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Capítulo 29: Aquellos con poder.

La maldad de todo ser, en especial la de hombres poderosos surge en las flamas de la guerra. Zagreo ha escuchado ese dicho o variaciones del mismo en muchas ocasiones a lo largo de su vida. Todos esos años han otorgado al brujo vasta experiencia, cristalizada en una conclusión que contrarresta esa frase: en las flamas del conflicto y en la conquista del poder, saca la verdadera naturaleza de cualquier ser, ya sea humano o inhumano.

Ese pensamiento ha calado en Zagreo, lo ha albergado hasta los huesos desde hace mucho tiempo en especial tras la última misión que ha realizado y esta noche va a rendir cuentas al respecto al respecto.

El brujo camina a través de unos amplios corredores, de un adoquín segmentado en cuadros de un color azul cristalino como si estuviese hecho de vidrio. Incontables filas de pilares nacarinos sostienen el techo de la cámara iluminada por focos dorados pegados a las paredes, de las cuales emiten el estruendoso sonido de pesadas maquinarias al rodar engranajes colosales y leves temblores azotan el suelo.

El rugir de los entes mecánicos trae un fantasma de familiaridad en el estoico brujo, al compararlo con los alaridos de muerte, combinados con las explosiones de la metralla y la caída de truenos en la tierra, unidos en una orquesta bélica que aun ensordece sus oídos por lo ocurrido en el último intento de llegar al líder Rhodantiano, Flora Lunaris. La batalla en contra la compañía del príncipe, convirtió la hecatombe del pueblo de Trevor como apenas el inicio de algo mucho peor.

El choque de no muertos y mercenarios fue una carnicería total, reducida a enormes montañas de carne despedazadas en la tierra. En el cielo, ocurrió el choque de poderes del caballero de la tormenta y aquel que no puede morir.

Flashes de luces de los rayos, cegaban a todos los combatientes enloquecidos envueltos y entregados en el caos total. La llegada de la infantería fuego oscuro en apoyo para el brujo, puso la balanza a su favor y los Rhodantianos se vieron en la obligación de entablar una retirada; de no ser por el uso de los golems Zelatos no hubiesen logrado escapar. Zagreo dedicó unas últimas palabras a un herido Adlet, sostenido a duras penas por Clint:

—Díganle a su ama que venga ella la próxima vez, de lo contrario si sigue mandado a sus perros falderos, voy a convertirlos en alimento para los necrófagos. No habrá sobrevivientes.

Una victoria para la armada rebelde, liberaron a los prisioneros y redujeron considerablemente a la compañía del príncipe, aun cuando no pudieron liquidar a sus activos principales.

Durante varios días Zagreo estuvo destrozando campamentos Templarios, en su intento por retomar campos de concentración, rescatar gente y seguir su avance por las tierras mineras de Lazarus. Esperaba que los acólitos que envió pudiesen lidiar frente al último intento de refuerzos por parte de Lazarus, contando el agregado de un equipo de guardianes.

El brujo lo sabía, cualquier elección realizada por él o su majestad, toda orden dada a los acólitos, será mejor que sea la indicada. Si no lo es, perderían la confianza de las tribus para siempre al menos de los que sobrevivan.

Un dulce aroma entra en las fosas nasales del brujo, embriagándolo y lo saca de sus pensamientos. El estómago gruñe como respuesta, antojado por lo que se esté cocinando tras una puerta doble de color oro, al final del pasillo.

El recorrido culmina en una cámara de dos pisos, cercadas por barandales, iluminado por un gigantesco candelabro compuesto de anillos dorados con varias esferas entrelazadas, que orbitan alrededor de una lámpara de mayor tamaño, como los planetas al sistema solar. Las paredes están cubiertas por estantes repletos de libros y pergaminos; conocimientos antiguos de distintas épocas, cual una biblioteca digna de pertenecer a alguien de la nobleza.

