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Capítulo 27: Genesis santo.

Los ojos de Alice se abrieron al punto de casi escaparse de sus cuencas, y tragó saliva. Drake se tornó furibundo, apretando la mandíbula fuertemente de dientes expuestos, como si quisiera lucir tal cual un lobo amenazante, aunque no se notaba a leguas que albergaba miedo. Por ultimo Lance se puso delante de sus dos compañeros, y carente de titubeos pronunció:

—Fui yo el que robó el pastel, señor director. Estos niños no tuvieron nada que ver, solo se los compartí. Por favor, déjelos ir y castígueme a mí.

A pesar de ser un ronin, el chico oscuro seguía el credo de un umbra: tanto el honor como el deber, se ponían por encima de todo. En esa idea, la sombra de su pasado lo empujaba a no escapar, no otra vez. No iba a dejar en el fuego a dos chicos que lo trataron como humano, algo que ya se había quedado atrás.

Los niños se quedaron viendo la espalda de su compañero, anonadados por tal acto de valor que lo podría condenar a un castigo brutal. Tanto Alice como Drake empezaron a arrepentirse de su falta, la cual ya la consideran el acto más estúpido que pudieron haber cometido: robar al inclemente director de la academia.

—¡Eso es mentira! —vociferó Alicia, captando la atención de los presentes—. ¡Fui yo la que robó el pastel! Lance, no tienes por qué protegernos.

Las palabras se extinguieron por un segundo en umbra, no podía creer lo que veía.

—Eso lo sé… —dijo Rolando sin miramientos, parándose delante de ella viéndola directamente a los ojos, con esa eterna sonrisa gallarda—. En el pasillo adjunto a la cocina está el salón de maestros, pasaba por ahí y te vi como distraías a la cocinera. La pregunta es ¿Qué amiguito te ayudó a sacar el pastel?

La garganta de Alicia se secó; su corazón no dejaba de latir y no podía parpadear frente a ese siniestro hombre, de risueña expresión digna de un arlequín macabro.

—Lo escondí dentro de unas puertas, donde se guardan platos… —inventó rápidamente la joven de ojos azules—, tras irse la cocinera, pude volver para recuperarlo.

—Mentirosa~ —En un cantar juguetón, Rolando pegó su dedo índice en la punta de la nariz de Alice, en afán de burla—. Me quedé ahí un buen rato escondido, y nunca volviste. Alguien te ayudó… quizás un tiempo en el "pozo" te afloje la lengua.

La piel de los chicos se erizó, en especial la joven de ojos azules al punto de que su sangre pareció abandonar su cuerpo, ante la palidez de la tez. El pozo era una húmeda cripta dentro de las minas, muy estrecha en el que mandan a los aspirantes problemáticos por varios días. El lugar estaba inmerso en una negruzca oscuridad, en la que se escuchaba la incesante caída de gotas de agua hasta golpear las piedras, al punto de que podría enloquecer a cualquiera.

Algunos han dicho que resonaban voces en los túneles. Tal fenómeno lo atribuían a fantasmas, por el yacimiento de cristales en las plantas bajas, la existencia de seres sobrenaturales penando en la oscuridad, no era algo descabellado.

—Es enserio… nadie me… —Alice intentó seguir la mentira, cuando de pronto fue interrumpida por el chico del parche:

—¡¡Deja a Alice en paz!! Todo fue idea mía, Roland. —Drake se puso delante de Alice con los brazos extendidos, esta vez quería ser el héroe y proteger a su compañera. Inclusive fue igualado, al atreverse a llamar al director por su nombre en un acto de valor impulsivo—. Quería un pastel y la arrastré conmigo. Si va a castigar a alguien, que sea nada más a mí. Si les haces algo, juro que…

—¿Juras que, Réquiem?

Desafió el arlequín sin morar ninguna muestra de enojo, mejor dicho, se veía expectante por como Drake le plantaba cara. A pesar de que el niño del parche se detuvo por la duda de ser reafirmada la convicción, siguió adelante y en un rostro corajudo volvió arremeter:

—¡Te haré sangrar! —Tal ofensa hizo estallar en carcajadas al director.

—¿Parece que tenemos un pequeño héroe? —pronunció Rolando sarcástico, entre risas sin un ápice de resentir amenaza alguna—. Debes saber algo, hijo. Aquellos que no saben diferenciar entre la valentía, y la imprudencia, son los primeros en ser masacrados y sus cabezas terminan clavas en picas.

Como si la alegoría a la muerte fuese una predicción a una sentencia, un sorpresivo puñetazo fue ejecutado en el rostro del desprevenido Drake. Seguido de un gancho en el estómago que lo puso de rodillas. Fue rematado por una patada en el pecho, que acabó derribando al pelinegro sobre el suelo.

Por concentrar la atención el director, Réquiem no pudo ver venir la efímera serie de golpes, ejecutados ante la mano diestra de Wilson. No hubo respuesta alguna a esa paliza, esa imprudencia fue reducida a un chico hincado, carente de aliento en una boca entreabierta de la que se derramaba espesa saliva enrojecida.

En un cruce de arrepentimiento y cansancio, la joven se puso delante de sus dos amigos, como una leona en defensa de sus cachorros frente a una bestia abominable.

La chica respiraba pesadamente, si apaleó a su compañero, fue para que el director no efectuara un castigo por mano propia. Por suerte, Rolando se veía satisfecho ante tal espectáculo.

De rodillas se encontraba Drake entre tosidos, en el que se escapaba el aire. Un hilo de sangre escurría de la nariz, a la par que unas peligrosas lágrimas se asomaban desde sus ojos. Lance se colocó a su lado, para tratar de levantarlo y calmarlo; en susurros explicó cuáles eran las intenciones de la joven, para que pudiera comprenderla.

En un balbuceo ahogado, acompañado por un movimiento de cabeza afirmativo, fueron la respuesta de Drake. Después se limpió el líquido carmesí de la cara, y pudo aclarar sus ideas y entrar en razón.

—Un poco suave para mi gusto, Wilson —criticó Rolando, tras leer la veracidad detrás de la agresión—. Hubiese agregado una buena patada a las pelotas, para quitarle un poco ese síndrome de héroe arrogante que se carga.

—¡Drake basta, por favor! ¡puedo defenderme sola! señor director, él no sabe lo que dice… —Alicia se excusó y por un segundo empezó a perder la compostura. En el porte de hierro, se acumulaban diminutas quebraduras, ante el miedo de que algo malo le ocurriera a su compañero, debido a su al afán de seguirla en la fechoría al depender de ella—. N-no tiene por qué castigarlo, me sigue a todos lados y quise a-aprovecharme de eso.

Los chicos empezaron a discutir entre ellos, cada uno intentaba adjudicarse la culpa para proteger a sus camaradas, en un acto hermoso de lealtad.

