de hacerte del rogar y vele abrir… —ordena Rhaizak con fastidio—, de seguro la perdió o algo parecido.

Tras un suspiro agobiante, Drake se acerca a la entrada y retira el seguro del cerrojo, por consecuencia la puerta es abierta. El rostro de soñolencia del joven de ojos rojos se torna a uno de gran sorpresa, que lo deja sin palabra alguna.

El umbra va acompañado de dos doncellas jóvenes, de piel morena con ojos amarillentos similares a felinos y uñas largas de color negro. Una en cada lado bajo los brazos del guardián oscuro. Sus cuerpos son voluptuosos en ropas reveladoras, exponiéndolas como usuarias del oficio más viejo de la historia.

—Antes de que balbuces estupideces, pondré algo de luz en tu cabezota… —habla Lance—, una lengua afilada, trabajar para los Templarios y haber hecho un estudio de campo de un buen burdel, me permitió traerte este regalo, mi querido amigo. Tonatiuh es un capado por lo que no quiso unírsenos.

Las ropas del segundo guardián, se conforman por una gabardina negra de porte militar junto a unos guantes. Porta una máscara a juego que expone únicamente los ojos que brillan en color amarillo, en un aura fantasmal.

—Veo que aprendiste ese hechizo para modificar tus ojos… —dice Drake, dándose cuenta del cambio en la mirada de su amigo.

—Digamos que Kairos me dio la idea… creo que es bastante genial. —En contraposición de esa apariencia amenazante, Lance sigue jovial y bromista como siempre—. No serás el único de ojos brillantes. No te pongas celoso.

—Te vez muy varonil… —dice una de las mujeres que se re pega al cuerpo Lance, en tono coqueto.

—Con que este es el cumpleañero ¿eh? Vas a tener una buena noche, cariño.

Una de las jóvenes toca el pecho de Drake, deslizando la mano de entre los pectorales y sobrepasando el abdomen hercúleo, hasta frenar peligrosamente cerca de la entrepierna que empieza acumular calor. Los ojos amarillos de la joven, irradian un encanto de súcubo que contagian en lujuria al guardián de ojos rojos.

—Me muero por comprobarlo… —Una ladina sonrisa se dibuja en Réquiem, dispuesto a aceptar ese regalo.

—¡Parece ser que la manzana no cayó muy lejos del árbol! —Desde el otro lado Rhaizak se destornilla de la risa—. Bien, niños… disfruten su fiesta, yo estoy fuera.

—¡Tranquilo, pajarraco! Vamos a cuidar muy bien de él. —Lance apoya el brazo sobre el hombro de Drake, en un gesto fraternal y hasta un poco invasivo, mientras cada uno abraza a las chicas por la cintura—. Traigo todo por cualquier "accidente" no queremos un pequeño Drake en este momento.

—Espero verte pronto, Rhaiz, y la próxima vez que sea en persona… —Finalmente el guardián de ojos rojos se despide, en un gesto de dos dedos pegados a su frente.

—Ojalá sea así, niño… que el sol y la luna los guíen —Dicho ese último mensaje, la transmisión se finaliza y el holograma se apaga.

Lo único que se escucha es cantar natural de la jungla; el sonido de diferentes animales, los matorrales movidos por el viento, el correr del agua en los ríos. Rhaizak toma una cubeta de agua que había traído consigo y apaga la fogata.

Al ser las llamas extinguidas en el siseo de estelas vaporosas, el veterano recoge sus cosas y se dispone a entrar en su tienda de campaña, en donde pretende pasar lo que queda de la fría noche de otoño. No piensa hacer guardia, ya tiene a un centinela vigilante en los cielos que avisará a todo pulmón por si alguien o algo se atreve a acercase, además el bárbaro es de sueño ligero.

Rhaizak se recuesta desnudo en la cama improvisada, hecha de mantas y justo al lado reposa la devoradora del cielo, como si de una protectora amante se tratase. No puede dormir sin su fiel arma cerca, la necesita a su lado en todo momento.

Con los brazos atrás de la cabeza, el hombre mira al cielo en un gesto pensativo cierra los ojos y sus sueños se vuelven un lienzo en blanco, que poco a poco gana color en un escenario de un distante pasado.

El rugido de una bestia titánica resuena en un campo ardiente y humeante, capaz de callar el estallar de la metralla, como las explosiones ahogan los lamentos de los pobres soldados que fueron mandados a esa carnicería.

