54 La verdad dentro de la ficción

Como de costumbre, o quizás más de lo normal al incluir a Calitia, los ciudadanos clavaban su mirada en nuestro grupo. Por suerte, esta gente no parecía ser belicosos… y me alegraba no haberme encontrado en una situación similar a Calitia saltando delante de nosotros balbuceando cosas del estilo: Juro por mi honor que no estamos aquí con malas intenciones y me aseguraré de que ninguno de ellos intente nada raro… ya me estaba muriendo de vergüenza con solo imaginarlo.

—¿Esta es tu ciudad? —le pregunté a la niña.

—Ah… no… no.

—Entonces no tenemos más remedio que pedir ayuda a la gente. Probablemente alguno de ellos sabrá dónde está tu ciudad.

Es más, no solo estaba actuando como una persona completamente normal, sino que era la primera en intentar acercarse a la gente en busca de ayuda para esta niña. De algún modo eso hizo que la viera con otros ojos… aunque solo un poco.

—Disculpad, ¿tenéis un segundo para haceros algunas preguntas? —Calitia se acercó a un par de hombres.

Ambos hombres intercambiaron miradas entre ellos. Aunque la única diferencia entre ellos y nosotros eran las plumas de la cabeza nuestra ropa sin duda nos hacía ver como unos tipos raros.

—Claro, no hay problema. ¿Qué necesitáis?

—Encontramos a una niña perdida y estamos intentando encontrar a sus padres. ¿Sabríais decirnos por donde está una ciudad llamada Nasibra?

—¿Ah? ¿Te estás burlando de nosotros?

Pero con solo esa pregunta ambos hombres parecieron mosquearse y sin dirigir ni una sola palabra más dieron la vuelta y se marcharon.

—No, yo… ¿Qué demonios? —murmuró Calitia aturdida por su actitud.

La niña solo respondió con una risilla irónica ante la situación. Me empezaba a molestar un poco su actitud, casi parecía ser que no le interesaba mucho volver a su casa.

—Bueno, sigamos intentando —Calitia regresó a la realidad.

Seguimos parando a gente por las calles para preguntar a ver si sabían donde se encontraba esa ciudad durante un rato… pero cada vez que mencionamos Nasibra se echaban a reír o nos miraban como si fuéramos idiotas. Esto me parecía cada vez más y más extraño. Algo empezaba a olerme mal, muy mal, y no era precisamente Calitia.

—Ey… ¿Qué está pasando aquí?

—N… ¡no pasa nada!

Me agaché a la altura de Noné y me quedé en silencio mirándole directamente a los ojos. Ni dos segundos aguantó antes de volver a correr detrás de Calitia.

—Vamos, no asustes a la niña. Seguro que lo está pasando mal al ver que nadie nos ayuda. Ten un poco de paciencia.

Calitia se puso por en medio, pero a mí me seguía pareciendo que esa niña nos estaba ocultando algo. No, no me lo seguía pareciendo, ¡estaba seguro!

Cansado de todo esto, fui a preguntar a otro hombre que vi pasando por ahí. Esta vez lo pregunté de otra manera.

—Perdona, una pregunta rápida. Hace no mucho he escuchado de una ciudad llamada Nasibra ¿Sabes lo qué es?

—Ja, ja, ja, viejos cuentos para niños, olvídalo.

«Como pensé…»

Miré a Noné con una mirada capaz de matar. Raidha y Calitia se la quedaron mirando igual. La chiquilla empezó a sudar y a mirar hacia los lados. Y antes de que pudiera correr por su vida, un viejo se nos acercó.

—¿Qué te pasa pequeña? ¿Quieres encontrar Nasibra?

—Sí… Lo siento.

—¿Qué es Nasibra? —le preguntó Raidha.

—Mmm veamos. Está claro que no sois de por aquí, y soy lo bastante viejo como para darme cuenta de que tampoco sois del cielo.

—Sí, así es —respondió Calitia.

—Y no creo equivocarme si digo que no sois de este mundo.

—Pues… Está en lo cierto —me sumé yo.

—Pues eso es Nasibra, viejas historias de otros mundos.

—¿Cómo? —los tres ladeamos la cabeza a la vez.

—Esto… Por eso pensé que con vosotros la encontraría… Lo siento —Noné bajó la cabeza mientras casi se pone a llorar.

—Seguidme, os lo enseñaré.

Seguimos a ese hombre hasta lo que parecía ser una biblioteca, una magnífica y enorme biblioteca flotante. Nada más entrar en el edificio se podían ver estanterías por todos lados e infinitas cantidades de libros podían encontrarse por todas ellas.