—No hace falta indagar en la identidad de la mente maestra de este crimen… —Rolando pareció tornarse solemne, al cerrar sus ojos como una costumbre que tenía cuando realizaba una pausa para rematar contundentemente, aún en esa alarmante tranquilidad—: pienso castigarlos a todos por igual. No importa quién lo hizo, todos son cómplices.

Pareciese que una sombra corrosiva salía expedida a espaldas del director, tras pronunciarse esa sentencia de juez y verdugo que dejó desmoralizados a los niños. Los tres estaban paralizados frente a la figura de ese alto hombre, de eterna fría mueca alegre, como si estuviese impresa de forma permanente en su rostro, al punto de ser inquietante.

—Padrino… por favor… se lo ruego… —Lance volvió a realizar un esfuerzo, al punto en el que sus ojos se tornaron llorosos; no por el oscuro destino que lo anidaba, si no por lo que podría pasar a sus dos nuevos amigos—. Acabamos de recibir un castigo por nuestra falta pasada. Tenga un poco de misericordia por estas acciones y buscaremos la forma de compensarlo. Haremos lo que sea necesario para enmendar nuestros errores.

Como si esa propuesta fuese una estrella metálica lanzada al aire, dio en el blanco en el arlequín. Pero no conectó en el corazón como para conmoverlo, había despertado algo que ninguno de los chicos pudo esperar.

La faz serena del Bloudclaw fue fulminada en un gesto malicioso, como si dijese "¿lo que sea?". El ojo dorado y el azul se iluminaron como un par de orbes rebosantes de excitación, clavados en los chicos, de espaldas erizadas por un gélido escalofrió acumulado y expandido en las espinas.

—¿Sabes algo, Fudo? Creo que me has dado una buena idea. —Rolando chasqueó la lengua seguido de tronar los dedos, apuntando al niño enmascarado con un dedo como si fuese una pistola—. Fue bastante satisfactorio como se defendían entre ustedes y los trancazos propinados en la geta de Réquiem, me divirtieron bastante. Por lo que voy a darles una pequeña oportunidad de liberarse del castigo. No será fácil, pero no digan que no puedo ser compasivo de vez en cuando.

Como la última estrella en el firmamento, un débil destello de esperanza fue encendida en cada uno de los niños. Podían evitar la punitiva, por lo que estaban dispuestos a superar cualquier prueba que pueda implementar el director, conocido como un mentor estricto.

Rolando dio un par de aplausos, e invitó a los niños a seguirlo, quienes no dudaron ni un segundo en acatar la orden. Iban apostar todo en la siguiente jugada, aunque ¿Qué más podían perder además de sus propias vidas? los tres cachorros de lobo no eran ignorantes de esta verdad.

El trío de aspirantes siguió al director por la vereda, pasaron por el corredor en medio de las aulas, y llegaron al patio de entrenamientos: filas, y filas de adolecentes no mayores de quince años eran instruidos. Los rigurosos entrenamientos eran supervisados por los arlequines, desde la parte superior de los muros, al filo de los barandales, mientras daban la espalda a las enredaderas de alambras de púas en el borde opuesto de la muralla que encaraba el exterior.

Cada uno de estos centinelas vestían unos trajes, que fungían como la mezcla entre un bufón y un asesino oscuro de los umbra. Llevaban una capucha marrón oscuro, que se extendía en un poncho que llegaba a la altura de los pectorales, en bordes dorados. El cuerpo era protegido por piezas de armadura ligera, sobre unas prendas color azul. Las cabezas eran adornadas con los típicos tentáculos colgantes de cascabeles dorados de un arlequín; estos no producían sonido alguno.

Sus rostros eran cubiertos por mascaras blancas, en las que llevaban grabadas eternas expresiones de diferentes índoles, similares a payasos de facciones masculinas o femeninas: había caras tristes, otras felices y algunas que reflejaban gran rabia en las que se marcaba una locura extrema.

Estos guardias bufonescos no serían tomados enserio, de no ser por el par de guadañas cortas atadas a los cinturones tácticos. En las manos enguantadas de cada a enmascarado sujetaban bayonetas o escopeteas de alto calibre.

Había un retorcido juego entre los arlequines, nunca se quitaban la máscara y entre ellos había guardianes Bloudclaw infiltrados como soldados normales. Si alguien se metía con uno de estos seres, podría toparse con uno de los miembros de ese errático clan. Eran capaces de propinar lentas muertes que harían palidecer a los abismales, por sus métodos de tortura en las que se agregaba la deformación del rostro por cortes de guadaña.

Grupos enteros de aspirantes eran entrenados en el conocimiento de artes del combate cuerpo a cuerpo, al seguir a un profesor; imitaban sus movimientos, explotándose en sus gargantas potentes gritos belicosos por cada golpe azotado.

Las clases eran organizadas en simulacros dentro y fuera de la Balsa. Los sometían a competir en carreras de obstáculos, escalando paredes, pasando por debajo de alambres de púas y saltando entre los árboles con la facilidad de una persona normal al abrir una puerta. Enseñaban a esconderse en las sombras o moverse en sigilo.

Afilaban los sentidos de los niños, a la par de que torneaban la musculatura, en el proceso de la gran forja de las armas de los reinos mortales; la herencia del dios de los héroes.

Todo ese ajetreo en los patios del monasterio, mostraban que el receso ya había concluido. En la hora libre, los cachorros estaban "perdiendo el tiempo". La intervención de Rolando los retuvo, por lo que no pudieron llegar a tiempo a unirse con sus compañeros.

La ausencia de los tres chicos, fue notada por el instructor en turno y grande fue su sorpresa al percatarse como esos mismos estudiantes caminaban en pos del director, justo por el borde del patio, en dirección a la salida de la fortaleza negra. Tal suceso era inusual, por lo que, impulsado por la curiosidad, el profesor se acercó para averiguar que pasaba.

La plática fue breve, apenas los dos adultos midieron unas palabras en las que Rolando explicó brevemente, que daría una clase especial únicamente a esos niños. El profesorado a pesar de ver los gestos de ruego en la triada, solamente asintió, y los dejó pasar; mostrándose el poder que tenía el director en la academia.

Los chicos se ahogaban en pensamientos calamitosos, en los que imaginaban la naturaleza de la prueba, y los sobrecogía la enervante sensación que provocaba temblores en las piernas.

El trayecto que pareció durar una eternidad para los aspirantes, por fin llegó a su final en la entrada de la fortaleza. Un arco los esperaba, en un alargado túnel de cincuenta metros de distancia. El espacio de las paredes, era el ideal para la movilidad de los caballos, por lo que no se entorpecía el andar.

Al fondo se veía una doble puerta de piedra, proporciones inmensas, adornada por marcas rúnicas.

A diferencia de la fortaleza, el material de esa construcción era completamente liza y plana. En la garganta del gremio, se plasmaban dibujos de una majestuosidad digna de ser nombrada como algo más que arte; un heraldo de historias para aquellos aspirantes a ser cazadores de horrores.

