890 Único camino.

Gervaise Alméras bostezó al firmar el último documento en su escritorio. Tomando una taza de café, se levantó de su oficina y se acercó a la ventana. Tenía una oficina en lo más alto de la sede del Gremio de Héroes en la Ciudad Atlántida.

Desde su ventana, podía ver la increíble y hermosa ciudad. Sin embargo, también podía ver la muchedumbre reunida en la entrada del edificio.

Cerca de dos mil a tres mil personas se habían reunido para protestar en contra del gremio de héroes y, especialmente, de las autoridades como ella. Los carteles apuntaban hacia la mayoría de los miembros que controlaban el gremio.

Entre todos ellos, ella era una de las mayores acusadas. La llamaban 'defensora de violadores', 'asesinos', 'lunáticos'. La trataban de corrupta, de villana. Los visitantes traían carteles con su rostro detrás de rejas o ella siendo decapitada.

Por más horroroso que fuera ver todo eso, ella no podía hacer nada. Porque la verdad era que ella había hecho todo eso. Había protegido a todo tipo de 'héroes' para mantener al gremio de héroes en flote y públicamente limpio.

Lo había hecho para mantener la imagen del gremio que ella lideraba. Para hacerlo, tuvo que deshacerse de aquellos que trataban de manchar la imagen del gremio y cubrir a quien fuera necesario. Entre los que había protegido se encontraban violadores, asesinos o lunáticos.

Sin embargo, si ella no hacía este trabajo… ¿Quién lo haría? Antón se había esfumado y nunca dijo a dónde se retiraba o incluso cómo contactarlo. Simplemente, se esfumó y nadie sabía dónde. Agatha era miembro, pero ella nunca participó activamente en el gremio. También desapareció con su esposo.

Archibald, también conocido como el Arcángel de la Guerra o el Arcángel Miguel, pasaba su tiempo en solitario. Cuando ella había ido a hablar de estos temas, ese hombre la ignoró por completo. Él escuchaba, pero sin importar lo que le contaran, el hombre no reaccionaba ni mostraba interés. Para Alméras, él ya había dejado de ser humano hace mucho tiempo. También sabía que había perdido el interés en toda la humanidad.

Logan Harris se presentaba de vez en cuando, pero lo hacía por Vincent. Cuando este último murió, el fundador del Gremio de Aventureros se concentró en su tarea y prácticamente cortó cualquier lazo con ellos. Fue por tal razón que él no era acusado de todo lo que sucedía.

A ella le hubiera encantado decir que Vincent estaba al tanto de todo, pero era mentira. Ese hombre estaba centrado en su academia y había dejado los asuntos del gremio, y Alméras sabía qué clase de individuo era ese hombre. A él no le hubiera importado dañar la imagen del gremio si fuera necesario, así que ella nunca le contó.

Se necesitaba a alguien que se encargara de todo y pensara en el gremio, y ella fue la única fundadora que decidió tomar este papel mientras los otros se "retiraban" con las colas entre las piernas. ¿Tomó la decisión correcta? Alméras incluso en este momento sentía que su decisión fue correcta.

"Su Excelencia, ya está todo listo", dijo su secretaria desde el otro lado de la puerta. Alméras volvió a mirar por la ventana hacia la muchedumbre. Entre ellos también vio a individuos que la llamaban terrorista y lo hacían por lo sucedido en Zerzura, donde el Gremio de Héroes estuvo involucrado.

Cada uno de los altos miembros era tratado como criminales o escoria, y la excepción era el más nuevo y joven... Edward Palmer era visto como el "salvador", la "luz en la oscuridad", o el "reformador" que cambiaría todo el gremio. Volvería a traer gloria a los héroes y ya no era una simple imagen pública que las personas comunes creaban. En este punto, las naciones enteras lo estaban viendo de ese modo, buscando relacionarse con la Asociación de Héroes en reemplazo del gremio.

No se trataba de un simple reemplazo, sino también de los permisos y las donaciones que las naciones realizaban a los héroes para que ellos tomaran diferentes tareas, y todo estaba yendo hacia Edward.

