557 Mundo Shinobi - PGM - 222

Tobirama y sus discípulos se demoraron un día más en atravesar los países de Las Aguas Termales y de la Escarcha. Solo al tercer día atravesaron el paso entre las montañas y entraron a la nación del Trueno. Bajaron por una colina hasta llegar a un bosque de pinos y ahí esperaron durante una hora a la comitiva para que los llevaran al lugar de reunión. Después de ese tiempo llego Yamato, mano derecha de Ryu, el actual raikage.

Yamato, de cabello rubio y piel morena, les informo del horario y los guio con dirección Noreste, lejos de las montañas nubladas. Corrieron por extensos bosques durante varias horas hasta que llegaron a las faldas de una montaña cubierta por árboles de hojas amarillas. En ese lugar había una larga escalinata custodiada por dos monjes de cabeza rapada y túnica ocre. Al mismo tiempo, a los costados de la escalinata había escalofriantes estatuas de serpientes con figura humanoide cada veinte peldaños.

Los monjes parados por delante de dos estatuas de serpiente con figuras humanoide, sonrieron amistosos e hicieron una pequeña reverencia a modo de saludo.

—Por aquí— dijo Yamato, el cual guio Tobirama y sus discípulos a través de la escalinata cubierta por hojas amarillas mientras que el grupo de anbus los seguía a una distancia moderada para no incomodar a Yamato.

—¿Cómo está el vejestorio? Pensé que vendría con ustedes— dijo Yamato mientras avanzaba

—¿Vejestorio?— murmuro Koharu que iba al final del grupo junto con Homura y Torifu.

—Se refiere a senior Tadashi Uchiha— dijo Hiruzen de buen humor —la vez anterior le dio la paliza de su vida—

Yamato se detuvo, volteó su rostro para mirarlo con una expresión de enojo, pero Hiruzen solo sonrió. Koharu y Homura se preocuparon de que pudieran entrar en una pelea, pero Yamato soltó un gruñido y continúo caminando por la escalinata, pasando por entremedio de dos estatuas apostadas a los lados.

—Es verdad— dijo Yamato en tono serio —nunca había conocido a un viejo tan fuerte—

—Bueno, senior Tadashi dijo que es solo la perseverancia a través del tiempo— continuo Hiruzen —ningún poder real es ganado por pura suerte y si lo es, la persona que recibió dicho poder tiene los días contados—

Hiruzen espero a ver que decía Yamato, pero este último no negó ni afirmo nada. No obstante, Hiruzen creía que lo estaba pensando con seriedad. Después de todo, un pequeño anciano de cuerpo escuálido le dio una paliza en fracción de segundo a un gigante como él.

Cuando llegaron a la cima de la escalinata encontraron una entrada custodiada por dos monjes de cabeza rapada y túnica ocre. La entrada tenía un techo de doble pendiente, al igual que las murallas que se extendían hacia los lados delimitando el espacio del templo. Los monjes hicieron una pequeña reverencia sin nunca perder la sonrisa. Yamato los guio a través de la entrada y se encontraron con los terrenos de un enorme patio que se extendía cientos de metros por delante. Había un largo camino de adoquines que atravesaba todo el patio y se ramificaba llegando a todas las localizaciones importantes. Había tres edificios a la izquierda, primero una larga residencia puesta en horizontal para los monjes. Después de eso, cien metros más allá había una gran pagoda de cinco pisos y por último, a cien metros de la pagoda, había otra residencia alargada colocada en horizontal.

Sin embargo, lo más extraordinario del lugar era un enorme árbol frente a la pagoda, a cien metros de distancia. Tenía un tronco tan grueso que ni veinte personas juntas lo podrían rodear y medía más de cincuenta metros de altura. Sus grandes hojas amarillas tenían la forma de las estrellas, sin contar que eran tan grandes como la cabeza de una persona. Por otro lado, gracias a la gran cantidad de árboles de hojas amarillas alrededor de los terrenos del templo, el lugar estaba cubierto de ellas, dando la impresión de estar hecho de oro.

Por último y no menos importante, había una gran cantidad de monjes apostados a los costados del camino. Solo había dos caminos cerrados por dos grupos de tres monjes sonrientes, los cuales llevaban a los dormitorios. Eso a su vez indicaba que los visitantes se podían acercar a la pagoda y al gran árbol.

—Vamos, síganme— dijo Yamato —raikage-sama los está esperando—

Entonces Yamato, Tobirama y sus discípulos avanzaron por un camino de adoquines mientras los monjes sonrientes y de aspecto amable los miraban. No había hostilidad ni desconfianza en su expresión, pero parecía que los estaban vigilando.

