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R2: La incertidumbre de un padre

Mi nombre es Dexter Banyronix y soy el noveno patriarca del clan Banyronix. Actualmente tengo 61 años de edad, sin embargo, a pesar del tiempo que ha pasado me sigo sintiendo joven. Si no fuera por el estrés que mi posición me genera y el tiempo que demanda ciertamente aún me vería como un joven apuesto.

Dejando eso y las bromas de lado, creo que he tenido suerte al llegar a la posición en la que me encuentro actualmente. Desde mi nacimiento siento que tuve bastante fortuna de vivir debido a que en el parto de mi nacimiento, mi madre y yo corríamos peligro de fallecer, sin embargo, las parteras tuvieron la habilidad suficiente como para salvar a uno de los dos.

Lamentablemente, mi madre falleció justo después de darme a luz dejándome al cargo de mi padre. Me siento tan agradecido por el mero hecho de que ella me trajo a este mundo maravilloso. A veces desearía tener una madre como los demás, que te cuenta historias antes de dormir o te arropa o te hace el desayuno, sin embargo, a cambio de mi vida, ella dió la suya y es gracias a ese gran sacrificio que me encuentro aquí ahora mismo.

Por supuesto, a mi padre lo devastó el fallecimiento de su querida esposa. Los viejos sirvientes me contaban historias en mi niñez de cuando mi padre estaba tan adolorido por el fallecimiento de su esposa que no comió o durmió durante 3 días enteros, algunos dicen que ni siquiera salía de sus aposentos, todos creían que había renunciado a la vida por el tremendo dolor de perder a la persona que más amaba y esperaban lo peor. Para cuando él salió de sus aposentos 3 dias después, decían que un zombie tendría un mejor aspecto físico que el de aquel hombre que estaba más muerto en vida que un pedazo de carne putrefacta.

Admiro a mi padre. Mientras yo crecía, escuché algunas historias de situaciones similares en las que la madre moría y que el padre terminaba abandonando a sus hijos o que simplemente ahogaba sus penas en el alcohol y se volvía agresivo con sus hijos, maltratándolos o peor aún, algunos no podían con el dolor y simplemente cruzaban el velo para reunirse con sus esposas. Pero mi padre fue diferente. No sólo no se rindió, ni ahogó sus penas en el alcohol, ni siquiera me culpaba por la muerte de mi madre. En su lugar, él me cuidó y tomó el papel de padre y madre. A pesar de que estaba ocupado con los deberes del patriarca, él ponía a su familia antes que su posición como conde. Él me leía cuentos antes de dormir, él me arropaba, él me proporcionó educación y jamás faltó a alguno de mis eventos en mi juventud a pesar de su posición.  Admiro tanto a mi padre, soy su hijo y estoy orgulloso de ello, sin embargo, pese a ser el hijo de un gran hombre, siento que no he podido dar la misma talla.

Cuando mi padre cumplió 69 años y yo tenía unos 38 años de edad, él decidió cederme el puesto de patriarca del clan. A pesar de mi falta de experiencia, todos fueron muy amables conmigo y muy pacientes, lo quería dar todo para ser como mi padre, un gran gobernante y mas que nada, un gran hombre.

Me casé un año después con la hija de un barón llamada Stella. Este barón era muy amigo de mi padre y acordaron un matrimonio entre ambos, aunque ninguno de los dos sabiamos de esto hasta que nos presentaron en una reunión informal. Fue algo asi:

Yo estaba en mis asuntos cuando un sirviente me avisó que mi padre deseaba verme. Después de unos minutos, entrando a sus aposentos me encontré con tres personas. El Barón Asher Von Elmarc, la señorita Stella Von Elmarc y su mayordomo. Después de que me hube presentado con el barón y la respectiva señorita, mi padre soltó un: "Ah, por cierto. Ustedes dos se casarán en un mes." Tan casualmente como si estuviera teniendo una conversación normal. Ella y yo teníamos una expresión complicada en nuestros rostros, más como una expresión de: "Disculpa ¿Me puedes repetir eso?" Mi padre parecía algo confundido por mi expresión y bueno ¿Cómo debería haber reaccionado a eso si me lo lanzó a la cara tan de repente? No estaba preparado para el matrimonio, pero no pude hacer mucho más que aceptarlo.

