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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasy
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48 Chs

46. Tensiones bajo la protección de Nerthys

La figura de Nerthys se mantuvo inmóvil por un momento, observando a cada uno de los presentes con una intensidad que parecía atravesar sus almas. Su presencia era abrumadora, una mezcla de majestuosidad y terror que mantenía a todos arrodillados, temblando bajo su mirada.

Finalmente, la voz de Nerthys resonó en el comedor, profunda y llena de autoridad, como el eco de un trueno lejano:

—Vosotros que habitáis en mi reino, escuchad mis palabras. —Su voz llenaba cada rincón del salón, haciendo vibrar las paredes de piedra y resonar en los corazones de los presentes—. He traído esta isla aquí no solo para protegeros, sino para daros una oportunidad de redención y justicia.

Sylvia, con la cara aún pegada al suelo, sintió cómo el peso de las palabras de Nerthys la envolvía. La diosa continuó:

—Vuestras almas están manchadas por la sangre de los inocentes y los culpables por igual. Pero en este lugar, donde el tejido de la realidad se entrelaza con el reino de los muertos, tenéis la oportunidad de enmendar vuestros errores y cumplir con el destino que os he asignado.

Las llamas de los candelabros y chimeneas parecían oscilar al ritmo de la voz de Nerthys, proyectando sombras inquietantes que danzaban en las paredes. Los espectros, aún arrodillados, se mantenían en silencio, sus formas etéreas temblando levemente bajo la poderosa presencia de su diosa.

—Sylvia, mi elegida —continuó Nerthys, su mirada fijándose en la joven elfa—. Tu tarea es ardua y tu carga pesada, pero debes recordar siempre que tus acciones son necesarias para restaurar el equilibrio. No dudes, no temas. Yo estoy contigo.

Sylvia levantó ligeramente la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas de gratitud y miedo. Asintió débilmente, aceptando una vez más la responsabilidad que Nerthys le había impuesto.

—Keira, Morwen, mis hijas. No tenéis el doble poder de Sylvia, pero sí tenéis mi poder. Trabajad con las hijas de Olpao y ayudad en la tarea a Sylvia.

Keira y Morwen se miraron, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y comprensión. ¿Significaba eso que la segunda parte del ritual, en la que Sylvia extraía el alma del soldado de su cuerpo y recuperaba su alma el cuerpo de la hermana, podían realizarlo ellas también? Si era así, la próxima en resucitar debía ser una sacerdotisa de Olpao, para poder resucitar el triple de rápido a las hermanas.

—Ahora ya no es necesario vigilar la isla hasta completar la reconstrucción y resurrección de mis hijas. Nadie vivo puede entrar ni salir de mis dominios. No perdáis el tiempo en tareas inútiles. Trabajad en restaurar la gloria de la isla de la sangre.

Nerthys extendió una mano hacia los cielos, y un suave resplandor verde emanó de sus dedos, envolviendo a todos los presentes en una luz cálida y reconfortante.

—Que este resplandor os recuerde mi protección y mi vigilancia. Cumplid con vuestras tareas con devoción y coraje, y seréis recompensados. Fallad, y enfrentaréis mi ira.

Con esas palabras finales, la figura de Nerthys comenzó a desvanecerse lentamente, su forma etérea fundiéndose con las sombras y la luz de la sala. El silencio que quedó tras su partida era abrumador, lleno de una mezcla de alivio y temor renovado.

Morwen, con el rostro pálido pero decidido, se levantó primero, seguida lentamente por los demás. Sus miradas reflejaban la seriedad de lo que acababan de presenciar y la comprensión de la enorme responsabilidad que ahora recaía sobre sus hombros.

—Todos habéis escuchado las palabras de Nerthys —dijo Morwen, su voz firme aunque aún temblorosa—. Debemos cumplir con nuestras tareas y mantenernos unidos. Esta noche, más que nunca, necesitamos recordar que no estamos solos y que nuestras acciones tienen un propósito mayor.

Los presentes asintieron, algunos murmurando oraciones silenciosas, mientras se preparaban para enfrentar las tareas que les esperaban. Sylvia, aún sintiendo el resplandor cálido de la protección de Nerthys, se levantó con renovada determinación. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero también sabía que no estaba sola en su lucha.

—Elías, Lysandra, Seraphina, Lyanna y Sigfried —llamó Keira, su voz llena de urgencia—. Vamos a la biblioteca, debemos organizar todo para cumplir con premura las órdenes de Nerthys.

Tras estas palabras, se dirigieron a la biblioteca junto con Morwen, dejando el comedor lleno de murmullos y miradas preocupadas.

