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Capítulo 14: El asalto en contra del dios elemental

Bast, quien seguía dirigiendo la torre, observa como muchos de sus nobles compañeros caían ante estas bestias, siendo desmembrados y mutilados vilmente sin titubeo alguno.

—¡Bast! ¿Me copias? —pregunta Dante por medio del comunicador del casco, desde su posición en la meseta.

—¡Dante, salgan de ahí! —La voz de Bats suena acelerada, y entrecortada a causa del resonar de la artillería de la torre—. Tenemos que reagruparnos y solicitar refuerzos a los otros países de la alianza, los hemos subestimamos. Ellos son una amenaza comparable a un credo o a los antiguos clanes. Mantendré el frente con las torres para que puedan escapar; es una batalla perdida.

—¡Siempre hay una manera, Bast! Ningún templario va escapar de esta batalla, a costa de sacrificar a miles de inocentes mientras preparamos una nueva ofensiva. Ese monstruo tiene que caer aquí y ahora, aun sin nos cuesta la vida. Tenemos un plan. —Dante contesta iracundo, de manera contundente con tal de hacer entrar en razón a su compañero—. Mantén a esos herejes bastardos atrincherados todo el tiempo que puedas, nosotros nos ocuparemos de evitar que los ciclopes se acerquen. Los guardianes irán a derrotar a ese monstruo desde adentro.

—¿Me estás diciendo que ellos pueden derribar a semejante titán? ¡Apenas y son unos mocosos! —brama el inquisidor desconfiado de las capacidades de los guardianes, al tener en cuenta lo sucedido con el príncipe Connor.

—¡Te doy mi palabra, viejo amigo! —Dante es seguro en su convicción, casi como si hubiese visto el futuro—. Me conoces desde hace años, sabes que no arriesgaría a nuestros hombres, de no tener fe en lo que hago... dios, el viajero y el fénix están de nuestro lado, puedo sentirlo. No podemos fallar.

—De ser así, confiaré en ti... tus instintos nunca te han fallado ... —Bast puede que no confíe en los guardianes, pero jamás dudaría de la palabra de Dante. Si puede demostrar que sus palabras son verídicas, va a otorgar a los seis guerreros la oportunidad de mostrar su valía—. Les daré dos horas, de no cumplir el tiempo acordado voy a ordenar la retirada. Me estoy jugando el cuello por este equipo de guardianes.

—Es todo el tiempo que necesitamos, Bast —sentencia Dante, gustoso de la respuesta positiva de su compañero—. No te vas a arrepentir.

Bast corta el transmisor del comunicador, y se apoya en el barandal de la cima de su torre, avizorando los alrededores. Las cinco torres están en una sola fila, en sus faldas en la primera línea grupos de golems disparan al unísono, en contra de todos los monstruos que salen de la arboleda creada por el dios. Soldados armados con lanza llamas, expulsan torrentes de fuego sobre las hordas.

Tanques de guerra se desplazan a los lados de las edificaciones móviles, acompañadas por la infantería. Un réquiem resuena en una sinfonía apocalíptica en la que destrucción y creación chocan las espadas. El inquisidor es el maestro de ceremonias principal, y con los pulmones llenos de aire, vuelve alzar la mano y da la orden que recarguen la artillería de la torre.

Como si de alguna manera lo hubiese visto, el antiguo dios alza uno de sus brazos delanteros y en una macabra orden transmitida en un lenguaje oscuro, mayores números de hordas corren desde las entrañas de los bosques. Las tropas restantes de los rebeldes se unen a los familiares de la naturaleza, en una última confrontación.

...

En otro lugar cercano en un descampado, los seis guardianes se alistan para el asalto. Cuatro de los jóvenes se apartan para dar espacio a la hechicera y al asesino oscuro, al estar en medio de un conjuro de invocación.

