553 Mundo Shinobi - PGM - 218

Kain converso algunos detalles con Okita durante algunos minutos y después se despidió de ella, sin antes dejar algunos sellos de protección dentro de la tienda. Por un lado, esto dejo más segura a Okita, pero la hizo sentir preocupada. Kain le explico que la distribución de la riqueza y el poder dentro del continente iban a cambiar en gran manera, esto traería inestabilidad y a su vez golpearía a la persona que causo todo el conflicto.

Después de hablar con Okita, Kain se dirigió a la residencia del clan Yamanaka donde todos los miembros estaban vestidos de luto. Junto con la llegada de Mari Hatake a Konoha, llego también la noticia de todos los fallecidos. Dentro de ellos estaba Sora Yamanaka, padre de Naomi y patriarca del clan.

Cuando Kain llegó a las puertas de la casa del patriarca los guardias en la puerta se cruzaron en el camino.

—Háganse a un lado— dijo Kain en un tono serio —yo, el difunto patriarca y su suegro teníamos un acuerdo. Vengo a cobrar la parte del acuerdo—

—Este no es momento— dijo uno de los guardias

—¿Entonces cuando?—

—Déjenlo pasar— dijo un viejo avanzando por el camino de adoquines de la entrada

—¿Pero señor?—

—En ese caso ¿Lo quieren detener a la fuerza? Sería un espectáculo digno de ver— añadió el anciano

Los guardias miraron a Kain enojado y se hicieron a un lado. Kain avanzó y ellos aprovecharon de llamarlo monstruo, pero Kain los ignoro.

—¿Cómo estás anciano?— preguntó Kain

El abuelo de Naomi, vestido de negro por el luto, sonrió —hola, mocoso ¿Creo haber escuchado que cumpliste tu parte del trato?—

—Claro, todavía no es oficial, pero pronto lo gritaran a los cuatro vientos. No sé si alegrarme por el prestigio o entristecerme por la cantidad de enemigos que ganare de forma gratuita—

—Jejejejejeje, igual de arrogante que tu padre, no me molesta— dijo el viejo —un hombre humilde acepta todo de todos y nunca sabe decir que no. Por otro lado, un hombre arrogante sabe decir que no porque nunca se conforma con lo básico ni con lo simple—

—En ese caso, Naomi es lo mejor de lo mejor—

El anciano se largó a reír a carcajadas y negó divertido —puede ser, ella está triste, ve a consolarla—

Kain asintió y avanzó extendiendo su percepción por todos lados sin prestarle más atención al anciano. Se movió por los pasillos hasta que encontró la habitación de Naomi y entro por la ventana para no llamar la atención.

Por su parte, Naomi estaba acostada en su cama mientras abrazaba una pintura de su padre y madre. Tenía los ojos irritados e hinchados de tanto llorar.

—Hola, Naomi— dijo Kain en voz baja para no alertar a nadie

Naomi abrió los ojos y miró. Todo se veía borroso, pero poco a poco la imagen se aclaró y pudo ver a Kain. Ella se levantó, dejo la pintura en la cama y corrió para abrazarlo. Ella lloro con más intensidad y Kain la cobijo en sus brazos.

—Kain—kun, no debiste haber venido— dijo Naomi ocultando su rostro y pensando que seguro se veía fea después de llorar durante tantas horas seguidas. Ya casi sentía que no le quedaban lágrimas para derramar.

—Bueno, quería verte ¿No puedo?— preguntó Kain

—No, eso, siempre puedes— respondió Naomi con una pequeña sonrisa —me gusta, me siento feliz—

—Yo también me siento feliz de verte—

Naomi levantó su rostro y miró a Kain a los ojos, eran tan azules y límpidos como dos joyas. Ella acercó sus labios y Kain avanzo y la beso. Durante unos pocos minutos se mantuvieron abrazados hasta que se separaron.

