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Larga vida al Imperio

¿Qué pasa cuando juntas la inteligencia y la fragilidad en una sola persona? Se forma nuestro protagonista Emil, un gran estratega militar, educándose de los mejores estrategas que han existido en la historia; pero que es nefasto en el combate debido a una condición en su pierna izquierda. Al ser una figura importante para el Imperio, cuando era un adolescente, se le asignó una guardaespaldas que lo acompaña a todos lados, con la que forma una hermosa relación más allá de lo profesional, tan es así que ella estaría dispuesta de dar su vida por él. Ellos dos se ven envueltos en un un secuestro por parte del Ejército de Liberación Imperial en el que por causas del destino, se volverán criminales del Imperio. La imagen de portada no me pertenece, y no me digan que a ustedes les pertenece, porque ya conozco quién es el autor, pero el desapareció de todas sus redes, pero me gusta mucho su arte. El nombre del autor es CreamSea, si alguien tiene algún contacto de él, me encantaría que me lo pasaran. El período en que se sube cada capítulo será de un capítulo cada fin de semana, aunque puede que acorte el tiempo más, ya que por otras causas no he podido avanzar mucho en esta historia.

Deltics · War
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13 Chs

Travesías de guerra.

Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares.

-Lee Kuan Yew

Era un día aburrido. Emil, un joven chico un poco alto de tez blanca. Su cabello es un poco largo de color gris oscuro, con un peinado natural pero muy elegante y serio. Sus ojos son oscuros, una mirada ciertamente amenazante a simple vista.

Vestía un lujoso traje negro con un pañuelo morado en la bolsa de su pecho y una corbata negra con unos zapatos negros.

Estaba sentado en la parte trasera de un automóvil negro blindado, era una variante de un Maybach s600 guard, un coche civil blindado que pasaba desapercibido y resistía balas de diferentes tipos de calibre. Es un auto que protege al usuario sin perder su excentricidad, tiene sólo 4 asientos de piel color hueso: dos delante y dos atrás. Los de delante parecía una cabina común, pero la parte trasera parecía asientos de avión de primera clase, con un espacio extenso y demasiado cómodo, con pantallas en diferentes partes de la cabina y otras cosas de lujo.

Y a lado de Emil, se encontraba Leyna con un traje formal de color negro, hecho especialmente para el servicio secreto.

Mientras iban en el auto, Emil observaba con desinterés a la ventana. En su viaje, pudo ver cómo la gente caminaba o tomaba un transporte de forma desganada para ir a su trabajo. Con el nuevo régimen, hubo un cambio de empleos en la población que fueron escogidos respecto a las capacidades de una persona, eso impulsó la economía del país, aunque con ello aumentó la tasa de muerte en la población por diversas razones, y aún así, el gobierno lo niega rotundamente. También, por las calles caminaban policías del Imperio, que vigilaban que todo estuviera en orden, aunque llegaban a abusar un poco de su poder como autoridad.

El auto se detuvo en una caseta, después de ser verificado pasó por una reja de hierro que daba entrada al Palacio de Sanssouci, que es el centro gubernamental de la nación. El palacio es hermoso, con acabados en mármol y de otros minerales. La seguridad del lugar es muy estricta, las veinticuatro horas está protegido por agentes del servicio secreto, el ejército y la policía.

La entrada principal se dirigía a una glorieta que en su centro tiene una gran estatua que expresaba la libertad y soberanía del país, algo realmente muy irónico con la situación actual del régimen.

El auto se detuvo delante de la puerta principal al palacio, dos grandes puertas oscuras con acabados de oro, custodiada por dos guardias que verificaban que todo estuviera bien. Emil abrió su puerta y salió del auto con ayuda de un bastón negro que tenía una cabeza de águila de plata en la parte superior de este.

A su vez, Leyna se bajó del auto de forma apresurada y se puso a un costado de Emil, mientras que este se ponía un abrigo negro sin abotonar arriba del traje y sacó de su bolsillo un gafete de color rojo y se lo puso en su pecho. De esa forma, entró sin haber hecho alguna revisión por parte de los guardias de las puertas. Los interiores del palacio eran hermosos, de tonos oscuros que representaban fuerza y a la vez elegancia. Emil y Leyna caminaron hacia un elevador y subieron algunos pisos. Cuando se abrieron las puertas, delante del ascensor había un gran escritorio de madera donde estaban trabajando un par de secretarias.

