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SENCHOU ELIZABETH

su pasado es un misterio su identidad es un enigma su nación se encuentra bajo las garras de un malvado tirano solo ella junto a su mejor amigo pueden liberar al mundo de las garras de Zarrael, el tiránico y demoníaco Rey de los Lichs la capitana de un barco poderoso su nombre es: SENCHOU ELIZABETH

crazor_productions · Fantasy
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1 Chs

EL ATAQUE DEL ALMIRANTE BELISARIO

PROLOGO: UNA TARDE TRANQUILA

La radio emitía una suave melodía que casi siempre tranquilizaba al retirado veterano de la marina real Sealey Cartdrige, de unos sesenta años de edad, con cabello castaño corto que tenía unas notables entradas en su amplia frente, todas las tardes se sentaba a tomar el té con sus amigos en el club y a comer galletas mientras recordaba los tiempos de antaño cuando era un Almirante de los navíos reales mucho antes de que el Rey fuese asesinado décadas atrás por aquel monstruo con una máscara negra y ojos rojos como el fuego del infierno.

El sol de las islas paradisiacas de Kaimilia junto al caluroso; pero agradable ambiente solían relajarlo un poco antes de jugar al ajedrez con los viejos marinos como él.

Aquel día no había ido nadie al club y eso le llamaba la atención debido a que todos los lunes la suerte a la hora de jugar al poker, las damas o el ajedrez no estaba de su lado. Mirando su dorado reloj de pulsera, Sealey, se preguntó si algo malo había pasado esa tarde que le había sido imposible para sus amigos el asistir al club.

Siendo marinos retirados no solían tener mayores distracciones en la vida que no fuese el juntarse todos los días en aquel club para socializar un poco, recordar buenos tiempo y beber un poco de alcohol mientras jugaban a lo primero que se les viniese a la cabeza.

Los recuerdos de Sealey decidieron no esperar un segundo más a que sus amigos llegasen y comenzaron a recorrer su cabeza, recordaba las épocas en las que era un marinero sin experiencia alguna cuyas funciones comenzaban el mismo día que el Rey George era coronado en la capital del imperio Armano.

Hace muchas décadas atrás existía un gran reino que había logrado lo que parecía imposible: unificar todas las naciones en un poderoso imperio cuya única finalidad era traer la paz al mundo, contrastando con su amplio poderío militar y territorial, su régimen fue pacifico, agradable e incluso respetuoso de las distintas culturas que adoptaba a lo largo del todo el globo. El padre de George fue un hombre de gran corazón, gran valentía y un deseo enardecido por la justicia, muchas de las naciones que adquirieron, conforme pasaba el tiempo, en su imperio eran fuertes aliados del mítico Rey Felipe quien los ayudaba a confrontar a sus enemigos, salvar sus tierras de poderosos enemigos que buscaban destruirlo todo y evitar invasiones de monstruos cuyo único fin era el destruir toda la vida en la tierra. Antes de Felipe solo existían la guerras interminables, las matanzas sin fin y las injusticias constantes; pero aquel heroico líder peleó contra sus enemigos más temibles con la espada en mano ayudando a los demás trayendo consigo una gran unión como nunca antes se había visto. Con el Reinado de Felipe las guerras terminaron trayendo la paz consigo, las matanzas terminaron siendo los asesinos junto a los monstruos quienes sintieron la sangre correr por sus cuellos cuando la mítica espada del Rey cortaba la carne de aquellos demonios y la justicia se impuso de manera triunfal por sobre aquellos que se habían beneficiado sobre las desgracias ajenas.

El Rey Felipe de las tierras del norte pudo crear un imperio utópico que Sealey servía con el mayor de los orgullos y honores que podía sentir en toda su vida. Siendo un hombre tan increíble como lo era, aquel Rey, contrajo matrimonio con una doncella que lo seguía en sus aventuras, siendo siempre la joven muchacha que él debía salvar a toda hora como si fuese el caballero de los cuentos de hadas. Ambos tuvieron un hijo joven, atractivo e igual de noble y bondadoso que su padre, George quien trató de crear su propio mito; pero la sombra de su padre era demasiado grande, demasiado extensa para que él pudiese abarcarla. Los periodos de paz solo empeoraban la situación del joven príncipe quien al cumplir la edad de la coronación no había hecho ni la quinta parte de lo que su heroico padre había logrado hacer. Felipe siempre fue un gran padre con George, nunca le exigió que fuese como él ni tampoco le reprochó su falta de accionar, como todo gran padre que era siempre deseó para su hijo su felicidad junto a su bienestar.

Sealey se preguntaba a diario como fue que la tragedia se cernió sobre aquel maravilloso imperio, tras la coronación de George, la ex Reina contrajo una terrible enfermedad que su amado esposo no pudo curar siendo la única vez que Felipe no pudo salvar a su amada damisela en apuros. Tras el fallecimiento de su amada esposa, la muerte de Felipe no se hizo esperar solo que no fue una muerte literal sino metafórica. Por motivos desconocidos el gran y heroico Rey decayó a un nivel emocional tan grande que difícilmente podía ser reconocido, muchos creían que la muerte de su esposa lo había dejado marcado de por vida; pero otros decían que había un motivo oculto, un motivo oscuro que nadie sabía ni podía imaginar. Un día, sin siquiera dar una explicación de su accionar, Felipe abandonó el reino para no volver jamás dejando a su hijo a cargo de aquel imperio.

