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VUELTA A LA REALIDAD.

Miré hacia la ventana. Fuera, la calle se iluminaba con ayuda de los rayos, que raro, era una noche de tormenta como en mi extraña pesadilla. Me mire las palmas de las manos, no paraban de temblar, me las lleve hacia el rostro intentando frotarme los ojos para despertarme del todo. El reloj marcaba las 3:30 de la madrugada, últimamente siempre me despertaba a esa hora, hacía años que padecía de insomnio, conseguía dormir como mucho tres o cuatro horas al día.

Me dirigí hacia el baño y abrí la resquebrajada puertecita blanca, donde guardaba las medicinas, cogí el bote de Rasagilina de 1 mg y me tomé dos pastillas. Al cerrar la puerta me mire en el espejo, tenía la mirada perdida, una espesa barba, 10 kg más a la espalda, me había descuidado ya no me molestaba ni en teñir mis canas, estaba desolado, sentía que mi cuerpo vagaba, que mi alma se había esfumado. A pesar de eso no podía entender como no había perdido mi atractivo, seguían pegándoseme las mujeres como abejas a un panal de miel.

Lave mi rostro con agua tibia, me enjuague los dientes con flúor ya que la pereza se había levantado dándome la mano y el cabezal de mi cepillo de dientes carecía de la mayoría de sus cerdas.

Me puse la misma camiseta con la que había dormido que tenía una gran mancha de café, pero no me importaba no tenía la intención de impresionar ni agradar a nadie con mi imagen.

Encendí un puro y me serví una copa de whisky barato que me bebí de un trago, no era bueno mezclarla con medicamentos, pero me mantenía más vivo.

Agarre una gabardina y un gorro para la lluvia y me dirigí hacia el bufete, el lugar en el que trabajo, por extraño que parezca.

Buenos días señor Macnoland, me dijo Darwin mi asistente, trayéndome un café descafeinado, ya bastante padecía de insomnio como para inyectarme más cafeína en vena.

Tenía la mesa llena de documentos y papeleo ya solo me asignaban casos menores, divorcios, disputas domésticas, siempre había sido un buen abogado y había resuelto los casos más difíciles, no comprendía a que se debía este cambio.

Era un trabajo sumamente aburrido cada vez me vaciaba más por dentro, los parpados me pesaban, las letras simplemente bailaban borrosas mientras intentaba leer los documentos, me desplomé sobre la mesa estaba demasiado fatigado aquel día, las noches en las que tenía aquellas siniestras pesadillas me dejaban más cansado de lo normal y sin darme cuenta caí en un intenso sueño sobre mi escritorio repleto de papeles.

Corrí lo más rápido que pude para intentar seguir la pista de aquel tipo, esas botas le pertenecían a una niña estaba casi seguro, la caligrafía, el tamaño de sus pies, no podía borrar la imagen de sus piernecitas luchando por sobrevivir, pero ni rastro, lo único que encontré fue un trozo de tela amarillo impermeable desgarrado por una rama, parecía ser de un chubasquero. Me senté en mitad de la tormenta llenándome de barro y lloré, no se diferenciaban mis lágrimas de las gotas de lluvia, pero lloré intensamente en silencio. Mi llanto ceso al escuchar un ahogado e intenso grito en mitad de la noche ¿La niña seguía viva, o era demasiado tarde?

Creí que volaba de lo rápido que la adrenalina conseguía que corriera, me herí la mano apartando las ramas a mi paso que estaban a la altura de mi cabeza, pero eso no me aparto de mi objetivo. Resbalé por culpa de un gran charco y al apoyar las manos para impulsarme note un líquido espeso y viscoso entre mis dedos, mire mis botas, mis manos y el charco en el que me encontraba tirado, era sangre, no pude evitar que se me escapará un grito pero enseguida me lleve las manos a la boca ahogando aquel sonido y llenándome los labios y la barbilla de sangre, no sé porque razón me relamí los labios, la sangre que sentía en mi piel era cálida y tenía un sabor como a óxido, eso quería decir que era reciente. ¡Pobre niñita! Pensé, el charco era enorme, no podía imaginarme de que forma habría acabado con su vida, una forma muy cruel, quizá le desgarro el cuello de un cuchillazo haciendo que una cascada rojiza regara el suelo, o la golpeo en la cabeza hasta que vio el interior de sus pensamientos… Me aterraba solo el hecho de imaginármelo.

Me desperté al oír un portazo, los papeles de mi mesa estaban mojados de sudor, peine con las yemas de mis dedos temblorosos mi pelo hacia atrás y miré hacia todos lados. Estaba obsesionado con aquella niña quería dormirme para ver si mis sueños continuaban, pero a la vez no soportaba esa terrible pesadilla. Dudaba de si realmente era simplemente un sueño o un recuerdo de algo que había sucedido, no tenía sentido que fuera un recuerdo, pero era tan extraño lo que me sucedía, ¿Serían efectos secundarios de mezclar el whisky y una dosis doble de pastillas para el párkinson?…