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Capítulo 2 Noticias del Frente

—Joven Thandaren, lamento tener que darle estas noticias, pero es mi deber informarle. Sus padres, el General Lucían y la Señora Clara, han caído en la batalla final —dijo Hans con una voz sombría mientras miraba al joven Thandaren con preocupación.

Thandaren, apenas un niño de 11 años en ese momento, sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por comprender la magnitud de la pérdida.

—¿Estás seguro, Hans? ¿No podría haber un error? Ellos son fuertes, no pueden haber... —titubeó Thandaren, su voz quebrándose por la angustia.

Hans asintió con pesar, deseando poder proteger al joven maestro de la terrible verdad.

—Lo siento, joven Thandaren, pero no hay lugar para la esperanza. La batalla fue feroz y despiadada. Su sacrificio fue valiente y noble, pero... —Hans no pudo continuar.

Thandaren se desplomó en una silla, abrumado por la tristeza y la pérdida.

—¿Y ahora qué, Hans? ¿Qué voy a hacer sin ellos?

Hans se acercó al joven y puso una mano reconfortante en su hombro.

—Debemos seguir adelante, joven Thandaren. Su legado vive en usted. Aunque han caído en la batalla, su espíritu y su fuerza lo acompañarán siempre.

Mis disculpas por la confusión anterior. Ahora que tengo la información correcta, aquí está la revisión:

Hans miró a Thandaren con seriedad antes de hablar. Extendió una mano y entregó una carta lacrada con el sello del General Lucían StormKirin.

—Joven Thandaren, el General Lucían le confió al Comandante Mirren esta carta para usted. Es importante que la lea.

Thandaren tomó la carta con manos temblorosas y rompió el sello cuidadosamente. Sus ojos se movieron rápidamente mientras leía las palabras de su padre. La carta contenía un mensaje urgente y una revelación impactante sobre el bastón de Ataraxio.

—Tu padre, el General Lucían, ha dejado instrucciones claras en esta carta —dijo Hans con solemnidad—. El bastón de Ataraxio, que solía ser propiedad de su familia, ha vuelto al Templo StormKirin. Sin embargo, solo aquellos que cuenten con la aprobación del Espíritu Guardián del Kirin pueden portar su poder.

Thandaren asintió, asimilando la información. Sabía que el bastón de Ataraxio era una reliquia importante y que su padre había confiado en él para continuar con su legado.

—¿Qué debo hacer, Hans? —preguntó con determinación en sus ojos.

Hans le ofreció un consejo sabio.

—Debes entrenar aún más duro, Thandaren. Debes prepararte para ganarte la aprobación del Espíritu Guardián del Kirin. Tu familia ha protegido Aldarath durante generaciones, y tú eres el último de los StormKirin. Es tu responsabilidad continuar con su misión y demostrar que eres digno de portar el bastón de Ataraxio.

Thandaren asintió una vez más, sabiendo que tenía un largo y difícil camino por delante. La carta de su padre y la revelación sobre el bastón de Ataraxio habían añadido una nueva capa de responsabilidad a su carga. Pero estaba decidido a enfrentar cualquier desafío que el destino le tuviera reservado y a honrar la memoria de sus padres y el legado de su familia.

En su cuarto, Thandaren tomó asiento en una silla junto a una pequeña mesa iluminada por una vela. Con manos temblorosas, abrió la carta que su padre, el General Lucían, le había dejado antes de partir a la batalla final. La luz de la vela parpadeaba mientras sus ojos recorrían las palabras escritas con tinta en el pergamino. La carta decía:

"Querido Thandaren,

Si estás leyendo esta carta, significa que he partido al campo de batalla y que la guerra sigue su curso. Quiero que sepas cuánto te amo y cuánto me enorgulleces. Eres mi hijo, mi sangre, y eres fuerte y valiente.

La batalla es feroz, y no puedo predecir el resultado. Pero independientemente de lo que ocurra, quiero que sepas que siempre estaré contigo en espíritu. Eres la esperanza y el futuro de los StormKirin. Debes llevar nuestro legado adelante.