Lance ejecuta un doble corte frene a él, formándose una cruz de la que destilan unas líneas de las que emanan humo negro en el espacio, y paulatinamente esas grietas se expanden lo que conlleva a abrir un portal.

María se levanta la manga del brazo izquierdo, lo que expone la blanquecina piel desnuda en la que se marca un tatuaje a la altura del hombro, similar a dos alas angelicales de color azul, las cuales en la parte baja de las terciarias; descienden dos puntas similares a relampagueantes espadas endemoniadas culminantes en el codo.

De ambos portales se invocan los respectivos familiares de la hechicera y el asesino oscuro. De la cruz humeante es liberada una enorme serpiente comparable en tamaño a un golem, que se levanta orgullosa y a la vez devota por aquel que llama maestro.

El tatuaje alado resplandece reluciente, transmitiéndose a las gemas del báculo, al ser recitado un cantico por la hechicera, y culmina al materializarse un círculo mágico frente a ella, del que se desprende telarañas eléctricas y de los bordes emanan una aurora que crecen hasta los cielos.

En el círculo mágico emerge como un corcel que se levanta de manos, pero sin emitir relinchido alguno. De aquel portal se hace presente un ser que se asemeja a una enorme, y elegante centaurea blanca con negro cual caballo tordillo, que deja como un potrillo recién nacido a Alpiel. Mide siete metros de altura. El cuerpo de la gigante está recubierto por una armadura hecha por sus carnes; las piernas son una mezcla entre las de un caballo, y una mujer humana del cuerpo bien torneado. Si la vieran solamente de frente, pensarían que es un ser humanoide con cascos en lugar de pies. El torso es musculoso de brazos que parecen dos troncos, y el enorme par de montes que la hacen mujer. La cabeza es adornada por un yelmo alado que cubre la mitad de su rostro con una máscara, el cual deja las aberturas de aquellos ojos como flamantes soles dorados, a punto de convertirse en supernovas. Atrás de la nuca se derrama una larga cabellera negra, al igual que una crin. Tiene unos labios negros carnosos, y en lo que se ve de su faz son sus facciones finas como los de una muñeca.

La centaurea se acerca a la hechicera, viéndola con cabeza baja, y al cruzar las miradas, la enorme criatura se arrodilla en una educada reverencia, lo que muestra un carácter benevolente y un porte de caballero femenino.

—Estoy a sus servicios, ama María y amo Tonatiuh... es un honor volver a ser partícipe de sus justas cruzadas. —La voz de la fémina resuena en imponencia, en un porte magnifico en una voz femenina un poco profunda, demasiado humana para aquella apariencia que raya entre lo grotesco y hermoso. La centaura se gira en dirección a los guardianes de la orden del lobo y Sheila—. Bien aventurados sean estimados guardianes, me llamo Valkiria... pertenezco a la raza de los rencarnados. Soy una de los tres familiares de mi benevolente muñequita, es un gusto conocerlos... —Se refiere a María como Muñequita, como suele llamarla de cariño.

—¡Saludos, Val! Te vez hermosa como siempre. —La hechicera sonríe complaciente, por tal maravilloso encuentro—, necesitaremos tu ayuda para llegar al núcleo de ese elemental; de otra manera nos resultaría imposible llegar sin sufrir daños.

La centaurea gira la cabeza por encima del hombro, y observa a lo lejos aquel titán en medio del sombrío bosque naciente bajo su descomunal mole, convertida en una fortaleza a la que deben adentrarse.

—En los tiempos de héroes y dioses... los elementales protegían las tierras de aquellos que no se sometieron a los Templarios, a los clanes dragón o al imperio en expansión. En su credo fomentaban el cuidado del planeta, y podían limpiar la radiación de los lares contaminados por aquel veneno invisible que mata toda la vida. —La centaura relata una historia de tiempos antiguos, en una magnificencia de horadadora—: uno de estos dioses podía arrasar reinos enteros. Se necesitó de celestiales, dragones y ejércitos de miles de guerreros o bombas Ragnarok para derrotar a uno en época de apogeo. —Al terminar, Valkiria avizora a los seis guardianes a la espera de que uno se retire.