Los sonidos de engranajes resuenan en la planta baja, repleta de múltiples maquinarias automatizadas de todas formas y tamaño, cada una de distintas funciones, cual fabrica en línea de ensamblaje. Algunas expiden vapor durante sus tiempos de enfriamiento, otras son pilares de esferas transparentes de deslumbrantes destellos eléctricos.

En el estudio se encuentran una gran cantidad de muebles, acomodados de forma uniforme hechos de brillante madera fina, y sobre los mismos sostienen líquidos de variados colores dentro de tubos de ensayos, equipos completos de química de la más alta tecnología. En la parte baja de los mismos escritorios, hay puertas en los que se guardan libros. Entre las maquinas, se encuentran pequeños almacenes resguardadas en puertas con vidrieras y vuelve visible el contenido del interior.

Las paredes son color café roble, y su piso es lustroso adornado por una larga alfombra roja, el cual sigue un recorrido desde la entrada de la planta baja en línea recta y culmina en un escritorio ocupado por dos doncellas en pleno ritual de estudio, en un ambiente ameno aparentemente ignorante de todos los conflictos que azotan el mundo exterior.

­—Si mezclas estas hierbas puedes crear un ungüento para sanar heridas y evitar alguna infección. No lo olvides, hija; debes repasar ese capítulo otra vez. —Exhorta animosamente la mentora y madre al revolver los cabellos rubios de una joven de ojos color esmeralda, sentada a su lado de vista puesta en el libro.

—Lo tengo presente, madre.

Liliana no separa el dedo del renglón de la página del libro, en un gesto de prominente concentración. A su lado tiene un plato lleno de pastelillos rellenos de crema recién hechos, del cual toma uno para degustarlo de una mordida hambrienta, sin romper el enfoque.

—¿Cómo lo tenías presente cuando te excediste en la formula recomendada para ese repelente de diablillos? —pregunta de forma retórica, en un tono jocoso—. No quiero arriesgarme a tener que reconstruir parte del laboratorio, por un batidero creado por una niñata rebelde, que se puso a jugar en vez de estudiar en un mal viaje de inspiración.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —vocifera la chica avergonzada. Ha jurado no dejarse llevar por su espíritu aventurero, al realizar experimentos fuera del instructivo—. No me lo recuerdes por favor, aprendí la lección... recordarlo es como una patada a mis costillas.

—Eso espero... —Jala la mejilla de Liliana de forma juguetona, en caso omiso de la expresión de aversión de la joven, quien nunca olvidará lo exigente y fastidiosa que puede llegar a ser su madre.

Un gesto apacible se esboza en el rostro del brujo, reconfortado por la calidez de la escena que observa pasivamente sin el deseo de interrumpirla. El contemplar a su hija dedicada plenamente en los estudios, llena a Zagreo de un profundo orgullo paterno, la ve como una esponja que absorbe bastas cantidades de conocimiento, pero con el defecto que puede olvidarse de las reglas y como seguirlas. La presencia del brujo es notada por la mentora, cuya aura de genuina ternura permanece presente y un brillo apasionado se enciende en sus ojos.

—¡Cariño, por fin volviste! ¡No te esperaba tan pronto! —Su voz es sonora, de un acento exótico que la haría destacar en las tierras de Lazarus.

La doncella se acerca a su amado, abrazándolo por el cuello un gesto que es correspondido por las manos del hombre al tomarla de la cintura con la diestra y con la surda la toma por la nuca. Una sonrisa picante llega a la mujer y culmina en un beso en los labios. El picorete es corto, sin embargo, es hambriento deseoso por ambas artes, de no ser por la presencia de la jovencita de cabellos dorados, de seguro se habría vuelto apasionado.

El calor de la doncella revitaliza a Zagreo, al punto en el que por poco olvida el motivo de la reunión y desea que este momento durase para siempre.