Drake fue el primero en detenerse. Su mente se electrizó, eliminando por un segundo la sensación de dolor en su nariz o el peligro cercano, al contemplar lo que los rodeaba.

Tal como fue la primera vez que llegó a la Balsa, el espíritu, y la atención de Réquiem fueron arrebatadas enfrente de esas pinturas a lo largo de las paredes, las cuales se extendían por todo el recorrido y contaban una historia.

Ese túnel fue mandado hacer por la primera generación de los Bloudclaw, antes de la rebelión de los príncipes. Se llamó a los mejores pintores de todo el país, donde en siete días y siete noches, completaron el mural nombrándolo como el génesis santo.

—Seré breve, jóvenes… —dijo Rolando con las manos atrás de la cintura, en mirada puesta en las pinturas—. Van a hablarme de como inició la guerra santa, a la par de los involucrados en ese conflicto. Entre el ocaso de la edad heroica y el inicio de la edad de los cuatro credos.

» Un corto resumen que tampoco me aburra. Si logran convencerme, dejaré pasar lo del pastel. Después de todo, si conocen los errores del pasado, ¿no veo porque no van aprender de sus acciones en esta ocasión?

Ejecutada esa pregunta, el director enfocó su atención en las pinturas. Embelesado por el esquicito acabado y los detalles puestos en las imágenes que contemplaba. En esas paredes, se representaban guerras ancestrales, en una alargada línea de tiempo.

Extrañados los chicos encararon al mural. Contar una historia era algo fácil, después de todo se trataba de cultura general y tenían las pinturas como guía. Para cualquiera sería una prueba ya ganada, de no ser por la naturaleza conocida del director.

Ninguno de los aspirantes era lo suficientemente ingenuo, como para ser vencidos por una excesiva confianza en una prueba ejecutada por Rolando, y por consecuencia ser condenados al pozo.

—Señor director… ¿nos da diez minutos para ponernos de acuerdo? —como la jefa de un equipo escolar, de cara a una exposición, Alicia se dirigió al director en un aire de sumo respeto al realizar la petición—. Necesitamos prepararnos.

—Tienen cinco minutos… —Rolando alzó la mano para mostrar dos dedos frente a su cara, y entonces sacó de sus ropas un reloj de mano—, No… tiene un cuatro con cincuenta y cinco segundos… cincuenta y cuatro…. Cincuenta y tres.

Apurados por la cuenta regresiva, la pequeña camada de lobos se juntó en un arco para idear la estrategia: quien va a decir que cosa, como van expresarlo para que sea entretenido o que detalles dejar de lado para no sobrecargar la narración.

Pasado el tiempo acordado el primer valiente en entrar fue Drake, quien con una mirada fiera de ceño fruncido encara al apacible director. Un afilado silencio se impregnó en el pesado ambiente.

El contacto visual se rompió en el momento que le chico del parche ladeó la cabeza, asegurándose de alcanzar y apreciar cada detalle del mural. Las prisas lo invadían, con ganas de que todo acabe, sin que sus compañeros o él salgan heridos. Decidido a triunfar, la mirada carmesí se enfocó en la primera pintura.

Un palacio de dos largos edificios, construidos a base de múltiples pequeñas torres pegadas entre sí en ascenso al cielo, tal cual una alta montaña de copas de vidrio lustroso bien acomodadas.

La pintura representaba un opulento palacio imperial de un blanco brillante, forjado bajo las manos del trato conjunto de seres terrenales y celestiales. Cada rasgo en la pintura la regresaba de nuevo a la vida. De haberla visto cuando seguía en pie, durante la nueva alba, resplandecería cual diamante brillante, orgullosa sobre un islote en el centro de un lago azulado alrededor de una gran ciudad, de edificaciones de porte victoriano.

Figuras aladas volaban a su alrededor, vigilantes al resguardar a los fieles creyentes que habitaban esas tierras, representados en pequeñas seres humanoides, replegados en la pintura: Nephilims junto a hechiceros montados en criaturas angelicales, similares a grifos, pegasos y otras criaturas parecidas.

La siguiente imagen era la tragedia encarnada. El siniestro inferno consumía esa representación celestial. Los seres angelicales caían envueltas en llamas a las aguas teñidas de rojo intenso, donde flotaban pequeñas siluetas ennegrecidas en representación de cadáveres humanos y Nephilims; cientos de ellos.

El cielo que alguna vez fue azulado, toda su luz del alba se veía devorada por las negras alas de un gigantesco dragón oscuro. Las fauces de la bestia exhalaban fuego sombrío, en heraldo de la calcinante muerte, proclamándose como el rey de todo y ningún dios, ángel o demonio podría pararlo en su conquista.

En la arboleda, las pequeñas figuras humanizadas huían aterrorizadas de horadas de enormes bestias antropomórfica, grandes y salvajes. Las espadas o fusiles eran inútiles, no había estrategia ni organización de las figuras pequeñas; era una masacre. Fue la tragedia para los templarios, como para los inhumanos fue una victoria. Ese día cientos perdieron toda fe, se quemó y murió como los miles bajo la protección de los seres alados.

—Hace más de ciento cincuenta años, sucedió en Valemorth un repentino ataque combinado de inhumanos de las islas caminantes, campos de concentración y los bosques de Verderol, —procedió a hablar Drake—, eran dirigidos por un señor de la guerra llamado Kaiser Vulcanus, el llamado dragón negro. Llamaron ese día el arribo de las alas negras, cuando quemaron la colmena de cristal, un lugar sagrado por ser donde Juana juntaba a sus creyentes y fue bendecido por el viajero en su época.

—Uno de los últimos clanes dragón, los Dragnnis… declararon la guerra a los Templarios para amasar un ejército con los inhumanos oprimidos —explicó Lance—, y de esa forma tener territorio para enfrentar al imperio, que aún estaba formándose. Como una venganza por haberlos expulsado de sus propias tierras y reducir sus números.

—Kaiser no tuvo piedad al invadir Valemorth. Al tomar sus ciudades e iglesias, quemó caballeros y civiles desarmados por igual… no importándole que fuesen niños —dijo Drake taciturno—, los Templarios se confiaron al no creer que podría reclutar a los inhumanos, ya sea a los que tenía esclavizados por el miedo o los del bosque Verderol, dado al pacto verde que hizo Juana con los moradores de dicha tierra.

» Aun así, pudo arrastrar a un tercio a su causa, estuvo a punto de ganar de no ser por la intervención de los guardianes de la época junto a los Albionix, acompañados por una alianza temporal entre los Templarios y el imperio. Hicieron retroceder a los Dragnnis hasta Lazarus, donde tenían su sede en el Tridente, y donde finalmente fueron derrotados.

