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Capítulo 1

Estaba segura de que me habían echado una maldición o algo por estilo. No era normal cargar con tanta mala suerte, y es que desde la noche anterior habían estado sucediendome cosas malas.

1° No pude terminar mi tarea de cálculo.

2° Era la segunda vez en la semana que llegaba tarde al instituto , y hoy apenas era martes.

3° El director parecía estar de pésimo humor, claro, lo extraño no era eso, sino el hecho de que a pesar de haber cinco estudiantes más que también habían llegado tarde; sus miradas de oso asesino en busca de miel solo iban dirigidas a mí.

Y por último, pero no menos importante, anoche Ethan me había llamado.

—Llevamos solo dos meses desde que iniciamos año escolar y a la mayoría de ustedes ya los he tenido en mi oficina más de una vez.—Gruñó el Sr. Rogger, mirándome directamente a los ojos.—No voy a darles una charla de responsabilidad porqué sé que eso caería en saco roto, pero los esperó a todos ustedes en el salón de detención al terminar clases.

Salí de la oficina y corrí al edificio de enfrente. Si tenía suerte, llegaría a tiempo para el segundo período. Habían varias decenas de estudiantes rebuscando sus libros en los casilleros, la mayoría lo hacían de forma rápida, sabiendo que tenían los segundos contados antes de la que la siguiente campana sonará.

Rebusqué entre mi taquilla, la biblia del diablo llamada: Algebra de Baldor, cuando di con el libro, lo metí en la mochila y me la puse al hombro.

Empecé a caminar, cuando desde atrás surgieron dos pequeñas y pálidas manos que taparon mis ojos.

—Harás que se corra mi rimel, y si eso sucede juro que te cortaré los dedos uno a uno.—Espeté, pero las manos siguieron en el mismo lugar.

—Me veré con "M" hoy.—Susurraron en mi oído, destapando por fin mis ojos.

Me tomó unos segundos escarbar en mi memoria y encontrar quién era "M".

—¡Oh, por Dios!—Casi grité mientras aplaudía dando saltitos.—¡Emma, eso es genial!—Le dije  a mi mejor  amiga, quien ya   caminaba junto a mí, mientras  sonreía   ampliamente.—

¿Dónde se verán? ¿Voy contigo para cuidarte? Me puedo esconder y vigilar.

—¿Qué pasa, Candace? ¿Se te perdió el acuario y decidiste dar tu espectáculo de foca epiléptica aquí?—La voz de la bruja mayor de Faith Higth School llegó a mis oídos, eliminando de mi rostro cualquier señal de alegría.

Lentamente, me giré hacía ella y ahí estaba Danna Wilwoord con sus esqueléticos brazos cruzados sobre su inexistente pecho.

—¿Tan temprano y siendo una brujas, Danna?—Pregunté, negando con la cabeza.—Un día de estos el trabajo te va a matar: Te esfuerzas demasiado.

—Que buen insulto, Candace.—Se burló ella, mientras arqueaba una de sus horribles cejas.

— es un insulto.—Respondí, cruzando también mis brazos y luego fruncí el ceño y le miré directamente el rostro.—Qué es eso que tienes ahí?—Le pregunté.

—¿Qué cosa?—Espetó Danna, llevando instintivamente una de sus manos a su mejilla derecha.

—Creo que... —Empecé a decir profundizando el ceño aún mas, y miré a Emma.—¿Eso qué tiene Danna en la cara es...?

—Sí, sí lo es.—Me interrumpió Emma, poniendo la cara de "Esto es serio, no te rías".

—¿Qué? ¿Qué tengo?—Danna se estaba poniendo ansiosa.

—Creo que eso es excremento de paloma.—Le dije acercando mi rostro al suyo y simulando que lo detallaba. Luego di un paso atrás e hice un ademán con mi mano para restarle importancia.—Olvidalo, solo es tu maquillaje. Falsa alarma.—Terminé de decir, y Emma soltó la carcajada que yo sabía que estaba reteniendo desde que se dio cuenta de lo que hacía.

—Estúpida.—Bramó la bruja, fulminandome con la mirada y girando sobre sus talones para irse; hecha una furia.

Ambas nos reímos como por cinco minutos, ahí paradas en el pasillo y todos nos miraban como si no estuviesen acostumbrados a nuestros alaridos matutinos.

Cuando por fin paremos, Emma se limpió una lágrimas que se le había escapado.

—Ya me duele la espalda.—Dije cuando pude respirar mejor.