A pesar de ser un matrimonio arreglado no sentía el mínimo disgusto por mi esposa, al contrario, ella era bastante linda. Me dediqué a conocerla los primeros meses después de casarnos a pesar de mis obligaciones como patriarca, lo cual le parecía extraño, esto debido a que su padre aún siendo un barón no solía tener mucho tiempo para atenderla y siendo yo un conde debería tener aún menos tiempo. Se le instruyó desde pequeña que ella debía dedicarse a cuidar de los hijos y que su marido no estaría con ella la mayor parte del tiempo. Para resumir, básicamente se le instruyó desde pequeña que solo debía hacer bebés y criarlos sola para no molestar al ocupado marido. Al escuchar esto de su propia voz, me hizo sentir algo raro, digo, yo no había tenido una madre, pero según lo que mi padre me contó, los Banyronix debían tratar a sus esposas con el mayor grado de respeto y no descuidar a la familia por el trabajo o la gloria. Este era uno de los juramentos para el patriarca instituidos por el progenitor del clan, el primer patriarca: Orvyn Banyronix.

Los meses pasaron y ella pasó de ser una chica que no demostraba mucho afecto, a ser una gran confidente para mí, además de ser mucho más apegada y sincera a lo que ella sentía. Nos fuimos acercando más con el tiempo y el amor entre ambos fue creciendo hasta que finalmente dió fruto.

Cinco años después, cuando yo tenía 44, mi amada esposa concibió a un pequeño varón. Sin embargo, uno de mis miedos más grandes se hizo realidad.

Cuando ella estaba por dar a luz, el trabajo de parto se complicó de tal manera que la vida tanto de Stella como la de mi hijo corrían peligro. Me pidieron tomar una decisión, salvar la vida de mi esposa o la de mi hijo. Sobre mis hombros recaía el peso de la decisión de quitarle la vida a alguno de ellos. Entré en una crisis, arbitrariamente y debido a mis principios de poner a mi esposa en primer lugar, quería salvar la vida de mi esposa. Ella por supuesto se negó.

Aún recuerdo bien sus palabras y lo que pasó está todavía fresco en mi memoria. Entré al lugar donde ella estaba dándolo todo para darle la vida a un niño. Las parteras me lo querían impedir, pero entré,  quería verla.

Tomé sus manos a las cuales su tierno color carne y su calidez se estaban desmoronando poco a poco.

Yo tenía la intención de estar ahí para convencerla de salvar su vida. No me di cuenta, creí que era sudor lo que recorría mi cara, más ella, con sus pocas fuerzas y aún pujando para que el dolor terminase, secó las lágrimas que caían de mi rostro y con amor, tomándome de la mejilla, me dijo:

— " Dexter, cariño, yo siempre imaginé que después de casarme tendría una vida triste y solitaria como me lo habían dicho desde niña, pero tú cambiaste ese destino. Estos han sido los años más felices de mi vida. Quiero que sepas que nunca me sentí tan amada antes, me has hecho muy feliz, por eso… déjame darte este último regalo. Deja que nuestro amor viva aunque yo ya no esté en este mundo. Cumple la última voluntad de esta chica tonta y cuida bien de nuestro hijo… Te amo."

Después de esas tiernas palabras de despedida, el llanto de un bebé se escuchó. Al mismo tiempo, la sonrisa de mi esposa se desmoronó, sus ojos se cerraban y su fuerza fue drenada, su color se iba perdiendo y su calidez finalmente dejó su cuerpo.

Stella… ella se había ido.