Una belleza perfecta de larga cabellera de un color rojo como el cobre pulido, el cual se derrama sobre los hombros. Es de piel extremadamente pálida y perfectamente liza como la de una muñeca de porcelana. Sus ojos son de diferente color, uno rojo, y el otro amarillo, como el rubí y el ámbar. Posee el rostro de una diosa con las facciones de una doncella joven, en contraste al cuerpo maduro. Tiene pechos llenos y una cintura ancha. Las prendas se conforman por un humilde vestido café crema de una pieza, ajustado un delantal blanco. La falda llega a la altura de los tobillos, para exponer unos zapatos negros.

­­­—Siempre que mi familia este esperándome, ten por seguro que voy a volver para estar a tu lado, Mahou...

La frialdad del brujo se derrite y sus manos toman las caderas de la mujer, correspondiéndola. Cuando están ellos dos ya sea solos con la familia sin la presencia de los otros acólitos, se permite llamarla por su nombre.

—Me encanta que vengas de sorpresa... me haces sentir como una niña que olvidó que el día siguiente es la llegada del viajero, y lo primero que ve al despertar son regalos frente a la entrada de su cuarto. —Mahou gira su dedo sobre el pecho su amante en un gesto tierno—. Deberías hacerlo más seguido, quizás agregando alguna botella licor de manzana o especímenes que pueda estudiar.

Esa doncella pelirroja es llamada por el apodo de la reina de corazones, por parte de los Templarios. Descrita como una bruja caníbal de insaciable hambre por corazones humanos en sacrificio. La lideresa de una armada rebelde de fanáticos del último rey dragón. La mujer que se presenta ante Zagreo, no parece caer en lo más mínimo en esa categoría.

—Pensé que los gemelos vendrían contigo... —En una curiosidad felina Mahou inclina la cabeza para ver sobre el hombro del brujo, asegurándose de que este último no vino acompañado.

—Continúan trabajando en nuestra respuesta a los templarios, de hecho, vine para darte informe sobre eso.

El semblante vivaz de Mahou se extingue momentáneamente, al ser remplazado por un aura de sombría seriedad.

—Oh... —exclama cortante—, ya veo.

Los sonoros pasos de unas botas acercándose interrumpiendo conversación. Liliana se abalanza sobre su padre, en un abrazo de oso que lo hace retroceder. En ese acto de cariño materializa algo casi imposible de provocar en el estoico brujo, una leve risa salida de su agitado corazón. Zagreo corresponde el actuar de su hija, envolviéndola con su calor como si quisiera decirle que la protegerá por siempre.

—¡Padre, no sabes cuánto te he extrañado! —Los ojos esmeraldas se iluminan, en una amplia sonrisa de par en par en mejillas sonrojadas.

—Igual te he echado de menos, patito. —Zagreo llama de esa forma a su hija de cariño, por el color de su pelo, el cual acaricia con su mano desnuda enternecido por el actuar de la chica.

Momentos como este recuerdan la motivación del brujo, en sus adentros se repite una y otra vez "vale la pena seguir este sendero, por mi familia puedo ir hasta el mismo averno". En ese pensamiento un recordatorio llega a la cabeza de Zagreo, al percatarse de alguien faltante, lo que da una rápida mirada general al laboratorio.

—¿Qué pasa, Zagreo? —cuestiona la dama movida por una curiosidad digna de un felino.

—¿Dónde está, Thorken? Pensé que estaría contigo...

—Papá dijo que vendría en un momento, por lo que no te desesperes, padre. Mamá me está enseñando a cómo tratar huesos rotos y curar infecciones, ¿te nos quieres unir? —Liliana no se esfuerza en ocultar su entusiasmo—, hicimos pastelillos rellenos de nata, tus favoritos.

Mahou es conocida por ser una amante de la repostería, no ha habido ser en el mundo que al probar sus manjares no caiga a sus pies. Ese arte culinario se lo ha traspasado a su progenie.

—No hay nada que me gustaría más, cariño... —En su pecho hay cierta presión, odia negar una petición a Liliana, no porque tenga la mala costumbre de mimarla, si no por tener que imponer prioridades al realizar lo que cree mejor para hija, inclusive si ella no lo entiende—. Pero tendremos que dejarlo para otra ocasión. Tengo asuntos que arreglar con tu madre.

