813 Mundo Shinobi - Señores de la guerra - 477

Mari Hatake se despertó en la enfermería del estadio una hora después. Le dolía el cuerpo, pero era más como el dolor de una sesión de ejercicios extenuantes al dolor de ser herido en combate.

Ella abrió los ojos y lo primero que vio fue el techo blanco con los focos empotrados. Ella se cubrió los ojos con la mano, encontró la luz demasiado fuerte. Entonces escucho la voz de su hijo. Ella miró a su izquierda y vio a su hijo mirándola con preocupación. Él ya tenía dieciocho años e iba a ser padre, pero todavía ponía la misma expresión de preocupación. Mari siempre se preguntó si Tobirama hubiera tenido sentimientos por algo ¿Él hubiera puesto la misma expresión que Sakumo?

—Hola, hijo— dijo Mari con voz suave y cansada

—Hola, madre— dijo Sakumo, se acercó a ella y le tomo la mano. Él soltó un suspiro y sonrió con cansancio —me tenías preocupado—

—Kain-sama nos prometió que todo estaría bien, Sakumo—

—Sí, lo sé, pero aun así no puedo evitar preocuparme—

—Vas a ser padre, Sakumo— dijo Mari Hatake —está bien no ser tan duro como tu padre, pero no está bien ser tan emocional—

—Por todo, dices— dijo Sakumo con una sonrisa divertida —pero si Kain se hubiera equivocado, yo te hubiera matado—

—Pero no paso así, Kain-sama cumplió su promesa ¿Verdad?—

Sakumo soltó un suspiro y asintió. Él solo había accedido a este encuentro porque Kain le juro que no la pasaría nada grave a ninguno de los dos. De lo contrario, a la mierda el legado Hatake. Él jamás se hubiera enfrentado a su madre y si ella insistía, él se hubiera dejado herir o hasta matar antes de herir a su madre.

Mari sonrió ante su dulce, pero débil hijo. Si él hubiera sido así en la era de los estados combatientes, lo hubieran descartado y enviado a la rama secundaria por ser un guerrero sin determinación. Sin embargo, aquel tiempo ya paso y ahora estaban viviendo una nueva era.

—¿Dónde está Kain-sama?— preguntó Mari

—Él te reviso por última vez hace media hora y después salió a dar una vuelta. Dijo que caíste inconsciente por el fuerte choque que significo haber ocupado todas tus energías— respondió Sakumo

—Bien ¿Y tú no tienes nada mejor que hacer que sostener la mano de tu vieja madre? ¿Acaso vas a seguir apegado a mi hasta que me muera?—

—Eres mi madre, mi única familia— respondió Sakumo

Mari sonrió, cerró los ojos y negó con la cabeza —ya no— dijo —ahora tienes una esposa y un hijo del que cuidar ¿Te acuerdas? No creo que Akane le hubiera hecho mucha gracia tus palabras—

Sakumo tomo una profunda respiración y asintió.

—Sakumo— dijo Mari Hatake, ella apoyo sus manos para sentarse, pero Sakumo la ayudo y entre los dos, la sentaron. Mari miró a Sakumo con seriedad y continuo —ahora eres el heredero del estilo Hatake. Cabeza de nuestra familia, ya no hay nada más que te pueda enseñar. Incluso, pienso que tu deberías enseñarme lo que aprendiste por tu cuenta—

Sakumo sonrió con dulzura y asintió.

—Sakumo— dijo Mari con seriedad —voy a rehacer mi vida, tienes prohibido entrometerte en ella ¿Entendido?—

Sakumo quedó confundido, miró hacia un lado y asintió —lo entiendo— dijo —pero eso no quiere decir que dejemos de ser familia—

—No, bobo, es solo que, sea lo que sea que elija, debes respetarlo y mantenerte al margen ¿Entendido?—

—Sí, madre. Sin embargo, no esperes que haga la vista gorda si te veo sufriendo—

—Soy bastante mayor para saber cuándo algo no me conviene—

Sakumo asintió.

—Es hora de que partas— dijo Mari Hatake

Sakumo se quedó congelado con la forma que lo dijo su madre, como si quisiera que él se fuera. Sakumo tomo una profunda respiración y asintió. Él dio un paso atrás, realizo una profunda reverencia y quedó mirando a su madre. Ella sonrió para él y asintió.

Sakumo se dio la vuelta y salió de la enfermería.

Mari Hatake quedó mirando a su hijo, sintió que su espalda era muy ancha, pero ella no podía evitar mirar al niño que corría como loco de lado a lado con una espada de madera en la mano. Totalmente emoción y amigable, muy diferente de su padre. A lo mejor, si ella no hubiera estado tan obsesionada con la espada, hubiera sido como Sakumo.