—Las cosas han cambiado en nuestra edad —interviene Sheila, con ímpetu—, esa cosa esta débil, por lo que tenemos una oportunidad mientras carga sus energías. Si Munraimund y su gente fueron capaces ¡Nosotros igual podemos! Tienen a un dragón de su lado ¡No lo olviden!

Sheila se apunta así misma con el pulgar, en señal de soberbia, y los guardianes de la orden del lobo giran los ojos por aquella auto ovación.

—Si ninguno está dispuesto a retroceder... entonces prestaré mi fuerza. —Valkiria se inclina para que puedan subir a su lomo, no sin antes mirar de nuevo a los guardianes que acaba de conocer, formándose una pequeña sonrisa que parece completamente ajena a su apariencia que se debate entre lo macabro y lo hermoso—. Espero que pronto podamos conocernos a profundidad, en mejores y tranquilas condiciones, y yo pueda servirles algún te en mi forma humana.

—¿Tienes forma humana?

Drake mira a la criatura con ojos iluminados, llenos de ilusión al imaginarse galopando a lomos de la centaura, en campos abiertos. El agregarse una forma humana a la ecuación, llega en él una curiosidad morbosa.

—¡Venga ya, cornudo colorado! Que el tiempo apremia... —Alice toma a su compañero rojizo de uno de los cuernos del casco, y lo jala a regañadientes para llevarlos al lomo de la serpiente negra.

—¡Espera! ¡Soy un hombre de a caballo! ¡Odio a las serpientes! —grita Drake al oponer resistencia a su amiga—. Únicamente saben matar ganado, y comerse los huevos de gallina.

—¡Oye, ten respeto por Paul! Es muy educado. —Lance se halla sentado de piernas y brazos cruzados, sobre la cabeza de la serpiente, la cual enseña su lengua en señal de desagrado por los comentarios del rojizo.

—¡Hasta que lleguemos a la montaña, será lobos con lobos y águilas con águilas! —Alice niega rotundamente la petición del guardián.

—Dejen que el niño monte con Valkiria, tomaré su lugar con ustedes... igual prefiero estar con reptiles —menciona Sheila al caminar con las manos en la cintura, y ve por el rabillo del ojo al guerrero carmesí, lo que provoca que ambos se miren por un corto periodo de tiempo.

—Gracias, Sheila... te debo una—asiente Drake, agarrando un poco de simpatía por la chica.

—¡No pienses mal, Réquiem! Quiero matar a ese dios con mis propias manos, y esta tonta situación nos hace perder el tiempo. —Sheila se excusa tajantemente al desviar la mirada, en una mueca de molestia—, si dándote este gusto, la misión se facilita. Entonces no tengo ningún problema.

La dragona continua el camino a paso rápido, subiéndose al lomo de la enorme serpiente. Al estar los dos grupos de guardianes a lomos de los familiares, emprenden el viaje que los llevará a culminar el máximo pecado; el matar a un dios.

Valkiria galopa entre las líneas del sombrío bosque de flora desconocida y abstracta de tiempos prehistóricos, conformada por arboles gigantescos de copas que tapan el sol, en senderos cubiertos en la niebla verdosa y el resonar de la metralla se escucha a lo lejos, en un formidable eco.

El corcel salta las enredaderas en un galope sagas, y es seguida por la serpiente oscura, la cual se desliza en un impulso que levanta estelas de polvo a su paso.

María permanece abrazada al torso de la centaura, con el rostro apoyado en la espalda en un gesto cansado y soñoliento. Tonatiuh se apega a ella, ayudándola a no caerse del corcel y pueda descansar. Drake mira a los lados, por si cualquier enemigo pueda surgir de entre los matorrales del pandemónium.

