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MEMORIAS DE OTRA VIDA

El Rudo invierno recién se calmaba dejando a su paso

rastros de cosechas perdidas y animales muertos por

su frio y mortal abrazo; Mi madre trabajaba en las

plantaciones que se hacían a las afueras de la villa

donde la tierra era más fértil y los campos daban

frutos de manera más agraciada. Éramos una

pequeña cantidad de habitantes sin poder superar los

cien, cada año tras el nacimiento de algún bebe

curiosamente por la edad o alguna enfermedad

incurable algún anciano fallecía era como si la muerte

se pusiera de acuerdo a no dejar que aumentara la

cantidad de pueblerinos de la zona cubiertos por las

imponentes lomas que nos protegían como muros

vigilantes regalados por la naturaleza. En medio de la

villa adornaba un sendero echo por el pasar de las

mulas y las cajas arrastradas por los trabajadores ya

marcaban años y años de camino que llegaba a los

pies de una puerta desgastada y sin pintar. Dentro, mi

abuelo ocupaba levantar los troncos que eran para las. brasas, me entretenía mirar cómo iba de acá para allá

trastabillando el paso. Me abrigaba una sonrisa al

terminar mis labores del día por fin después de tanto

tiempo encerrado ya podría salir sin tener que pasar

por el riesgo de congelarme o terminar como alguna

de las vacas de la vecina, mi familia era la única en el

pueblo que tenía los cabellos Castaños era algo

genéticamente codificado en mi sangre ser

físicamente igual a mi abuelo, mi hermana Penélope

y yo solíamos sentarnos bajo la luz de una vela a

escucharlo narrar historias y fabulas muy famosas de

la zona entre esas historias mi favorita era la del

espectro que rondaba entre las sombras paseándose

por cualquier lugar , cualquier rincón y de cualquier

tamaño que el ser quería, llevaba un suéter tejido en

negro para no ser sorprendido nunca y sigilosamente

raptaba personas que se encontraran solitarias, las

llevaba a la sombras y desaparecían para no dejar

ningún rastro.

Muchas historias se paseaban entre las reuniones

familiares, mi madre odiaba que mi abuelo contara

esas historias así que nos escabullíamos por las. noches a la entrada de la casa para escucharlo casi en

susurro e iluminados por una vela con una llama casi

mortecina.

Cada mañana mi madre se llevaba a Penélope para

que la ayudase en la plantación como todas las

mujeres jóvenes de la villa Penélope debía aprender a

cosechar y labores de la barraca mientras que los

hombres debían aprender caza, pesca y defensa en

caso de algún intruso no deseado o por el simple

hecho de aquel rumor de que seriamos invadidos por

tropas de otros países que declararon la guerra a

Bulgaria pero solo eran cuentos de aquellos que salían

al camino y volvían con la locura del bosque.

Esa misma tarde un humo espeso brotaba detrás de

las montañas avanzando rápidamente iba hacia las

plantaciones mi abuelo salió de la casa se le notaba

agitado y preocupado

-Matías cuida la casa iré a ver a tu madre no te

muevas de aquí todo estará bien ¡!!!- Me dijo señalando la entrada mientras se alejaba en

dirección a la plantación, yo sabía que no estaba bien,

espere que todo adulto me perdiera de vista para ir a

ver desde el risco que estaba sobre la plantación al

llegar cogí aliento antes de enfocar la vista, un grupo

enorme de la armada imperial quemaba las cosechas

todas las mujeres eran apartadas de sus labores y

encadenadas, en una de las filas mi madre noto mi

presencia en el risco alzo la vista rápidamente

despidiéndose de mí, quería saltar y rescatarla pero

mi miedo solo me dejo aferrarme a la tierra dejando

caer las lágrimas que se desvanecían con el viento

"Adiós Madre hasta nunca más" llevaba escrito un

suspiro que se me escapaba al ver por última vez su

rostro, una sonrisa forzada sobresalto alejando su

mirada a un segundo plano podía leer sus labios

diciéndome "Cuida a tu hermana los amo" ,

cualquiera que viviera sabía que la Armada Imperial

reclutaba personas de pueblo en pueblo pero nadie

sabía que sucedía después solo quedaba olvidar. Varios inviernos pasaron y Penélope se convertía cada

días más en una mujer, escaseaba la comida en la villa

y mi abuelo estaba muy enfermo durante la sequía

pasada contrajo pulmonía por el polvo que soltaba los

terrenos aledaños. No tardó mucho en correr con la

suerte de todo anciano , tras su muerte mi hermana y

yo decidimos irnos a explorar el mundo,

desmantelamos la casa haciendo con el terreno una

tumba para nuestro abuelo y dos lapidas de madera

una para él y otra para nuestra madre, Penélope no

aceptaba su desaparición en cambio yo la daba por

fallecida, creo que era más fácil para mi asimilarlo de

esa manera que mantener una esperanza que

carcoma como una llaga de nunca sanar, nuestro viaje

comenzó cruzando las lomas que nos cubrían de una

sombra cálida y agradable ,sin mirar atrás nos

adentramos en los tipos senderos vírgenes

haciéndonos caminos casi que con las uñas, Penélope

era de temple recio a pesar de presentar un rostro

angelical y mejillas coloradas, de una estatura alta me

solía tratar como un niño mucho menor, habíamos

sido tratados como adultos después del ataque de la. Armada, perdimos la infancia por nuestra propia

voluntad, jurando Venganza.