1 Prólogo - Registro de la Calamidad

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Alto en el aire sobre un campo de batalla ensangrentado, innumerables corrientes de energía se reunían lentamente en un solo lugar.

Las corrientes se entrelazaban unas con otras, tejiendo un gran ojo todopoderoso que vigilaba todo el campo de batalla debajo de él.

Así comenzó el registro de la Calamidad.

—Pensar que los viejos dejaron sus hediondas cuevas para luchar al lado de los jóvenes prodigios del Expanso de Origen —el hombre se rió a carcajadas con una sonrisa amable en su rostro—. Nunca esperé ser tan popular entre jóvenes y viejos; incluso puedo ver a algunos archienemigos dejando de lado su orgullo sin valor para aliarse contra mí. Eso es tan dulce~.

La Emperatriz Élfica estaba presente, y también el Emperador Asura, el Rey Demonio, los Señores Enanos y muchas más figuras estimadas que rara vez se aventuraban fuera de su territorio.

Sin embargo, hoy era diferente. La acción de hoy era una necesidad para asegurar su supervivencia y el fin de una molesta cucaracha.

En lugar de enfrentarse entre sí con sus grandes ejércitos para desgarrar a sus enemigos, todos los archirrivales estaban unidos, con sus espadas apuntando en una dirección.

El hombre podía oír los rugidos de algunos viejos, mientras otros se burlaban, pero su sonrisa nunca cesaba. Parecían confiados; sin embargo, sus ojos exponían el verdadero sentimiento que albergaban en sus corazones: miedo incontrolable.

A pesar de estar en gran desventaja numérica, no hizo ningún movimiento. Todos estaban alerta ante el ataque final del hombre, con sus armas listas para golpear a la serpiente enroscada en el momento en que mostrara sus colmillos.

El enfrentamiento continuó durante varias horas hasta que el sol se puso detrás del horizonte. Los últimos rayos de sol brillaron sobre el campo de batalla, y el efecto fue catastrófico.

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En ese momento, era como si el campo de batalla se convirtiera en un mar de llamas ardientes.

El hombre finalmente giró su cuerpo.

Alertados, los poderosos que lo rodeaban dieron un gran paso hacia atrás.

Para entonces, su entorno estaba manchado con su sangre. Su rostro estaba mortalmente pálido y, en el resplandor del sol descendente, tenía un brillo brillante.

Mirando la puesta de sol, soltó una leve carcajada.

—Mis Colmillos v... ¿Hmm? —El hombre se detuvo en sus movimientos y se quedó rígido al darse cuenta de algo.

—Esto...

Miró fijamente a un cierto punto en el aire sobre él, y una ira incontenible se apoderó de su cuerpo.

—¿Quién eres tú? ¿Cómo te atreves a usar un hechizo en mí? —Los ojos del hombre se estrecharon y cambió su postura al instante.

Sus ojos abisales brillaron, revelando algo que estaba oculto al resto del mundo.

Retorciendo su cuerpo, lanzó la lanza negra sin dudar, cortando el vacío que se desplegó frente a él.

Y en el momento en que la lanza hizo contacto con el vacío, el espacio se torció y la escena cambió.

Lo que quedaba atrás era un joven horrorizado retorciéndose de dolor interminable después de haber sido atravesado por una hoja afilada como una navaja, una hoja de lanza.

Agarrándose el pecho, el joven se levantó de su asiento, sintiéndose aturdido.

Sin embargo, lo único que vio cuando miró hacia abajo en su pecho fue un libro viejo y harapiento que le resultaba familiar.

—¿Qué demonios fue eso?

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