—¡Oh! Y-ya veo. —Un rostro de desmoralizante se plasma en Liliana, tornándose su semblante cabizbajo hasta que su flequillo llega a oscurecer sus ojos y desvía la mirada, al comprender que entre esas palabras anida la orden de que ella debía marcharse, para no inmiscuirse en "temas de adultos"—. En otra ocasión la familia volverá a estar reunida.

Las últimas palabras susurradas por Liliana son una puñalada al pecho de Zagreo, en un ataque de repentina culpa, aun cuando no tiene otra alternativa.

Antes de que Zagreo pueda explicarse, como si fuese una invocación, un sonido de pesadas pisadas envueltas en aparatoso sonido mecánico se escucha desde un pasillo adjunto a la cámara del laboratorio, del cual emerge agachas un gigante de casi dos metros y medio.

Este hombre es de apariencia extremadamente fuerte, envestido por una pesada armadura corporal azabache adornada con marcas doradas y una capa color vino con la marca fuego oscuro, junto a un faldón a juego. Sus hombros son anchísimos y de brazos tan gruesos como los troncos de árboles. Lleva un cinturón táctico en el que guarda un hacha de batalla de doble hoja. En el centro del pecho se deslumbra un reactor rojizo que brilla como caldera, denotando al nivel tecnológico de la coraza de una armadura vulcanica. Porta un yelmo ornamentado por unos cuernos de toro que apuntan hacia abajo, y una fila de puntas de flecha que inician desde la nuca hasta la parte superior de la cabeza; el rostro está totalmente cubierto, solo se deja visible dos agujeros para los ojos pintados por dos marcas doradas en forma de colmillos, los cuales apuntan hacia arriba desde la frente y al descender se entrelazan en la barbilla en donde se deslumbran unos respiraderos.

El guerrero se coloca al lado de la pelirroja, quien toma su mano libre entrelazando sus dedos. Pasa un segundo para que el gigante corresponda, pero finalmente lo hace sin decir una palabra más que el chillido del guantelete metálico al cerrarse con cuidado para no causar ningún daño.

Mahou ve esa indiferencia con cierta tristeza, sin embargo, no borra ese gesto apacible lleno de un genuino cariño por lo que no duda en tomar el brazo y apoyar la mejilla en el antebrazo, muy diferente a la pasión carnal que comparte con el brujo. Zagreo ni se inmuta en lo más mínimo por ese afecto propiciado por la mujer.

Thorken es un acólito y al igual que Zagreo, es uno de los concubinos de la reina de corazones. Los tres viven en una relación poli amorosa que han denominado como "familia", esta costumbre es una práctica común entre los inhumanos y hechiceros. En su pacto pueden tener deslices sexuales con personas fuera de su círculo, siempre y cuando sea algo fugaz. Sin embargo, los dos hombres han jurado pertenecer en cuerpo y alma a la reina de corazones.

Para evitar confusiones, Liliana llama "padre" a Zagreo y a Thorken como "papá" considerándolos a ambos como sus progenitores, aun cuando desconoce quién sería de los dos es el biológico, un tema controversial en la familia.

En los tiempos de pubertad de Liliana, ella preguntó una vez a su madre quien de los dos era su verdadero padre, cosa que causó una carcajada en la reina de corazones acompañada por la respuesta de que ni ella conoce ese dato, adjudicando que puede ser cualquiera de ellos dos y tampoco le interesa conocerlo. Con esa simple revelación bastó para que la jovencita palideciera y no quisiera hondar en el tema, que en el pasar de los años cobró menos relevancia, ya que ella ama a sus dos padres por igual.

—Dichoso de volvernos a ver las caras. Empezaba a parecerme extraño no verte rondar fuera de tu puesto... —dice Zagreo—, lo único que me mantenía tranquilo entre líneas enemigas, era saber que estarías aquí para proteger a nuestra familia.

En la jerarquía de los acólitos, Zagreo ocupa el puesto de general de las tropas rebeldes, después de Mahou. Por otra parte, Thorken ostenta el título de ser el guarda espalda real de la reina, un puesto que en la mayoría del tiempo lo mantiene lejos del frente de guerra.