Roberto aprovechó ese momento para acercarse hasta Sylvia, su rostro serio y ansioso.

—Sylvia, ¿aún te gusto? De verdad, ¿solo te gusta Günter? —preguntó, su voz cargada de esperanza y temor.

Günter, que había estado observando de cerca, se aproximó rápidamente con los ojos inyectados en sangre. —¿Qué estás intentando? —rugió, su voz resonando con ira contenida—. Sylvia es mía. Creo que está claro.

—Sylvia no es de nadie. Ella es libre de tomar sus propias decisiones. No debería estar con un ser despreciable como tú. La has tratado continuamente mal —contestó Roberto, su voz firme y desafiante.

Günter llevó la mano a la empuñadura de su espada, dispuesto a desenvainarla. Sylvia miró asustada mientras los demás miembros aún presentes en el comedor se congregaban en torno a los tres, sus rostros llenos de preocupación y tensión.

—Guarda esa espada, Günter —saltó Tirnel Estel, desenfundando la suya con rapidez—. No podemos prescindir de ninguno. Y bastante trabajo de resurrección tenemos por delante.

—Puedo defenderme de Günter solo —rugió Roberto, sacando también su espada.

—¡BASTA! —gritó Sylvia, su voz resonando con una mezcla de furia y desesperación—. ¡Guardad los tres las espadas! Günter, si me gusta o no Roberto es asunto mío, no tuyo. No soy tu posesión. Roberto, ¿de verdad crees que es el momento de venir con eso? Después de la aparición de Nerthys y delante de Günter.

Sylvia estaba roja de ira mientras regañaba a los tres, su cuerpo temblando de indignación. Los tres envainaron sus espadas, sus rostros reflejando una mezcla de vergüenza y frustración.

—Menudo genio ha desarrollado Sylvia —susurró Evildark a Sarah, mientras se acercaba y la cogía cariñosamente por la cintura.

—Ni se te ocurra montarme a mí un número parecido o verás lo que es genio —le contestó Sarah con una sonrisa, su tono mezclando advertencia y afecto.

Roberto salió del comedor sin esperar la respuesta de Sylvia sobre su pregunta, dejando un aire cargado de tensión detrás de él. Los murmullos entre los presentes comenzaron a apagarse mientras todos observaban el tenso intercambio que se desarrollaba.

Günter, con una expresión desafiante, se acercó a Sylvia e intentó abrazarla para besarla, pero fue recibido con una sonora bofetada. El eco del golpe resonó en el comedor, y todos los ojos se volvieron hacia la pareja en el centro de la escena.

—Günter, ahora estoy contigo, pero ni soy de tu propiedad ni eres el único al que le tengo afecto. Si mañana viene Frederick con una declaración similar, ¿también te piensas enfrentar? —razonó Sylvia, su voz firme y clara, aunque temblaba ligeramente por la emoción contenida.

Frederick, quien observaba la escena desde una esquina, abrió los ojos con sorpresa, sintiendo un remolino de confusión y esperanza. ¿Acaso Sylvia también albergaba sentimientos hacia él?

Günter, humillado y con los ojos inyectados en sangre, respondió con un tono de voz cargado de rabia y desdén.

—¿Acaso te quieres acostar con todo el monasterio?

—¿Me estás llamando puta? —se revolvió Sylvia, sus ojos brillando con una furia contenida—. Ya no soy la elfa buena del Monasterio de la Rosa Ensangrentada. He quitado con mis manos la vida a cuatro soldados indefensos. ¿De verdad crees que me retienes por miedo? Eso terminó, Günter. Ahora soy la elegida de Nerthys, tengo una misión importante y si estoy contigo es porque en estos momentos eres el número uno, pero hazte a la idea: no eres el único en mi corazón. No te he prometido amor eterno, solo disfrutemos el momento y si mañana rompemos lazos, Nerthys dirá. Si no eres capaz de asumir eso, podemos romper ahora. Tengo demasiado en la cabeza para estar preocupada por un novio celoso.

Las palabras de Sylvia resonaron en el aire, cargadas de una fuerza que nadie había visto en ella antes. Los presentes, que habían formado un círculo alrededor de la pareja, observaban con una mezcla de asombro y admiración. La tensión era palpable, y algunos incluso contenían la respiración, esperando el desenlace de la confrontación.

Günter miró a Sylvia con asombro, su rabia inicial disolviéndose en una mezcla de sorpresa y admiración. Ella había cambiado, y lo había hecho de una manera que lo desarmaba completamente.

—Tranquila, gatita, guarda las uñas. Me gusta esta nueva Sylvia —dijo, con una sonrisa torcida. Sin previo aviso, tiró de ella hacia él, sujetándola firmemente por la nuca con su mano izquierda, y la besó apasionadamente en la boca.