Mari derramo un par de lágrimas y miró los alrededores, vio más allá de las cortinas que rodeaban la camilla. Ella vio a una enfermera sentada frente a un escritorio —enfermera— dijo —¿Puede ayudarme por favor?—

—Sí, por supuesto— respondió la enfermera en un traje blanco con un chaleco celeste. Ella camino hasta Mari y se detuvo delante de la camilla.

—Quisiera levantarme ¿Puede traerme unas muletas?—

—Su cuerpo está cansado y aunque no corre peligro, no está en las condiciones óptimas para desplazarse por su cuenta. Si quiere, le puedo traer una silla de ruedas. Hay personal destinado a ayudar a los lesionados—

—No, gracias, unas muletas estarán bien—

La enfermera asintió con una expresión de preocupación. Ella fue por las muletas, ayudo a Mari Hatake a ponerse de pie y la guio a la salida de la enfermería.

Mari miró hacia el pasillo amplio que la llevaba al vestíbulo de la zona sur del estadio y sonrió al ver que su hijo no la esperaba. Como siempre, Sakumo era un hijo muy obediente. Ella cerró los ojos y agradeció que la era de los estados combatientes se hubiera terminado. Ella se apoyó en las muletas y camino por el pasillo hasta llegar al vestíbulo. Ella miró en todas las direcciones, el lugar estaba casi vacío. Solo había unos pocos policías cuidando del edificio.

Mari se acercó a un policía y le preguntó por Kain. El policía señalo un pasillo que llevaba a las gradas. Mari asintió y camino en esa dirección. Le dolía el cuerpo, pero tenía que alcanzar a Kain.

Ella salió y recibió el aire limpio. Ella miró las gradas que estaban acondicionadas para que los shinobis y personas de ciudad Tengu vinieran a ver los exámenes Chunin. Ella miró a la izquierda y un par de metros más atrás, vio a Kain mirando hacia el cuadrilátero mientras se fumaba un habano. Mari comenzó a caminar, pero antes de que pudiera dar cuatro pasos, ella se vio envuelta en esa aura purpura y levito junto a sus muletas.

Mari miró hacia Kain y lo vio con la mano extendida. Ella se dirigía hacia él. Él la hizo descender con cuidado en el espacio estrecho que separaba los asientos de las gradas. Kain se puso de pie y la quedó mirando.

—Gracias— dijo Mari con una hermosa sonrisa

Kain quedó mirando a Mari, se veía bonita y aliviada, como si se hubiera quitado un enorme peso de encima. Ella tenía el cabello corto hasta la mandíbula y rizado, un poco alborotado por el combate, pero aun así se veía bonita. El rostro con forma de corazón, ojos rasgados, la boca grande y los labios delgados. No usaba nada de maquillaje, ella siempre fue de ese estilo. A lo mejor, por eso su piel se veía tan saludable a los cuarentas.

Mari sonrió, no sabía cómo decirle a Kain lo que había pensado. Ellos habían tenido sexo en varias ocasiones, pero no era lo mismo. Ella agacho su rostro y se preguntó ¿Qué estaba haciendo? Sintió el aroma a tabaco en el aire, por alguna razón lo encontró agradable. Ella levantó su rostro. Kain sonrió con tranquilidad.

—¿Te quieres sentar?— preguntó Kain

—Sí, yo creo— respondió Mari un poco avergonzada —las muletas me están matando—

—Bueno, para empezar, yo di la indicación de que no te dejaran deambular por ahí hasta que te recuperes—

—Yo— dijo Mari con dudas, se mordió el labio inferior y continuo —quería verte—

—Entiendo— respondió Kain, llevó el habano a su boca y lo mordió con los dientes. Después acercó sus manos y le preguntó —¿Puedo?—

—Claro, Kain-sama— dijo Mari

Kain acercó su mano, le quitó la muleta derecha, se puso a su lado en el poco espacio que le dejaba el pasillo entre los asientos. Después le quitó la muleta izquierda y la ayudo a sentarse en un asiento.

Kain se sentó a su lado, estiro su brazo por el respaldo de la grada y Mari se acomodó a su lado como otras veces. Sobre todo, lo hacían cuando ellos iban a la playa y miraban el atardecer.

Mari miró a Kain y lo vio llevar el habano a su boca mientras hacia una sonrisa astuta. Eso le provoco cierta emoción y ella sonrió. Era como si Kain tuviera una travesura preparada que nadie esperaba.