El lugar se extendía como una torre hacia las alturas, con cinco pisos claramente diferenciados. Se podía subir de un piso a otro por unas pequeñas escaleras verticales, pero era claro como estaba preparado para subir simplemente volando, ya que un enorme agujero se extendía entre los cinco pisos para poder ir directamente por allí.

Me acerqué a una de las estanterías y abrí unos cuantos libros cuidadosamente, todos parecían estar escritos completamente a mano. No me podía ni imaginar lo que se podría encontrar ahí guardado.

—Esperad un poco, creo que recuerdo por donde estaba guardado.

Tras un tiempo buscando entre la marea de libros, ese hombre regresó con uno que parecía bastante más viejo que los demás.

—Aquí está, esta es la historia de Nasibra. Hoy en día se cuenta como un cuento para niños y nadie cree que sea verdad. Pero hay una enorme diferencia entre el cuento y los antiguos escritos sobre esa ciudad. El cuento de niños simplemente cuenta que en esa ciudad es donde vivíamos junto a los dioses y sus bestias guardianas a los que simplemente se les llamó los pájaros de la tormenta. Un lugar de felicidad absoluta hasta que un día desobedecimos a esos dioses y fuimos expulsados.

Nunca fui alguien muy religioso así que realmente no me llamaba mucho ese cuento, pero sus palabras captaron mi curiosidad.

—El cuento dice que finalmente fuimos perdonados y la ciudad se mandó a este mundo como nuestro nuevo hogar. Pero con el tiempo también desapareció. Básicamente es la primera ciudad donde vivimos los celestiales en este mundo, y en ella se encuentran pistas para encontrar la puerta que lleva de nuevo al lado de los dioses.

—También dice que ahí es donde conseguimos la capacidad de volar. Por eso pensaba que si la encontraba podría encontrar la manera de volar y quizás de regresar junto a los dioses, pero eso ya no me importa tanto —agregó la niña.

—Sí, eso es cierto, pero no tendrías que tomártelo tan a pecho. Estoy seguro de que tarde o temprano podrás volar.

—¿Todos los de aquí podéis volar? —pregunté.

—Sí, antes o después, todos consiguen volar. Normalmente a los cinco o seis años, pero siempre hay alguien que tarda un poco más.

—Yo ya tengo once —dijo Noné con claros signos de desesperación.

—Ah, once… Bueno bueno, seguro que no tardarás mucho. Ejem, como decía, esa es la historia para niños, pero aquí está la original, que obviamente nadie se molesta en leer y mucho menos creer.

Abrió el viejo libro. Lógicamente no podía entender la lengua en que estaba escrito, pero había diferentes imágenes en blanco y negro entre sus paginas, imágenes de… humanoides con alas...

—Estos son… —dije sorprendido.

—¡Se parecen a nosotros! —se exaltó Raidha.

—Realmente se parecen a Silphen o Katryde, pero mirándolo mejor no se ven exactamente como nosotros —siguió Calitia.

—¿Verdad? Son similares a esta chica de pelo dorado.

—Ah, probablemente sea una simple casualidad. O como siempre, nos ven y creen que somos dioses, pero no lo somos —intentó quitarle importancia Calitia.

—Sí, es posible. Pero bueno, resumamos un poco la historia: Al principio de los tiempos, todos vivíamos en el mundo de los dioses, puesto que éramos sus hijos. Pero existían dos facciones enfrentadas. Ambas facciones convivían a pesar de hacerlo con tensiones. Sin embargo, a pesar de convivir pacíficamente durante mucho tiempo, un día un horrible conflicto estalló entre ellos y empezaron una batalla que amenazó con arrasar con todo a su alrededor. Para evitar que sus hijos se vieran atrapados en un conflicto demasiado grande para ellos, los alejaron de su lado y crearon una ciudad en un mundo distinto, Nasibra; bajo el mandato de un dios neutral.

—Una guerra entre dos facciones, ¿eh? —susurré.

Calitia y Raidha intercambiaron una silenciosa mirada entre ambas, sin duda pensando lo mismo que yo.

—He de admitir que se parece un poco al conflicto entre nuestras razas. Pero sigo pensando que realmente no son tan parecidos a nosotros. Un katryde es mil veces más imponente que esos de las imágenes.

—Calitia… Son dibujos hechos a mano…

—A pesar de que no te soporto, esta vez te tendré que dar la razón. Un silphen también impone más.

«Tú no le sigas el rollo…»

—Igual, ¿en todos los mundos hay los mismos conflictos estúpidos? ¿Tan difícil es vivir sin guerras? —terminó murmurando Raidha.