—Valemorth jamás se recuperó del incendio de la colmena cristal, el recinto de los grandes creyentes; "murieron ricos" fue lo que decían los no humanos acerca de esa tragedia. Te hace pensar que cada acción, no importando lo pequeña que pueda parecer… tiene sus consecuencias. —Alice continuó a la siguiente imagen, de las figuras pequeñas alejándose dándole la espalda a las figuras aladas, marchándose montadas a caballos y camiones, en dirección a las inexploradas tierras del norte, fuera de territorio Templario—. Era la joya de la corona del culto a Juana, hoy en día no son más que escombros calcinados… hubo un aguacero cinco días después. Los que se quedaron, lo atribuyeron a la piedad de dios o las lágrimas de Juana por su gente.

—El imperio seguía en su afán de expansión, en ese momento estaba en una campaña en los desiertos dorados y eliminando a los gigantes —continuó Lance—, el emperador Nerazus no le dio importancia a un montón de emigrantes sin religión, adentrarse a terrenos inexplorados cercanos a sus fronteras, que aún no podía controlar.

» Supongo que pensaba que podría ocuparse de eso después, al no presentarse como una amenaza. Un acto que hasta la fecha debe joderle las pelotas.

Drake pasó la mano sobre la pared, y movió el dedo por el camino recorrido de las pequeñas figuras en las ingobernables tierras heladas cercanas al joven imperio. En sus entrañas profundas del desierto blanco, las montañas podían moverse.

—La gente huyó al norte, fuera de los dominios del imperio o los Templarios. Llegaron hasta Hammerhaim, la tierra de los gigantes.

Drake podía sentir se introducía en la historia, como si fuese participe en cada uno de esos acontecimientos. Desde sentir el abrazador calor del día del arribo de las alas negras, al punto en el que la garganta se secaba, y justo acababa en un frio fantasmal impregnado en la piel al imaginar que caminaba en los blancos desiertos helados, dominados por una casi eterna oscuridad en el firmamento.

—No juzgues demasiado al pobre sujeto tenía sus propios asuntos, además de la expansión y unificación del imperio Nagollen —dijo Rolando refiriéndose al comentario de Lance, y entonces se fijó en Drake. Por primera vez el rostro alegre se volvió una leve mueca de molestia y con autoridad ordenó—: Quita tu sucia mano de ahí, Réquiem… se ve y no se toca.

—Vale, vale… no me regañes. —Drake apartó la mano y no dudo en retroceder a un espacio adecuado de la pared—. Entre las jodas del emperador fue fallar varias veces en llenarle la tripa a sus dos esposas, y sublevar las revueltas de gigantes, la cual se venían encima cada cinco minutos.

—Dale crédito, al final lo logró con las dos… —dijo Lance de un mejor ánimo, podía verse ya calmado después de todo el mal rato pasado.

Prosiguieron en la siguiente parte del mural, en el que se realizó un salto en el tiempo. Después de la caída del clan Dragnnis y Albionix, reinaron tiempos de paz; un periodo de curación de las heridas propinadas por las violentas guerras. No duró mucho. En la pintura se manifestaba un mapa del continente de Terra, rasgado por un profundo zarpazo de algún tipo de garra.

Al pie de la pintura, se presentaba la imagen del perpetrador o perpetradores de una época de caos y confusión. Era la figura de un alto hombre de complexión delgada, en la que se marcaba musculatura, vestía un elegante traje de etiqueta color negro de época victoriana, en y un sombrero de copa, que expedía una sombra cernida en el rostro hasta consumirlo en una imagen totalmente oscura.

El hombre del traje alzaba sus brazos a la altura de sus hombros, como si recibiese la gracia de los cielos, cuando en realidad era el ser de mayor altura en el firmamento, una divinidad gigantesca para las vastas masas aglomeradas a sus pies. Filas de incontables figuras pequeñas, cual hormigas, alzaban sus puños en ovaciones de fanatismo religioso.

—Lo veo y no me lo creo… una guerra de más de cien años, fue iniciada por los actos de un hombre… —dijo incrédulo el chico del parche, al observar la pintura del ser oscuro. Rápidamente su rostro se volvió de aversión—. Dudo que ese infeliz aspirara a provocar todo ese desastre.

—Nadie sabe quién era ese hombre… —agregó Lance—, al principio se trataba de un vulgar asesino serial. Se presentaba colado entre un mar de bardos, bufones y juglares contratados para alguna fiesta aristocrática y de ahí nadie salía vivo.

» Fingía ser un actor, un músico, inclusive un comediante. Saqueaba los castillos, dándole las riquezas a los pobres y liberaba a esclavos inhumanos, amasando las filas de sus seguidores que provocaban revueltas en las ciudades.

—Ha calado la duda de si era un solo hombre o varios. —Alice puso en tela de duda las teorías sobre dicha entidad—. No por nada esa imagen no tiene rostro. Algunos lo describían como un joven delgado extremadamente apuesto o hasta una anciana gorda, otros como una mujer muy hermosa y la lista sigue. No había una forma definida exacta, tampoco raza.

—Por esa cuestión, llegaron a creer que no era una sola persona… —dijo Lance—¸ si no todo un grupo que usaba ese personaje como estandarte, el cual nunca se le dio un nombre establecido, por lo que se ganó diferentes apodos: el sombrerero, el oscuro, el hombre del traje, entre otros.

—Iba con diferentes aspectos, inclusive han dicho que era una especie de demonio. Esa imagen es representativa —complementó Alice—, Lo único que se repitió en mayor frecuencia, era que vestía un traje de etiqueta.

—Lo que despertó las sospechas del pontífice fueron las víctimas. Eran las casas nobles que querían mantener los acuerdos de paz con el imperio, como importantes líderes militares del ejército templario. —A pesar de su corta edad y desconocimiento de las intrigas políticas en profundidad, Drake podía comprender de una manera básica lo que implicaba ese trasfondo.

—En ese entonces, seguía el pacto negro, la alianza que hizo el imperio y los Templarios para derrotar al clan Dragnnis. —Lance recapituló como las alianzas de ese entonces, una vez que se acababa una amenaza en común, desaparecían como un humano normal ante la vejez.

—Fueron alianzas inestables e incómodas. El primer pacto fue el del viajero durante el inicio de la edad de los héroes y le siguió el pacto negro en la guerra civil de dragones. Cuando llegó la paz, pretendían mantenerla con tratos comerciales. —Incapaz de resistirse, Rolando se unió a la exposición, al dar sus propias conjeturas mostrándose como un amante de las historias—. La exportación de las piedras preciosas del imperio, y la venta de animales de consumo por parte de los Templarios. Con sombrero o no, esa paz no iba a durar mucho.

—¿Te refieres a la conquista de las islas y la esclavitud? —preguntó Drake—, durante la alianza, al imperio no le daba gracia ver inhumanos esclavizados por los Templarios. Hasta la fecha los cuatro credos la llaman "tierra santa", un apodo bastante cínico.