A medida que se internan en las entrañas del territorio del dios, el terreno se volvía antinatural, los arboles tomaban formas abstractas y desconcertantes; algunos tienen apariencia humana de los restos de aquellos que absorbió al descender la semilla.

Montículos de entrañas palpitantes yacen amontadas pegadas entre sí, como si fuesen algún tipo de hongos forrando el suelo y los árboles. Seres deformes similares a teratomas, son confinadas en ese letargo vomitivo de una encarnación de uno de los círculos del infierno.

Un sentimiento de repugnancia invade a cada uno de los guardianes, más de uno aguanta las ganas de vomitar, y tratan de no mirar a esas aberraciones repugnantes, en un intento por mantener la cordura. El pensar que podrían acabar como uno de esos pobres diablos, vuelve quebradiza la voluntad de seguir avanzando, aun con la duda no dicen absolutamente nada en un silencio perpetuo y se dejan llevar por las cabalgaduras en aquella penosa travesía; no hay marcha atrás.

El desconcertante sentimiento de ser vigilados invadía a más de uno de los seis guerreros, guiados por la centaura, quien puede sentir los rastros de energía liberadas por el núcleo, al igual que María.

Con sus habilidades sensoriales la hechicera analiza brevemente, aquel poder impregnado en la ambientación antinatural, no es la energía mágica común, es algo completamente fuera de esta dimensión.

La flora y fauna del lugar cambia de forma, al estar hecha de la extraña energía desconocida en el universo físico, que ha sido llamada por el colectivo como estigma. Esta materializa los deseos subconscientes, y personalidad del usuario transformándose en una imitación de cualquier tipo de material, dada su naturaleza cambiante. Es la misma fuerza de la que están compuestas los entes que forman las maldiciones, ya sea en la forma de una monstruosidad o una armadura.

Los estudios en el uso del estigma en la manipulación de mundos paralelos, han llevado a la creación de pequeñas dimensiones de bolsillo, generadas por ecuaciones para almacenar objetos como las runas de transformación o las joyas que guardan las herramientas mágicas. Se han detectado individuos con alteraciones en su código genético, por medio del ritual de los cristales, capaces de utilizar por cuenta propia dichas dimensiones en miniatura.

Dicha energía no es la fuerza mágica común, tiene algo distinto, es estigma. Este pensamiento la alarma en sobremanera por lo que no tarda en informar a sus compañeros de a lo que se están enfrentando. Entre todos, Drake es el más afectado al ser este ente hecho del mismo compuesto de su armadura.

En un transcurso que parecía interminable, llegan a un espiral compuesto de árboles deformados, y en el centro del mismo un gigantesco tallo de varios kilómetros de alto se estira a los cielos, hasta conectar con la enorme montaña viviente.

En aquel apéndice se escucha el crujir de la madera, al ritmo de una respiración apagada, del que desborda una colosal cantidad de energía estigma que pudo sentir la centaura, no cabe la menor duda alguna, esa cosa es uno de los tentáculos del dios elemental, y el puente que los llevará al trono.

Alicia comunica por radio que secén los ataques a la bestia, al confirmar que están por acceder a la fortaleza enemiga. Los dos familiares escalan la raíz colosal, en un avance veloz al tener a los guardianes aferrados a las monturas, de perder el equilibro predice un destino fatal. El viento remolonea sus cabellos y ropas, al punto en el que tramposas lagrimas corren de sus ojos; se obligan a ellos mismos a no mirar hacia abajo, por temor a ser presas del vértigo.

De entre las brumas del cuerpo del dios, un aluvión de seres que parecen la mezcla de un murciélago, y un pequeño dragón con cola de escorpión aparecen, y vuelan a la carga dirigidos a los intrusos. Valkiria se mueve zigzag al eludir los ataques empicadas de esos monstruos, que se azotan en la raíz, y vuelven a surcar los cielos.

—¡Agáchate, rojizo!

