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«Yo los declaro marido y mujer... »

Muchos ven el matrimonio como una bendición, mientras que yo lo veo como una maldición. Mi primer beso fue con Arianna, mi amiga de la infancia y actualmente mi esposa. Todos nos ven como la pareja perfecta, pero en realidad nada es lo que parece. Fue un matrimonio arreglado por ambas familias, está muy claro que no nos casamos enamorados. A ella solo la veo como una conocida, en cambio ella me ve como un juguete que puede utilizar a su antojo. Es sarcástica, manipuladora, burlona e insoportable. Nos criamos desde pequeños juntos, pero jamás le he caído bien; digamos que nos obligaron a llevarnos bien, al menos frente a ellos.

—¿Qué tal nuestro primer beso, esposo? — comentó Ariana, en el mismo tono burlón de siempre.

—Fatal—respondí indiferente.

—Debes sentirte orgulloso de poder besar estos labios, no todos tienen ese privilegio.

—Esos labios de chimpancé no me interesan.

—Oh, habló el virgen. Ni siquiera sabes besar, fue el peor beso de mi vida.

—Me lo debiste dar en la mejilla, aunque sentir tu asquerosa saliva sería un asco— diciendo esto, mi madre caminó hacia nosotros y ambos automáticamente sonreímos.

—Se ven muy felices juntos.

—Somos muy felices, querida suegra. ¿Verdad, amorcito? — preguntó Arianna.

—Así es, princesa —sonreí, y la sujeté de la cintura, acercándola a mi.

Tener que llamarla princesa, cuando es todo un ogro, es desesperante.

—Ya es hora de irse a la luna de miel, ¿Qué esperan?

—Me sentía tan a gusto en la fiesta que ya olvidaba que teníamos que irnos. ¿Ya quieres irte, preciosa? —le pregunté, y me miró de reojo.

—Me encantaría—sonrió hipócritamente.

Nos despedimos de todos en la fiesta, para irnos a donde sería nuestra luna de miel; la casa de la playa de mi padre, ahí es donde escogí hacerla. Es un lugar tranquilo y podría escaparme cuando quiera.

Arianna se quitó el traje de novia según llegó y lo tiró a un lado.

—Al fin puedo quitarme esto - se quedó con una blusa blanca y una faja color crema, estaba sumamente ajustada a su cuerpo.

—¿Para qué demonios usaste la faja? Yo no vi ningún cambio.

—Tu madre me la hizo poner, no lo hice para ti, idiota.

—Estabas a punto de explotar como cilindro de gas, ahora entiendo tu palidez.

—¿Ya te quitaste el relleno de medias de tu pantalón, querido esposo? — me agarró el pene por encima de mí pantalón—. Lo siento, ¿Toqué algo que no debía? — soltó una carcajada divertida, y me quedé serio.

Es que la detesto con toda mi alma.

—Vete a bañar, sudaste más que un pavo asado—desajusté la corbata que tanto me molestaba.

—No vayas a desnudarte frente a mi, pervertido.

—Ya quisieras verme desnudo, estúpida.

—Nadie va a querer ver a una lombriz como tú. Iré a bañarme, no vayas a espiarme mientras lo hago- soltó.

—No me interesa en lo más mínimo verte, puedes bañarte tranquila, Miss ogro.

Arianna subió a la habitación y pude sentir paz, me acosté en el mueble y me quedé viendo el teléfono. Llamé a Jeffrey, un amigo y empleado de la empresa.

—¿No sé supone que estés mojando el Nugget en este momento, en vez de llamarme? — preguntó Jeffrey.

—Para nada, jamás me acostaría con ese ogro.

—Tendré que presentarte unas zorritas que te quiten la inocencia, hermanito. No quiero que seas virgen toda tu vida, ya que parece que no te darán nada esta noche. ¿Te dejarán durmiendo con el perro? —soltó una carcajada.

—Prefiero irme a divertir con ustedes, que estar en este infierno.

—¿Por qué no te unes a nosotros? Así quizá, conoces a alguien que te quite el mal humor y te suelte algo.

—¿En dónde están?

—En el mismo lugar de siempre. Estoy con todos nuestros amigos y recibiendo un buen trato de tres conejitas.

—Me doy un baño y salgo para allá.

—Te espero —colgué la llamada.

Subí a la otra habitación y me di un baño, me vestí, y al abrir la puerta me encontré con Arianna; estaba vestida en ropa interior y era tan transparente, que se podía notar su voluptuoso cuerpo.

—¿Qué haces aquí? —desvié la mirada.