-Disculpe, señor- decía una de las secretarias sin dejar de ver el monitor en el que trabajaba- ¿Cuenta con alguna cita para ver a alguien?

-Buen día- decía Emil de forma seria y un poco molesto- Vengo a ver al general Ulrich, ¿está en su oficina?

De pronto, la secretaría volteó a ver a Emil y observó el gafete rojo que llevaba colgando, luego mostró un gran nerviosismo sin siquiera conocerme.

-Lo siento, pero me dijo que no estaba recibiendo visitas- me dijo con un poco de pena.

-Asumiré la culpa si objeta a mi visita- le dijo Emil con una sonrisa para después caminar a lo largo del pasillo para llegar a la puerta del fondo.

Mientras Emil y Leyna iba caminando, un soldado iba en sentido contrario y al ver a Emil se detuvo y se puso en un extremo del pasillo en forma de respeto. Cuando pasaron cerca de él, el soldado pasó su mirada por Leyna y puso una expresión de desagrado, la cual Emil vio claramente.

De forma repentina, Emil se dio la vuelta y empujó al soldado contra la pared, tomándolo fuertemente del cuello, soltando su bastón mientras lo hacía. Con una cara de enojo, enfrentó al asustadizo soldado que había ofendido a Leyna, algunas personas que estaban alrededor y las secretarias veían el espectáculo sorprendidas.

-¿Qué acabas de hacer?- preguntaba molesto.

-Nada, señor- contestaba el hombre con miedo.

-Acabas de insultar a mi escolta delante mío.

-¡Emil, cálmate! No pasa nada- ordenó Leyna. Todos la veían con sorpresa, nadie se atrevería hablarle de esa manera a una autoridad como lo era Emil. Al escucharla, Emil soltó al hombre y se acomodó su abrigo- La próxima vez que te atrevas a hacer eso delante mío, yo mismo me encargaré de arruinar tu carrera- le susurró. Emil se dio la vuelta y tomó su bastón de la mano de Leyna y continuó caminando por el pasillo.

La puerta estaba protegida por un guardia del servicio secreto que asintió la cabeza en forma de saludo cuando vio a Leyna. El soldado tocó la puerta y después la abrió amablemente. Leyna y Emil entraron a una hermosa y cómoda oficina, donde al fondo había un escritorio de madera oscura y un hombre sentado en asiento, y de espaldas a él había una ventana que daba acceso a una tenue luz por las tardes.

El general vestía un uniforme color verde militar con el número de estrellas respectivas de su rango y algunas medallas que había conseguido. El hombre era un poco viejo, pero se forjó con el nuevo Imperio después de la guerra.

Ulrich se veía un poco molesto cuando llegamos, quién no lo hubiera estado si estás ocupado trabajando.

Al entrar, Emil se quitó su abrigo y lo colgó en el perchero de metal que estaba a un costado de la puerta. Mientras, Leyna cerró nuevamente la puerta y se puso detrás de Emil.

-Buen día, general- dijo Emil.

-Buen día, señor- le contestó cordialmente pero de mala manera- Tome asiento.

-Gracias- dijo Emil y luego se sentó delante del escritorio.

-¿A qué debo el honor de su visita?- preguntó.

-Como usted sabe, el gabinete del emperador siempre ha hecho un trabajo eficaz durante su administración, y por eso mismo, el emperador les entrega una vida acomodada, pero su avaricia es muy grande, general.

Cuando Emil le dijo eso, el general mostró cierto miedo en su rostro, pero lo intentaba ocultar.

-Descubrí que ha estado desviando recursos a una cuenta bancaria fuera del país.

-¿Sabe la gravedad de lo que me está acusando?¿Acaso tiene pruebas?