Él se estaba convirtiendo en un obstáculo y Alméras, luego de cerrar sus ojos, levantó la mirada y reveló seriedad. Dejando la taza de café en la mesa sin tocar, ella salió de la oficina y vio a su secretaria con una expresión solemne.

"¿Todo está listo?", preguntó Alméras en calma.

"Sí. Me he encargado de evitar que el portal registre el siguiente movimiento espacial. Usted en este momento está en una reunión personal", respondió su secretaria y, en voz baja, murmuró: "Las cámaras revelarán ese hecho."

Alméras asintió y caminó por su cuenta hacia el portal. Era la mañana y todavía era temprano, lo suficiente como para que muy pocas personas estuvieran trabajando a esta hora.

Ella caminó hasta la habitación del portal y, al entrar y ver que las cámaras estaban apagadas, se acercó a la esquina y en el panel del portal escribió las coordenadas siguiendo el último mensaje de Kadota.

Su colega le había mencionado que era hora de hablar de todo y le había enviado las coordenadas a donde podía moverse, y ella quería hablar, especialmente de Edward. Ese muchacho no le importaba los sacrificios que ella hizo por el gremio y el esfuerzo que dedicaba cada día, y lo único que le interesaba era él mismo y su Asociación de Héroes. Alméras no iba a dejar que continuara con lo suyo. No había trabajado tan duro para que ella fuera acusada de ser una criminal.

Al terminar de poner las coordenadas, el portal en el centro brilló y ella subió a la plataforma y entró al portal. A diferencia de lo que esperaba de un viaje instantáneo, el movimiento se retrasó y ella quedó en un espacio con los alrededores distorsionados.

"Kadota se ha preparado bien", murmuró Alméras al estar en el viaje espacial. Los alrededores estaban distorsionados, pero ella seguía en movimiento y era probable que se tratara de un viaje entre varios portales y que estaba diseñado para evitar los rastreos. Edward había encontrado mucha información de ellos y de sus relojes personales, así que al igual que ella, se preparó para ocultarse, Kadota hizo lo mismo con el portal. Al menos eso era lo que ella suponía.

Ella esperó quince minutos y luego veinte minutos, y recién a los treinta minutos, cuando ella se estaba impacientando, fue que el viaje finalmente se estabilizó y ella llegó a una isla. Una pequeña isla flotante de unos cien metros en la que únicamente se encontraba arena y unas palmeras en el centro. El sol estaba en lo alto, con varias nubes cubriendo todo a su paso.

Alméras frunció el ceño y girándose, vio a Kadota sentado en una palmera, y ella se acercó a él.

"Elegiste un buen lugar", dijo Kadota con una sonrisa.

"¿Disculpa?", dudó Alméras al ver al hombre y frunciendo el ceño. "Fuiste tú quien eligió la ubicación".

Kadota puso una expresión seria al escuchar sus últimas palabras, y él agitó la cabeza tensamente mientras movía su mano a su anillo en busca de artefactos de seguridad.

Alméras no fue tan discreta, y ella liberó su aura de rango S, y las raíces de las palmeras crecieron desde la tierra y surgieron a su alrededor mientras ella miraba la pequeña isla.

"¡Quien sea que se le haya ocurrido, esto es mejor que salga ahora mismo!", anunció Alméras mirando por todas partes.

Ambos usaban códigos al comunicarse en secreto y usaban tal seguridad porque los temas que hablaban siempre eran cuestionables, pero esta vez fue claro que alguien había intervenido. No solamente descubrió sus códigos, sino que los engañó a ambos para que vinieran aquí.

Alméras se concentró y preparó sus hechizos.

"Los artefactos espaciales no funcionan. Es lo mismo con los artefactos de comunicación o el reloj holográfico", murmuró Kadota a su espalda.

Ella se tensó y analizó sus alrededores. Las nubes eran cada vez más numerosas y oscuras, y si bien parecía que una tormenta se acercaba por el horizonte, no corría viento y el mar estaba en calma.

Una persona vino a su mente, y antes de que ella diera su nombre, vio cómo el espacio se distorsionaba y desde el otro lado aparecían sus otros colegas.