—¿Qué hacía acá, Kain-sama?— preguntó Mari

Kain apartó el habano de su boca y soltó el humo hacia cielo. La brisa fresca se llevó el humo y se desvaneció en el aire. Kain con su mano sobre el respaldo, abrazó a Mari y la acercó hacia él. Kain la besó y ella respondió a sus avances. Ella se afirmó del haori y lo beso sintiendo el suave tacto de sus labios. Kain le dio varios besos pequeños y después apartó su boca.

—Estaba pensando en cómo darle un toque especial a los exámenes chunin— dijo Kain

—Seguro a Kain-sama se le ocurrió algo loco— dijo Mari con una amplia sonrisa

Kain sonrió, la miró a los ojos y dijo —mmm, se podría considerar interesante—

Mari sonrió fascinada, ella acercó su rostro y busco sus labios. Kain la beso de nuevo y se quedaron así durante un par de minutos.

Kain apartó su rostro y Mari se apoyó contra su pecho. Kain se quedó callado un rato, siguió fumando el habano y de repente dijo —el otro día estaba conversando con un cocinero del hotel. Provenía de una familia humilde. Él me contó que desde pequeño comían cosas simples y que un día, jugando con la sal, solo sal, se dio cuenta que, si le echaba la cantidad justa, la comida podía alcanzar un nuevo sabor. El hecho es que eso lo llevo a experimentar con especias y cuando se dio cuenta, estaba preparando carne con el valor de un ryo, pero que tenía un sabor como si hubiera comprado una carne que costaba veinte ryos ¿No sé si me entiendes?—

—Sí, algo. Solo los condimentos y la preparación podían hacer que algo barato tuviera el sabor de algo de primera clase—

—Así es. Así que me preguntaba ¿Cómo yo debería preparar los exámenes chunin para darle un sabor especial? Algo que sea tan increíble que quede en la memoria de todo el mundo—

—Mmm, suena complicado—

—Sí, pero al ser la primera vez, aligera bastante la carga. Tengo algunas ideas, pero tengo que pulirlas—

—Sería interesante saber lo que se propone—

Kain la miró, sonrió y acercó su rostro, le dio un pequeño beso y le dijo —si te digo, ya no sería sorpresa—

—Eso no se vale, Kain-sama— dijo Mari con una enorme sonrisa

Kain soltó una risita y le dijo —lo siento, vas a tener que esperar a los exámenes—

—Vamos, dígame—

—No, es no—

—Kain-sama— dijo Mari

Kain y Mari se quedaron juntos, sentados en las gradas hasta que comenzó a anochecer. Se puso fresco, el cielo se llenó de estrellas.

Kain se quitó el haori y se lo puso a Mari sobre los hombros —vamos, se está poniendo helado— dijo

Mari se arropo con el haori blanco y asintió. Ya se le había pasado el dolor muscular, así que se pudo poner de pie por su propia cuenta. Kain se puso de pie, tomo las muletas y le indico a Mari por donde avanzar.

Ellos bajaron las gradas hasta el camino amplio que los llevaba al pasillo que los conducía al vestíbulo.

Mari miró a Kain, alto, de cabello blanco y ojos azules. Ella estiro su mano y le tomo la mano.

—A todo esto— dijo Kain, Mari se puso nerviosa y soltó la mano de Kain, pero él se la sujeto. Kain miró a Mari y ella miró hacia otro lado con el rostro rojo. Kain continuo —¿Para qué me buscabas? Debe haber sido bastante importante para que te levantes de la camilla en ese estado—

—Bueno— dijo Mari, no se atrevió a mirarlo a los ojos —tenía algo, pero no era tan importante—

Kain se detuvo, sostuvo la mano de Mari y ella se detuvo. Mari miró a Kain, él la miraba con relativa seriedad. Ella agacho la mirada y él aprovecho de llevar sus manos a las caderas y acorralarla contra la pared. Mari toco la pared del pasillo con su espalda, fue un toque suave. Ella miró hacia adelante y levantó el rostro. Ella vio a Kain mirándola a los ojos, él acercó su rostro. Ella solo respondió a sus avances y se colgó de su cuello.

Kain apartó su rostro y la quedó mirando a los ojos.

Mari se mordió el labio inferior, acercó su boca y lo siguió besando.

Kain apartó su rostro y la quedó mirando a los ojos —¿Qué sucede Mari?— preguntó

—Yo, bueno, pensaba…tú sabes, ahora que pase mi legado. Yo, no tengo un señor al que servir— dijo Mari con dudas —no conozco otro hombre más honorable que tú, así que, pensaba ofrecerte mi espada—

—No tengo uso para una espada— dijo Kain, le dio un beso profundo y apartó su boca. Su nariz tocaba la de Mari y le susurro —pero si tengo muchos usos para una mujer—

Mari sonrió de forma coqueta y lo continúo besando.

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