Las guerras no tardaron en volver a empezar cuando amenazas demasiado poderosas atacaron el imperio una vez más; pero a diferencia de su padre, George, no tenía el mismo temple que Felipe y era incapaz de poder dar una sola batalla exitosa. Sus tierras fueron arrebatadas una por una, siendo pocos los reinos que se independizaron de la corona imperial formando una sola nación que se auto abastecía a sí misma con un sistema llamado: Democracia.

Los reinos sobrevivientes ante las tropas invasoras también fueron separándose de a poco, algunas adoptando la democracia y otros tomando nuevas monarquías o sistemas de gobiernos que podían ir desde los totalitarismos a un sistema de gobierno comunista o socialista.

Nuevas naciones, nuevas matanzas junto a guerras e injusticias nacían tras la huida de Felipe, Sealey creyó haber visto todo hasta su llegada…

Una sola túnica negra enorme al punto de parecer una gigantesca capa que desprendía un humo negro con su andar. Una máscara negra que cubría su rostro con un metal blanco, como si fuesen los huesos de un cráneo, rodeando sus ojos, cinco cuernos rodeando su cabeza que daban el aspecto similar a una tétrica corona. Ojos de un brillo tan rojizo que muchas veces iluminaban su entorno con su sola mirada. De casi dos metros de altura y con una voz sepulcral que hasta el más valiente se meaba en los pantalones al oírlo, nadie sabía su nombre, nadie sabía de dónde provenía ni como podía ser posible que fuese tan poderoso, solo se sabía su apodo ¡Y vaya que tenía varios! Algunos lo llamaban: El Rey de los Lichs, otros se referían a él como: El Señor de las Moscas; pero todos acordaban al llamarlo: Zarrael, el Ángel de la muerte, aquel que comandaba las tropas del infierno y gobernaba en el averno.

El día que llegó a lo que quedaba del imperio asesinó, sin ningún problema, al Rey George dando por terminada la dinastía del valiente Rey Felipe quien se daba por muerto desde hacía años atrás, aunque todavía existía la esperanza de que volviese algún día para traer paz en aquel alborotado mundo.

Por supuesto que el Zarrael no había conquistado todo el mundo todavía y existían cientos de personas que peleaban contra aquel malvado tirano sintiéndose inspirados a cada minuto que pasaba por las leyendas de Felipe; pero últimamente muchas naciones estaban cayendo bajo las garras del monstruoso imperio de Zarrael, sobre todo bajo las garras de sus tropas: los Zilards

Mitad humanos, mitad lagartos, todo un ejército despiadado en un solo soldado.

Poco se sabía de ellos, si eran una raza antigua, anterior a la humana, si eran hijos del átomo tras las guerras nucleares o si eran experimentos genéticos desarrollados en los tenebrosos laboratorios del maligno Zarrael, lo único que se sabía de ellos era que en todas las batallas que protagonizaban, solían ganar debido a su ferocidad en combate, fuerza sobre humana y alta inteligencia.

La música de la radio cambió a una melodía suave y agradable que calmó los recuerdos de Sealey, el reloj de su pulsera marcaba las cuatro de la tarde, obviamente nadie vendría esa tarde, levantándose de su asiento dejando las cartas en la mesa, Sealey, se dirigió a donde estaba su coche.

Grande fue su sorpresa al encontrar a sus amigos en la entrada del club, muertos debido a varios disparos de un revolver con silenciador. Un sudor frio recorrió su amplia frente bajo el cálido sol veraniego de aquellas islas tropicales. La música aun continuaba oyéndose de forma suave a la distancia; pero Sealey ya no la encontraba relajante sino tétrica, no había nadie en las cercanías y tampoco parecía que hubiese rastros de vida en aquel vacio club.

No tardó en darse cuenta de que el club había estado muy solitario esa tarde y tampoco tardó en darse cuenta de que era el único ser vivo en aquel sitio. Mirando a sus espaldas, costados y horizonte, Sealey se movió con la suficiente rapidez para poder dirigirse a su coche antes de que fuera tarde; pero un sorpresivo, como también silencioso, disparo a su pierna derecha lo obligó a caer al suelo. Sujetándose su herida pierna con sus dos manos mientras su rostro se contraía por el dolor, Sealey, oyó unos pasos acercarse y al alzar su vista pudo ver a un ave de un metro de altura, con pelaje verde, cola de lagarto, cabeza de pollo, un saco de almirante color blanco con unas hombreras negras y una gorra de capitán color blanco con la insignia del Imperio del Lich. Unos anteojos negros cubrían su roja mirada, esbozando una sonrisa con sus afilados colmillos que sobresalían de su pequeño pico, el almirante de las tropas del Rey Lich, Belisario el Basilisco, saludó a Sealey con un tono formal y educado a pesar de su chirriante voz.

- Saludos Almirante Cartdrige, es un honor el conocerlo en persona- sin perder tiempo añadió- no sabe cuánto tiempo estuve esperando este momento para demostrarle mis respeto y admiración como almirante

Sealey supo que esa tarde seria cualquier cosa menos tranquila.