Redbad Alkema y Joseph Wasserman. Fue el primero quien frunció el ceño de inmediato al verlos y, por la mirada momentánea que dio Alméras, se dio cuenta de que él supo que algo más ocurría. En cambio, Joseph los miró a ellos dos y luego a su colega sin comprender lo que sucedía.

"¿No mencionaste que íbamos a hablar solos?" murmuró Joseph con desagrado.

"Fuiste tú quien envió un mensaje primero", respondió Alkema.

Antes de que ambos pudieran seguir hablando, el cielo cambió y las nubes se volvieron negras, mientras que los relámpagos aparecieron agitándose en el cielo como serpientes brillantes. La intensidad llegó a su pico en menos de un segundo y Alméras vio cientos de metros a su alrededor cubiertos de nubes oscuras y relámpagos cayendo en el agua.

Decenas de relámpagos se convirtieron en miles y desde el cielo cayó en picada la persona que estaba detrás de todo, y ese individuo creó un cráter por su caída.

"¿Por qué nos…?" Joseph, que estuvo por hablar, se quedó en silencio cuando vio a Edward rodeado de relámpagos que quemaban la tierra y se retorcían. El aura que emanaba del joven superaba el límite de un rango S y sus relámpagos prácticamente quemaban la tierra a su paso.

Los ojos celestes de Edward se fijaron en ellos y Alméras vio los relámpagos y captó el peligro detrás de la mirada del joven.

Edward los trajo en secreto a un lugar discreto sin que nadie lo descubriera… Alméras se tensó de inmediato y sacó su varita preparada para lo que estaba por venir, pero él hizo lo mismo.

Al momento en que él sacó la varita, los relámpagos en el cielo surgieron como serpientes aladas y cubrieron toda la isla como una prisión de relámpagos, impidiendo que cualquiera de ellos escapara.

******

En una pequeña oficina en la Ciudad Accra, antigua capital de Ghana, en la República de África Occidental, se encontraba un hombre de piel blanca y ojos rojos sentado en el escritorio mientras la luz del sol naciente entraba.

Raiden llevaba una túnica simple de mago de color rojo y negro, y se había dejado crecer la barba, dando la impresión de un hombre mayor y respetable. Lo segundo lo era, aunque sus rivales dijeran lo contrario.

Archimago de fuego, antiguo Gran Señor de la Guerra y uno de los dos dueños de la República de África Occidental.

Él compartía su gobierno con Helen, o como a ella le gustaba que la llamaran, la Señora del Amanecer y Gobernante de la Luz. Un título demasiado largo para una mujer que no tenía la mitad de la fama que él había logrado.

Era probable que ella no fuera conocida por gran parte del mundo, mientras que cualquier individuo un poco informado habría escuchado su nombre. La diferencia entre ambos era abismal, pero Raiden no le importaba compartir el gobierno con esa clase de mujer.

La República de África Occidental y la administración "oficial" le facilitaban a él llevar a cabo sus negocios y sus inversiones sin quejas ni regulaciones que en otras naciones lo retendrían. A sus ojos, la magia no tenía que tener límites y tampoco las inversiones y las recompensas.

Raiden proyectó las últimas imágenes que le llegaban y vio cómo sus proyectos estaban en desarrollo.

Primero era la actualización y creación de nuevas armas de guerra modernas. Él había contratado a varios diseñadores y había invertido varios millones en la industria armamentística, y si bien el costo era altísimo, a largo plazo valdría la pena.

Armas de fuego encantadas con magia, imbuidas con hechizos, y luego se encontraban todo tipo de explosivos, y él se concentró en su último proyecto y en la proyección vio una explosión de fuego negro que se extendía por el campo de prueba.

Similar a aquella explosión que había sucedido en Zerzura, y él, al volver a comparar ambas explosiones, puso una expresión solemne.

"Llama a Martin", dijo Raiden a su secretaria. Después de cinco minutos, un hombre alto y musculoso de piel oscura entró en su oficina con una expresión seria.