—No entiendo porque te duele la espalda en vez del estómago cuando te ríes mucho.—Dijo caminando hasta el bendito salón de Cálculo, y yo la seguí.

—A algunas personas nos pasa.—

Respondí a su comentario, mientras recogía mi castaño cabello en un cola alta.

—Candace,  eso  solo   te pasa   a   ti.—

Acotó  Emma,  buscando  sus   lentes.— Pero bueno, ¿qué opinas de, ya sabes, "M"?.

Miré  a mi amiga, sus redondas mejillas tenían un suave tinte rosa, que en su piel de abalastro se convertían en notables manchas rojas, que combinaban perfectamente con su cabello rojizo. Sonreí. Era obvio que estaba nerviosa, y no la culpaba en absoluto. Si fuese yo la que estuviera en su situación, ya andaría sin uñas y estaría sudando como puerco.

—Pues, me alegra que hayan decidió dar el siguiente paso.—Dije, al tiempo que entrábamos al salón, donde la mayoría de los que tomaban esa clase ya estaban sentados en sus asientos. Caminos hasta el centro, y tomamos nuestros lugares.—Pero lo importante es: ¿Cómo te sientes tú?

—Bueno.—Empezó a decir, mordisqueando su labio inferio, mientras se acercaba a mí para que nadie escuchase.—Creo que necesito hacer esto. "M" me gusta, pero estoy muy nerviosa.

Yo asentí, y hablé también en voz baja.

—Yo también estaría nerviosa, es decir. Ni siquiera se han visto personalmente y podría ser un psicópata que te viole y te tire a una zanja después de que te asesine.—Las palabras salieron de mi boca sin darme cuenta.

Emma apartó su cara de mi y me miro con horror y fastidio.

—Mierda, Candace. Tú sí que sabes como calmarle los nervios a alguien—Eso no lo susurró, y me di una palmada en la frente cuando fui consciente de la estupidez que había dicho.

—Pero sabemos que no pasará, porque "M" es genial.—Intenté arreglar las cosas.

—Sí lo es, ¿verdad?—Una sonrisa tonta apareció en su rostro.

Yo volví a afirmar con un asentimiento. Era tonto que hiciera tal comentario, considerando el hecho de que yo tampoco conocía a "M" en persona. Pero cada vez que Emma hablaba de ella, de las largas horas que pasaban intercambiando mensajes, y de lo mucho que tenían en común; sabía que mi amiga era feliz.

La iba apoyar en esto.

La maestra entró al salón, y con una macabra sonrisa pidió nuestros cuadernos para revisar los ejercicios que había dejado.

Escuché su retahíla en silencio,imaginando como era aplastada por miles de positivos y negativos.

La hora transcurrió en mortal lentitud, con Emma y yo intercambiando medias palabras cuando la maestra se descuidaba.

Dos horas después, ocurrió otro evento que debió servirme de preludio para la enorme tormenta de problemas que caerían sobre mí.

Estábamos sentadas en la enorme cafetería, atiborrada de estudiantes hambrientos. En este lugar, era dónde más notorias se hacían las castas sociales que regían el instituto, así: al estilo del cliché de populares, no populares, nerds, etcétera.

Emma y yo, obviamente no eres de los populares, a ese grupo pertenecía la bruja y sus secuaces. Nosotras estábamos en ese pequeño grupo de en medio, donde no eras lo suficientemente aceptado, pero tampoco te miraban como si fueras una leprosa.

—Ni siquiera es tan bonita.—Escupió, Emma, mirando hacia la mesa donde Danna almorzaba.—El papel de Regina George debería ser de Katy, ella es mil veces más hermosa.—Sentenció, señalando con su cabeza a la pequeña rubia que se sentaba en la misma mesa de la bruja. Mi amiga le dio otra enorme mordida a su hamburguesa, y yo me pregunté cómo hacía para mantenerse tan delgada.

Yo solo con oler comida ya engordaba diez kilos.

—Bueno, ella es la hermana de la reina de esta ciudad, eso le suma algo de fama.—Dijo Mike, robando una de mis papas fritas.

—¿Podrías comprar tu propia comida, y dejar la mía en paz?—Espeté, jalando mi bandeja lejos del chico.

—No tengo hambre.—Se encogió de hombros, al tiempo que tomaba otra papa, esta vez, del charol de Emma.

—Me gustaba más tu cabello azul.—

Dijo Emma.

