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Mi matrimonio forzado: la hermosa esposa no tiene memoria

Sun Hee es una joven de 18 años. Tras haber despertado de un largo coma, se enteró de que había perdido la memoria. Ese mismo día, su malvada madre la forzó a casarse con un hombre completamente extraño para ella. Sin poder negarse tuvo que aceptar aquella extraña orden. Su esposo Jin Seong es un hombre frío, rico, arrogante y poderoso, capaz de hacer desaparecer a cualquier persona del país. Ellos dos son completamente diferentes. Sus vidas cambiarán por completo y tendrán que intentar convivir juntos aunque no se conozcan. ¿Qué pasara en su relación, terminaran enamorándose? ______________________________________________ Nota de autor: La cubierta no es mía. Por favor, no resubir esta historia

Laurasiscoyote · Urban
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Capitulo 89: Sin duda, una pareja extraña

Era imposible sacar toda la ropa del clóset tan rápidamente, parecía que Seong-Jin estaba apresurado y que en menos de un minuto saldría sin avisar y sin esperar.

Sun Hee pasaba la mano por su frente, estaba comenzando ha tener calor y todavía no había sacado ni la mitad de la ropa.

Ahora mismo no le vendría mal un poco de ayuda.

Seong-Jin comenzó ha ponerse nervioso por todo el ruido que hacía su esposa.

Sin pensarlo dos veces se giró y la fulminó con la mirada, en el momento que la vio se quedó perplejo.

¿Porqué estaba cogiendo la ropa de su clóset?

—¿Qué haces?—preguntó sorprendido.

—¿Acaso no lo ves? Estoy cogiendo la ropa que tengo que llevar a la nueva casa—explicó mientras sujetaba varias prendas.

Seong-Jin siguió mirándola sin ninguna expresión, luego suspiró y puso la mano sobre su rostro.

—Deja eso allí, no es necesario que lleves nada.

—¿C-cómo que no? No pienso llevar la misma ropa durante toda la semana. No tardaré mucho, solo cinco minutos más, por favor.

Seong-Jin se acercó a ella y enseguida cogió las prendas que sujetaba ella, luego las dejó sobre la cama.

—Te dije que no era necesario que llevarás nada, ya he pedido que trajeron todo lo necesario al lugar donde vamos a ir.

Deja de preocuparte por cosas innecesarias.

—Vale, vale.

Sun Hee levantó los brazos para indicarle que ya se rendía, no pensaba seguir negándole ya que sabía perfectamente que no lo haría cambiar de opinión.

En cambio, Seong-Jin la miró arqueando una ceja, parecía no entender lo que intentaba expresar la mujer derrotada.

***

Una hora después, seguían en el auto, Sun Hee seguía pensando que dejar toda esa ropa y objetos de valor allí, había sido un desperdició.

Seong-Jin no parecía admirar nada de lo que le rodeaba, mientras que Sun Hee era capaz de ser feliz con el más pequeño detalle que le dieran, incluso una simple flor podría alegrarle todo el día.

—Sigo pensando que todos los vestidos que me obligaste ha dejar allí podría haberlos traído. No creo que los vaya ha usar tu hermano.

—No me hables, estoy ocupado.

Sun Hee solo pudo hacer pucheros y aceptar lo que su esposo le dijo.

Como una niña obediente, se sentó bien y se mantuvo callado.

Aveces, miraba de reojo ha su esposo, parecía estar muy concentrado en lo que estaba haciendo, tanto que incluso no se dió cuenta de que su esposa estaba agitando la mano para llamar su atención.

—Seong-Jin, me aburro... ¿Cuánto falta?

—Poco.

Sun Hee cruzó los brazos y giró la cabeza para el otro lado, ahora ya no le apetecía mantener una conversación con él, y menos mirarle. Lo único que hacían sus respuestas de una palabra eran frustrarle.

El chófer no pudo ignorar la situación, al menos alguien hacía que ese aburrido trayecto fuera un poco más entretenido.

Le parecía una pareja extremadamente extraña esos dos.

Un hombre que hablaba solo cuando le apetecía y una mujer incapaz de callarse.

También sabía que el joven amo era alguien frío, serio y que necesitaba que todo fuera perfecto.

Mientras que Sun Hee era feliz y dejaba que sucediera lo que tuviera que pasar, nunca se preocupaba por lo que pudiera pasar mañana.

Sun Hee seguía mirando hacía otro lado, comenzó a mirar por la ventana del coche para intentar que el tiempo se le pasará más rápido.

Enseguida se dió cuenta de que habían llegado a la zona donde seguramente vivirían.

—¿Es aquí?—preguntó emocionada y sin apartarse de la ventana del coche.

—Sí, ¿puedes parar de apoyarte en el vidrio?

Estas dejando el vidrio lleno de marcas de tus manos.

—¡Sí!—se apartó inmediatamente.