—No quise ser un impedimento para los estudios de Liliana —explica Thorken en una voz profunda y fría, carente de emociones lejana a ser algo humano—. Nuestra señora me ha pedido bajar a la bóveda a verificar el estado de la abominación y de los guardias. Todo parece ir en orden... por el momento.

No hay respuesta inmediatamente en boca de Zagreo o Mahou, meramente un silencio helado que se expande por la habitación, capaz de causar un escalofrió en la espina de la joven de cabellos rubios que parece estar distante en presencia de su propia familia.

«Otra vez hablando en clave», piensa la chica.

Liliana reconoce cuando se van a tocar tema de "adultos" cuando ella está presente en las conversaciones de la familia y hay temas que no quieren que la joven se entere, los ocultan en términos que solo ellos parecen comprender.

La mano helada de la reina de corazones toma la espalda de la jovencita, sobresaltándola y ambas miradas se encuentran nuevamente. La sonrisa que alguna vez fue una expresión sincera y marcada en Mahou, se había vuelto en un mascara de falsedad oscuramente obvia que delata una advertencia.

—Has trabajado mucho ¿por qué no vas al cuarto de música y practicas el piano? Te ayudaría a relajarte. —La sugerencia cordial se resiente más como una orden inaudible, oculta en un tono de ternura maternal—. No has practicado en semanas, una sesión de dos horas te vendrían bien para recuperar la forma. Puedes llevarte lo que queda de los pastelillos y sal a dar un paseo a los jardines. Tomate el resto del día libre, después continuaremos con tus clases. ¿Thorken podrías acompañarla, por favor?

—A su servicio... —afirma el acolito.

La mención de la música, es una metáfora para que no escuche absueltamente nada de lo que van a conversar en el laboratorio, inclusive si ambas cámaras se separan en una alargada distancia. De no acatar esa orden, la joven podría recibir una considerable punitiva.

—Cuando las cosas se calmen... —Impulsado por un sentimiento de culpabilidad, Zagreo coloca la mano en el hombro de su hija—. Vamos a pasar un tiempo de calidad juntos... te lo prometo.

Ninguna de esas palabras alberga un gramo de verdad para Liliana, inclusive si el mismo Zagreo las cree firmemente. Se han dicho en muchas ocasiones, promesas de reuniones que no duren menos de una hora. Desde el inicio de la rebelión, cada conversación que la rubia puede tener con sus padres es como una moneda de oro en un mar de tapas metálicas pintadas.

A pesar de todo, la chica ya ha aceptado su situación, aun cuando su pecho la mueve a querer decir que esa mentira ya fue dicha miles de veces en el pasado, no sale ninguna palabra de su boca sellada en una leve curvatura apretada.

A sabiendas de que no tiene alternativa, la joven asiente con la cabeza, toma el plato con comida y sin medir palabra hace una reverencia para después retirarse del laboratorio, acompañada por Thorken. La pareja los observa marcharse en silencio y esperan unos segundos, hasta asegurar que solo quedan ellos dos en la habitación.

Con una mano en el corazón Mahou suspira cansada, mientras que con la otra mano se apoya en el escritorio.

—Ella siempre está deseosa de aprender... me conmueve... —explica Mahou con un sentimiento de añoranza en sus palabras—. Ha pasado mucho tiempo que estuve en una sesión con ella, quería que le explicara como cerrar ciertas heridas y no había estado con ella desde hace mucho tiempo, apenas puedo recordar la última lección que le impartí.

—Mahou, comprendo cómo te sientes... —responde con empatía.

—La extrañaba, posiblemente era la última vez que podía estar con ella en mucho tiempo —habla de forma melancólica, en una expresión serena—. Quise aprovechar de la mejor forma mi último rato libre antes de comenzar los preparativos del ritual.