—Las islas caminantes son una media luna abarcando gran parte del continente. —Lance apuntó dicho lugar, en el mapa desgarrado de la pared—. El imperio y los templarios tenían por donde entrar a saquear e invadir. La tierra era y sigue siendo muy rica en recursos, por lo que no iban a compartirla si llegaban a toparse.

—Los caminantes han sabido repelerlos —continuó Alice, en acumulado sabor del final en sus labios, ya casi lo lograban—. A costa de perder parte del territorio, ya sean las islas luna como las del sol.

—No pudieron hacerlo… —susurró taciturno el chico del parche, en el que se deslumbraba una muestra de piedad tras venir a su mente la imagen de Rhaizak, al ser las islas sol su tierra natal—. Los caminantes son tan longevos como elfos, pueden convertirse en bestias, tiene poderes físicos y mágicos incomparables. Sus tierras son difíciles de incursionar, por las vastas junglas y los terribles monstruos.

Cada detalle que creía importante, todo dato que faltaba hacerlo aterrizar era pronunciado por Drake, siempre que tuviese ese conocimiento, inclusive sonó algo acelerado por las ansias de terminar y el temor de que por un fragmento que se escapase, sería tomado como pretexto para que a los tres los castigaran.

En la mente del chico llegó con la fuerza de una saeta conectar en su cabeza, las imágenes de una memoria pasada. En sus días en la finca la doncella, un viejo amigo de la familia iba de vez en cuando a visitar a Clayton, se trataba de Rhaizak Tliank, un guardián reconocido y llamado como el dios del a guerra.

En sus mejores días, ambos hombres atravesaron incontables aventuras, condecorándolos como leyendas vivientes entre los credos. Hasta los días contemporáneos, Drake era identificado rápidamente como el hijo de Clayton, al ser pronunciado el apellido Réquiem; la sombra de un gran hombre, quien en sus últimos días no era otra cosa que un cascaron vacío a la espera de la muerte.

Las visitas de Rhaizak no tenían un tiempo determinado, podía tardar años en hacer una visita o entre pocos meses, a veces arribaba a la finca durante el invierno para pasar con los Réquiems la festividad de la llegada del viajero o en año nuevo. Por lo general traía regalos de diferentes partes del mundo destinados a las manos del pequeño Drake, acompañados de historias de sus aventuras.

Los ojos carmesíes del niño se avivaban como las flamas de la chimenea, inspirándolo a seguir la senda del guardián, y construir su propia historia, a pesar de que el padre no era amante de esas ilusiones. Desde ese entonces, Drake formó un vínculo con Rhaizak, al tenerlo como una especie de tío.

En una de las visitas, ya en altas horas de una noche sin sueño, el pequeño no podía dormir por lo que bajó hurtadillas escaleras para encontrar a los dos veteranos en la mesa, en la que se amontonaba botellas de cerveza, a un nivel exagerado.

Clayton estaba medio dormido, con la mejilla pegada en la envergadura de madera, a diferencia de Rhaizak, quien se bebía otro tarro, a pesar de estar notablemente ebrio, seguía en pleno aguante. Los dos veteranos hablaban de los viejos tiempos, como de política en la que acabaron en la discusión sobre las incursiones a las tierras santas; habitada por los proclamados despectivamente como "salvajes" un tema que a Rhaizak no pude dejar por alto, sin dar su fiera opinión, formada por la experiencia.

—Subestimarnos al llamarnos salvajes fue su error… creyeron que su conquista disfrazada de liberación de lo primitivo les sería fácil, al burlarse de nuestras creencias —expresaba impostado—, era un honor morir en combate y mucho más ser sacrificado; en nuestra sangre corre la fuerza de los verdaderos dioses y la tierra es nuestra aliada. A eso lo llamaban ser salvaje.

» Cuando ellos quemaban hombres, y mujeres que no seguían sus dogmas en la magia, lo decían un acto de Dios. Inclusive quemaron gente que no sabía de hechicería, en acusaciones que se arraigaban a pensamientos distintos que no eran del agrado de la iglesia.

— Y entonces… ¿por qué todavía trabajas para los Templarios? —preguntó Clayton modorro—, … como dices, no parece que lo hayas superado… es como si quisieras venganza.

—No te equivoques, pistolero… te lo dije hace tiempo y parece que necesitas que te lo recuerde. —Rhaizak dio otro profundo trago a su tarro, hasta dejarlo seco y ponerlo sobre la mesa. El rostro maduro de ese hombre se tornó serio; en sus ojos azules se desalambraba la experiencia de alguien que ha visto todo en esta vida—. Lo que hicieron los Templarios, el libre pensamiento y el imperio jamás será olvidado, nunca podré perdonarlos por lo que han hecho. Pero el tiempo me ha enfocado en cosas más importantes, en donde se me necesita. La venganza es combustible para la guerra, y eso es lo que menos necesita este mundo.

El rostro del pistolero permanecía pétreo, como si las palabras de su amigo no hubiesen llegado a alcanzarlo, cuando fue todo lo contrario. La frustración de Clayton se manifestó la mesa rasgada por sus uñas.

—Lo sé, mi hermano… —Clayton alzó la cabeza, en una mirada apagada—, la venganza nunca te llevará a nada bueno.

—¿Perdido en pensamientos? —preguntó sonriente Rolando al acercarse a Drake, casi invadiéndose el espacio personal.

—¿Qué? —Fue lo único que alcanzó decir el chico, tras despertar de sus recuerdos, cuando fue realmente feliz y no lo sabía.

—¡Concéntrate por el amor a todos los dioses! —reclamó Alice enojada entre dientes, al jalar por el brazo a Drake para que la viera a la cara—. Si no te tomas las cosas enserio, harás que nos maten a todos aquí o en el futuro por tus torpezas.

—¡Lo siento, lo siento! Creo que recordé algo… no volverá a pasar… —Drake se encogió de hombros avergonzado, y llegó a sentirse pequeño frente a Alicia. Entre sus memorias, podía ver que Rahizak a veces era distraído, algo que trataba de no imitar de ese gigante.

—Si tienes tanto tiempo para divagar en estupideces… ¿Por qué no nos cuentas lo que hizo el detonante para la guerra santa? —desafió Rolando encogiéndose a la altura de los chicos, con las manos atrás de la cadera y con el rostro muy cerca del de Drake.

—Claro… —espetó Drake enervante, en la que asomaba el enojado, provocado por el desagrado que sentía por el director. Tuvo que hacer una pausa para calmarse, y por consecuente no subir el tono de voz, como tampoco arrastrar las palabras—. Los Templarios sospechaban del imperio, creyeron que ese sombrerero era una especie de agente encubierto… esa chispa inició un ataque al imperio, dándole paso a una guerra.

—¿Por qué razón creyeron que era un agente? —cuestionó Rolando de forma retórica, probando cada factor de conocimiento en el chico, a la espera de que perdiera un segundo—. Había otra cosa aparte de matar nobles, ¿Qué decía en sus sermones?