Esta es una de las razones por las que admiro tanto a mi padre. Yo estaba destrozado, estaba tan triste, estaba tan deprimido, no podía dormir, no quería comer, sentía que sería mejor olvidarme de todo eso e irme con ella. Para cuando me di cuenta, yo ya había pasado 3 días en ese extraño estado de luto,  ahora entendía perfectamente lo que sintió mi padre en ese entonces cuando mi madre falleció y ciertamente no lo culpaba, era un sentimiento horriblemente desgarrador.

El recuerdo de las últimas palabras de Stella llegó a mi mente. Ella no querría que estuviera así, y ella definitivamente estaría furiosa si yo dejaba a nuestro hijo a su suerte solo por mi egoísmo de reunirme con ella. Me levanté y salí de mis aposentos, parecía que los sirvientes habían estado preocupados por mi. Después de comer y arreglarme un poco, fui a la habitación donde mi hijo estaba durmiendo. El estaba tan tranquilo, estaba durmiendo sin saber todo lo que estaba pasando por mi cabeza, qué tan milagroso fue su nacimiento y que sacrificios se habían dado para que él estuviese ahí. Lo tomé tiernamente entre mis brazos y lo arrullé con amor. En ese momento prometí ser el mejor padre que pudiera ser.

Pasó el tiempo y a pesar de hacer lo posible por estar con Alaric en sus primeros años, las responsabilidades de ser el conde de ese lugar no hicieron más que aumentar debido a el crecimiento del condado, por lo que poco a poco me fui distanciando de mi hijo, sin embargo, me encargué de que no le hiciera falta nada, le proporcioné excelentes maestros de todo tipo de materias como el lenguaje, matemáticas, esgrima. Le compré ropa cara y lujos para que no se sintiera abandonado. Incluso hubo una vez me dijo que queria un hermano menor. No sabia como responder a eso, sin embargo, Fredd me dio una idea la cual era: Adoptar a un niño. Adoptamos a Demian el cual ni siquiera podía hablar bien todavía. Alaric estaba feliz de tener un hermanito y de vez en cuando pasábamos tiempo juntos.

Alaric empezó a salir del pabellón Banyronix a una edad temprana para conocer el pueblo, me contó que empezó a tener amigos de la nobleza, pero cada vez me contaba menos e incluso me evitaba, supuse que era algo así como la pubertad, por ese motivo no le presté demasiada atención al asunto.

Pasó algún tiempo y sucedió algo bastante extraño. Algunas personas del condado estaban en la puerta del pabellón, quejándose de algo. Envié a Fredd, nuestro mayordomo para investigar acerca de esto. Cuando regresó, me dijo que los aldeanos se estaban quejando de Alaric, mi hijo. Su premisa era que Alaric estaba causando estragos en el condado. Yo no sabía de qué se trataba esto, así que mandé llamar a Alaric.

Al preguntarle, Alaric me dijo que había estado en el pueblo, pero que no había hecho tales cosas de las que lo acusaban, si no que tal vez alguna que otra travesura. Le había dado a Alaric educación y no había necesidad de mentir, así que creí en él. Mandé a Fredd a decirles a los aldeanos que él era solo un niño y que lo perdonaran, lo que de momento pareció calmarlos. Pasado el tiempo, las quejas seguían llegando, pero no les daba mucha importancia, amaba a mi hijo y confiaba en él. Aún así, era raro.

Pasó el tiempo y un día por la noche mientras yo estaba leyendo la historia del clan, Alaric llegó con la cara bastante golpeada y su ropa toda andrajosa, diciéndome que lo habían golpeado y que esa persona también había hablado mal del primer patriarca.

Yo estaba furioso ¿Quién se atrevía a manchar el nombre de mi clan? Y peor aún ¿Quién se atrevió a golpear a mi hijo? Enfurecido, envié a la guardia del dragón blanco (Mi guardia personal) por este individuo para ver la cara de aquel y hacerlo pagar por sus actos. Sin embargo, sentí algo. Por primera vez desde que interactué con Alaric, sentía que me estaba ocultando cosas.

Tal vez sea mi imaginación.

Fin del capítulo.

Muchas gracias por leer hasta aqui. Si te gustó esta parte, me ayudarias mucho con un voto 🐢