—No me debes ninguna explicación, Mahou —dice Zagreo en voz templada y reconfortante. En sus adentros lo llena un sentimiento de piedad dirigido a la mujer frente a sus ojos—. El que debería disculparse debería ser yo, he llegado en un mal momento.

Aun cuando no pretenda decirlo, en el brujo anida envidia por no poder estar con su hija a diferencia de su mujer. Zagreo no sabe si es de cierta forma egoísta, o quizás no se siente merecedor de tener ese momento de paz.

—¡Oh claro que no! Me estas mal entendiendo, nadie se está disculpando. No me estoy escondiendo o huyendo de mis deberes, tengo las tripas necesarias para este cargo, meramente sé cómo organizar mis tiempos y los puestos que le tocan a mis allegados. Por algo te delegué el mando de la armada, mientras me ocuparía del ritual y de estudiar a la amante. Pude organizar mi tiempo para tener ese rato con mi hija. He cumplido eficientemente con todo hasta el momento.

La bruja saca de una puerta de vidrio bajo el escritorio una botella de vino tinto, junto a dos copas cristal las cuales llena hasta casi desbordarlas.

—No podría esperar menos de ti... —Zagreo sonríe de forma ladina, y admira el movimiento de las caderas de la mujer al caminar por el laboratorio—. O tú de mí, cariño. Si hay algo que te he demostrado en todos estos años es que siempre consigo lo que quiero y cumplo todas mis promesas.

Tras ofrecer una de las bebidas a su supremo general, la dama toma asiento de piernas cruzadas en mirada orgullosa.

—¿Eso incluye tus amenazas? Si estás aquí de esa forma tan altanera debes traerme buenas noticias, créeme que es lo que nuestra armada necesita.

—Puedes apostar y brindar que si... —En amplia seguridad Zagreo alza la copa en señal de brindis.

—No hago apuestas inciertas, querido... —Chocan las copas y beben de un solo trago el alcohol—. Así que cuéntame... ¿Qué lo que ha sucedido en el exterior?

—Los humanos ebrios por sus victorias, creyeron que podían erradicar nuestras fuerzas y enviaron tropas al Valle crepúsculo en donde a la mera entrada les rompimos el espinazo. —Zagreo realiza una pausa para servirse una segunda copa—. Una vez que se haga público lo que les sucedió a las naves que enviaron al Paso, estarán muertos de miedo... nos dará tiempo para el siguiente paso en nuestros planes.

—Esos fanáticos son el menor de nuestros problemas, Zagreo. No son más insectos que nos vimos obligados a pisar en nuestro camino. Una plaga que debemos limpiar antes de que sea demasiado tarde y se vuelvan una molestia peor. Ya tengo suficiente con las pestes que tengo que contener aquí. —Pérfido desdén desborda de las palabras de Mahou—. He mantenido a la amante sosegada por demasiado tiempo. Aun cuando ha estado bajo control, no estoy tranquila. En su último incidente, perdimos a muchos de nuestros soldados.

—Por mí fuera ya hubiese matado a esa cosa de una vez por todas y usaría sus partes para experimentos más prácticos. Si me permites el atrevimiento, estoy seguro que no piensas muy diferente a mí. —dice Zagreo de forma suspicaz—. De no ser por la posibilidad de aprender a cómo controlar a nuestra mascota y usar su poder en contra de los enemigos que realmente importan.

Mahou no responde de inmediato, simplemente se queda en silencio mientras apoya su rostro en la mano diestra, jugueteando con los dedos casi arañando con las alargadas uñas negras la mejilla. En ese breve silencio los dos amantes lo dicen todo, congenian la insatisfecha idea de ultimar a la amante.

—El tiempo es con lo que no contamos, Zagreo. Desde lo sucedido en lascaravanas, nos dejaron claros que ya nos han encontrado... ese fue su primer ypeor error. —No existe miedo en el semblante serio de la bruja, es de unaapariencia fiera y de mirada ardiente, como la de una leona implacable endefensa de su territorio—. Nadie te tocará a ti, a Thorken y mucho menos anuestra Liliana... no mientras yo siga respirando. Ninguno de nuestros verdaderosenemigos hará verdadero movimiento, hasta que nos veamos lo suficientementedébiles por nuestro desgaste con los Templarios... eso les haré creer y luego losmataré.