—¿No vas a cumplirme como esposo? ¿No me digas que serás la mujer bipolar en la relación? — sonrió burlona.

—Te lo dije, no me interesa acostarme contigo.

—¿Por qué? — puso ambas manos en mi hombro, y sonrió.

—No eres mi tipo.

—Ah, entonces ¿tú tienes un tipo? — sonrió maliciosa —. ¿No me digas que eres gay?

—No, no lo soy, es solo que no me gustas.

—Probemos entonces— agarró mi mano y la puso en su seno, era la primera vez que tocaba los senos de una mujer; eran muy grandes y suaves, que no tardó mucho la reacción que eso ocasionó en mi cuerpo.

La detesto, y aún así, me acabo de poner como toro solo por tocarla. Definitivamente he perdido la cabeza, bueno, todo dentro de mí se acaba de acumular en esa parte. Arianna sonrió maliciosa y acercó sus senos a mi torso.

—Eres un pervertido y luego dices que no soy tu tipo. Eres repugnante, virgencito— soltó una carcajada divertida y se alejó, mostró mi tarjeta de crédito y la sacudió, no sé en qué momento me la quitó del pantalón—. Soy tu mujer y esto me pertenece ahora, ya puedes irte.

—Eres una estúpida.

—El único estúpido fuiste tú. ¿Realmente pensaste que me acostaría contigo? ¡Eres un idiota! —riendo se fue a su habitación.

Me he dejado coger de tonto por una mujer. Soy un idiota, pero esto no se va a quedar así, se las voy a cobrar en una oportunidad que tenga. Nadie juega con mis sentimientos y menos con mi... Miré mi pantalón y sacudí mi cabeza.

—Supongo que solo somos tu y yo, amigo — me acomodé el pantalón y bajé a mi auto.

Vi por la ventana a Arianna y me enseñó el dedo del medio, obviamente no pude contenerme e hice lo mismo.

Voy a saldar las cuentas cuando regrese, eso lo aseguro.

Al llegar al bar, me senté de mala gana en la silla.

—Esa mujer acabará con volverme loco, ¡Es insoportable!— le dije a Jeffrey.

—Del odio al amor solo hay un paso, hermano.

—Primero muerto, antes que enamorarme de la hija de Satanás.

—¿Tan problemática es?

—No tienes idea.

—Debiste casarte con Valentina, ella sí era un buen partido y estaba muy rica.

—Era muy linda, pero su familia tiene enemistad con la mía y no tuve de otra que casarme con la loca de Arianna.

—No quiero ser tu, hermano.

—Ya olvidemos a esa bruja. Nada más de pensar en ella se me eriza la piel, es como si con mencionar su nombre me causara malestar. No dudo que me esté haciendo brujerías.

—Tremendo lío en el que te has metido.

—No me lo recuerdes.

—¿Dormirán en la misma cama?

—¿Estás demente? Jamás dormiría con esa loca. Ya imagino esa serpiente tratando de ahorcarme a las 3 de la mañana. Nada más de imaginarlo, hasta se me quitó el apetito.

—Dejemos a la loca de tu esposa y pensemos en algo mejor — acercó a una mujer y la hizo sentar en mi regazo—. ¿Qué tal si le das un buen servicio a este amiguito deprimido? Mercancía nueva y sin usar, recién casado y virgen—soltó una carcajada, y lo miré serio.

—¿Estás de broma?

—Creo que es tu noche para matar dos pájaros de un tiro, te olvidas de la loca de tu mujer y pruebas a una mujer de verdad.

—Esto no es lo mío.

—¿Vas a esperar a que llegue la indicada, así como hacen las viejas? Llegarás a viejo antes de que eso suceda.

—¿Estás dudando de mis habilidades?

—En estos tiempos a las mujeres les gusta un hombre experimentado, uno que no sepa hacer nada, no lo van a querer ni regalado; quizás eso es lo que le pasa a tu esposa— ambos rieron.

—Aunque tenga experiencia o no, a ella no me la tiro ni drogado.

—Nunca digas de esa agua no beberé, el camino es largo y te puede dar sed.

—Prefiero morir seco y virgen, pero con decencia.

—Ya pareces una vieja hablando— me pasó un trago y me lo tomé.

—Ya mejor cambiemos el tema.

—Es lo mejor o seguirás amargado.

Arianna

Llamada telefónica:

—¿No se supone que estés en la luna de miel con tu esposo, Arianna? — me preguntó Michelle.

—Ni me hables de ese idiota. Es un imbécil, que tras de virgen, descerebrado.

—¿Virgen?

—Así es.