Vocifera Tonatiuh a Drake, quien al voltear ve como su compañero tensa su arco con saeta cargada y al hacer caso a esa orden, la flecha se dispara dando de lleno en el ala de uno de los monstruos voladores, y precede a una potente explosión de una onda expansiva desestabiliza la formación de la parvada.

En la serpiente negra, Alicia materializa un rifle de asalto y dispara al aire, a todo engendro cercano y llega a derribar a más de uno.

—¡¡Asquerosos gwibernos!! —vocifera Sheila con veneno en sus palabras—, ¡Ardan malditos abortos! —en ese grito de furia, expulsa poderosas bolas de fuego en contra de los monstruos voladores.

La combinación de poderes de las dos guardianas, compensan la poca destreza en velocidad del reptil, con unas buenas capacidades de contraataque.

Finalmente, los guardianes llegan a la cima, con algunas magulladuras por esa efímera escaramuza. La serpiente recibió algunas mordeduras y rajaduras, pero al ser invulnerable al veneno no se vio muy afectada.

Lance por poco es abatido por un franqueo, de no ser por Alicia, quien pudo gritar una advertencia y el guardián oscuro pudo agacharse justo a tiempo.

Al adentrarse entre los matorrales de ese bosque, se detienen en un lugar que creen seguro, y tras bajarse de los familiares, los guardianes toman un segundo para recuperar el aliento, y acostumbrase a la altitud de la estructura en la que se encuentran. Valkiria y Paul vigilan en todo momento, por si llega aparecer un enemigo.

—Ya saben que estamos aquí, es cuestión de tiempo para que nos vuelvan a flanquear. —Alicia recarga el rifle de asalto, y camina hacia adelante por donde Valkiria ubica la cabeza del monstruo—. Bien todos recuerdan el plan, apéguense al mismo y nuestras chances de sobrevivir se elevarán. —Indica la guardiana, en fuerte porte de liderazgo.

—Hablando sobre eso... —interviene Sheila con una mirada intensiva, y un hablar engreído—. ¿Por qué no me dejas ir a destruir el núcleo con ustedes?

—¿Por favor podemos no empezar esto de nuevo ahora? —pregunta Alice en un temple agotado, al poder ver a donde se dirige la dragona—. Ya hemos pactado el plan.

—Estas poniendo a uno de tus mejores elementos fuera de la batalla principal —argumenta Sheila—, puedo controlar el fuego, esa cosa no tendrá ninguna oportunidad. Necesitan mayor fuerza bruta para este asalto.

—Si... eres una guerrera de fuego como Tonatiuh —responde Alice al tratar de tomar en cuenta, el punto de su compañera—. Por eso te necesitamos para esta parte. Trata de pensar en el puesto del enemigo "Tengo un arma tipo planta ¿Cómo evito que la quemen?" teniendo en cuenta que el fuego es un elemento muy popular. Es lógica, Sheila.

—No compares mi fuego y el de Tonatiuh con viles chispas —expone Sheila con un ceño fruncido—, estamos por culminar un antes, y un después en la historia de los templarios. Me parece curioso que no haya tantas águilas, pero si muchos lobos para esa escaramuza.

—¿Qué estas insinuando? —Alice poco a poco está comenzando a perder la paciencia.

—Chicos, por favor. —María se pone entre ambas, con la esperanza de prevenir una pelea—. No hay tiempo para discusiones, hay vidas en juego. Los únicos que ganan si peleamos entre nosotros, son el fuego oscuro.

—Lo... lo siento, María.

Dice Alicia al tratar de recuperar la compostura, avergonzada por dejar que sus emociones alteren sus capacidades de liderazgo. La hechicera hace retroceder a la dragona, de tal manera que puedan hablar con mayor libertad.

—Por favor, Sheila... es un buen plan, quiero que todo esto acabe pronto y podamos regresar. —María con toda la paciencia y compasión del mundo, incita a Sheila que no empiece una pelea interna. Con una mano en el hombro de la dragona, ambas cruzan miradas—. Lo armé con Alice, pon de tu parte y todo saldrá bien.

