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Capítulo 29: Tito

Capítulo 29: Tito

Narra Brenda

Al día siguiente me desperté temprano y fui a la escuela, esperando encontrarme con él como todos los días, pero no lo vi. Solo me topé con el director y la bibliotecaria.

Llegó la hora de la primera clase y en el camino me encontré con Tito.

- Brenda, ¿has arreglado tus problemas? - preguntó.

- Sí, algo así - dije sin dar detalles - ¿Y tú?

- Me alegro de que preguntes eso - dijo sonriendo - He estado pensando en lo que platicamos, sobresalir con alguien. ¿Recuerdas?

- Oh, bien, sí lo recuerdo. ¿Qué has pensado? - pregunté.

- Bueno... ¿Quieres salir conmigo? - preguntó.

Me quedé muda, totalmente paralizada. No me esperaba eso.

- ¿Qué? - pregunté, no porque no había escuchado, sino porque no sabía por qué me lo había pedido a mí.

- Sí, digo si no tienes problemas con tu novio o con aquello 'Complicado' que me comentaste el otro día – sonrió – No te estreses, no será una cita formal, quizás salir a divertirnos. Hace tiempo que no salgo con alguien. ¿Qué dices

- Oh, Tito, me halaga tu propuesta, pero esta es semana de exámenes. Estoy muy ocupada, tengo que entregar varios proyectos y no creo poder - dije excusándome.

- Está bien, te entiendo. Podemos dejarlo para después, ¿no crees? - sugirió.

- Sí, claro - dije cortante - Tenemos que entrar a clases

Él me abrió la puerta del salón, algo que nadie hacía ya. Me sorprendí mucho.

- Gracias – dije - Antes de entrar, quiero preguntarte algo

- Adelante, dime - respondió.

- ¿Por qué quieres salir conmigo? Apenas y nos conocemos, no soy tan interesante, y... - comencé a decir.

- Te equivocas - me interrumpió - Si apenas nos conocemos, pero claro que eres una persona interesante. Combinas todo, mujer, en serio".

- Me haces reír. ¿Cómo crees eso? Pero bueno, me voy. Llegaré tarde a clases y eso no me gusta. Adiós - dije, con una sonrisa que me había sacado Tito.

Caminé con esa sonrisa y luego me encontré con Anabela.

- Brenda, ¿qué ha pasado con Alan? - preguntó Anabela.

- No lo sé, estoy desesperada. Lo único que sé es que está en Nueva York - respondí angustiada.

- ¿Te lo dijo él? - preguntó Anabela.

- No, para nada. No me ha contestado ninguna llamada ni mensaje. No hay día que no le hable o le escriba. Casi le ruego que me hable y nada. Ni de loca conseguiré dinero y permiso para ir a Nueva York - dije con tristeza.

Quería seguir hablando con Anabela, pero justo sonó el timbre para ir a clases.

Las horas iban pasando y, cuando terminé mi clase, fui al Café & Amor, donde me encontré con Ian.

- Brenda, me enteré de que estás saliendo con el capitán del equipo de baloncesto - dijo Ian.

- ¿Pero qué demonios... qué dijiste? - pregunté enojada.

- Todos los chicos de la escuela que pasan por aquí dicen que ahora sales con él. Dicen que estuvieron juntos en el baile, te ven platicando con él y te vieron subir a su auto. Dicen que ni siquiera sus amigos suben a su auto. Eso es sospechoso incluso para mí - explicó Ian.

- Ian, tú sabes con quién salgo. Yo te lo dije. ¿Acaso tengo que recordártelo? - le respondí molesta.

- Ok, no te enojes. Yo solo repito lo que escucho. Y hablando de él, escuché que ya tenías una suplente, ¿no? - preguntó Ian.

- Sí, así es. Cuya suplente creo que me odia - dije con tristeza.

- No para tanto - minimizó Ian.

- Pero es que es verdad. No soporta que yo sepa más de literatura que ella - me quejé.

- Ya cállate, ¿quieres? Te traeré tu orden - dijo Ian.

No le había pedido nada, pero él sabía lo que siempre pido.

Cuando terminé, fui a la biblioteca. Quise distraerme leyendo un buen libro, sumergirme en él como lo hacía antes. Encontré una novela romántica y sin darme cuenta, había pasado toda la tarde leyendo, hasta que la bibliotecaria se me acercó.

- Señorita, ya vamos a cerrar... tiene que retirarse - me dijo con amabilidad.

- Oh, lo siento. No había visto la hora - respondí algo distraída.

Tomé mis cosas y salí de allí. Me subí a mi auto y comencé a conducir. Pasé por una cafetería y por fuera vi a una persona sentada de espaldas. Tenía el perfil parecido al de Alan. Rápidamente entré a la cafetería, corrí hasta esa mesa pensando que era él, pero no lo era. Me paré enfrente de esa persona y él se quedó viéndome extrañado.

- Disculpe, ¿la puedo ayudar en algo? - dijo aquella persona.

- Lo siento, lo confundí. Qué pena. Provecho y buenas noches - dije apenada.

Salí súper apenada de ese lugar y me fui riendo sola hasta llegar a mi casa.