—¿Cómo le fue a Kain-kun?— preguntó Naomi

—Bien, sin problemas. Tuve algunas complicaciones, pero las pude sobrellevar—

—Eso es bueno, ya me sentía culpable dejando ir a Kain-kun solo a la guerra. Sin embargo, también me siento orgullosa por lo que hiciste. Muchos de los ancianos de mi clan te tienen en gran estima por haber negociado con hokage-sama para que los menores de edad no fueran a la guerra—

—Eso era lo que hubiera querido mi tío— respondió Kain agachando la mirada, después sonrió y continuo —en unos pocos días te voy a llevar a mi casa, este lugar no es seguro—

Naomi se ruborizo desde el cuello hasta las orejas —todavía no puedo ser una novia— dijo

—No lo digo en ese sentido, el mundo se volverá un caos y muchos trataran de tomar una tajada. No quiero que venga un idiota y diga que tiene un compromiso con Naomi—

—Yo no aceptaría a nadie que no sea Kain-kun—

—Lo sé, pero los shinobis tienen sus maneras. No te preocupes, te llevaré conmigo y nadie te pondrá un dedo encima—

—Gracias— respondió Naomi con una agradable sonrisa

—Toma— dijo Kain, saco algunos sellos Uzumaki de la manga de su kimono y Naomi los recibió —son clones que pueden ejercer toda mi fuerza. Si te sientes en problemas, solo tienes que llevar un poco de tu chakra y se activaran. Debes tener cuidado porque solo duran 30 minutos, así que ocúpalos con sabiduría—

—No hay problema, me protegeré para siempre—

Kain asintió con una sonrisa en los labios, Naomi y él se sentaron en el borde de la cama y conversaron de las cosas que había hecho Naomi durante el pasado mes. Prácticamente era hacer pequeñas misiones que a veces la dejaban cerca de las zonas de conflicto, pero era raro encontrarse con algún combate. Una sola vez fallaron una misión, pero fue porque de repente hubo un sinfín de explosiones cerca de los límites de la nación del Fuego y los Pastizales. A lo que Kain solo se pudo rascar la mejilla, porque lo más probable es que fue cuando él estaba siendo atacado por las arañas.

Media hora después, Naomi se acostó en su cama. Kain le dio un último beso, la espero hasta que ella se durmió y después de eso abandono la residencia Yamanaka.

Para ese momento solo quedaban los últimos rayos del sol y las farolas en los postes habían sido encendidas. Las calles tenían poco tránsito, pero poco a poco se notaba el retorno de los shinobis. De vez en cuando, Kain podía ver a un hombre entrar en una casa y saludar a sus familiares. En esas ocasiones la gente lloraba de alegría. Por otro lado, cuando dos o más personas entraban a una casa, se escuchaban los llantos de desolación. Puede ser porque es difícil entregar una mala noticia, pero los shinobis siempre iban en grupos, como si la sola compañía de sus compañeros les diera el impulso para entregar el mensaje.

Kain soltó un suspiro, siguió avanzando por las calles de Konoha con dirección Norte y doblo a la izquierda hasta llegar al distrito Hyuga. A lo lejos se veía la enorme mansión del patriarca con forma de pagoda. La gente transitaba a paso lento, vestidos de ropa negra con expresiones tristeza. Era una forma de empatizar, se decía, ya que era como decir "No conozco tu pena, pero la siento cercana". Después de todo, los Hyuga descendían de un mismo ancestro y aunque hubiera disputas entre las ramas familiares, todos eran un solo clan.

Una vez que Kain llegó a los enormes portones de entrada, los guardias se cruzaron para detener su avance.