—Yo... —Sheila duda por un segundo; al mirar a los ojos de su compañera puede sentir como la calma para regresar a ella, y otorgar un segundo de lucidez—. Entiendo.

Una vez hecho eso, María asiente con una sonrisa calmada y se encamina hacia Tonatiuh. Al instante ambos se abrazan, en un gesto de amor verdadero sin importar que estén cubiertos de sangre. Anhelan que aquel breve instante durara para siempre, y al ser imposible aquel deseo únicamente respiran hondo con los ojos cerrados fuertemente para disfrutar cada segundo de transmitirse calor.

—Por favor prométeme que volverás... —susurra María al oído de su amado, al separarse ambos cruzan miradas y el tiempo parece detenerse.

—Siempre vuelvo... lo sabes —confirma Tonatiuh, y ambos pegan sus frentes acariciándose las mejillas, con los labios casi rosando. Al separarse, el moreno fija su mirada en los guardianes de la orden de lobo—. Cuiden de ella durante mi ausencia por favor, mis amigos.

—¡Descuida! La dejas en buenas manos —afirma Alice.

—La cuidaremos como si fuese nuestra hermana —exclama Drake de brazos cruzados, con una sonrisa ladina bajo el casco.

—Déjanos este encargo a nosotros, no te preocupes —interviene Lance, rascándose la nuca un tanto apenado—, «¡Perdí la pelea antes de iniciarla!», piensa el guardián resignado.

—Tonatiuh... en ti radica nuestra victoria. —María saca de una de sus bolsas un pequeño cristal dorado, colocándolo en la mano de su amante—. No te lo daría de no ser extremadamente necesario, así que por favor úsalo en el momento oportuno. Son muy difíciles de hacer.

—El peso de mis acciones mostrará que tu fe en mí no estaba errada, María. —Tonatiuh se fija de nuevo en la orden del lobo, y con una sonrisa de par en par expresa con ánimo—. Lo bueno de tener una novia hechicera, es que te da los mejores regalos. —Enseña la pequeña joya, como si fuese un niño con juguete nuevo antes de guardarlo en una de sus bolsas. Aquel alago enciende las mejillas de María.

—Lamento interrumpirlos, camaradas... —Habla Valkiria desde su puesto de vigilancia—, el enemigo se acerca... puedo sentirlo.

—Igual lo siento —expresa María con seriedad, al ser un sensor también. Saca de una de sus bolsas una posición de líquido purpura, entonces se lo bebe de un solo trago. Tras recuperar el aliento, arroja la botella lejos—. Es tiempo de las acciones.

Sheila y Tonatiuh inhalan el aire con fuerza, al olfatear múltiples aromas acercándose, dadas sus capacidades en sentidos sobrehumanos. Los guardianes se dividen en dos grupos, Sheila y Tonatiuh irían al sur mientras que Valkiria, María y la trinidad de lobos se trasladaran a la sala del trono. La serpiente Paul, debido a sus heridas es devuelta a su dimensión por Lance.

Al separarse, la dragona mira por rabillo del ojo al segundo equipo alejarse, lo que marca una mueca de disgusto en su faz. María entrega una pequeña piedrita plateada a Val, la cual se convierte en dos grandes cimitarras de hoja embadurnada en runas, de filos que se recubren de una energía de color azul pálido.

A lomos de la centaura, se dirigen en línea recta topándose con múltiples holeadas de familiares del dios, los cuales son despachados por certeros tajos de las espadas de la centaura dejando ascuas azules por cada movimiento de los aceros gemelos. Todo obstáculo es reducido a carne de espada.

Los guardianes evitan pelear en todo momento, y dejan la campaña a la familiar de avance implacable e ininterrumpido hasta llegar al cuello, donde otra holeada de monstruos esta vez de mayor numero los espera, como una barreara viviente.

