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ROBERT GOLDEN, UN HOMBRE Y UN SUEÑO

¿Podrá Robert Golden salir de su estado de miseria viviendo en las calles y cumplir sus sueños de tener su propio taller de automóviles?

crazor_productions · History
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CAPITULO 4: LA PESADILLA DE ROBERT

Era el océano profundo y azul. Él se veía en ese azul tan brillante; pero a la vez tenebroso, el azul que podía confundirse con el subconsciente humano, el azul de la locura.

Un océano sin final alguno ni superficie visible, allí estaba flotando él en la eternidad, pero no estaba solo.

Algo se encontraba con él en ese momento, nadando en ese inmenso e interminable mar azul. Robert no podía ver donde estaban; pero los oía moverse en aquel enorme océano azul.

También oía un rugido terrible sonar cerca suyo, luego esas criaturas se movieron a mayor velocidad, eran enormes y de una maldad mayor a la que él podía pensar.

Totalmente aterrorizado intentó ir a la superficie; pero mientras nadaba se dio cuenta de dos cosas: La primera era que no existía una superficie, la segunda era que se movía lento. No podía ir a mayor velocidad en el nado; pero esa criatura que le perseguía si era ágil. Porque ese era su elemento, su hogar.

Igual, con todo en contra, intentó escapar, recordó a su esposa gritarle:

"¡Están cerca nuestro!" Para su sorpresa notó que no era un recuerdo, lo había oído en ese océano azul y profundo "¡Robert para!" Gritaba su esposa.

"¡Puedo salvarlos a ambos!" gritaba Robert, el monstruo se acercaba a él, nadando velozmente "¡Estaremos bien!"

"Si es niño se llamara Tomas y si es niña Joanna" dijo su esposa muerta en aquel recuerdo

"¡Los estamos perdiendo, por favor aguanta!" Le decía Robert a su esposa moribunda mientras huían, mientras el huía de los Nazis.

No estaba en el océano en ese momento sino en el auto de su padre, corriendo a gran velocidad huyendo de la Gestapo que los perseguía.

- ¡Podemos lograrlo!- gritaba desesperado

- Tengo frio- le respondía su esposa, la sangre escapaba de sus heridas

- ¡Los estamos dejando de lado! ¡Puedo salvarlos a los dos!- gritaba con alegría Robert

- Robert... te ... amo- se despidió su amada esposa antes de perder el conocimiento y morir al poco tiempo

- ¡Puedo salvarlos a ambos!- repetía en el sueño Robert

Nuevamente estaba en el océano; pero no era el océano sino el viñedo de su padre en Austria. Su esposa estaba allí, muerta y con sus ojos abiertos mirándolo; pero sus ojos no eran azules como los de su amada sino de color amarillo, lo miraba con odio respondiéndole:

- No pudiste salvarnos Robert, no importa que tan rápido huyas tú nunca podrás salvarnos ¡Ni siquiera lloraste por nosotros sino hasta que te embarcaste rumbo a Norte América maldito egoísta cabrón!- rugía su esposa con una voz monstruosa

Los viñedos de su padre ahora eran azules. Toda la tierra era azul, el mismo suelo parecía desaparecer a su alrededor. Los arboles y viñedos eran consumidos por un azul oscuro muy potente.

Su difunta esposa comenzó a reír mientras buscaba bajo su falda algo, su piel también era azul.

- Mira nuestro retoño y dile a los ojos si pudiste salvarlo- croaba aquella visión- ¡mira!

Robert lo vio y comenzó a gritar. Su hijo era un feto con piel de reptil, cuyas escamas eran de color marrón, su boca tenia colmillos muy afilados y su aspecto era el de un ser reptiliano antes que un humano.

La criatura comenzó a chillar con una voz muy gruesa, el auto ahora estaba en el fondo del océano azul.

El pequeño abrió los ojos mostrando sus pupilas rasgadas de gato sobre un amarillo enfermizo.

Robert oyó el sonido de un llanto de bebe y los gritos de su esposa combinada con la risa seguida de gritos de esas criaturas.

Ya no se encontraba en el auto. Estaba de nuevo en el océano interminable azul con una criatura de gran tamaño con la cabeza larga que le miraba con unos ojos de color amarillo con pupilas rasgadas como un gato. Le lanzaba una mirada asesina, había mucho odio en esos ojos. Robert, totalmente asustado ante tal visión, comenzó a gritar de miedo, no miedo a morir sino a perder algo más valioso que la vida: la cordura.

Se despertó gritando en una playa desierta. Compañero estaba su lado. Él lo había arrastrado, como pudo, nadando hasta llegar a la playa más cercana.

Robert estaba aterrorizado; pero, al ver a Compañero, se recompuso por completo. Sudando frio y mojado de pies a cabeza abrazó a su fiel amigo diciéndole:

- Gracias amigo mío, te debo más de lo que piensas, te debo mi vida… y quizás mi cordura

El perro ladró y le lamió el rostro. Robert comenzó a llorar; pero su llanto mutó a una risa alegre que se oía como un eco en las costas mientras el sol salía por el horizonte de aquel gran océano azul.

"Ahora que voy a dormir, le pido al Señor que cuide de mí y si muero antes de despertar le pido al señor mi alma llevar"

ORACIÓN DEL SUEÑO