—Ya llevaba  dos  meses  con  ese color—Acotó, el ahora chico de cabello rosa, sonriendo mientras tomaba un mechón de su cabello y lo estiraba por su frente, hasta que pudo mirarlo.—Mi hermana dijo que este tono estaba de moda.

—Te vas a quedar calvo antes de que llegues a los veinte.—Sentencié, poniéndome de pie, para ir al bote de basura.

Cuando estaba vaciando los restos de comida, escuché su voz.

—Hey, Gomigoma.—Ethan utilizó el mismo apodo con el que se había referido a mí la noche anterior.

Fruncí el ceño, y lo miré de arriba a abajo, y venga, no les voy a mentir: él era jodidamente lindo. No por nada estaba posicionando como el chico más deseado de todo el instituto.

Era eso que llaman: todo un adonis, y el bastardo lo sabía bien.

Su cabello oscuro brillaba, y tenía una rara forma dónde parecía solo ondularse en las puntas, su cejas gruesas e igual de negras, enmarcaban un par de ojos verdes esmeralda. Estaba también esa altura suya, que le sacaba siempre por lo menos una cabeza a la mayoría de las chicas, ese torso en en forma de "V", y sus músculos que no eran exagerados pero sí lo suficientemente definidos como para que se notarán por debajo de su ropa.

Ethan Thornner le hacía el honor perfecto a ese prototipo de chico guapo y popular.

Hice un mueca que se asemejaba mucho al asco.

—Me llamo Candace.—Respondí, al. terminar mi descarado escrutinio. Giré sobre mis talones, y caminé de regreso a mi mesa.

Sentí sus pasos detrás de los míos, y también noté que media cafetería tenía sus ojos en nosotros.

—Ya lo sé, pero siempre te he llamado así, ¿no? Ese nombre te queda perfecto.—dijo, adelantándose, y poniéndose frente a mí. Caminaba de espaldas y yo rogué internamente que tropezara y cayera, pero claro; el karma me odiaba a mí, no al popular Thornner.

—Hace cinco años que dejaste de llamarme de esa manera.—Dije, girando los ojos al cielo.—Quítate de mi camino, o la bruja va a tirar una maldición sobre mí por estar hablando con su novio.—Lo empujé a un lado.

Él soltó una carcajada, sin dejar de caminar.

—Danna y yo terminamos hace dos años.—Dijo lo suficientemente fuerte, como para que lo oyeran en el otro continente.—Quiero hablar contigo, Gomigoma.

—No me interesa.—Llegué por fin a mi mesa, donde Emma y Mike pasaban sus miradas de Ethan a mí. Juraría que vi baba escurriendo de la boca de mi amigo.

—Vamos, no seas mala.—Se quedó de pie frente a la mesa.—Te llevaré a casa.

—No.

—¿Por qué?—

—Ya no somos amigos.—

—Candace...—Emma me pegó una patada en la canilla, por debajo de la mesa.—Ethan solo quiere hablar.—Dijo, mirándome de forma extraña.

Puse mis ojos en el rostro del bastardo, y este estaba haciendo un ridículo puchero.

Bufé sononoramente, y asentí a regañadientes.

— ¡Genial! —Una  brillante  sonrisa  de  dientes  perfectos  iluminó  su  rostro.—Te recogeré en la salida, e iremos juntos a casa.

Se alejó, y la sonrisa no desapareció hasta que se sentó en su mesa.

Cuando miré a mis amigos, ellos me observaban con perplejidad.

—Ethan y tú...—Empezó a decir Mike, secándose la baba, pero lo hice callar con un gesto de mano.

—Por favor, no digas nada repugnante, o volveré mi almuerzo—Agarré mi estómago para darle énfasis a mis palabras.

—Ajá...—Dijo el pelirrosa, alargando la última letra, y haciendo un extraño baile de cejas.

—Creo que le gustas.—Agregó Emma, imitando la danza de Mike.

—Ay, por favor. Solo quiere hablar.—Fasfullé.

La campana sonó en ese preciso instante, y salí lo más rápido que pude de la cafetería.

La rara cadena de eventos que Ethan había comenzado, estaba poniendo mi humor más negro que la conciencia de Mike. Pero mientras caminaba hacia mi siguiente clase, una enorme sonrisa que competía con la de el gato Cheshire apareció en mi rostro.

Ethan Thonner se quedaría plantado. Nunca me sentí más feliz por tener que ir al salón de castigos después de Clases.