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Capítulo 22.

Todo se fue al infierno, el castillo destruido, el pueblo en llamas, gente asesinada y capturada, y para empeorarlo, el rey muerto. No había mucho por salvar. Le confié a esos dos que protegieran lo poco valioso que nos que quedaba, si tenían éxito, quizás nos aguardaría algo de esperanza el futuro…, solo quizás.

Era un completo fiasco como soldado, fallé en mi misión y dejé caer a nuestro líder, no era más que una vergüenza. Aunque intentase reivindicarme con poder hallar a la reina y sus sirvientas, no compensaría nada, el daño era permanente.

Jessica: 『 M−Majestad, ¿está segura que es por aquí? 』

Reina Mireia: 『 E−Este…, p−posiblemente (?) 』

Sgto. Rask: 『 ¿Majestad? 』

Reina Mireia: 『 ¡KYAAH! 』

Todas se asustaron al verme, sobre todo la reina, seguro pensaron que era uno de los soldados de Narek; dieron un suspiro al reconocerme y mitigaron su angustia. Fue un golpe de suerte hallarlas tan cerca de mí, pero no cabía duda de lo desorientadas que estaban, se encontraban bastante lejos de la intersección, de hecho, caminaban en la dirección opuesta, hacia el Oriente en lugar del Norte.

Reina Mireia: 『 ¡Luvric, menos mal eras tú! 』

Sgto. Rask: 『 Majestad, están muy cerca de las proximidades del castillo aún, así que necesito que vengan conmigo. 』

Reina Mireia: 『 P−Pero, teníamos que esperar a Verónica y a los niños. 』

Sgto. Rask: 『 No se preocupe por ellos. Ya van en camino a la frontera. 』

Reina Mireia: 『 ¡Entonces, ¿lograron escapar?! 』

Sgto. Rask: 『 Así es, mi señora. 』

La reina llevó su mano al pecho y exhaló con mucho alivio, como si una enorme carga se desprendiera de ella. Daba las gracias por qué la princesa estuviera a salvo. 

Reina Mireia: 『 De acuerdo, Luvric. Estamos en tus manos. 』

Sgto. Rask: 『 Le agradezco la confianza, mi señora. Será un camino largo, pero si nos apresura− 』

("¡¡¡BUUUM!!!"). Un dolor agudo penetró mi espalda y me sacudió con agresividad, dejando inmóvil mi cuerpo y sin respuesta. Sentí todo mi peso ir hacia abajo y caí de lleno al suelo, sin poder mover un solo músculo de mi cuello para abajo.

Las damiselas se aterraron y se ahogaron en un grito sordo. Escuché los pasos cortos y la voz irritante de cierta persona arrogante y vanidosa.

Srio. Ruffus: 『 Buen trabajo, sargento. Parece que pudo hacer algo bueno y rescatable, después de todo. Felicidades por eso. 』

Sgto. Rask: 『 ¡Ru−ffus! 』

¡Ese maldito! Creía que había huido como el cobarde que es. Me sorprendió con la guardia baja y me dio un tiro por la espalda. No sentía nada, mi fuerza se desvanecía y mis palabras perdían volumen. El desgraciado tuvo suerte de acertar a un punto vital.

La reina había pasado a un estado de terror y confusión al ver como uno de sus súbditos más cercanos era eliminado por otro. Preguntó indignada y con su voz temblorosa:

Reina Mireia: 『 Sr. Ruffus… ¿Por qué…? 』

Srio. Ruffus: 『 Oh, me disculpo por mi brusquedad, majestad. Pero es el castigo que todo soldado debe recibir al no cumplir su primordial función: defender al rey a toda costa. 』

Reina Mireia: 『 Mi esposo… ¡¿En dónde está?! ¡¿Q− Qué fue lo que sucedió?! 』

Srio. Ruffus: 『 Je, je. ¿Qué le parece si el patético guardaespaldas que lo acompañaba le dice? ¿Eh? 』

Tenía tantas ganas de partirle su boca que hablaba de forma tan melosa y altanera. El cabrón aprovechó que mi cuerpo estaba paralizado y jaló mi corta cabellera para mostrarle a la reina mi patética cara de furia y agonía.