En medio del humo y el azufre de ese escenario infernal, en las ruinas de una ciudad se alza el dragón negro de mirada funesta y petra, en esos ojos amarillentos brillantes como faros incandescentes. Las alas negras al ser abiertas oscurecían el cielo, y sus fauces abiertas despedían un aliento abrazador de flamas oscuras, que predicen un futuro imperecedero.

Nada podía detener a ese titán, líder de una legión de dragones que gobernaban el cielo como una parvada de murciélagos que despiden alientos de amalgamas elementales: fuego, electricidad, veneno, viento cortante, entre otros.

Estructuras caían derrumbadas, en el avance de esos heraldos del caos y la muerte. Lo sucedido en la colmena de cristal fue una advertencia. Si los Templarios y Albionix se negaban a doblar la rodilla, serían erradicados.

No había ningún sentido de clemencia en el rey de los dragones, Kaiser Vulcanus. Aquellos que se oponían a su avancen, eran menos que simples insectos cercanos a la extinción. Hasta que su arrogancia, lo hizo subestimar las capacidades de sus enemigos.

El ultimo señor oscuro se vio interceptado por una alianza de lo que un futuro se convertiría en los cuatro credos, Trisary y El archivo. Apoyados por gigantescos golems mecanizados, no podían hacer otra cosa que ser consumidos por la ira creciente, al ser testigos de toda la matanza que los rodeaba.

"Debimos unirnos antes" fue el pensamiento de Rhaizak en esa época, cuando estuvo al frente de la armada de guardianes. Pasaron demasiado tiempo en peleas sin sentido matando seres que carecían de fuerza y a la par dejaron al dragón crecer en poder. Esa falencia causó la masacre de millones.

En el desatado Armagedón que fue la batalla final, el dios de la guerra no dudó en encarar al titán negro. Rhaizak pensó que era su momento, había sido creado para esta batalla, esta era la lucha donde por fin encontraría su tan ansiada muerte a manos de un oponente legendario, siempre y cuando pudiese derrotar a Kaiser, llevándoselo consigo.

Los ojos del veterano se abrieron de par en par, regresándolo al presente al plano terrenal. Sudando a mares bajo un calor sofocante, se sentó en su cómoda mientras se limpiaba el sudor de la frente. No pudo ver el final de ese sueño, y para su propio alivio espera no tener que revivir esa vivencia nunca.

Tras devorar algunas provisiones de carne seca que había guardado, el guerrero recoge sus cosas y se coloca su indumentaria bárbara, en las que se conforma el yelmo en forma de ave de la que se derrama esa melena carmesí que cuelga en la espalda, como si fuese una alargada cabellera.

Una vez bien equipado, Rhaizak se dispuso a partir internándose en la espesa selva tropical, en las que se abría paso entre las húmedas enredaderas usando sus propias manos. Los cantares de la naturaleza gobiernan el ambiente, de vez en cuando alcanza a ver algunos animales como serpientes o pequeños insectos se mueven a toda velocidad entre los árboles, incluso llega a toparse con uno que otro mono en los árboles, pero ninguno se interpone en su camino.

Devoradora del cielo descansa en una funda, colgada en la ancha espalda de piel morena. De todo el equipo que el hechicero guarda en gemas, la herramienta de obsidiana es la única que permanece en su forma original y es cargada como cualquier otra arma.

En sus primeros años como guerrero, Rhaizak era incapaz de levantar la gigantesca arma inclusive en pleno uso de fuerza sobre humana. Pasaron muchas estaciones, en las que el bárbaro pudo blandir el arma en plena dificultad, transmitido en un suspiro y venas marcadas en los músculos a punto de ser desgarrados.

Los entrenamientos fueron duros, los huesos se quebraron y sangre salía expedida de su boca, hasta que el peso de esa arma se redujo en una pluma.

La segunda prueba fue llevar a la devoradora del cielo en la espalda. Al principio el cuerpo fue atacado por constantes dolores, los cuales poco a poco desaparecieron por rituales médicos y la dura voluntad del guerrero.

Rhaizak blandía el arma en espectaculares tajos, sin dolor alguno. Dicha herramienta se volvió una extensión de su propio cuerpo y alma. Pasadas todas esas pruebas, solo en ese entonces, el guardián supo que era "digno" de portar a la devoradora del cielo en sus manos.

