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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Fantasy
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48 Chs

45. Terror tras la cena

Cuando la cena terminó y la charla insustancial sobre el día era la única distracción, Morwen se acercó al estrado y se dirigió a la congregación. La luz de las lámparas de aceite proyectaba sombras danzantes en las paredes de piedra, creando un ambiente solemne y lleno de expectativa. El comedor, con sus largas mesas de roble y bancos gastados por el uso, estaba lleno de una mezcla de figuras vivas y espectrales, todas unidas por un mismo propósito.

—Muchas cosas han pasado en los últimos días. Muchas de las cuales no nos complacen, pero esas acciones y eventos nos han traído aquí. Creo, desde lo más profundo de mi corazón, que estas eventualidades nos han hecho más fuertes. Algunas forjando nuestro carácter, otras nuestro espíritu y otras nuestro cuerpo —Morwen hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en los presentes. Sus ojos se fijaron en Keira y las dos elfas de su congregación, su mirada llena de determinación y esperanza—. Hemos conocido la historia más horrible de nuestra orden y estamos poniendo remedio a ese terrorífico evento.

A medida que Morwen hablaba, los espectros de las hermanas aún asesinadas comenzaron a congregarse también en el comedor. Sus formas etéreas flotaban silenciosamente, sus rostros borrosos pero con expresiones de anhelo y tristeza. El aire se llenó de un frío etéreo que hizo que algunos presentes se estremecieran, pero la presencia de estos espíritus también aportaba una sensación de propósito renovado.

—Ahora, como ya deberíais saber todos, estamos en la tierra de los muertos, donde el tejido de la realidad se distorsiona y por eso podemos ver los espíritus de nuestras hermanas asesinadas de forma cruel —continuó Morwen, su voz firme y resonante.

Morwen manejaba muy bien las pausas y dejó un momento para que todos los presentes miraran a los espectros allí reunidos. Los rostros de los vivos mostraban una mezcla de asombro, tristeza y resolución. Sylvia, observando las figuras espectrales de sus hermanas caídas, se sintió más motivada aún a seguir con su misión. La tristeza en sus ojos se mezcló con una feroz determinación, deseando poder resucitarlas a todas de golpe. La sensación de responsabilidad y urgencia se cernía sobre ella, como una sombra ineludible, impulsándola a continuar su labor con más fervor que nunca.

El comedor del monasterio, iluminado por el crepitar del fuego en las chimeneas y el resplandor de los candelabros, estaba envuelto en un ambiente cálido y acogedor, a pesar de las sombras que danzaban en las paredes de piedra. Las llamas proyectaban un juego de luces y sombras, dando al lugar un aire casi místico. Los presentes, con rostros atentos y serios, escuchaban cada palabra de Morwen con una mezcla de esperanza y preocupación.

—Todas estamos deseando la pronta restauración de la gloria de este monasterio, así como la vida de todas nuestras hermanas —continuó Morwen, su voz firme y llena de convicción—. Algunas vais a tener pesadillas con las imágenes vistas cuando llegamos.

El silencio en el comedor se hizo más denso, casi palpable. La visión de los cadáveres desmembrados, quemados, destripados y destrozados de las hermanas se vinieron a las mentes de todos los presentes. El aire parecía cargado de una tensión eléctrica, mientras cada uno revivía en su memoria los horrores que habían presenciado.

Para Keira, Aurthil y Calienalda, las imágenes eran aún peores. Ellas no solo veían el resultado final, sino que revivían los momentos exactos de su asesinato. Un escalofrío recorrió sus cuerpos, y una furia contenida se encendió en sus corazones. No solo querían recuperar sus vidas, querían venganza. Pero sabían que la mayoría de los soldados congelados en el tiempo serían sacrificados para resucitar a sus hermanas, y vengarse sobre descendientes inocentes no reconfortaría sus almas atormentadas.

Morwen, consciente de las emociones de su congregación, continuó con una advertencia cargada de preocupación y cariño:

—En esta tierra, esas pesadillas pueden costaros la vida. No caigáis en la tentación de la vía fácil. Hay demonios deseosos de alimentarse de vuestras almas y de vuestro sufrimiento.

Miró a Sylvia con ternura en los ojos, sabiendo lo que la joven elfa había enfrentado.

—Algunos compañeros necesitarán un mayor apoyo para afrontar la tarea de luchar contra esas pesadillas. Escuchadlos y animadlos, no dejéis que los demonios de las pesadillas ganen. Nerthys odia a los suicidas. Tasares odia a los cobardes, y coger el camino del suicidio es de cobardes. Olpao odia a los suicidas, pues para él la vida es el regalo más preciado de los dioses. Así podría nombrar a casi todos los dioses, y todos, de una u otra forma, condenan a los suicidas.

Los ojos de Morwen recorrieron la congregación, asegurándose de que sus palabras calaran profundamente en cada corazón presente. Los rostros de todos reflejaban una mezcla de reflexión y determinación. Las miradas se cruzaban, compartiendo una comprensión silenciosa de la gravedad de la situación.