Sylvia, sorprendida al principio, intentó dar un paso atrás, pero Günter la tenía firmemente cogida. Sus labios se encontraron, y en pocos segundos, ella lo estaba abrazando y devolviendo el beso con igual pasión.

Los murmullos entre los presentes comenzaron a elevarse nuevamente, una mezcla de suspiros de alivio y risitas nerviosas. Tirnel Estel, que había estado observando con la mano en la empuñadura de su espada, relajó su postura, aunque sus ojos seguían alerta.

El comedor, que había sido testigo de tanta tensión, ahora estaba envuelto en una atmósfera de alivio y risa contenida, aunque la seriedad de las palabras de Sylvia y la reacción de Günter dejaban claro que las dinámicas en el grupo estaban cambiando, y que todos debían adaptarse a la nueva realidad que se desarrollaba ante ellos.

Mientras algunos ayudaban a recoger el comedor, otros comenzaron a marcharse, dejando el espacio en una quietud casi solemne. Como si fuera una escena congelada en el tiempo, solo quedaron en el centro del comedor Günter, Sylvia, Tirnel Estel, Sarah y Evildark.

Evildark observaba a Günter, esperando pacientemente a que se despidiera de Sylvia para poder dirigirse a la cocina en busca de algo de cena. Sarah, sintiéndose cómoda en los brazos de Evildark, notaba la tensión en el aire y la espera de su compañero. Tirnel Estel permanecía cerca, vigilante, preparada para intervenir si Sylvia necesitaba ayuda con Günter. Günter y Sylvia, mientras tanto, seguían abrazados, envueltos en un momento íntimo y silencioso.

—Bueno, deberías ir a cenar. Creo que Evildark te espera para eso —le susurró Sylvia a Günter, liberándose suavemente de su abrazo.

—Pero no quiero dejarte sola —respondió Günter, sonriendo y tratando de volver a sujetarla, pero esta vez Sylvia se movió con agilidad, esquivando sus brazos.

—No me dejas sola, Tirnel Estel está ahí esperándome —dijo Sylvia, señalando a la otra elfa con la mirada y sonriendo—. Aunque hoy he dormido mucho, estoy terriblemente cansada. Estos rituales me dejan muy agotada. Nos iremos a la cama.

Günter asintió, resignado, y los cinco se marcharon del comedor. Sylvia y Tirnel Estel se dirigieron hacia su habitación, mientras que los otros tres se encaminaron hacia la cocina. Al llegar a su habitación, Sylvia se encontró con Roberto esperando en la puerta. Tirnel Estel se detuvo unas puertas antes y agarró suavemente la muñeca de Sylvia.

—¿Lo echo? —preguntó Tirnel Estel, mirándola a los ojos con preocupación.

—No, deseo darle una respuesta a su declaración. No he sido clara con él —respondió Sylvia, con determinación en su voz. Tras esto, continuó caminando hasta llegar junto a Roberto.

—Lo siento, debí haberlo preguntado en privado —dijo Roberto, con un tono de arrepentimiento.

—La respuesta no cambiaría —le sonrió Sylvia, tratando de suavizar el golpe—. Ahora estoy con Günter por elección, no por coacción. Tuviste tu oportunidad, pero Günter fue más intenso en la lucha por mí —añadió, antes de besar a Roberto en la mejilla—. Estas palabras me duelen, nunca las he soportado, pero... seamos amigos.

Sylvia había sufrido más de una vez la frase "Te quiero pero como amigo", y ahora, al decirla, sintió un dolor similar al que había experimentado en el pasado. Pero sabía que era la verdad en este momento.

—Lo entiendo. Espero que seas feliz con Günter —respondió Roberto, apenas conteniendo las lágrimas de rabia y desilusión. Había perdido, y sabía que no había oportunidad de revertirlo. Le dio otro beso en la mejilla a Sylvia y caminó hacia su habitación, sus hombros caídos reflejaban la derrota y el dolor.

Sylvia se quedó parada en la puerta, con lágrimas en los ojos. Sentía una profunda tristeza, sabiendo que Roberto no merecía ese rechazo. Había sido mejor que Günter en muchos aspectos, pero el amor era algo irracional y caprichoso. Günter había ganado su corazón, y ella no podía cambiarlo. Tirnel Estel, quien no estaba lo suficientemente lejos como para no escuchar la conversación, se acercó y la abrazó, brindándole consuelo. Abrió la puerta y guió a Sylvia al interior de la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de ellas mientras ambas compartían un momento de comprensión y apoyo silencioso.