El techo de árboles llega a su fin, y el camino verde se corta en la punta de una pendiente de cara al vacío y a una hermosa vista a una ambientación paradisiaca, en la que se veía la amplia arboleda nuca tocada por el hombre, bajo el cielo azul.

Rhaizak se para a unos metros cercanos al barranco, mientras que viento alza la melena del yelmo, cual alargada cabellera. Pone dos de dos en dedos en su boca e emite un silbido, como si llamara a una mascota, y de ese sonido le precede un cantantico similar al de un halcón, solo que este es mucho más profundo cargado de mayor fuerza, en la amalgama con un león.

Desde el cielo baja un gigantesco grifo de plumaje azulado y alas tan largas, que pueden medir poco más de cinco metros. Una vasta melena recubre la cabeza, parecida a la apariencia del rey de los felinos.

La majestuosa bestia se para justo frente al bárbaro, con el cuello alzado y con sus extremidades emplumadas cerrándose.

—Te agradezco que me cubrirías anoche, Vorpalis. —En plena confianza, el hombre acerca la mano diestra para acariciar el pico del grifo, el cual baja la cabeza y da un paso hacia adelante, para recibir mejor ese saludo—. Sé que debes estar cansado, pero te prometo que te dejaré dormir el resto del día, solo llévame a casa.

La criatura "ronronea" y asiente con la cabeza levemente, en señal de aceptación. Gustoso Rhaizak se agarra de la melena y de un salto monta a su familiar. Una vez aferrado a la cabalgadura, Volpalis se levanta en sus propias patas, en un último rugido al desplegar las alas, batirlas al garrar carrera hasta saltar la pendiente y elevarse por los aires.

Las manos del guerrero se aferran a la melena, durante los golpes constantes de ondas de viento. Los cortinajes de la indumentaria son movidos, como la piel se eriza como cada bello del cuerpo. El yelmo protege el rostro del bárbaro, y del visor se deslumbran dos luceros azules como flamas ardientes.

Pasado un corto periodo de tiempo, el grupo llega a un cañón de tierra, rodeado de mesetas montañosas forradas de campos verdes. El grifo desciende sobre un páramo despejado en el que se no pueden ver ninguna forma de vida existente, o eso se puede distinguir a simple vista.

—Ala rapaz, colibrí azul… —pronuncia el dios de la guerra por el comunicador del casco.

Esas palabras son una clave que se convierte en orden. Un creciente zumbido espectral llena la zona, como siseo de una fogata al arder. Frente el jinete se hace presente una visión de no creer; destellos eléctricos truenan en la materialización de una aeronave similar a una fragata náutica, cuya proa es la cabeza de un águila.

Un puente levadizo desciende en el costado del babor. Guerrero y bestia acceden a la nave, en completa seguridad. Rhaizak es conocido por ser un nómada, no tiene una casa a la cual pueda volver. Esa afirmación es errónea, el hogar de este hombre lo acompaña a todo lugar al que viaja.

Los corredores son de corte industrial en paredes metálicas, algunas llegan a tener tuberías visibles de las que escapan estelas de vapor. Volpalis es dejado en una cámara que funge como establo, en donde el suelo es cubierto de paja y un comedero lleno de pescado crudo, la comida preferida de la bestia.

Tras despedirse, Rhaizak sigue su caminata recta y segura por los amplios corredores vacíos de su casa, pero no carentes de sonidos. La tonada tranquila de un piano resuena en el interior de la nave, como un recibimiento para su dueño.

«Debería ayudar a la nave con un hechizo de limpieza… hace tiempo que no lo práctico, me vendría bien refrescar la memoria», piensa para sí mismo.

El sendero termina en una doble puerta, que se abre para dejar paso libre a unas escaleras ascendentes que llevan a la torre de comando y en su interior la sala de control.

El cuarto de comando es una amplia cámara de dos plataformas, rodeada de monitores conectados a teclados, en la parte contraria a la entrada se deslumbra un amplio ventanal reforzado y transparente, por el cual se puede ver el exterior.

En el centro se encuentra la silla del capitán, en donde un individuo ha estado esperando al dios de la guerra.

—¿Cómo va todo? —pregunta el bárbaro—, ¿Hemos tenido algún mensaje de Trisary o el archivo?

—¡Al fin llegas, Rhaiz! Como siempre, tu puntualidad deja mucho que desear —En vez de saludar, una mujer regaña al veterano, estando sentada en el asiento del capitán con las piernas cruzadas y los brazos atrás de la nuca—. Nada, todo ha estado tranquilo por el momento.