Cuando los ojos de Morwen encontraron los de Sylvia, hubo un momento de conexión profunda. Sylvia, a pesar del cansancio y el peso de sus recientes experiencias, mostró una expresión de entereza y determinación. Morwen sintió una ola de orgullo y alivio. La joven elfa no solo estaba escuchando, sino que estaba tomando a pecho cada palabra.

—Como mencioné antes, estamos en el mundo de los muertos. Nerthys ha trasladado toda esta isla a su reino, y como sus invitadas, debemos honrarla. Sé que a muchos os aterroriza la simple mención de esta diosa. Nerthys no es la diosa más popular de la familia de dioses. Cuando alguien normal ve a Nerthys, significa que su vida ha llegado a su fin. En nuestro caso, es nuestra diosa protectora.

Murmullos recorrieron la sala, rompiendo momentáneamente el silencio reverencial. Las voces, mezcladas con el crepitar del fuego y el suave resplandor de las llamas, llenaron el ambiente con una inquietud palpable. Muchos mencionaban a Sylvia, señalándola como la elegida de Nerthys. Otros hablaban sobre cómo Nerthys había congelado a los asesinos y traído a una sacerdotisa para resucitar a las víctimas. Las miradas se dirigieron hacia Sylvia, que sentía el peso de la responsabilidad presionando sobre sus hombros.

—Por favor, no pongamos más presión sobre los hombros de Sylvia. Ella ya tiene una carga pesada. Intentad comprender que no ha pedido esta carga, pero la asume a pesar de todo. Nosotros, como sus amigos, no, como su familia, estamos aquí para ayudar y aligerar su carga en la medida de nuestras posibilidades. Muchos desearéis que en lugar de una hermana resuciten dos, en lugar de dos, tres, y en lugar de tres, cuatro al día. Por desgracia, resucitar a una de ellas le supone un esfuerzo terrible para su cuerpo. Sylvia no es una sacerdotisa experimentada. Es una acólita, una aprendiz con solo unos meses de experiencia.

Las palabras de Morwen calaron hondo en los presentes, que bajaron la mirada, avergonzados por sus comentarios anteriores. Sylvia, sonrojada por los elogios de Morwen, sintió una mezcla de gratitud y presión. Morwen, notando su incomodidad, le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Volviendo a Nerthys y su reino. No interrumpáis ahora. Keira y yo hemos pensado que debemos agradecer todas a ella por dejarnos vivir aquí y estar bajo su protección. Por ello, ahora Keira subirá aquí y nos guiará en unas plegarias de agradecimiento. Nos hubiera gustado realizar esta oración en su templo, pero desgraciadamente aún no lo hemos restaurado.

Justo en ese momento, la puerta del comedor se abrió de golpe. Evildark y Günter entraron corriendo, con el rostro desfigurado por el terror. Sus ojos se abrieron como platos al ver a todos los espectros allí reunidos, y se detuvieron en seco, sin saber cómo reaccionar. Sus miradas se dirigieron automáticamente a Morwen, que permanecía en lo alto del púlpito, irradiando autoridad y calma.

Las miradas de todos los presentes se dirigieron a ellos dos, creando una tensión momentánea en la sala. El ambiente, cargado de solemnidad y expectación, se volvió aún más denso con su abrupta entrada. Morwen, sin perder la compostura, los miró con una mezcla de curiosidad y preocupación, esperando que explicaran la razón de su evidente pánico.

Las caras desencajadas por el terror de Evildark y Günter intensificaron la tensión en la sala. Sus ojos desorbitados y sus respiraciones entrecortadas indicaban que habían presenciado algo más allá de lo comprensible. El comedor, iluminado por las cálidas llamas de las chimeneas y candelabros, parecía ahora un lugar de inquietante expectación.

—¿Qué sucede? —preguntó Morwen, su preocupación palpable en la voz. Sabía que Günter podría abandonar su puesto para salvar a Sylvia, pero la expresión de terror en sus rostros indicaba algo mucho más grave que una simple indisciplina.

—Las estatuas... —comenzó a decir Günter, su voz temblorosa.

—La isla... —dijo casi al unísono Evildark, su tono igualmente lleno de pavor.

Al darse cuenta de que se atropellaban, ambos callaron, esperando al otro. Por unos segundos, la tensión se concentró en torno a ellos. Las miradas de los presentes se enfocaron en los dos, con el ambiente cargado de una expectativa sofocante. Volvieron a intentarlo y, nuevamente, comenzaron a hablar al mismo tiempo.

—¡Alto! Günter, habla primero tú —ordenó Sigfried, quien se había levantado para alzarse sobre las demás cabezas, su voz firme y autoritaria.

Günter respiró profundamente, tratando de calmarse. —Las estatuas de Nerthys se han movido. Hicieron un gesto con sus manos y toda la isla ha quedado cubierta por una cúpula de energía verde. Después han recuperado su posición.

Las caras de preocupación de Morwen, Keira y las demás sacerdotisas se volvieron aún más tensas. La información era perturbadora y no sabían cómo interpretar lo sucedido. La tensión en el comedor era casi palpable, mientras las llamas de las chimeneas crepitaban suavemente, contrastando con el silencio expectante de los presentes.