La centaura combina las dos cimitarras por medio de los pomos, y un hilo energético se materializa de las puntas tomando la forma de un arco. Al tensarlo se hace presente una flecha hecha de corrientes eléctricas.

María se acerca y apunta con su báculo, pegándolo muy cerca del arco como si fuese otra flecha. De la joya lapislázuli se emite un resplandor, que al instante se transfiere a la saete multiplicándose su poder, al igual que la fuerza del galope. De un solo disparo, los enemigos salen volando en una explosión relampagueante, y finalmente abre paso a los guardianes.

En el último nervio de la espina se halla un largo sendero de rosas carmesí, en medio de una espesa arboleda de tabebuia rosea en pleno florecimiento.

Tormentas de pétalos rojos y rosas descienden tenuemente, llevados por los cálidos vientos, no siendo afectados por los estragos de la guerra no afectaran esa tierra. Ese extraño fenómeno extraña a los guardianes, como si estuviesen en otra dimensión.

Los invasores se adentran por el sendero de floral que ascienden en una línea de zigzag, y culmina al final de la travesía o quizás el inicio de una. Finalmente llegan a la boca de una enorme caverna la cual desciende a la última zona. Ante la aparente ausencia de oposición, los cuatro guerreros bajan de lo lomo del a centaurea.

De repente el suelo comienza a temblar y a lo lejos se ven acercándose hordas de monstruos planta, tanto árboles secos como monstruosidades deformes hechas de hongos. Los cuatro guardianes se preparan para enfrentar a la amenaza, una iniciativa mermada cuando Valkiria se pone delante de sus compañeros, con las dos cimitarras en cada mano.

—Me aseguraré de que no vengan enemigos, por favor cuiden de mi muñequita —solicita Val, no como un caballero o una familiar, es más como una persona que pide algo por un ser querido.

Tras recibir un asentimiento de cabeza por parte de los lobos; los cuatro guerreros descienden a la caverna, y la única que mira atrás por un breve instante es la hechicera, quien susurra un ruego por la seguridad de su querida amiga.

No pasa mucho tiempo para que los invasores arriben a la sala del trono, la cual es una amplia catacumba iluminada, por pequeños agujeros en el techo por donde se filtra la luz. De paredes hechas de solida roca, a los lados de la amplia sala se hayan arboles carentes de hojas a modo de pilares, dándose la imagen de ser el interior de una especie de gigantesca colmena, la cual sufre cortos sismos. En el piso sobresalen gruesas raíces, y océanos de hojas secas.

En el fondo de la cripta yace sentado en un arbole en forma de trono, el sumo soberano del pandemónium.

Aquel ser es un gigante de casi tres metros de altura, con una forma vagamente humanoide, cuyo cuerpo corpulento es cubierto por la textura de un árbol grisáceo, y a la vez sólido como una roca, viéndose como una entidad que forma parte del bosque. En los hombros, codos y rodillas tiene unos cristales verdosos que se encienden y apagan, con un ritmo tenue. Las piernas son como las de un ciervo, con pesadas pesuñas negras. La cabeza parece ser un yelmo con dos cuernos dorados y segmentados, los cuales se alzan a los lados del cráneo, y se enrollan en forma de espiral hacia los lados. Los brazos de la silla son apresados por el par de titánicas garras de ese ser, similares a las raíces de un roble. El rostro es monstruoso, de color verde oscuro, que deja relucir una mandíbula inhumana repleta de colmillos cual cocodrilo y sus ojos son dos oscuros huecos vacíos de pura oscuridad.

La criatura permanece inmutable ante la llegada de los guardianes, como un cadáver o una estatua olvidada por el tiempo.

