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Las Razas

Luego de la creación del universo y el esparcimiento de la Vida, la misma tomó forma en los nueve planetas, formando una raza diferente en cada uno.

Entonces, nacieron en los planetas volcánicos los Dragones y los Uhmnis, los mismos desarrollaron sus sociedades en base a los poderes, armas y usos del fuego y de la luz solar.

Los Uhmnis tenían un aire tribal, mas siempre se centraron en desarrollar su tecnología, llegando a ser una nación centrada en la magia desarrollada en un nivel extremadamente complejo, combinándola, además, con diferentes avances tecnológicos. Los Uhmni son una raza agresiva y cegada por la conquista y el poder de la tecnología mágica que desarrollaron, existiendo en su propio mundo, tuvieron varias guerras entre ellos mismos debido a la ocupación de los territorios.

Los dragones, por otro lado, fueron las criaturas perfectas, sin defectos a simple vista, poderosos, inteligentes, dignos, capaces de manejar cualquier magia y sin conflictos internos aparentes en su sociedad, sin embargo, la corrupción y el hambre de poder que tenían algunos en los más altos cargos, y la sociedad que estos mismos dragones forman para controlar la nacion en las sombras, fueron algunas causas de problemas que muchos dragones menores no conocieron nunca, pues manipulaban a los dragones más débiles para mantenerse en lo mas alto.

En los planetas de Aquos nacieron humanos parecidos a los Uhmni, los Arthpam, sin embargo, sustancialmente diferentes, pues sus vidas estaban marcadas por el mar, los viajes, los barcos, las tripulaciones y los conflictos en altamar, sin embargo, gozaban de una riqueza incomparable, que ninguna otra raza tenía, característica de los tesoros que se formaron en los fondos oceánicos de los mundos acuosos; estos humanos se dividieron en marineros y piratas, siendo los primeros los más pacíficos y los segundos los más conflictivos, aunque ambos segados por la riqueza y los tesoros.

En contraste a los Arthpam nacieron, en su mundo gemelo, las Sirenas, existencias inteligentes capaces de respirar y vivir bajo el agua que se esmeraron por lograr una situación amistosa con diferentes bestias salvajes suboceánicas de su mundo; las Sirenas buscaban resguardar sus tesoros, evitando la codicia y perfeccionando las armas y los poderes del agua para poder defenderse, tanto de las bestias marinas masivas y agresivas, como de las demás sirenas que están cegadas por los tesoros que, se supone, se deben mantener ocultos.

En los planetas gobernados por Vuntus nacieron los Humu y los Réptaros, los primeros eran una sociedad humana normal, que no poseía ningún atributo físico especial, sufrían conflictos constantes, causa de la corrupción humana, tenían una estética medieval su fuerza se basaba en la magia de viento de alto rango.

Los Réptaros son hombres pájaro, aves antropomórficas y aves inteligentes que vivían en sociedades ubicadas en islas flotantes esparcidas por todo su territorio, solo habitaban en islas flotantes gracias a que poseían la capacidad de volar utilizando sus alas, sus territorios tenían un peligro natural debido a las corrupciones de la Vida.

Los planetas de Terra, por su parte, desarrollaron sociedades completamente opuestas entre sí, los Ibetu y las Bestias, los primeros, ramificación humana de seres pacifistas que valoran la sabiduría y la magia más que cualquier cosa, los segundos, bestias humanoides, seres salvajes que realzan el arte de la guerra y la fuerza física, centrándose en las armas y la capacidad de sus cuerpos.

Las bestias tuvieron un desarrollo peculiar, pues, si bien las bestias inteligentes desarrollaron sus sociedades en uno de los mundos de Vuntus, también existieron bestias que no desarrollaron inteligencia en los demás mundos, bestias que sirvieron de diferentes formas, tales como alimento, mano de obra, entre otras cosas.

Por su parte, en el Mundo Pequeño de Scoa, se desarrolló una raza sin ninguna característica especial, una raza "débil" en comparación a las demás, a los ojos de Scoa.

Este Dios decidió llamar a la raza "Scoa", en honor a sí mismo, y le dijo a su hijo, Cáxitus, que hiciera lo que quisiera, pues la veneración no le interesaba en lo más mínimo.