—Un hombre virgen no se ve todos los días. Deberías presentármelo, yo podría hacerle el favorcito.

—No te gustará, créeme. Solo se la pasa viendo porno, aún guarda sus revistas debajo de la cama y para completar, es de los que se limpia con los calcetines.

—¿Tú cómo sabes eso?

—Intuición, supongo.

—¿Lo has estado vigilando, pervertida?

—No, pero es muy obvio. No sabe disimular y lo conozco desde siempre. Es divertido molestarlo, en especial ver lo nervioso que se pone al tocar unos senos.

—Eres muy cruel, ¿Planeas acostarte con él o enamorarlo?

—No, no me interesa en lo más mínimo.

—Puedes traerlo un día por la barra, yo le ayudaré con gusto.

—No, ese virgencito se tiene que quedar así. No sería divertido molestarlo, si logra graduarse probando una vagina — reí.

—Algo me dice que lo quieres solo para ti. No seas tacaña, compártelo.

—Contigo nunca, querida. Te llamaba solo para que salgamos mañana con Keyla. Lo mejor es que no necesito gastar de mi dinero, ahora tengo el de él.

—¿Le robaste la tarjeta?

—Digamos que, se la pedí prestada, es lo menos que puede hacer luego de haberme tenido que casar con él — reí.

—Esta bien, mañana salimos. Nos encontramos en el mismo lugar de siempre.

—De acuerdo —colgué la llamada.

Bruce

—Tengo que llegar a la casa, esa bruja es capaz de quemarla si no aparezco por allí —comenté, dándome el último trago.

—No creo que le importe que te quedes conmigo, guapo — me dijo la chica.

—No la conoces, es capaz de eso y más.

—¿No vas a pasar la noche con la conejita?—preguntó Jeffrey.

—No, otro día vengo. No puedo dejar de pensar en ese demonio que está en la casa.

—Te han hecho un amarre, hermano.

—Eso creo. Gracias por haberme escuchado.

—De nada. ¿Necesitas que te lleve?

—No, yo puedo solo. Que la pasen bien.

—Adiós, guapo— la mujer se despidió y yo también.

Salí del bar y me fui a la casa. Estaban todas las luces apagadas, al menos no la encendió en fuego. Es una psicópata loca. Subí a la habitación y me detuve frente a la de ella. ¿Estará dormida? Ese demonio que me estaba hablando en mi hombro quería que entrara y le cobrará lo que me debe, pero si entro y me descubre, pensará que soy un pervertido. ¿Y a mi que me importa? Luego de todo lo que me hizo, es lo menos que puedo hacer.

Abrí lentamente la puerta y la vi en la cama acostada; se veía dormida, así que me acerqué sigilosamente a ella. ¿Ahora qué se supone que haga? Ella se acomodó en la cama y me dio un susto de muerte, un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo. ¿Qué puedo hacerle mientras duerme?

Vi un labial encima de la mesa de noche y tuve una idea, sonreí malicioso y traté de alcanzarlo, pero no contaba con que ella estaría despierta. De un fuerte golpe con la almohada en la cara, me hizo ver estrellas imaginarias. La cara me dolía.

—¿Qué rayos haces aquí, pervertido? —preguntó molesta, encendiendo la lámpara en su mesa de noche.

—Ni que quisiera verte, estúpida. ¿No tienes un forma menos agresiva de darle la bienvenida a tu esposo?

—Ni me recuerdes que estoy casada contigo—desvió la mirada.

—¿Por qué no nos divorciamos entonces?

—Porque sería un dolor en el trasero tener que arreglar la situación después; de lo contrario, ya lo hubiera hecho.

—Dolor en el trasero me causa tener que soportarte.

—Lo mismo digo, imbécil—cogí la almohada del piso y se la tiré de vuelta, le di en la misma cara y comencé a reír.

—Con la almohada en la cara no pareces tan ogro— ella apretó la almohada molesta y me dio una mirada, que si mataran, ya estaría muerto. Vi mi vida en peligro y no tuve muchas opciones.

—Ok, es hora de correr — salí corriendo de la habitación y escuché que se levantó de la cama.

—¡Eres un infeliz!

Me encerré en mi cuarto con seguro y ella golpeó en varias ocasiones la puerta.

—¿Qué se siente que te tiren la almohada fría en la cara, ogro?— le pregunté riendo.

—¡Sal de ahí, virgen cobarde!

—Tú te lo buscaste. Hasta mañana, querida esposa —solté, acompañado de una carcajada.

Quería ver su expresión en este momento, pero estaría arriesgando mi vida.

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