"¿Has borrado los rastros?", preguntó Raiden inmediatamente. Él había desarrollado el hechizo del fuego negro, y la combinación de corrupción y fuego era su orgullo. Los investigadores en su laboratorio habían logrado combinar este magnífico hechizo con explosivos, y el arma resultante era impresionante.

Como tantas veces antes, Raiden confió en su antigua mano derecha y la Ministra de Comercio y Asuntos Externos de la República de África Occidental, su aliada Eliana Márquez, conocida como la Marquesa. A diferencia de la Señora de la Luz, Eliana era una mujer ambiciosa que había logrado muchos éxitos desde que Raiden le había permitido entrar en la República. Incluso había avanzado en su fuerza, pero ahora la situación era diferente.

"Ya hemos eliminado la mayoría de los rastros. Hemos silenciado a los investigadores y borrado los rastros del laboratorio. También hemos aumentado la seguridad de nuestra red", dijo su jefe de seguridad. Viendo a Raiden dudar, preguntó: "¿Desea que intentemos descubrir los resultados de investigación de Zerzura?"

Esta vez, Eliana Márquez lo puso en una posición difícil. Había decidido vender su producto a individuos que él no conocía, y esas personas lo habían utilizado en Zerzura. Eliana le había hecho varias promesas de que las personas a las que se lo estaba vendiendo eran influyentes y le abrirían la puerta a un mundo lleno de contactos, pero a Raiden no le gustó el resultado ni las promesas vacías. Su hechizo se había utilizado en el ataque terrorista a Zerzura, y aunque a él no le importaba la ciudad, el hecho de que fuera un ataque terrorista iba a limitar la venta de su producto. A sus ojos, eso era malo para los negocios.

La mayor preocupación era que los habitantes de Zerzura lo relacionaran con el ataque.

"No. Mantengámonos alejados de Zerzura y actuemos con discreción por ahora", respondió Raiden con calma.

Eliana era su aliada y colega, y la mujer se encargaba de muchos asuntos en la República y le encantaba estar metida tanto en la política como en los negocios. También fue ella quien se encargó de la venta y de borrar los rastros, así que él decidió confiar.

Antes de que su jefe de seguridad asintiera, el reloj holográfico vibró, y él leyó un mensaje que hizo que su expresión cambiara.

"¿Qué sucede?", preguntó Raiden teniendo un mal presentimiento.

"Ha habido una violación de seguridad en nuestro nuevo centro de investigación de armas", respondió su jefe de seguridad con una voz tensa. "Las cámaras ya no funcionan y el equipo de seguridad no responde."

La respuesta hizo que el mal presentimiento aumentara en gran medida, y él se levantó de su asiento.

"Señor, no necesita…"

"Iré", dijo Raiden, y mirando a su jefe de seguridad, ordenó: "Envía un mensaje a la Señora de la Luz y a la Marquesa".

Raiden vio cómo su jefe de seguridad fruncía el ceño por su paranoia, pero la última vez que él fue alertado, se encontró interceptado por el Emperador Víctor, mientras que su laboratorio era destruido por la Primera Heroína.

La calma de ese día se sentía similar a la calma de hoy, y él estaba tenso y prefería prepararse.

Al darse cuenta de que su jefe de seguridad asentía a su orden, él salió por el pasillo, y por la ventana vio el sol en lo alto.

Él se movió a la zona de viaje espacial y luego seleccionó el centro de investigación y se equipó con su túnica para estar preparado para cualquier eventualidad.

El viaje duró unos segundos, y al salir, vio a varios guardias de seguridad llegando al área, y cuando lo saludaron, él extendió sus sentidos, y su expresión se volvió seria.

Al salir del área y entrar al pasillo, él caminó hacia la única presencia que estaba en el centro del área de investigación, y al avanzar, la vio en el pasillo.

Cabello y ojos negros, la mujer llevaba un conjunto de batalla y tenía una espada enfundada en su cadera, y cuando él cruzó miradas, Raiden lo supo.

Ella lo sabía... Al instante que él tuvo ese pensamiento, la Protectora de Zerzura desenfundó su espada, y Raiden sacó su varita.

Solamente había un único camino hacia delante.

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