—Hasta entonces déjame ocuparme de lidiar con los Templarios, sirve para que mantenga los ojos abiertos de cualquier incidencia del enemigo. —Insiste Zagreo—, hemos gastado muchos recursos en este proyecto y estamos muy cerca de lograrlo, concéntrate en tener todo preparado para la abertura será una buena venganza por la pérdida de Frenyr.

La mención de la muerte del titán causa un escalofrío escalando en la espina de la bruja, empujándola a erguir su cuerpo. Un malestar acido se sitúa en sus entrañas, la preocupación de Liliana, el avance de los Templarios, la derrota en el Pomo y el recordatorio de lo que debe hacer esa noche para efectuar el avance de sus planes, culminan en un fuerte dolor de cabeza en Mahou.

—Estoy trabajando en eso, no me es ningún problema... soy buena organizándome. —Un alarido es contenido entre los dientes de la encapuchada. Contra lo mejor que puede su rabia, si hay alguien con quien no desea desquitarse, es con su pareja—. Lo que atosiga mi mente es lo sucedido en el Pomo. La pérdida del elemental nos ha costado bastante, a nivel de suministros y moral en nuestro ejército.

—Tenemos cubierto la parte de suministros gracias a nuestros contactos en el exterior. —Zagreo y Mahou se habían preparado para esta guerra desde hace años, por lo que han guardado muchas cartas bajo las mangas—. Será cuestión de tiempo para que...

—¡¿Qué no me estas entendiendo?! —La copa explota en pedazos al cerrarse el puño. En ese alarido los ojos de la bruja se embadurnan en dos luceros flamantes, colmillos vampíricos se divisan en la blanca dentadura mostrándolos en un salvajismo de fiera—. ¡¡No es suficiente!!

En un arrebato de furia Mahou se levanta y tanto la silla como el escritorio salen volando por los aires, movidos por una fuerza invisible; bombillas eléctricas cercanas explotan en pedazos cuales granadas, liberándose nieblas blanquecinas y regándose los pedazos de cristal.

Zagreo reacciona por puro reflejo invoca una barrera mágica, la cual acaba por destrozar en pedazos el mueble en el impacto.

Lo que fue una cómoda cámara bien arreglada, se ha transformado rápidamente en un completo desastre de pedazos de madera regados como cadáveres y una lluvia de papeles que descienden sobre la alfombra.

La respiración de la reina es acelerada, al punto en el que su corazón amenaza por escapar de su pecho.

Una energía blanca similar a las ascuas de una fogata emana de la fémina sin lastimarla o dañar el área que la rodea. Como si fuesen llamas enfurecidas, los cabellos rojos se alzan moviéndose por una fuerza invisible venida de la extraña aura, la cual al ser liberada produce cambios en el cuerpo de Mahou: las orejas se han vuelto puntiagudas como las de un elfo, y dos pares de cuernos a los lados de la cabeza, cada uno en forma de media luna.

En respiración agitada golpeada por la taquicardia, Mahou se percata de lo que ha hecho y mira con temor las temblosas manos. La diestra yace bañada en líquido carmesí, con algunos pequeños trozos de vidrios clavados en la piel; arde como el infierno reflejado en un rostro de aversión. No se puede diferenciar que es vino y que es sangre.

Mahou al cerrar los puños recupera el control a pesar de ser atacada por una fuerte jaqueca, llevándola a masajear sus cienes con tal de calmarse. El fulgor emanante del cuerpo se desvanece, todo lo contrario, a las mutaciones las cuales permanecen presentes, con el fin de acelerar el factor de regeneración.

—¡Carajo, Mahou! ¡Déjame ayudarte! —El rostro imperturbable de Zagreo cambia, a uno de preocupación e intenta acercarse. La mujer alza la mano y ese gesto es suficiente para que el brujo que se detenga.

