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entregas y pedidos

Sábado, 3 a. m.

Me encontraba una vez más en ese lugar oscuro, el mismo que la última vez. Viejas memorias, ¡qué buenos recuerdos traen esas noches de mirar el Canal 5 y esperar a que empiecen las series. "Chicago Fire", "1000 Maneras de Morir" y, por supuesto, "Malcolm in the Middle". Cómo podría olvidar eso. Aún recuerdo el episodio en el que Reese compra la motocicleta y la paga como si nada. Siempre tuve la duda de dónde sacaba dinero, y ahora creo que lo sé. Pero ese recuerdo cambió una vez más. Esta vez, era desde la perspectiva de Reese iba con un traje de bolsas completamente sellado mientras cargaba un panal de abejas ooh boy reese estaba decidido a meter ese panal de abejas en el carro de su maestro de historia 20 minutos despues el maestro entro en su auto y los poco minutos salio gritando y llorando por las picaduras y reese simplemente reia y festejaba el recuerdo se desvanecia poco a poco volvi la oscuridad una vez mas

Sabado 9am

Recién terminaba mi desayuno cuando escuché el teléfono de casa sonar.

— Bueno —contesté.

— Hey, soy Héctor. Hoy toca entregar unas cosas. Paso por ti en 10 minutos —dijo Héctor.

— Bien, te espero —contesté antes de colgar el teléfono.

— ¿Quién era, Reese? —preguntó Lois.

— Un amigo necesita ayuda moviendo unas cosas. Vuelvo en la tarde —le contesté antes de salir de casa.

Al poco tiempo, apareció Héctor con un camión pequeño repleto de cosas.

— Bien, vamos a ver quién es primero —dije mientras tomaba la libreta de las entregas.

— Bien, primero vamos con el viejo Michael. Dejamos esas lavadoras y las tragaperras de una vez —dije mientras recargaba la cabeza en la ventana y cerraba los ojos.

A los poco minutos Habíamos llegado a una lavandería; el dueño era Michael, un viejo irlandés avaricioso. Lavandería de día y casino de noche, ¿qué puedo decir? Esto es América.

— Reese, qué bueno volver a verte. ¿Cómo estás, muchacho? Tienes mis cosas —dijo Michael mientras escupía su tabaco masticado.

— ¿Qué hay, viejo? ¿Tienes el dinero? —pregunté mientras lo saludaba.

— Dinero, dinero. Este mundo no se mueve sin él. Claro que lo tengo. Vamos adentro —dijo Michael mientras entraba al edificio.

— Bien, Héctor, dile a los muchachos que bajen las lavadoras enfrente y las tragaperras las metan al sótano. Bien —dije mientras tomaba la libreta del asiento delantero.

— Okay, vamos muchachos. Son 10 lavadoras y 4 tragaperras. Rápido, que es para hoy. Mientras más rápido, mejor —gritó Héctor a los muchachos.

Mientras tanto, en la oficina:

— Bien, Reese, ¿en cuánto quedamos? —preguntó Michael.

— Bien, 10 lavadoras a 800 cada una. 8000 dólares, y las tragaperras son otros 3000 cada una. Pediste 4, así que 12,000 por ellas. Un total de 20,000 dólares en total —dije mientras cerraba la libreta y lo miraba con una sonrisa de vendedor de autos.

— Vayan, niño. Sí que vendes caro —dijo mientras abría su caja fuerte debajo del escritorio.

— Vamos, sabes que si las compras legal te sale el doble o triple. Además, no te estoy cobrando la instalación de las cosas. Esa va por cortesía —dije mientras soltaba una risa.

— Bien, bien. Aquí tienes el dinero —dijo mientras ponía unos fajos de billetes en mis manos.

— Un placer hacer negocios, Michael. Sabes, ayer llegaron unos sistemas de sonido y unos relojes. ¿No te interesa? —dije mientras me dirigía a la salida.

— Por ahora no. Manda a alguien a fin de mes para hacer algún pedido, ¿de acuerdo? —dijo Michael mientras estrechaba mi mano y volvía a su oficina.

Nos Quedamos media hora más terminando de instalar las cosas.

— Bien, ya terminamos —dijo Héctor.

— Bien, todos al camión. Falta dos entregas más, y terminamos —dije mientras subía al camión.

La segunda entrega no era grande, solo unas cuantas piezas de autos, algo simple.

Habíamos llegado a un taller mecánico, la segunda entrega.

— Vamos abajo —dije.

— José, ¿cómo estás? —dije mientras saludaba al dueño del taller.

— Reese, ya llegaron las cosas —preguntó mientras se limpiaba las manos.

— Sí, tus cosas están aquí —dije mientras los muchachos bajaban las cosas.

— Aquí tienes tu ECU (Unidad de Control del Motor) 2,500, y también llegó el TCU (Unidad de Control de la Transmisión), son 2,200. Lo demás, ahora lo bajan —dije mientras seguía anotando todo en mi libreta.

— Ah, mira aquí. Lo demás: Sistema de Navegación 3,500 y Sistema de Entretenimiento (pantalla táctil, reproductor de DVD, etc.) 4,000. Bueno, aquí tienes todo. En total, serían 12,500 —dije tras cerrar la libreta.

— Bien, sígueme. ¡Hey, tú! Habla con Juan, dile que lleve esas cosas a la bodega —dijo José a su chalán.

— Bien, Reese, aquí tienes tu dinero —dijo mientras me entregaba un sobre.

— Oye, Reese, de casualidad, ¿puedes encontrarme un motor para esta bestia? —preguntó José.

— Veamos qué tienes aquí —dije mientras levantaba una lona que cubría el auto.