En los invasores cala una pesada sensación de terror, no por la presencia del fauno petrificado, lo que cala ese sentimiento acido es lo que yace en el fondo del panal. En la espalda de la criatura sobresalen gruesas mangueras carnosas como intestinos, extendiéndose a la pared atrás del trono del que resplandece un monstruoso ojo verde que abarca casi toda la superficie

El iris de orbe se dilata ante la presencia de los guardianes, quienes sobresaltados retroceden un paso y se ponen en posición de pelea. En un sonido de succión, al ser cerrado el ojo en la pared, le precede una doble ignición en los huecos vacíos en el ser sentado en el trono reavivado, difuminándose una tenue luz esmeralda, en el pecho del coloso al erguirse frente al cuarteto en un profundo crujir de madera.

«El núcleo está dentro de esa cosa, es un avatar tal como la montaña viviente. Debemos extraerlo y destruirlo a como dé lugar», María arroja ese mensaje telepático, a los miembros de la orden del lobo.

—Prepárense... —susurra Alicia, al apuntar con su arma a la entidad, en una mirada de hierro.

La anómala colmena es fundida en un aluvión de silencio, al estar los combatientes en un cruce miradas con la alta aberración, envuelta en las luces como una deidad sin alma. Un siseo gutural de palabras en un idioma extraño se disuelve de la boca del dios, uno que es poco entendible para la orden de lobo, todo lo contrario, a la hechicera de tez que palidece a un tono cadavérico, al comprender alguna de las palabras de la lengua antigua.

En la espera de que alguno tome la iniciativa, un rayo de luz blanca atraviesa el techo de la colmena y desciende como un relámpago enfurecido al lado del dios, cegando a los guardianes. Aquella luz no causó ningún daño a la zona, simplemente lo atravesó en un poder intangible.

La joven hechicera con los pliegues de su capa ondeantes, y con las manos frente a su hermoso rostro, contempla partículas de color negro flotantes en el interior del lucero. Como si fuese una arena viviente, se unen en la construcción de un cuerpo a una velocidad incalculable; primero es el esqueleto, luego los órganos en una marejada de sangre, seguido por los músculos, la piel hasta formar una fémina desnuda que de apoco es cubierta por la ropa reconstruida desde el mismo polvo.

María invadida por una lluvia de sorpresa que la hace sudar frio, reconoce ese oscuro hechizo. Es la ecuación de tele transportación, una magia capaz de destruir a nivel molecular a su usuario y lo reconstruye en otro lugar que el individuo conozca de antemano o tenga alguna conexión muy fuerte.

Es de las habilidades más complicadas, los mandamientos de seguridad no protegen al mago lo suficiente; si no domina al cien por ciento, el usuario podría reaparecer como una amalgama de carnes crudas a un viviente, en un sufrimiento perpetuo en el que anhela la muerte o si lleva a varios individuos consigo, el rango de dificultad es aún peor, al correr el riesgo de fundirse en una monstruosidad repugnante.

Ese peligro latente, sumado a los daños a la economía de transporte normal, es una ecuación prohibida por el gran archivo, su uso puede conllevar una sanción severa. La hechicera confirma algo con alto nerviosismo en ese ser; si es capaz de tener a un dios como su familiar y domina esa ecuación extrema, no cabía duda en ella que esa persona es una bruja.

La luz se desvanece mostrándose a Risha en una sonrisa irónica, delante de los guardianes. En la mano de la bruja, sostiene un largo báculo hecho de cedro que más parece una masa de guerra, al tener una pesada bola recubierto de rubís como pinchos. En la parte baja de la herramienta mágica tiene un martillo, con cuatro partas afiladas y con un rubí en el centro.

—Bienvenido sean, guardianes... a mi hermoso jardín y a la que será su tumba.

Pronuncia la druidesa en falsa benevolencia, y con la mano libre se retira el parche en el ojo, rebelándose algo que deja helado a los cuatro héroes: la cuenca es rodeada de líneas enrojecidas de cicatrices, y el ojo es robótico de un color completamente rojo, siendo este un implante artificial.