Drake guardó silencio, era difícil recordar con exactitud esa parte de la historia, por lo que, hundido en sus pensamientos, buscaba unir las piezas. Su piel derramaba sudor al punto de que su garganta se secó, una sensación nefasta sumada al latente dolor de cabeza extremo, como si un torniquete se apretara entre sus sienes. El tiempo no perdonaba, los segundos carentes de respuesta profetizaban el peligro.

—¡Señor director, puedo responder en lugar de Drake! —Con el viajero en la boca, la lideresa se dispuso a intervenir en plan de salvar a sus compañeros.

Drake suspiró aliviado, pero antes de que pudiese retroceder y dejar que la palabra se la llevara Wilson, lo nefasto sucedió:

—¿Te llamas Réquiem? ¿no? cállate entonces… —Rolando era inclemente, y volvió a enfocar si mirada en el joven—. Dime… ¿Cómo ese sobrero profanaba el credo de un dios ausente?

"Dios ausente" esas dos palabras encendieron un clic en la mente de Drake, arrastrándolo a ser hundido a un abismo de recuerdo. En la destrucción de la ciudad de Arnold, las casas se incendiaban, la gente era mascarada por las hordas de monstruos que no tenían ninguna piedad por nadie.

Algunos se escondían a rezar atrincherados en la iglesia, en la que fue asalta por Amón y sus tropas, para traer el destino final a toda la gente que viviese en ese lugar. Ningún rezo o credo era respondido, todo Arnold fue abandonado de la mano de cualquier Dios, sumido en una esfera infernal.

Con un ojo lastimado, cubierto de sangre y cenizas, el joven Drake estaba al lado de su padre arrodillado mal herido todavía con las pistolas humantes en sus manos, justo ante la presencia de Scarlett al frente de todas sus hordas, en medio de la hecatombe.

Vanagloriada por la aplastante victoria, la bruja no tuvo reparos en burlarse del viejo Rèquiem:

—¿A caso es una oración lo que escucho, pistolero? Lamentablemente no hay ningún Dios que este aquí, solo nosotros y hoy puedes considerarnos tus nuevos ídolos. Todo porque mordiste la mano que te dio de comer. Dime… ¿Qué se siente que tu propio hijo te repudie?

En ese entonces, Drake no podía creer que todo eso era real, sus lágrimas caídas en cascadas de inclemente dolor al desear que todo eso se tratara de una pesadilla, una que no fue su culpa y que estaría bien junto a su padre en el trabajo la siguiente mañana.

Réquiem se negaba a creer en este infierno, odiaba la idea de que su padre fuese lastimado todo por protegerlo, a pesar de que cuando este caos fue por su propia ambición, desear algo que no podía tener.

Todo fue orquestado por esa mujer de ojos amarillos, en la que se deslumbraba un rostro arrogante, indiferente al dolor de todos en esa ciudad. Tal genocidio fue un acto totalmente ajeno a la cara de amor y ternura que mostró Scarlett en el pasado, en la pronunciación de unas palabras que fueron un detonante en Drake: "Conviértete en el campeón de la justicia que tanto aspiras ser, creo en ti".

Devuelta al génesis santo, el ojo carmesí se abrió de golpe y encaró al directo para contestar la pregunta. La frase de Scarlett se entrelazaba al credo del sombrerero, lo que hizo recordar a Drake un poco de sus clases de historia en la academia.

—El sombrerero acusaba que el omnipotente además de ausente, no existía… —dijo Drake reconstruyó en su mente, los fragmentos de la historia del continente. Conocía la respuesta, pero las palabras salían envueltas en duda por un sentimiento de inseguridad—. Que los celestiales no debían rendir culto a nadie, que eran los verdaderos dioses. Por lo que… los mortales debían unirse a la expansión del imperio, fundado por los celestiales que se desligaron de los Templarios en la antigüedad.

—Los ganadores no son los que dudan, Réquiem…—dijo el director en señal de reprimenda—, estuviste cerca de dar la respuesta correcta.

—¡¿Qué?! —Drake no pudo callar su sentir, al ser abordado por un fuerte golpe a su autoestima. Hasta los otros dos aspirantes fueron abatidos en espíritu, y se sentían peligrando—. Estoy seguro que fue de esa manera, en el inicio de la edad de los credos hubo mucha duda en cuál era la verdadera fe y bastante tensión política, se necesitaba una chispa para avivar la flama de la guerra.

—En efecto, fue una respuesta casi correcta. En tu explicación faltó un pequeño detalle. —corrigió Rolando—. El sombrerero hostigó a la alianza Templaria, al ser mencionada que en el imperio no hay esclavitud o racismo para sus ciudadanos, sea cual sea la raza. Eso puso a los inhumanos como locos.

» Este tipo decía que unirse al imperio era la mejor elección para alcanzar la supervivencia, que el credo Templario, de una doctrina que esclavizaba otras razas no creyentes y sus inquisiciones desalmadas, habían traído una edad oscura que debía acabarse para tener un verdadero progreso.

—Mierda…

Abatido Drake bajó la cabeza al ser abrumado, por un pesado temor de la punitiva que podrían correr. Inclusive empujado por el nerviosismo, miraba de reojo a Alice, por si trataba de pegarle otra paliza para zafarlos del predicamento.

—Lo reconozco… estuviste cerca. Lo tomaré como medio punto, continuemos con lo siguiente.

Como si mil almas en pena fueran apaciguadas, los tres chicos se levantaron en ánimos en rostros iluminados ante la piedad de Rolando.

—Muchas gracias, señor director… —dijo Alice.

—Aún no hemos acabado, Wilson… —Rolando esta vez se enfocó en la líder del grupo, parándose delante de ella—. ¿Qué sucedió después de la aparición del hombre trajeado? Te toca a ti ser evaluada, esta es tu parte de la historia.

Una leve risa descarada sonó entre dientes del arlequín, cuya cercanía incomodaba a la chica, quien retrocedió dos pasos, sin apartar la mirada de los ojos de diferente color que la observan fijamente. La joven sabía perfectamente a que se refería cuando expresó esas palabras.

—Bien… el sombrerero desapareció en medio de todo el caos… —Alice tomó aire y una vez calmada procedió—: durante esa distracción, del norte les vino el ataque sorpresivo de una alianza de inhumanos y humanos armados con tecnología del antiguo mundo, ahora conocidos como el libre pensamiento.

—No se lo esperaban. Había rumores de alianzas formándose en Hammerhaim, pero no que harían tal cosa como declarar la guerra. El sombrerero les ganó tiempo —complementó Lance—, por algún medio desconocido, construyeron ciudades amuralladas en las que tuvieron avances agigantados para esa época. Tenían tanto a gigantes y enanos de su lado, a la hora de construir.

—El resto de los credos los superaban en número —dijo Drake—, mientras que esa fuerza de invasión poseía una superioridad grosera en tecnología.

