ESPÍA A XADEN

—¿Qué... qué? —pregunté incrédula.

—¿También te has vuelto sorda? —Luna María me siseó.

Cerré la boca y bajé la vista hacia mis manos.

—Él te llevará consigo a su manada —mi padre me dijo, su expresión era severa—. En un país diferente. Espiarás por mí y me enviarás información sobre sus planes para atacarme con la próxima luna nueva.

Respiré agitada.

Espiar era un delito en cualquier manada y el castigo era la muerte. Muerte instantánea.

—Pero eso es una sentencia de muerte —conseguí decirle.

—Si eres inteligente no te atraparán —mi padre me dijo.

Tragué incómodamente.

Lo que me estaba pidiendo que hiciera...

—¿Estás cuestionando la decisión de yo, tu Alfa y el que te dio la vida? —me exigió—. ¿Estás pensando en traicionarme?

Agité rápidamente la cabeza, la frente sudando profusamente.

—No, Alfa Bale —dije.

Él resopló hacia mí y luego se giró hacia Luna María.

Una anciana que nunca había visto antes entró en la habitación.

—Date la vuelta, niña —me dijo con desprecio.

Confundida, pero debilitada, hice lo que me dijo, y entonces sentí un dolor agudo en mi hombro.

Grité de dolor.

Y luego desapareció en un instante.

Miré por encima del hombro a ver qué era.

Era un tatuaje diminuto, casi imposible de ver.

—Como no te has transformado —Alfa Bale me dijo—, habrías podido comunicarte directamente conmigo, pero no es así. No eres nada más que una marginada y una loba latente. Inútil. Así que será mejor que te hagas útil.

—La marca es un mensajero búho —dijo la anciana—. Ahora tienes un búho asignado. Puedes enviarle información y él la traerá de vuelta aquí.

Había oído esas historias pero asumí que era solo un mito.

—Todo lo que necesitas para llamarlo es su nombre y volará hacia ti después de tres días —me dijo—. Te encontrará dondequiera que estés al atardecer. Le darás tu mensaje y volará.

—¿Cómo se llama? —pregunté.

Luego me asusté por haber hablado, preocupada de que me regañaran.

—Eqiana —dijo ella.

Asentí.

Luego recordé que no sabía leer ni escribir.

Fui una esclava completa en la manada, no había razón para aprender a ser letrada. Se consideraba irrelevante.

Si le decía a Alfa Bale que era analfabeta, podría matarme en el acto de la ira.

Él tenía razón, yo era inútil.

—Será mejor que nos traigas información —me dijo—. Si caemos será por tu culpa. Y Xaden te matará.

Asentí rápidamente, muy asustada de mi padre.

Tomó una respiración profunda.

—Las cicatrices en tu espalda, ¿Xaden las vio? —me preguntó—. Espero que no. Porque si le dejaste verlas, entonces nos has arruinado a todos y nuestra sangre estará en tus manos.

Tragué.

¿Había visto Xaden mi espalda?

¿Las marcas? Luego me di cuenta que si las había visto, eso significaría que sospecharía que yo no era la verdadera hija.

Por qué tendría marcas en la espalda la hija de un Alfa.

—¡Dime tú… tú criatura! ¿Vio las marcas en tu espalda?! —mi padre estalló en un furor de ira.