—Hola, creo que ya me conocen— dijo Kain

—Sí, lo conocemos Kain-sama, pero tenemos prohibido dejar pasar a cualquiera que no sea del clan— respondió un guardia

—¿Quién dijo eso? No sean aburridos ¿Ok?. No quiero tener problemas con los ancianos de su clan como cuando era niño. En aquella época era inocente y escuchaba todo lo que decía mi tío, pero ahora muchas cosas han cambiado—

—No son nuestros ancianos— respondió uno de los guardias —es hokage-sama, dice que hay que proteger a Kaoru-sama—

—¿Y Tobirama ordena a tu clan?— preguntó Kain en un tono burlón

—No, es solo…—

—Lo que sea, amigos, si quieren díganle a Tobirama que los noquee o que sencillamente no pudieron hacer nada contra mí. Son dos chunin ¿creen que me podrían hacer algo?—

Los dos Hyuga mostraron muecas de disgusto, pero Kain les puso poco cuidado y avanzó. Ellos no lo detuvieron y los anbus que andaban en las cercanías siguieron a Kain de cerca hasta que se perdió dentro de la mansión Hyuga.

Kain subió los pisos de la mansión hasta dar con el piso en donde vivía Kaoru y su madre. Había algunos guardias, pero ninguno se atrevió a cuestionar la entrada de Kain. Ya que por un lado estaba la orden que dio Tobirama, pero de ahí a llegar y cumplirla había un gran trecho. Después de todo, estaban hablando de Kain Uchiha.

Kain se detuvo frente a la puerta corredera que daba a la habitación de Kaoru —hola, Kaoru ¿estás ahí?— preguntó

—Voy enseguida, Kain-sama— respondieron del otro lado de la puerta.

Kaoru abrió la puerta y sonrió mientras Kain sentía que un pequeño sol había iluminado su día. Esa sonrisa era tan cálida y ese rostro tan tierno. Él avanzó y le dio un pequeño beso en los labios. Kaoru abrió los ojos amplios, pero sonrió feliz y agacho la mirada.

—¿Puedo pasar?— preguntó Kain

—Sí, adelante, por favor— respondió Kaoru ruborizada por su forma de actuar

Kain avanzó por la habitación iluminada por ampolletas en lámparas de araña en el techo. No vio por ningún lado a Aoi Hyuga, lo cual le pareció extraño. Ella y Kaoru siempre estaban juntas. Ya sea porque es su madre o su sensei de puño suave, pero siempre estaban juntas.

—Okaa-sama está acá, Kain-sama— respondió Kaoru con un rostro apagado. Ella guio a Kain a través de la sala de estar, cruzaron una puerta corredera que daba a la biblioteca y sala de estudios con una larga mesa rectangular en el centro. Por último, fueron hasta la puerta corredera del fondo y al abrirla, Kain pudo ver la habitación de Kaoru y su madre. De construcción tradicional, con piso de tatami, dos tocadores con espejos y dos guardarropas. Todo para ella y su madre. También se veían otras estanterías donde había algunos regalos decorativos como esculturas, pinturas y vajillas con estampados conmemorativos de reuniones especiales. No obstante, lo que más llamó la atención de Kain fue que Aoi Hyuga estaba acostada en su futon. Era tarde, pero no tanto como para que estuviera durmiendo.

—¿Quién es?— preguntó Aoi con voz débil

—Es Kain-sama, okaa-sama— respondió Kaoru

—No debiste haberlo traído— respondió Aoi

—Al menos, okaa-sama debía decirle sus últimos deseos antes de que sea tarde—

—¿De que hablan?— preguntó Kain confundido

Kaoru levanto su rostro, lo miró a los ojos y le tomo la mano —ven, Kain-sama, okaa-sama tiene algo que decirte—. Entonces lo guio a un lado del futón y se sentaron en seiza.

—Okaa-sama, este es el mejor momento— dijo Kaoru

—Kaoru— dijo Aoi con voz débil y lo ojos cerrados —ya no importa, mi suerte está echada y he perdido mi oportunidad. Incluso si me salvara, como dijo Mari, perdería mi brazo, sin contar que ya perdí mi ojo—

Kain miró a Aoi y a través del aura empezó a entender a que se refería. Algo o alguien había congelado el brazo izquierdo de Aoi Hyuga hasta el punto de la necrosis.

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