—Santus perdió la mitad de su territorio. Parte del desierto dorado fue tomado; islas lunas colonizadas por el imperio, fueron arrebatas —explicaba en resumen Alicia. Sabía perfectamente de esta parte de la historia, después de todo fue su credo. Podía sentir como estaban por terminar y acreditar la exposición—: iban avanzado a un ritmo acelerado en esos años… pudieron ganar la guerra de no ser por…

—La crisis ambiental por el uso de las bombas Ragnarok. —Interrumpió Drake en vista de un final cercano, por lo que no pudo contenerse y quiso rematar esa parte sin mucho pensar—. Usaron una bomba en Sagrada caridad, como amenaza al imperio para que entregaran la corona.

Las bombas Ragnarok fueron de las armas más terribles del libre pensamiento. Se decía que fueron un experimento, con el cual pretendían tener un poder superior al de los celestiales y titanes elementales. Armas asesinas de dioses. La fuerza de la explosión de una bomba, podía destruir una ciudad grande como Glory en un parpadeo.

—¿Otra vez de impertinente? Te he dicho que es una falta de respeto interrumpir cuando se está hablando, pide la palabra la próxima vez —regañó Alicia de forma severa, no estaba para nada de buen humor su paciencia estaba en cuerda floja—. Era mi turno de explicar.

—Puedes golpearlo otra vez si lo requieres… —propuso Rolando expectante.

—¡Esperen! Lo lamento, creo que me dejé llevar… —Drake alzó las manos, atacado por los nervios.

—No… estoy bien… ¿puedo continuar?

—Adelante. ¿Cuál es el rango de una bomba Ragnarok?

—Pueden destruir todo ser vivo en un radio de quince kilómetros, y contaminaban un área a cien kilómetros a la redonda. Se dejaron de usar por todo el daño cometido. Se dejaron de fabricar hace muchos años al ser inestables —explicó—, si usaban esas bombas en la guerra santa, no podrían reclamar las tierras, por lo que no tendría ningún sentido las muertes y por sobre todo no servirían como amenazas.

El libre pensamiento al probar una de sus armas, en un campo helado del norte, lo transformaron en un infierno desértico y la energía liberada, tenía el desperfecto de envenenarla. Causando un daño irreversible al medio ambiente, volviéndolo inhabitable.

—El daño interno en ese país militarizado y la falta de las bombas, Le permitió al resto de los credos pelear en igualdad de condiciones. —Lance otorgó na última pieza para completar la explicación de Alicia, o eso creía.

—Esas armas se perdieron en la crisis del libre pensamiento o fueron desmanteladas —dijo Drake.

—En parte es cierto eso, Wilson… —Rolando se masajeaba la barbilla, en ojos cerrados en venida idea a su mente—. Les faltó algo… hubo una organización neutral que ayudó a prohibir el uso de las bombas, está asociada a nosotros y ha tratado de frenar la guerra santa durante mucho tiempo. ¿Cuál es y donde se ubica su sede principal? esta pregunta es solo para ti, Wilson.

—¡Ah, sí claro! Son el archivo, la asociación de magia que ha creado leyes e instituciones de magia; como la santa Idonia en Santus. —Las piernas de Alice temblaban, el asunto de la magia no era su fuerte—. Donde está su sede… me habían dicho… creo que era… ¿Milafore?

—Se pronuncia Milefiore, es una isla luna al norte del continente, cerca de Santus. —Rolando corrigió Alice, y concluye—, ellos han logrado frenar el conflicto en cortos intervalos de tiempo, hasta que alguno vuelve a incursionar en una cruzada por no aguantar la guerra fría.

» La guerra santa se le han impuesto reglas, si uno de los hostigadores se atreve a usar una de esas bombas, el juicio final llegará a ese credo. Bien, jóvenes… hemos concluido el examen y han acreditado satisfactoriamente.

—Muchas gracias… —Alicia hizo una reverencia

—¡Por fin se acabó! —exclamó Drake.

—¡Joder, si! —vociferó Lance y junto con su amigo del parche chocaron los puños, en señal de victoria.

—Eso diría si no se hubiesen equivocado en decir Milefioreo o completar lo del sombrero. —La revelación de Rolando cortó de cuajo la celebración de los aspirantes, paralizándolos con los ojos abiertos de par en par—. Por eso… ustedes tres van a limpiar la cocina después de la cena, por una semana.

Ninguno se atrevía a protestar, lo que se imponía como un castigo no era nada comparado con ser azotados públicamente o ser encerrados en el pozo.

—Cumpliremos nuestra labor con orgullo, señor… —dijo Alice poniéndose delante de sus dos amigos. Cuando creían que podían retirarse y solo esperaban la señal, Rolando da una orden muy extraña.

—Réquiem… quiero que hablemos en privado por unos cinco minutos —dijo el director—, Wilson y Fudo, vayan a esperarlo en las bancas del patio. Es una orden.

—Pero… —Drake quería protestar, pero un leve golpecito en el brazo por parte de Alice lo hizo frenar.

—Haz lo que te dice… —expresó autoritaria en faz severa.

—Co-comprendo… —Drake no sabía que daba más miedo: quedarse a hablar a solas con el arlequín o molestar a Alicia.

—No te quitaré mucho tiempo, Réquiem… te juro que no muerdo… mucho. —Rolando aguantaba una carcajada al hablar—. Si cualquiera de ustedes dos pega la oreja en la puerta… lo sabré.

La orden no se hizo esperar, los dos chicos dejaron el embudo y nada màs quedaban el director acompañado por el joven Réquiem, quien era atormentado por la incomodidad de estar a solas con ese hombre.

Drake nunca antes ha hablado de forma personal con Rolando, lo más cercano fue en sus primeros días en la Balsa. En ese tiempo, Réquiem preguntaba por el paradero de Rhaizak a todos los profesores y ninguno sabia la respuesta, hasta que el mismo director se acercó para dar una respuesta contundente: "Rhaizak fue a una expedición al sur, no se le ha visto y ni se ha sabido de él en un año".

—¿Qué se le ofrece? —preguntó Drake intentado ser educado, con el fin de terminar rápido e irse.

—Antes que nada… quisiera darte mis condolencias por el fallecimiento de tu padre, fue algo trágico… —Rolando hablaba empático, en un tono serio completamente ajeno a lo visto antes, hasta se podía sentir cierta melancolía en sus palabras—. Llegué a conocerlo, fue un gran guerrero y un mejor hombre… a pesar de nuestras diferencias; era alguien en el que podía confiar.

Drake se tornó cabizbajo, atosigado por un pesar que se cernía hasta en lo más profundo de su alma.

—No fue el mejor padre… ni yo el mejor hijo. —Guardaron silencio un minuto por respeto, hasta que el director tomó la iniciativa—. Pero nunca me dejo solo… dio su vida para que pudiese escapar.

—Si me permites el atrevimiento… —Rolando por un segundo se veía en duda—. ¿Sabes quienes fueron o cuantos eran? Me vendría bien algunos nombres.