—No eres la última que me ha dicho eso últimamente, Sarah —responde el dios de la guerra, al retirarse el yelmo y ponerlo sobre uno de los teclados.

Es una mujer joven de piel color arena, su rostro tiene forma de corazón en facciones felinas mezcladas con las de un humano al pertenecer a la raza de los inhumanos bestias; posee dos cicatrices una en cada mejilla. Una larga caballera, color amarillo opaco, la cual se derrama y cae hasta la cintura. Sus ojos son color esmeralda, que deslumbran seguridad y amplia energía.

Posee un par de orejas gatunas apuntando hacia arriba, en la derecha es adornada por un pendiente dorado. En sus labios esbozaba una arrolladora sonrisa de blanca dentadura, en la que destacaban prominentes colmillos. Es una mujer de la raza de las bestias, en las que se cruza un león y un tigre.

La vestimenta se conforma de un traje oscuro sin mangas con cuello alto. Lleva una gargantilla color crema, unos guanteletes con garras retractiles sobre unos guantes largos que llegan a la altura de los antebrazos, ajustados por unos anillos cuyos bordes sale un pelaje blanco; en el brazo derecho se marca un tatuaje blanco en forma de media luna. Porta un cinturón táctico, junto a dos piezas de armadura color crema en los muslos. En sus piernas son cubiertas por unas botas similares a las piernas de un felino y llevan rodilleras.

Sarah tenía una constitución atlética con brazos, y piernas musculosas esculpidos en arduos entrenamientos diarios, con una figura llamativa y escultural. Es de una estatura que alcanza el metro noventa.

Sara Regulus: energética y siempre decidida. apodada como "Ligresa sonriente" era elogiada como una heroína de guerra siendo ella la que dio el golpe final al behemot en la entrada a la capital durante la rebelión de los príncipes.

Ella y sus descendientes recibieron los títulos de nobleza, gobernando una ciudad y tierras cercanas. Como es tradición, rebautizaron esos lares con los apellidos de los señores, en este caso usaron los de la pareja: Nemeas Regulus.

Aquel territorio es conocido por su abundante población inhumana, además de la aparición y muerte de un dragón a manos de un nigromante; aquel despreciable brujo era buscado por un guardián llamado Rafael Ángelus durante una cruzada, en la que fue escoltado por Sarah y su esposo ya que conocían bien esas tierras, estando presentes en el reclutamiento de Sheila.

De no ser por su retiro, quizás la dragona pudo ser la niña destinada de la noble mujer bestia. Aquel factor no impidió tomarla bajo su garra, como su aprendiz al descubrirse su talento nato en la lucha además de sus capacidades de transformación, que solo podían ser pulidas a su máximo nivel en menor tiempo por otro dragón.

En un parpadeo, la felina salta de la silla y acorta la distancia hasta llegar justo al frente del bárbaro.

—Y no parece que estés cerca de aprenderlo… —se burla de forma juguetona—, después de que acabe mis deberes con la nave, me puse a dar algunas vueltas en el terreno, para no aburrirme mientras esperaba.

—Nunca pierdes un segundo para ejercitarte ¿eh?

—Nací para ser libre, Rhaiz… —La mujer se pone las manos en la cintura, alzando la cabeza e infla el pecho con seguridad—. Estar encerrada en un lugar tan hermético no es lo mío.

—¡Pensé que llegarías hasta el anochecer! —El tercer tripulante entra a la sala de comando—, vaya que esto es una sorpresa, dijiste que estarías aquí al amanecer y por lo general cuando dices eso significa que, en el mejor de los casos, te veríamos en el ocaso o en el peor tres días después.

—Por tu olor a cerveza me imagino que te amaneciste en el bar de la nave, Carpoforo… —dice Rhaizak.

—Mejor dicho, estuve preparándola —corrige—, me gusta preparar mi propia cerveza. Por lo general si los Templarios metieron mano, sabe a orines de caballo.

Carpoforo Nemea: audaz y amante de las aventuras como de la buena bebida. Es un hombre maduro, de larga cabellera anaranjada de patillas pobladas que llegan a cubrir sus mejillas a modo de barba sin bigote. Es de facciones duras y toscas, en ojos rasgados y un par de orejas gatunas. Es de piel levemente bronceada, y ojos color verde con algunas pecas en las mejillas.