—¡No!... no ahora... es mi culpa... perdóname... —Toma de uno de los estantes algunas vendas y desinfectantes. Mientras se cura continua la conversación—. Concentrémonos en lo importante, no quiero que volvamos a cometer errores que nos cuesten más de lo que estemos dispuestos a perder.

—¿Qué propones? —Será el comandante de los acólitos y uno de los concubinos de la reina de corazones. Tales títulos no lo ciegan de pedir alternativas, ya sean de sus subordinados o superiores.

—Resolverlo por partes... reúne a todos los acólitos en el trono —Una vez limpiada y vendada la mano, ordena contundentemente con el ímpetu de una soberana absoluta—. Risha tiene que responder por la pérdida del colosal, quiero saber su versión. Después nos organizaremos. Los Templarios recibieron nuestra respuesta... falta que lo sepan los guardianes. Lo que pasó en el Pomo servirá para una evaluación precisa de esos seis inhumanos traidores.

—Mis hombres y yo nos encargaremos personalmente de que ellos la reciban. Por ahora deberías relajarte un poco... te has esforzado demasiado. —La distancia entre los dos es acortada por Zagreo, al colocar la diestra sobre la mejilla de la mujer y la acaricia suevamente pegando su frente contra la de ella—. Me gustaría compensarte un poco... en las noches durante mi tiempo en el exterior, no podía dejar de pensar en volver a verte.

—Mejor dicho, la recompensa sería para ti... —responde con picardía. Las manos heladas de la bruja toman la de su amante, e instintivamente cierra los ojos deleitándose por una sensación reconfortante—. Te he extrañado.

Pueden respirar el aliento del otro, que poco a poco se vuelve cada vez más cálido, con labios a punto de rosarse. La mano del brujo no duda en acariciar el muslo derecho deslizándose en la piel hasta pasar por debajo de la falda, acercándose peligrosamente a su sexo.

—Te deseo... —enardecido susurra Zagreo en voz ronca.

El escuchar esa corta oración enciende una chispa en la entrepierna de la pelirroja, mordiéndose el labio por un deseo de matar todo el estrés de su alma en placeres de la carne. Sus labios se juntan en un hambriento beso, que va subiendo de intensidad entre caricias, aferrándose el uno al a otro. Al estar por tomar a su amante en alguno de los escritorios cercanos, la mente de la dama es asaltada por un recordatorio sobre una responsabilidad que no puede ignorar.

—Mejor lo dejamos para otro momento... —La mujer se aparta lentamente, mientras se acomoda la falda—. He dejado de lado mis obligaciones demasiado tiempo, no puedo seguir por ese rumbo sin que nos cueste el cuello a todos.

—Co-comprendo... —Se aclara la garganta un tanto decepcionado por no desatar el calor de su cuerpo con su mujer, por lo que tendría que hacerlo por su propia mano en otra oportunidad—. Me ocuparé de resolver unos encargos por lo que no te molestaré más.

—Ay... pareces un cachorrito regañado... a veces olvido lo tierno que puedes ser... descuida. —Coloca el dedo índice sobre su labio inferior, con una mirada seductora digna de una diablesa. Mahou toma del cuello de la camisa de su amado, acercando su rostro al oído para dar una serie de besos húmedos al pómulo y susurra suavemente con una voz comparable al tacto del terciopelo—: a su debido tiempo te prometo que voy a recompensarte debidamente.

De esa frase le sigue una pequeña mordida que hace estremecer al hombre, y deja escapar un suspiro. Instintivamente los ojos de Zagreo descienden en dirección al escote de prominentes montes maduros; el vestido expone la curvatura y la piel blanquecina de la que se cuelan algunos lunares.

Zagreo comienza a sentir la garganta seca, como un calor en sus caderas y mantiene todo uso de auto control para no dejarse llevar por sus bajos instintos.

—Sí que sabes cómo motivar a un hombre... —responde elocuentemente—, te lo dije... no solo cumplo todo lo que me propongo... supero expectativas.