El bastón de Ataraxio, una reliquia poderosa, volvera al Templo StormKirin en caso de perezca en combate. Pero ten en cuenta que solo aquellos que obtengan la aprobación del Espíritu Guardián del Kirin pueden portar su poder. Deberás demostrar tu valía y determinación para ganarte ese derecho.

Confío en que te convertirás en un verdadero líder y protector de Aldarath. Nunca dejes que nuestra memoria se desvanezca y nunca dejes de luchar por lo que es correcto.

Con amor y orgullo,

Tu padre, Lucían StormKirin"

Thandaren leyó con atención las palabras de su padre en la carta. La advertencia de que, en caso de su muerte, el bastón de Ataraxio regresaría al Templo StormKirin lo llenó de profunda tristeza, pero entendió la importancia de mantener esa reliquia a salvo. Junto con la carta, encontró una llave en un pequeño compartimento.

La llave brillaba con un resplandor antiguo y estaba decorada con inscripciones rúnicas. Thandaren la sostuvo en sus manos, sintiendo su peso y su significado. Era evidente que esta llave tenía un propósito importante, y estaba determinado a descubrirlo.

Con la carta y la llave en su posesión, Thandaren se levantó de la silla, decidido a enfrentar el desafío que le esperaba. Aunque su corazón estaba lleno de tristeza por la ausencia de sus padres, también ardía con la determinación de honrar su legado y proteger su hogar. El camino hacia el templo y hacia su destino como un StormKirin estaba por delante, y Thandaren estaba listo para emprenderlo.

1 año después

El sol ascendía en el cielo, iluminando el campo de entrenamiento con su radiante luz. Thandaren se encontraba en el corazón del campo, enfocado y decidido. Su día comenzaba antes de la salida del sol y no concluiría hasta que este se ocultara.

Los primeros rayos del día acariciaban su rostro mientras comenzaba su práctica diaria de canalización del Flujo Universal. Cerró los ojos y se sumergió en su interior, sintonizando con la corriente de energía que fluía a través del universo. Sus manos comenzaron a emitir un resplandor suave mientras moldeaba la energía a su voluntad. Podía sentir el poder del Flujo Universal respondiendo a su llamado.

Después de perfeccionar los aspectos fundamentales, se dirigió al campo metálico de entrenamiento. Allí, gracias a su dominio de la electricidad, podía flotar generando un campo electromagnético a su alrededor. Esta capacidad le permitía moverse con agilidad y control mientras practicaba sus técnicas de combate y control eléctrico, sosteniendo un bastón metálico que canalizaba su poder.

Sus movimientos eran fluidos y precisos. Cada golpe, cada bloqueo, eran ejecutados con la destreza que solo el entrenamiento constante podía otorgar. Thandaren no solo dominaba el manejo del bastón metálico, sino que también aplicaba sus habilidades en el control de la electricidad durante el combate. Podía sentir la energía chisporroteando a través de su arma, potenciando sus movimientos y velocidad.

El siguiente desafío fue el control del fuego. Thandaren generaba llamas que ardían con intensidad pero no lo quemaban ni a su entorno. Mantenía un equilibrio delicado entre control y poder desenfrenado.

El entrenamiento físico no se quedaba atrás. Carreras de resistencia, levantamiento de pesas y ejercicios de agilidad eran parte de su rutina diaria. Su cuerpo se fortalecía con cada día que pasaba, preparándolo para los rigores de la batalla.

Por la tarde, se retiraba a meditar, trabajando en su concentración mental y paz interior. Sabía que en medio del fragor de la batalla, una mente tranquila era un arma poderosa.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, marcando el fin de otro día de entrenamiento agotador. Thandaren se retiró al interior del templo, exhausto pero satisfecho. Cada día lo acercaba un paso más a su objetivo: ganarse la aprobación del Espíritu Guardián del Kirin y reclamar el bastón de Ataraxio.

La determinación ardía en su corazón mientras se preparaba para descansar, sabiendo que al amanecer enfrentaría otro día de desafíos y crecimiento. El camino hacia la maestría en el Flujo Universal y el legado de los StormKirin continuaba, y Thandaren estaba listo para recorrerlo con valentía.