—Yo… —desvió la mirada, en una faz que destilaba melancolía. Sorbió los mocos, y se limpió amenazantes lágrimas. Al pensar la pregunta de Rolando, veneno se acumuló en la boca de Drake, y el corazón se aceleró junto a un dolor en su cabeza—. Eran demasiados… quizás cientos… conocí los nombres de dos que parecían ser los lideres… se hacían llamar Amón y Scarlett.

Odio puro irradiaba la voz del chico en la pronunciación de esos dos nombres.

—Ya veo… —dijo pensativo—, nunca antes los había escuchado, deben ser unos alias.

—Esos cobardes necesitaron un maldito ejército para enfrentar a mi padre… —Drake furibundo cerro los puños firmemente—. Aun lisiado… valía lo de cien hombres.

—Me alegra que reconozcas eso… porque vas a tener un hueco muy grande que llenar. —lo dicho por Rolando hizo alzar la mirada sorpresiva de Drake—. Lo único que te heredó fue su guerra, nuestra guerra contra todo lo oscuro y lo aceptaste al unirte como un guardián. Sería bueno para el negocio que intentes seguir sus pasos… pero quiero saber primero ¿por qué escogiste este camino?

El deseo de venganza era notable en Drake, quería gritar el objetivo de y tras ellos, hacer pagar a cada uno de esos monstruos por lo que hicieron en Arnold. Toda esa furia se veía apresada por unas cadenas en las que plasmaba la promesa del padre, en la que juró seguir por una mejor senda y no dejarse llevar por la sed de retribución.

—Porque era lo único que podía hacer para sobrevivir, después de que lo perdí todo. —Fue lo que pronunció el chico—. Quiero honrar a mi viejo de alguna forma, creo que esta era la única que se me pudo ocurrir.

—De ser esa tu convicción, lo diré sin rodeos, Réquiem… presentas muchas deficiencias en los entrenamientos… apenas te mantienes y tu actitud es una mierda. Eres contestón, imprudente, latoso y engreído. —Toda esa empatía y tacto se fulminó en esa reprimenda—. De seguir con esas actitudes de niño, estarás destinado al fracaso.

—¡Lo dices como si realmente me conocieras! —contestó enfurecido—, ¡No necesito de tus sermones! Tengo suficiente con que Alice me esté regañando a cada rato.

—Reitero mi punto, con esa actitud no vas a lograr nada, ni cabrás en ningún lado —dijo Rolando—. Si quieres sobrevivir para honrar a Clayton deberás empezar a madurar. Sea lo que quieras hacer al convertirte en un guardián, te verás en situaciones en las que debes ser firme y tomar las riendas de tu vida.

» Ya lo comprobaste en carne propia, este mundo es cruel y no puedes andarte con niñerías. Debes dejar enterrado al niño, Réquiem. Lo que alguna vez te rompió úsalo como tu fuerza, vuélvelo una armadura impenetrable y convertirte en la clase de hombre que se necesita para este trabajo, se la mejor versión de ti mismo… de esa manera honraras a Clayton.

—¿Cómo sabes todo eso? —demandó el chico.

—Se lo que se siente perder a gente querida, y tener que honrar sus ideales… convertirnos en la prueba de que alguna vez vivieron

—Creo… creo que lo comprendo… —Apenas pudo decir algo, al ser abrumado por todo el discurso de Rolando, la mente de Drake estaba hecha un caos en la que se batían sentimientos encontrados.

—¡Ja! Por supuesto que no lo comprendes, por lo menos todavía. —Rolando retrocedió y cuando estaba a punto de irse sentenció—: un consejo… si sientes que eres deficiente en algunos aspectos, rodéate de gente que lo compense y con suerte se te pegaran algunas de sus habilidades. Fudo y Wilson son buenos chicos, puedes aprender mucho de ellos… te lo dejo de tarea.

Dicho eso, el director dio media vuelta en dirección a la salida de la fortaleza y alzó la mano en señal de despedida, sin mirar atrás. El chico se quedó en silencio, confundido y abrumado por esa conversación, todavía tenía mucho que aprender; lo que, si sabía, era con quienes debía estar.

Drake regresó al interior de la fortaleza negra, justamente en el patio no tardó en toparse con sus dos compañeros sentados en la banca.

—¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó Alice.

—Nada importante… —contestó tajante—, todo está bien.

—¡No me vengas con eso, Drake! —acusó y presionó el puño contra su pecho—, se cuándo estas mintiendo, te conozco como si te hubiera parido… será mejor que me digas o vas a tenerme encima de ti todo el día.

—¡Bien! Me dio un sermón de que debía madurar y… ¡Que en la próxima carrera les voy a ganar! —Drake se adelantó en acelerada carrera entre risas.

—¡Oye vuelve aquí! —exclamó Alice—, ¡vamos, Lance! ¡No dejemos que se rufián se salga con la suya!

—¡Serán ustedes los que me vean la espalda, par de idiotas!

Lance siguió el juego, y los tres chicos iniciaron una carrera en dirección a su próxima clase era sobre los cristales. Si algo se guardó el enmascarado, era que igualmente no iba a someterse al ritual. Desde que estuvo en la secta, fue sometido a experimentos genéticos que lo mutaron, dotándolo de cualidades sobre humanas que se desarrollarían durante su crecimiento, hasta el apogeo de sus cualidades físicas.

Los centinelas de la muralla se percatan de que el director pretendía salir de la fortaleza. Rolando no perdió tiempo, por lo que recitó la contraseña en antiguo elfo: "Forjados en acero y sangre."

Las pesadas puertas de piedra se abrieron de par en par automáticamente, desprendiendo un sonido pesado y aparatoso, dándoles el acceso. Los centinelas bajan las armas, retirándose a continuar haciendo la vigilancia.

Antes de poner pie fuera de la fortaleza, Rolando dio una rápida mirada a la primera pintura del corredor, la representación de la edad de los dioses. En las imágenes se veían seres alados luchando entre sí, y en uno de los lados se levantaba una entidad de cuatro alas con un aura dorada que lo coronaba, mostrándolo como el que está por encima en la escala divina.

A ese ser angelical, lo seguían cuatro dragones que azolaban al otro bando. Se trataba de Chroneidos, el primero de los caídos.

El director retomó el paso, adentrándose fuera de la fortaleza en un sendero de pinos rodeado de trincheras y barricadas viejas se hallaban en los alrededores, recordatorios de viejas batallas libradas durante la rebelión de los príncipes.

Durante el trayecto, en la mente del director repasaba la exposición como la conversación que tuvo con Drake. En el desarrollo de la conversación, algunas palabras fueron rescatadas por la memoria de Rolando, y detuvo el avance para analizarlas un momento.

—Destino… ejercito de un solo hombre… —Tales conceptos se reunían en una palabra de la antigua lengua, que fue recordado por Rolando y no pudo evitar decirla en voz alta—: Einharts… suena a un buen nombre.