—La historia no termina aquí —siguió ese hombre—. Incluso intentando alejarnos del conflicto, los problemas de los padres siempre llegan a los hijos de una manera u otra. En Nasibra se juntaron a la vez los hijos de ambas facciones y cada parte defendía a sus correspondientes predecesores. Eso provocó que finalmente no pudieran convivir juntos y el dios neutral los desterró de la ciudad. Una facción decidió quedarse a vivir en el cielo y se les dio la capacidad de volar, mientras que a la otra prefirió descender al suelo y se le dio la capacidad de resistir y prosperar sobre la devastada superficie, separando por completo unos de los otros en un intento de sembrar la paz. Finalmente, antes de abandonar de una vez por todas este mundo, el dios neutral escondió Nasibra fuera del alcance de todos, dejándola custodiada por los pájaros de la tormenta, quien incluso hoy en día la protegen e impiden que ningún hijo de los dioses se le pueda acercar.

«Y así nacieron los celestiales y los infernales…»

-Esa historia no parece ser muy real.

«Una historia más como tantas de tantas otras religiones. Sin embargo, podría no ser del todo imposible… Y esas imágenes…»

Los "hijos de los dioses" en esas imágenes parecían simples humanos, pero los celestiales también lo parecían. Las plumas se podrían ver como simples decoraciones, y si las quitabas, no había diferencia alguna entre ellos y yo… Quitando los colores de pelo..

—¡Esos dioses no eran silphen estoy segura!

—Ni katryde, yo también estoy segura de eso. Señor yo no soy una diosa. Si nos ha enseñado esta historia pensando en mí, siento defraudarle, pero no tengo nada que ver en esto.

[Pyro no entiende nada.]

—Jajaja no te preocupes, me imaginé que no. Pero al ver tus alas me acordé de este libro que leí hace muchos años, por eso supuse que no erais de este mundo, tus alas destacan mucho. Después de todo, no hay que tomar las leyendas al pie de la letra, pero siempre tienen algo de verdad. ¿Estás segura de que tu raza no tiene nada que ver?

—Bueno, podría ser que mi raza se pasara por este mundo alguna vez. Vigilamos todos los mundos constantemente desde hace milenios, pero estoy segura que vuestra raza nunca vivió en el nuestro.

—Seguro que fue lo de siempre. Los katryde se pasaron por aquí a darse aires de grandeza e hicieron vete a saber qué con este mundo. A fin de cuentas modifican el universo como les da la gana y lo acomodan todo a su gusto.

—¡No hacemos eso! ¿Cómo pretendes que modifiquemos el universo? Eso es imposible, simplemente lo vigilamos.

—¿No podéis?

—Por supuesto que no. Ya he dicho que no somos dioses. ¿Acaso vosotros podéis?

—¡Claro que no!

—No sois dioses, ¿eh? Pero… ¿Y si esa historia realmente tiene algo que ver con vosotros? Si de verdad existe... Vamos a ese lugar. Puede que encontremos algo interesante que ayude a entender mejor vuestras razas y su estúpida guerra —interrumpí la discusión de esas dos.

Qué decir, esa historia realmente despertó mi curiosidad, y no perdíamos nada en echar un vistazo.

—¿Ehhhh? —ambas ehharon a la vez.

—E… entonces, ¿me llevaréis? —se me acercó Noné.

—Bueno, eso es un poco demasiado… —respondí entre dientes.

—La única manera de llegar a Nasibra, si realmente existe, sería con la ayuda de los pájaros de la tormenta —dijo ese hombre.

—Por eso te subiste al cuervo, ¿no? —le pregunté a la niña.

—S… sí, pero ese no era un pájaro de la tormenta.

—Entonces vamos a buscarlos. Tenemos la ventaja de tener otro pájaro fuera de lo común con nosotros —comenté hacia Pyro.

[Pyro también quiere ver esos pájaros de la tormenta.]

—Bueno, también tengo curiosidad —dijo Raidha.

—Mmmm, a mí no es que me interese demasiado. Pero qué remedio, si todos vais, también tendré que ir —se sumó Calitia.

—¿Creéis poder encontrar a un pájaro de la tormenta?

—Sí, estoy seguro de eso, y seguro de que podemos convencer a uno para que nos ayude —dije con confianza.

«Es una suerte que podamos hablar con los seres inteligentes. Bueno… Espero que estos pájaros lo sean…»

Solo quedaban dos problemas: dónde empezar a buscar… y regresar a esta estúpida niña con sus padres lo antes posible…

avataravatar
Next chapter