Al mismo tiempo, la cabeza de Koharu daba vueltas como un faro y miraba llena de asombro los alrededores. La gran pagoda tenía una construcción majestuosa y el gran árbol emitía un aire etéreo —geniaaaal— dijo asombrada —¿Vamos a realizar la reunión aquí?—

—Eso es imposible— dijo Tobirama —el monasterio del Sabio Serpiente es un punto neutral dentro del mapa de la nación del Trueno, por eso vamos a realizar la reunión en un patio de prácticas alejado del monasterio. El gran monje será el ministro de fe, lo cual es mucho más de lo que podemos pedir—

—No somos dignos— murmuro Hiruzen

—Así es— añadió Yamato mientras avanzaba y el resto lo seguía —deben tener en cuenta que estos tipos pueden verse amables, pero si hacen algún daño al monasterio, será como luchar contra cien raikages—

—Disculpe— dijo Homura empujando la montura de sus anteojos con su dedo índice —pero eso es un poco difícil de creer ¿Entonces por qué no ocuparon está fuerza en la guerra?—

—¿Eres idiota?— preguntó Yamato mirando de soslayo hacia atrás —¿No escuchaste a hokage-sama? Este lugar es un punto neutral. Incluso si está dentro de la nación del Trueno, nadie puede ordenar, quitar o dar algo a menos que sea bajo mandato del Gran Sacerdote—

—¿El Gran Sacerdote es el representante del sabio serpiente?— preguntó Hiruzen como si fuera de lo más normal

Yamato puso una mirada incomoda y guardo silencio, como si no le conviniera hablar de esas cosas.

—¿Por qué pregunta el joven amitabha?— preguntó un monje sonriente al costado del camino

Todo el grupo se detuvo y miraron a Hiruzen como si debiera callarse la boca, pero él no les prestó atención.

—Mi padre es el representante del Sabio Rey Mono— dijo Hiruzen

—Entiendo, entiendo— dijo el monje manteniéndose amistoso —el Gran Sacerdote es la persona que gobierna el templo y se preocupa de cuidar de los fieles al Sabio Serpiente, pero la representante del Sabio Serpiente vive en las montañas nubladas—

—Veo— respondió Hiruzen algo decepcionado porque lo quería conocer. Se preguntaba si el representante del Sabio Serpiente sería tan sin vergüenza como su padre. Bueno, era mejor no preguntar eso, podría ofender a los monjes —gracias por la respuesta—

—De nada, joven amitabha—

Entonces Yamato continuo su camino y tomo algunas notas mentales de quien había sido su contrincante en la anterior guerra. Se decía que quedaban pocos templos dedicados a los Sabios y dentro de los que habían caído en desgracia durante las últimas generaciones era el del Sabio Rey Mono. No obstante, aunque fuera un templo al borde de la muerte, seguía siendo el templo de un Sabio y todo aquel que sabe de su existencia, no debería buscar enemistarse con ellos.

—Blasfemos— murmuro un monje cuyos ojos aun sonreían, pero su boca no. Sin embargo, ni Yamato, ni Tobirama ni los discípulos se detuvieron. Ellos siguieron caminando, pasando por al lado de la enorme pagoda con las puertas abiertas. Adentro había estatuas hechas oro con la forma de monjes sentando en posición de loto, pero con la cabeza de una serpiente. Lo cual era increíble y aterrador al mismo tiempo. No obstante, nadie se detuvo y continuaron avanzando hasta pasar por al lado del enorme árbol con hojas amarillas que parecían estar hechas de oro. Era majestuoso y con la luz del sol, parecía sagrado. Por otro lado, a la altura de los diez metros había una gruesa cuerda como el torso de un adulto amarrada al tronco.

—¿Por qué te llamaron blasfemo?— preguntó Homura

Hiruzen miró hacia atrás, sonrió con incomodidad y dijo —bueno, el país del Fuego tiene al Dios Shinobi, así que hace mucho tiempo que la gente dejo de creer en los Sabios. Se dice que hace cien años el Sabio Rey Mono andaba en la tierra de los shinobi compartiendo su sabiduría en compañía de otros Sabios, pero de un momento a otro desapareció y ya nadie lo vio. Después de eso, la gente poco a poco empezó a perder su fe y cuando apareció Hashirama-sama, la gente paso su fe a él—

—¿Por eso blasfemo?—

—Bueno, en parte, oto-sama, él, bueno, no es el mejor sacerdote del mundo—

Koharu vio a Hiruzen poner un rostro apesadumbrado, miró a Homura y le dio un codazo. Sin embargo, no fue la única. Torifu le dio una palmada en la cabeza y Danzo un puñetazo en las costillas. Homura soltó un ruidito ahogado, pero se guardó su dolor.