Pasó una semana sin saber nada de Alan. Solo sabía lo que se comentaban entre los maestros y eso porque siempre me llevé bien con ellos. Si alguien leyera esos mensajes que le enviaba diariamente a Alan, podría jurar que era una loca escribiéndole al vacío.

Era un día común como los otros que habían pasado sin Alan. Estaba sola en la escuela y entonces observé que Tito venía hacia mí.

- Hola, Tito - dije con tranquilidad.

- Brenda, hola. Bueno, seré directo contigo... Tengo boletos para el cine. Escuché que es la premier de la nueva película de Marvel, así que se me ocurrió que tú y yo podemos ir - dijo Tito con entusiasmo.

- Te lo agradezco, pero como te dije el otro día, tengo mucho que estudiar. Este es nuestro último año y quiero asegurarme de ir a una buena universidad. Además, no me gustan las películas de Marvel - dije buscando excusas.

- Ok, entiendo. Bye Brenda, cuídate - dijo Tito decepcionado.

Tito se fue por un lado y yo por el otro, y entonces me encontré cara a cara con Anabela.

- Así que acabas de rechazar a Tito por cuarta vez en esta semana - dijo Anabela con una sonrisa maliciosa.

- Anabela, yo no puedo salir con él - expliqué.

- ¿Y por qué no? ¿Por qué estás esperando a Alan? Quién sabe qué está haciendo y con quién allá en Nueva York. Además, solo saldrás con Tito como amigo. Nadie te está pidiendo algo más - dijo Anabela tratando de convencerme.

- Ok, tienes razón. Le diré que sí iré con él - dije convencida.

Anabela tenía razón. Yo estaba esperando a Alan, y quién sabe con quién se divertía él. Mi baja autoestima me hacía pensar que estaba con mujeres más maduras y más lindas que yo. Entonces corrí hasta alcanzar a Tito.

- Tito – grité - No me gustan las películas de Marvel, pero seguro que en el cine hay más películas que podemos ver. Y tengo lo que resta del semestre para estudiar - dije aceptando ir al cine con él.

- Genial - dijo Tito con una sonrisa - Gracias. Paso por ti a las 6, ¿está bien?

- Me parece perfecto. Adiós - dije despidiéndome.

Tomé mis libros y entré a mis clases. Tito era un chico genial, pero Alan era el único en el que lograba pensar.

Así pasaron las horas hasta que, finalmente, Tito llegó por mí en su auto a las 6 de la tarde y nos dirigimos al cine. Durante la película, intenté concentrarme en la pantalla, pero parecía que Tito solo tenía ojos para mí. Debo admitir que me ponía nerviosa.

- ¿Todo bien? - pregunté.

- Brenda, me gustas - dijo Tito.

Esto me recordó a la primera vez que Alan y yo vimos una película en su departamento. Tenía que dejar de pensar en él. Solo sonreí ante el comentario de Tito.

- En fin, me alegra que por fin hayas aceptado venir conmigo. Eres una chica difícil -dijo Tito.

- Solo lo indispensable - respondí.

La película terminó y Tito me invitó a tomar un helado, a lo que acepté. En el camino, vimos una máquina de ganar monedas y Tito sugirió jugar.

- Máquina de ganar monedas, qué infantil – pensé – Nunca hacía cosas así con Alan, además de que no podíamos vernos en lugares públicos.

- A veces, las cosas más infantiles son las que más divierten - dijo Tito, sorprendiéndome al parecer haber sabido lo que estaba pensando.

Tito tomó mi mano y comenzamos a jugar. Él ya había ganado varias monedas, pero quería más. Entonces, vi a un niño de unos 7 años jugando y Tito le quitó sus monedas sin que se diera cuenta.

- Tito, ¿qué haces? - pregunté alarmada.

- Shh, el niño no se da cuenta. Además, ya tiene muchas - respondió Tito, quitándole las monedas y volviendo a tomar mi mano-. Vamos -me dijo mientras comenzamos a correr.

Me moría de risa con todo lo que hacía Tito. Después de ganar suficientes monedas, canjeó todo por un oso de peluche.

- Es para ti, espero que te guste - dijo Tito al entregármelo.

- Gracias Tito, nadie nunca me había ganado un oso. Es muy bonito -respondí sinceramente.

Después de eso, Tito me llevó a su casa en mi auto.

- Me divertí mucho, hacía mucho que no lo hacía - dije sonriendo.

- Me alegra por eso - respondió Tito, también sonriendo.

Estábamos a punto de despedirnos cuando él se acercó hacia mí. Oh no, esto no parecía ir muy bien. ¡Me iba a dar un beso en la boca! Pero yo giré la cara y su beso cayó en mi mejilla.

- Cuídate y gracias de nuevo - dije, tratando de no mostrar mi incomodidad.

- Adiós, hermosa -respondió él, sonriendo.

Bajé del auto un poco confundida y caminé hacia mi casa. Subí a mi habitación y me recosté en mi cama. Escuché sonar mi celular, pero no sabía de dónde venía el sonido. Busqué y busqué mi celular, hasta que por fin lo encontré, pero ya había colgado. Revisé el número y era Alan.

La llamada perdida de Alan me dejó con un nudo en el estómago.

Me quedé en silencio, procesando la información ¿Qué querría decirme Alan? ¿Querrá volver conmigo? No pude evitar sentir una pequeña esperanza dentro de mí.