-Por supuesto, señor. Tal vez las pruebas que conseguí sean ilegales, pero ante un tribunal ser����an tomadas en cuenta de igual manera. Usted sabe lo que el emperador les hace a los mentirosos como usted, imagine qué le hará a su familia si esta información llega a sus manos. ¿Qué ibas a hacer con ese dinero? Bueno, no me digas, no me interesa.

-¿Qué quieres?

Emil sacó una hoja de papel doblado de uno de sus bolsillos y la puso sobre el escritorio- Quiero esa cantidad de dinero en esa cuenta, compartimos el mismo banco, no habrá problema con eso.

El coronel tomó la hoja de papel y la abrió, luego volteó a ver a Emil con sorpresa.

-Esto es mucho dinero.

-Por favor, Ulrich- decía riéndose- Tienes mucho más dinero que eso. Después de esto, haré la vista gorda de tus actos.

-Está bien.

El general tomó el teléfono e hizo una llamada a un intermediario para hacer la transferencia bancaria, tardó algunos minutos en confirmarse la transferencia, y cuando se hizo, Emil recibió un mensaje de un número desconocido con la palabra "Recibido".

-Muchas gracias por su disposición, es bueno que hayamos resuelto esto con calma. ¿Le gustaría tomar una botella de vino? El emperador no se va a enterar.

-Me parece bien- dijo el general, luego presionó un botón de su teléfono fijo y pidió una botella y dos copas de su colección personal. Minutos después, llegó una de las secretarias con una botella de vino y dos copas de vidrio. Esa misma señorita puso las copas sobre el escritorio y sirvió el vino en estas.

Emil y el general tomaron sus copas y le dieron un trago, Emil le dio uno pequeño, al contrario del general que seguía bebiendo. Cuando el general se alejó la copa de su boca, Emil sacó un reloj de bolsillo y lo abrió, y miró fijamente el segundero.

-Bonitas copas, no las había visto.

-Las trajeron el día de ayer, y sí, son de muy buena calidad.

Cuando el segundero volvió a marcar el minuto, el general comenzó a apretar su pecho, a la vez que tenía dificultad para respirar. Se quejaba fuertemente en su silla, aunque no hacía mucho ruido. Emil y Leyna no hacían nada para ayudarlo, simplemente lo observaban.

-Te explicaría lo que te hice, pero no creo que tengas el tiempo suficiente- dijo Emil mientras observaba su reloj de bolsillo y luego lo cerró y lo guardó.

Emil apretó un botón del teléfono del escritorio y cambió completamente su tono de voz serio a uno nervioso pidiendo ayuda médica.

-Eso es todo, Leyna. Borra la última llamada, es hora de irnos- dijo seriamente Emil, luego se levantó de su asiento y tomó su abrigo del perchero. Entonces, el general cayó en su escritorio y ya no se quejaba de nada, estaba muerto.

El agente que cuidaba del general, entró rápidamente a la habitación empuñando su arma, junto con dos médicos que se acercaron al cuerpo de Ulrich.

-Cuando estábamos hablando se quejaba de un dolor en el pecho y no podía respirar bien- dijo Emil con un nerviosismo fingido.

-Señor, sígame- dijo un agente que había llegado a la escena.

[...]

Emil iba caminando hacia su coche, bajando las escaleras de la entrada. El y Leyna tuvieron que pasar por un interrogatorio por lo que había ocurrido, ya que ellos fueron los únicos testigos de la muerte del general Ulrich. Después de eso, todo el palacio recibió a más soldados del ejército por un intento terrorista de acabar con el gobierno, afortunadamente, el emperador no se encontraba ahí, lo que era un alivio para Emil. Cuando Emil regresó a casa, iba escoltado por una patrulla de la policía.

Emil y Leyna se mostraron inexpresivos en su regreso, como si lo anterior no hubiera pasado, aunque ellos hayan sido los responsables de todo.

Este será el único capítulo que suba este fin de semana, ya que no alcancé a escribir un segundo. Pero este cuenta con una duración de dos capítulos, sólo que no lo quise hacer dos porque "Travesías de guerra" son historias de algunos personajes y no quiero que cada historia ocupe más de un capítulo. De igual forma, gracias por leer esta historia.

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