El cuerpo del hombre es de complexión robusta, de una musculatura prominente debido a entrenamientos extremos y su experiencia como guardián. Bastas matas de pelo naranja cubren sus brazos y parte del pecho que no son cubiertas por la ropa. La estatura comparable a Rhaizak. Viste una camiseta amarillenta sin mangas, con manchas de grasa y unos pantalones de lana café, con unas botas a juego.

—Deberías darte una ducha, cariño. Se supone que la que sudó fui yo —Sarah pone una expresión de desagrado, tapándose la nariz.

—¿Tú crees? —Levanta el brazo derecho para olerse la axila, lo que convierte su rostro en una mueca de aversión—. Creo que te voy a tomar la palabra. Oye Rhaizak… ¿Cómo te fue con tu cachorro?

—Esta algo abrumado por la guerra, pero se levantará… siempre lo hace… —Rhaizak se ve seguro en esa afirmación—, la conversación no duró mucho, hasta por donde cabe acabó bastante bien ¿Cómo les fue con los suyos?

—Quisiera decir lo mismo por mi parte, me preocupa mucho Sheila. —Sarah suspira agobiada cruzándose de brazos y apoya la espalda contra la pared—. Ella no parece llevarse para nada bien con sus compañeros del clan de los lobos. Quiere hacer todo sola o a menos que sea María o Tonatiuh y muy a regañadientes.

—Claro eso es extraño, me pregunto ¿a quién sacó ese rasgo de rebeldía? —Carpoforo toma asiento y no pierde la oportunidad de mofarse de su esposa, por sus costumbres pasadas.

—¡Eso fue hace mucho tiempo, por favor! —Sarah se enfurece levemente, y se relaja al masajear sus sienes—. Ella igual se puso a hacer preguntas sobre la operación Einharts… creo que están empezando a sospechar. Obvio dije que no sabía nada de como formaron el equipo, espero que tú también lo hayas hecho, Rhaiz.

El tono de la ligresa es de sombría seriedad, lo que deja la habitación en un corto silencio helado que enciende un mal presentimiento en cada uno de los presentes.

—Sheila hasta se puso exigir respuestas, realmente está angustiada por todo el asunto de los dragones en Lazarus, su derrota contra ese elemental enloquecido y las provocaciones de una druidesa —explica Carpoforo en ceño fruncido,

—Tuvimos que calmarla entre los tres por un buen rato —agrega Sarah—, Rafael igual estuvo en la llamada, casi la volvimos más loca a la pobre.

—De tenerla enfrente, le hubiese pegado unos buenos coscorrones por lo desesperante que puede ser —culmina, Carpoforo.

—Comprendo el sentimiento sobre ahijados desesperantes. Mantuve la boca cerrada, no se preocupen por eso. Se lo que puedo y no debo decirles a mis ahijados, quienes no son para nada estúpidos. Es cuestión de tiempo. —habla Rhaiz con seriedad al revelar una verdad irrefrenable—: tarde o temprano esos seis niños van a atar los cabos, y se darán de cara con la verdad. Tendremos que estar listos para ese día y esperemos por los antiguos dioses que puedan entenderlo y no nos odien.

—Apenas puedo lidiar con mi propia descendencia y Sheila… —dice Sarah juntando sus manos y desviando la mirada—. No soportaría tener que recibir una segunda mirada de desprecio, de una niña que sostuve en mis brazos.

Desde que salieron de Regulus Nemea, Sarah no ha dejado de pensar en su hija Lana. La niña de los dos veteranos no estuvo para nada contenta con la idea, de que sus padres salieran del retiro, después de más de veinte años tras los acontecimientos de la rebelión de los príncipes.

"Un último trabajo, pronto volveremos" fue lo que dijo Sarah antes de marcharse, y es lo que se ha estado recordando a ella misma durante los últimos meses. Este contrato es uno que no pueden ignorar, necesitan que los guardianes se reagrupen ante el próximo final de la guerra santa. Apenas han podido comunicarse, en llamadas que parecen estar divididas tras un muro de hielo.

—Ella lo va a comprender, cariño… dale tiempo. —Carpoforo pone su mano sobre la de su esposa, con tal de reconfortarla—. Saldremos adelante.

—Eso espero, Carpoforo… —afirma Sarah aferrándose al brazo de su marido. Y entonces enfoca su atención en Rhaizak, con una mirada acusante y a la vez como si buscarse alguna especie de consuelo—. Espero que este trabajo realmente valga la pena... me estoy volviendo impaciente por volver a casa.