—Sylvia, ¿les llevaste setas alucinógenas a los dos? —intentó bromear Harry, su tono forzado en un intento desesperado de aliviar la presión en el ambiente.

Sylvia negó con la cabeza, sintiendo que el buen humor habitual de Harry estaba completamente fuera de lugar en ese momento. La seriedad de la situación no permitía espacio para bromas. La tensión seguía creciendo mientras todos intentaban procesar la alarmante noticia.

Morwen, intentando mantener la calma, se dirigió a la congregación. —Esto es grave. No podemos ignorar lo que han visto Günter y Evildark. Necesitamos entender qué significa esta cúpula de energía verde y por qué las estatuas de Nerthys se han movido. Manteneos atentos y preparados para cualquier cosa.

La inquietud se apoderó de todos los presentes, sus rostros reflejando una mezcla de miedo y determinación. Las sombras danzaban en las paredes del comedor, proyectadas por las llamas titilantes, creando un ambiente casi sobrenatural. La amenaza desconocida colgaba sobre ellos como una nube oscura, y todos sabían que debían estar preparados para enfrentar lo que fuera que Nerthys les tenía preparado.

De repente, todos los espectros se arrodillaron en un movimiento casi sincronizado. El comedor, que había estado lleno de voces murmurantes y el crepitar del fuego, se sumió en un silencio sepulcral. Sarah lanzó un grito desgarrador y señaló con el dedo tembloroso hacia la izquierda de Morwen, su rostro completamente transfigurado por el terror. Todas las miradas siguieron la dirección de su dedo.

En medio de la zona elevada destinada a la mesa de los dirigentes del monasterio, la cual no estaban usando, se había materializado una figura femenina de seis metros de altura. La luz de las llamas de los candelabros y chimeneas danzaba en las paredes, proyectando sombras que parecían cobrar vida y rodear la imponente figura.

Sylvia tembló de terror, su cuerpo sacudido por una mezcla de miedo y reverencia. Conocía muy bien esa mujer. No, no era una mujer. Era una diosa. La mismísima Nerthys se acababa de materializar ante sus ojos. La presencia de la diosa llenaba el aire con una energía palpable, opresiva, que parecía absorber todo el calor y la luz de la habitación.

Morwen, con el corazón acelerado, bajó de forma atropellada del púlpito y se arrodilló, su rostro mostrando una mezcla de asombro y temor reverencial. Keira, siguiendo su ejemplo, hizo lo mismo, y tras ella, todos los presentes se arrodillaron, aterrorizados ante la divina presencia de Nerthys.

El miedo era tangible en el aire. Muchos temblaban, sus cuerpos sacudidos por espasmos de pánico, mientras otros murmuraban plegarias desesperadas, súplicas a Nerthys para que les mostrara misericordia. Sylvia, la única que aún permanecía sentada en la sala, se levantó con piernas temblorosas, sintiendo que cada paso era una eternidad.

Nerthys dirigió su mirada lentamente hacia ella, sus ojos brillando con una intensidad sobrenatural. La observó mientras caminaba, y cada paso que daba Sylvia resonaba en el silencio absoluto del comedor. Al llegar frente a la diosa, Sylvia se arrodilló, pegando su cara contra el suelo frío de piedra.

—Oh gran Nerthys, diosa de la muerte, reina del reino de los muertos. Perdona a todos los aquí presentes por mi lentitud cumpliendo con tu misión —dijo Sylvia, su voz quebrada por el miedo y la reverencia.

Keira y Morwen, casi arrastrándose, imitaron a Sylvia, poniéndose detrás de ella en idéntica posición de sumisión. Entre dudas y temblores, poco a poco, todos fueron haciendo lo mismo, susurrando plegarias y súplicas en un intento desesperado de apaciguar a la diosa.

Evildark, aún aterrorizado, permanecía de pie, su cuerpo rígido por el miedo. Sintió un tirón que lo hizo agacharse también y avanzar hasta unirse al resto de la congregación. Sus pensamientos eran un torbellino de confusión y pánico. Había odiado la religión en su antiguo mundo, había renegado de la religión en este mundo, pero ahora se encontraba en presencia de una de las diosas más temidas de este mundo. Su cabeza estaba a punto de explotar mientras sollozaba, sorprendiéndose a sí mismo rezando.

—Oh gran Nerthys, diosa de la muerte, reina del reino de los muertos, perdona nuestros pecados, perdona nuestra incompetencia, perdona nuestras ofensas —murmuró Evildark, su voz apenas audible, quebrada por el miedo.

La presencia de Nerthys, imponente y abrumadora, llenaba cada rincón del comedor. Las llamas de las chimeneas y candelabros parecían palidecer ante su presencia, susurros de terror y súplicas desesperadas llenaban el aire, creando una atmósfera de opresión y reverencia. Todos, arrodillados y temblorosos, esperaban el juicio de la diosa, sus corazones latiendo con un temor reverencial que resonaba en cada rincón del monasterio.