— Vaya, ¿qué tienes aquí? Un Chevrolet Corvette Z06 (2001). Será difícil encontrar el motor, y tampoco será barato, te lo digo de una vez. Bajita la mano, unos 14 a 16 mil —dije mientras admiraba ese Corvette.

— Pero si quieres puedo preguntar y si tengo uno, te aviso. ¿Te parece? —dije mientras anotaba el nombre y modelo del auto.

— Bien, avísame si encuentras uno. De acuerdo —dijo mientras me despedía en la entrada del taller.

— Bien, Héctor, queda la última entrega. ¿Te parece si la haces tú? —dije mientras miraba mi reloj. Eran casi las 4.

— Bien, yo me encargo —dijo mientras juntaba a los chicos.

— Bien, muchachos, llegó la hora del pago —dije mientras todos se ponían en línea.

— Buen trabajo, muchachos —dije mientras les entregaba 800 dólares a cada uno. Solo eran 6, así que no era mucho dinero que gastar.

— Bueno, terminen esta entrega. Dejen el camión en la bodega, y nos vemos hasta el otro mes —dije mientras caminaba hacia donde estaba Héctor.

— Bueno, Héctor, yo me voy. Te deben de pagar 7,000 dólares en la última entrega. Quédate con 6, y lo que sobre, lléva a comer a los muchachos —dije mientras le daba una palmada en la espalda y comenzaba a caminar rumbo a casa.

Llevaba un total de 27,400 dólares bajo mi brazo. En un solo día, hice ese dinero. Llevaba una enorme sonrisa. El camino a casa tardaría. En el camino, comencé a pensar en nuevos negocios en los cuales invertir, pero eso será para otro día.

5:30 pm

Acabo de llegar a casa. "¡Ya llegué!" grité apenas abrí la puerta.

"¿Dónde estabas, Reese?" preguntó Malcolm.

"Tenía que ayudar a un amigo a mover unas cosas," dije mientras me sentaba en el sillón con ellos para ver la tele un rato. Estaban viendo una película animada; no recuerdo el nombre.

"Oye, Reese, ¿qué tienes en esa bolsa negra?" preguntó Dewey mirándome a los ojos.

"No es nada, no te preocupes," dije mientras me levantaba para ir al cuarto.

Una vez ahí, cerré la puerta y coloqué una silla frente a ella. Hora de esconder el dinero, pensé. Moví un mueble junto a mi cama; detrás, había una ventilación con varias bolsas negras llenas de dinero. Buen escondite por ahora, pensé.

Habiendo terminado eso, decidí darme un baño después de un día agotador. Después de terminar eso, me dirigí a la cocina; me moría de hambre. Miré en el refrigerador y vi unas chuletas y unos cuantos tomatillos.

En la Cocina

Me encontraba en la cocina, listo para demostrar mis habilidades culinarias con estas increíbles chuletas en salsa verde. Primero, saqué las chuletas de cerdo del refrigerador y las dejé a temperatura ambiente. Mientras esperaba, encendí la estufa y coloqué una sartén grande a fuego medio.

Mientras la sartén se calentaba, tomé las chuletas y las sazoné generosamente con sal y pimienta. Quería asegurarme de que cada bocado estuviera lleno de sabor. Mientras se doraban en la sartén, preparé la salsa verde.

En una licuadora, combiné tomates verdes, cilantro fresco, ajo y unas cuantas chiles verdes. Le di un toque especial con jugo de limón para ese toque cítrico. La mezcla verde resultante era vibrante y llena de vida, lista para complementar perfectamente las chuletas.

Una vez que las chuletas estaban doradas por ambos lados, reduje el fuego y vertí la salsa verde sobre ellas. El aroma que llenó la cocina era simplemente divino. Dejé que las chuletas se cocinaran a fuego lento en esa salsa mágica, absorbiendo todos esos sabores deliciosos.

Mientras esperaba, preparé un acompañamiento simple de arroz blanco. Quería que la textura esponjosa del arroz contrastara con la jugosidad de las chuletas y la intensidad de la salsa verde.

Finalmente, llegó el momento de servir. Coloqué una chuleta en cada plato, cubriéndolas con esa salsa verde irresistiblemente deliciosa. Las acompañé con una porción de arroz blanco, creando así una obra maestra culinaria digna de cualquier chef gourmet. Cociné para toda la familia; hacía tiempo que no usaba la cocina.

Cuando llegó la hora de cenar, todos estaban impresionados. "Reese, se ve delicioso. ¿Desde cuándo cocinas, hijo?" preguntó Hal mientras se sentaba en la mesa.

"Sí, Reese, ¿desde cuándo?" continuó Malcolm, mirándome de manera extraña.

"No coman, seguro le puso veneno," gritó Dewey.

"No lo haría," dijo Hal, alejando el plato de comida.

"Bien, Reese, si le pusieras las mismas ganas a la escuela, sería mejor, ¿sabes?" dijo Lois.

"No tiene nada la comida, si no quieren, déjenlo ahí, me lo como luego," dije mientras probaba el primer bocado.

Una vez hal dio el primer bocado dijo

"¡Guau, hijo, esto es espectacular! ¿Puedes hacerlo más seguido?" exclamo hal y volvi a comer

Si reese esto es delicioso dijo lois mientras

Esta rico pero aun creo que tiene veneno dijo dewey

Vaya reese superaste mis expectativas debo admitir dijo malcom

Habiamos terminado de comer y mama se ofrecio a lavar los traste no me negué claro la regla de oro es quien cocina no lava me sente en el sofa a mirar tele un rato y pensar lo que ha pasado hasta hoy apenas dos dias pero ya han pasado muchas cosas interesantes pense y poco a poco los ojos se volvian mas pesado hasta quedar en completa oscuridad.

Espero les guste si tiene alguna idea de que puede seguir avisenme y aver como lo incorporamos buenas noches y gracias por leer

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