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LA ESPOSA PROMISCUA DEL CEO FRÍO

—Oooooooo... no... no lo hagas. —Bebé, tú lo deseas. Nancy quiere llorar sin lágrimas tumbada en la mesa, mirando al gran jefe detrás de ella seguir follándola sin descanso, la primera vez que se arrepiente de trabajar aquí. Día tras día era follada y le dolían la espalda y las piernas. ¡Solo era una pequeña secretaria que quería hacer bien su trabajo! ¿Cómo podía ser tan difícil? —Jefe tienes que trabajar en serio, no puedes entregarte al sexo femenino todo el día, tú... ah... —Nancy intentó razonar con el gran lobo gris detrás de ella, pero él no escuchaba en absoluto e incluso intensificaba su comportamiento. —No me entrego al sexo femenino, solo me entrego a ti. El hombre yacía detrás de su oreja, respirando pesadamente, extremadamente seductor. El aliento ardiente que exhalaba hacía que Nancy resistiera tensando su cuerpo. —Sssss... relájate... no... —No había vergüenza en la oficina, mientras que en un lugar distante, otra asistente miserable miraba al cielo sin palabras. ¡CEO y señora por favor déjenme ir, cambien a alguien para exprimirlo! ¿Por qué todos son subordinados del CEO, pero el asistente y la secretaria reciben un trato diferente?

Xiao_Yan_0938 · Urban
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Capítulo 26 Masturbación erótica en el escritorio del jefe

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—Ah, jefe... no puede ser así... estoy casada.

—Te vistes tan sexy y vienes a solicitar para ser la secretaria del jefe, ¿no es acaso para seducirme? Pequeña, ¿por qué te da pena?

Nancy maldijo a esta bestia, es una lástima que sea un actor tan maravilloso si no se dedica al teatro.

Ya que él quería actuar, ella lo acompañaría.

Mordió su labio con una mirada difícil, las comisuras de sus ojos ligeramente rojas, luchando por repeler los movimientos de Miguel.

—Yo no... traté de seducir al jefe.

—¿No? ¿Cómo es que estás mojada? ¿Mmm?

Los dedos del hombre tocaron su clítoris a través de la ropa y presionaron fuerte para cortarla dos veces.

—Ah...

Las piernas de la secretaria se debilitaron y se desplomó justo sobre la mesa.

La mirada de Miguel se volvió aún más caliente, y sus grandes manos amasaron su trasero con aún más desenfreno.

—¿Por qué te bajas? ¿No es que quieres que toque tu culo, zorra?

Lo dijo y le dio una palmada en el trasero.

—Mmmmmm...

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