Una vez que el grupo salió de los terrenos del templo, entró a un bosque. Caminaron durante media hora hasta encontrar un claro. En ese lugar habían puesto una gran alfombra burdeos con forma rectangular y sobre ella una mesa y dos sillas. Al mismo tiempo, el raikage estaba sentado en un lado de la mesa mientras un monje anciano, calvo y vestido con una túnica ocre, le hablaba. El anciano tenía el rostro delgado, una mirada amable y unos ojos que sonreían. Lo único destacable sobre su ropa era un grueso collar de cuentas que cada una de ellas tenía el tamaño de un puño.

El raikage hizo un gesto lento como si cortara el aire y negó con su cabeza. El anciano monje no se enojó ni se molestó, solo soltó un suspiro y le dio la espalda para caminar hasta una roca de un metro de altura. Después se subió, se sentó en posición de loto y se puso a meditar pronunciando un tenue murmullo ronco. El raikage, de cabello oscuro y barba de candado, parecía preocupado, pero cuando vio a Tobirama, mostro una sonrisa rebosante de confianza. Lo cual, para Tobirama y sus discípulos no fue una buena señal.

El raikage se puso de pie y se acercó a Tobirama para saludarlo. Ambos se detuvieron a un metro de distancia e hicieron una pequeña reverencia.

—¿Cómo está, hokage-dono?— preguntó el gran Ryu de piel morena y bigote de candado. Ahora llevaba las ropas blancas que debería usar un kage; con su sombrero amarillo con las palabras Kage bordadas en un pequeño espacio blanco en la parte delantera. Por un momento quedó mirando algo confundido a Tobirama porque no lo venía con sus ropas de kage, pero a los pocos segundos lo dejo ser. Las formalidades eran formalidades, lo importante era el tratado y las firmas. Eso resolvería varios problemas que estaba teniendo en estos momentos y callaría la boca de los nobles adinerados.

—Muy bien— respondió Tobirama con la seriedad habitual

—Venga conmigo, le quiero presentar a alguien— añadió el raikage tendiendo su mano hacia adelante y señalando al anciano meditando sobre la roca.

Tobirama se volteó para ver a sus discípulos y les dijo —ustedes me esperan aquí—

—Sí— respondieron los cinco

Entonces el raikage guio a Tobirama, pero de repente se dio la vuelta y miró a Hiruzen. Las cejas negras del raikage se fruncieron en una expresión de desconfianza, lo que puso nervioso a Hiruzen, pero este último hizo el movimiento involuntario de mirar hacia atrás para estar seguro de que lo miraban a él. Entonces se dio cuenta de que a quién miraba el raikage no era a él, sino a la persona que estaba detrás. Por alguna razón, Torifu miraba hacia adelante con un brillo asesino en los ojos. Hiruzen miró siguiendo la dirección de la mirada y vio la espalda de Tobirama. Quiso decirle algo a Torifu para que dejara de poner ese rostro de miedo, pero como estaban rodeados de ojos y oídos indiscretos, prefirió guardarse sus apreciaciones y vigilar a Torifu. Nunca había mirado con esa intensidad a nadie, incluso cuando hicieron misiones juntos y les toco pelear por su vida.

De repente los discípulos de Tobirama vieron a un shinobi de cabello rubio y tes morena acercarse a su dirección. El tipo se detuvo delante de ellos y se presentó —hola, soy Hisashi Yotsuki, vengan conmigo y les mostrare sus lugares—

—Sí, por supuesto— respondió Hiruzen y Hisashi los guio hasta el otro lado de la mesa. Ellos se iban a sentar sobre cojines a treinta metros de la mesa de negociación, cosa que preocupo a Hiruzen y Danzo, pero Hisashi le dijo que lo mismo sería para los asistentes del raikage. De esa manera, el hokage y el raikage podrían conversar con más soltura.

Al mismo tiempo, también comenzaron a llegar un sequito de ancianos con túnicas blancas y rostros serios. Hisashi les comentó que eran los asesores del raikage y ellos tomarían una posición similar a la de ellos.

Solo Danzo estuvo en contra de posicionarse tan lejos de Tobirama, pero a través de Hiruzen, Koharu y Homura, se convenció de que no había alternativas.

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