Reina Mireia: 『 ¿L−Luvric…? 』

Sgto. Rask: 『 … Lo lamento mucho…, es mi culpa. 』

No hubo necesidad de dar una extensa explicación. Ver la reacción de tremendo dolor y tristeza de la reina me hizo enfurecer más contra Ruffus y conmigo mismo. No merecía ningún perdón, era el responsable de la muerte del rey, de dejar a una mujer viuda y a su hija huérfana de padre. 

Ruffus solo reía de placer mientras la reina se sumía en duelo y en un profundo llanto que le provocaba un terrible dolor en su pecho que no pudo aguantar.

Volví a escuchar más pisadas, esta vez mucho más toscas. Era un numeroso grupo de soldados de Tikalt, rodearon a las infortunadas damiselas y bloquearon cualquier espacio para que no escaparan. Percibí por detrás de mí un paso mucho más pesado, volteé el cuello tanto como pude para ver y, en efecto, no podía ser de alguien más.

Srio. Ruffus: 『 Oh, rey Narek, me alegro de verlo bien. 』

Rey Narek: 『 Tú de nuevo. ¿Qué es lo que quieres? 』

Srio. Ruffus: 『 Ah, ya veo, parece que no me he presentado adecuadamente. Verá, yo soy quien le envió esa invitación, señor. 』

Fue justo como lo predijo el rey, había un espía en el castillo, uno que compartía información nuestra con las naciones vecinas; sabía que existía el riesgo de iniciar otra guerra y por eso era indispensable arreglar las ríspidas relaciones con Tikalt, para contar con su apoyo y continuar con la alianza. Pero debimos de haberlo imaginado, que el traidor estaba mucho más cerca de lo que pensábamos.

Fue Ruffus quien envió apropósito esa carta en blanco en vez de la manuscrita por el rey, y seguramente también hizo sus tretas para abrir la frontera y permitir que un enorme ejército pudiese entrar al país como si fuese su propia casa. Fuimos muy ciegos al no prevenirlo. 

Rey Narek: 『 Ya veo, así que fue usted. 』

Srio. Ruffus: 『 Así es, señor. ¿No le pareció magnífico, poder invadir esta infame nación sin ningún tipo de contratiempo o resistencia? Ayudé servicialmente a usted, para que pudiese cumplir su objetivo y destruyera de una vez por todas a este reino de mierda, tal y como se lo merecía junto con su asqueroso rey… ¡Dígame, ¿acaso no es−?! 』

("¡¡SHUIIIN!!"). La cabeza de Ruffus salió rodando lentamente de su cuello, cayendo antes que su cuerpo decapitado, esparciendo sangre por todo el pasto.

Rey Narek: 『 Odio a los traidores como tú… Reina Mireia, es un placer verla de nuevo. Lamento mucho mi indiscreción y rudeza, espero no haberla asustado… Por cierto, también me gustaría que aceptara mis condolencias por la partida de su rey. 』

Narek guardó su espada y se aproximó a la reina, hincándose frente a ella y dando su reverencia e inclusive su pésame por el rey, aun con el descaro de ser él su verdugo. Mandó a llevarse a todas las sirvientas de vuelta al palacio, amenazando que si alguna intentaba escapar, se tenía autorización de matarla.

La reina quedó completamente ida, sin reacción y sin brillo en sus ojos, como si su mente se hubiese desconectado por completo. No impuso ninguna resistencia y se fue escoltada junto con las mucamas.

En tanto a mí, sentía como me iba debilitando cada vez más, mi vista comenzaba a ser borrosa y mi corazón latía muy despacio, lento, lento y más lento.

Rey Narek: 『 Fuiste un soldado muy noble. Peleaste de forma digna junto a tu rey. Lástima que no pudieras evitar su muerte. Pero descuida, no es algo por lo que debas sufrir en tu muerte, era inevitable que pasaría… Tienes derecho a acompañar su alma. 』

¡Ja!, ni loco acompañaría a ese viejo al infierno. Aunque haya sido su soldado, me causó muchos problemas desde siempre. Ya no tenía que estar pegado a él, ahora era libre… Por fin soy libre.