Rhaizak se encoge de hombros al respirar con cansancio, después encara a la mujer al mirarla directamente a los ojos y vuelve a hablar.

—Síganme… —solicita el bárbaro.

Como si una orden se tratase, el dúo de veteranos acompaña a Rhaizak en el descenso de las escaleras, traspasan los pasillos vacíos del que se escucha el sonido de engranajes de la maquinaria. No parece haber tripulación alguna fuera de los tres guardianes.

El camino se corta en una puerta que al ser abierta revela una habitación oscura, que pronto se ilumina por luces blancas, en las que expone una pared llena de papeles pegados en la pared. Paneles recortados de periódicos sobre noticias de desapariciones, ataques de monstruos; mapas con tachuelas pegadas en distintos lugares.

En el centro de todo ese papelerío se ve el dibujo de un carnero demoniaco de dentadura similar a un león, y en su frente yace un tercer ojo.

—Quiero que vuelvan a ver detenidamente a ese bastardo… —apunta Rhaizak a la imagen—, y recuerden la razón por la cual nos hemos reunido; para hacer justicia a lo que sucedió en Arnold. Por nuestro amigo Clayton… que su muerte no haya sido en vano.

Las palabras Rhaizak salen en fiera dureza y reconoce que no puede hacer esto solo. No siente satisfacción alguna por sacar a la familia Nemeas Regulus del retiro. Ellos formaron su familia, tienen un lugar al cual volver, no tiene por qué volver tomar mano a las armas nuevamente.

Este trabajo sería para las nuevas generaciones, el bárbaro debió reclutar un grupo de guardianes aun en la nómina para ir tras ese abismal. Esa fue la primera idea que pasó por la mente del dios de la guerra al inicio, la cual fue desechada por una simple razón y se vincula directamente con la relación de la entidad demoniaca que ha estado dando caza y el joven de armadura carmesí.

«Debo mantener al chico lejos de este monstruo. Es mi deber ponerle fin con mis propias manos…», de cierta forma el barbo no puede evitar sentir la ironía de todo el asunto:

El guerrero carmesí fue a la batalla en contra de las cenizas de un viejo enemigo de Rhaizak, mientas que este último ha buscado incasablemente al abismal que atormenta a los sueños del primero.

Cada uno luchará frente a las pesadillas del otro. La única diferencia, es que Drake es ignorante sobre la cruzada liderada por el veterano, quien pretende mantener el secreto.

—Ninguno de nosotros podrá vivir en paz si ese psicópata sigue suelto… —A pesar de las dudas y su ferviente deseo de volver, Sarah no ha decretado el objetivo a vencer—. Es cuestión de tiempo para que venga por nosotros…y por nuestras familias.

—Clayton fue uno de nuestros mejores amigos… luchamos juntos en la rebelión, salvó mi vida en muchas ocasiones como salvé al suya. Si estoy vivo y tengo mi familia, es gracias a que estuvo ahí para cubrirme. —Carpoforo mira fijamente a la imagen de Amón. Un odio terrible se siembra en los ojos esmeraldas, y de forma inconsciente unas centellas doradas parpadean en las manos del guerrero—. Quiero un pedazo de ese hijo de perra.

Rhaizak necesita a las dos bestias. El lugar en donde apunta el mayor número de avistamientos es en la tierra donde ellos alguna vez trabajaron una gran parte de su vida. Donde las tachuelas se acumulan, yace en el sur del continente en el territorio de los caminantes.

«Mantener a los monstruos lejos de los jóvenes… es el deber de nosotros los mayores… Drake… Virgilio… por favor cuídense», en los pensamientos de Rhaizak no entra solamente la preocupación por Drake.

La visión de un guerrero envestido en una armadura estigma color azul, llega a la mente del dios de la guerra.

Los guardianes no están excluidos de tener un único ahijado, pueden tener tantos como el destino los haga cruzarse. En un giro de acontecimientos entre lazados, los dos protegidos del veterano yacen en diferentes conflictos en diferentes partes del mundo. Uno sigue la senda de guardián, y el otro fue por uno totalmente distinto.

NT: Originalmente este iba a ser el capitulo final del volumen 1. Estoy teniendo problemas con lo que seria el tercer acto, pero como ya queria subir algo, les dejo esto por mientras. Lo siguiente va a ser corto.

Estoy entre terminar el volumen entre dos giros argumentales.