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9. La hermandad Heam

Amanda se despertó sobresaltada, se oía un sonido vibrante por toda la habitación, era una especie de despertador comunitario que sonaba por toda la hermanad Heam para indicar tanto a estudiantes como a profesores que era hora de levantarse.

Mary se levantó de la cama y entró al cuarto de baño, sin mirar ni decirle nada a Amanda. Cuando salió, se puso el brazalete y pulsó el símbolo que llevaba grabado y su vestimenta cambió, paso de ser un pijama a convertirse en su uniforme Heam. Cogió sus cosas y salió por la puerta de la habitación.

Amanda se levantó y también fue al cuarto de baño a asearse un poco. Cuando salió se puso el brazalete y pulsó el símbolo Heam apareciendo así el uniforme, sustituyendo el pijama que llevaba puesto. El uniforme era todo entero de color gris y la capa que le caía por los hombros también era gris por fuera, pero por la parte de dentro era de color blanco, al igual que las zapatillas que también eran blancas. Era un traje muy cómodo, no apretaba nada y no sentía ni frío ni calor al llevarlo puesto, se sentía con una temperatura adecuada, el traje era perfecto. Abrió su mochila negra y cogió algunas cosas que necesitaría para las clases, dentro de la mochila tenía escondida la navaja que había llevado por si acaso a Scanya, pero prefirió dejarla guardada donde estaba.

Salió de la habitación al pasillo y se dispuso a ir a la cafetería a desayunar. Cuando pasaba por la habitación número 18 salió por la puerta un chico de piel morena, con pelo negro y rizado, y ojos castaños; era Sebas. Llevaba puesto el uniforme de los Heam.

— Buenos días Amanda ¿Cómo estás hoy? Siento mucho lo que te hicieron ayer…

— ¡Me alegro de verte Sebas! No sabía que estábamos en la misma hermandad…

— Si, te estabas limpiando cuando me tocaba el turno de elegir hermandad y preferí elegir a los Heam antes que a los Dagma, el año pasado no me fue bien en esa hermandad…—le dijo con cara de pena—. Por cierto, el director me pidió que te dé esto, es el horario de las clases.

Amanda miró el horario de clases de toda la semana. Lunes, martes y miércoles tenía clase con los Heam y los jueves y viernes, tenía clase en el edificio Dagma.

— Es genial que tengamos las mismas clases, así nos haremos compañía y no estaremos solos— le dijo Sebas muy contento—. ¿Vamos a desayunar?

Amanda asintió y se fueron juntos a por el desayuno. La cafetería de la hermandad era bastante grande, había muchas mesas repartidas por toda la cafetería. Eran mesas bastante grandes, en las que se podían sentar hasta 8 personas. Se acercaron a un mostrador que había en una esquina de la cafetería, detrás del cual había una mujer que se veía bastante mayor. Era muy baja de estatura y bastante corpulenta. Llevaba el pelo canoso recogido en un moño y tenía cara de pocos amigos. A Amanda le llamó la atención una gran verruga que tenía justo debajo de la nariz, en el lado derecho.

— ¡Buenos días Lidia, estás estupenda!— la saludó Sebas animadamente—. ¿Qué nos tienes preparado para desayunar?

La mujer miró con mala cara a Sebas y les señaló varios menús con desayunos diferentes para que eligieran el que preferían. Todos se veían apetecibles y Sebas y Amanda eligieron el menú que más les gustaba.

— ¿Qué queréis para beber?— preguntó con voz ronca y poniendo mala cara.

— Yo quiero un café con leche desnatada y azúcar moreno, por favor- dijo Sebas y Lidia suspiró tras poner los ojos en blanco, cosa que a Amanda le hizo gracia.

— Yo…chocolate con leche, por favor.

Lidia lanzó un hechizo y varios objetos llegaron levitando hasta posarse sobre el mostrador, eran dos bandejas con la bebida que habían pedido, un plato con fruta y otro con tostadas, mantequilla y mermelada.

Ambos cogieron la bandeja y se fueron a buscar una mesa en la que sentarse. Cuando estaban a punto de llegar a la mesa, Axel apareció de la nada para molestar a Amanda. Se puso en medio de su camino para no dejarle pasar, ella intentaba esquivar a Áxel pero él se ponía todo el rato frente a ella para no dejarla pasar, con una sonrisa maliciosa.

— Hola apestosa, no has debido aparecer por aquí…- dijo Áxel y los alumnos que estaban alrededor de ellos se rieron y empezaron a llamar apestosa a Amanda.

— ¡Déjala en paz, Arlet!— dijo Sebas defendiendo a Amanda.

— Oh, Cravan y Yuna, el cobarde y la apestosa hija de asesinos. Hacéis buena pareja.

Sebas miró con odio a Áxel, pero Amanda le hizo un gesto con la mano para frenarlo y que lo dejara estar. Áxel miró la bandeja que llevaba Amanda en las manos, se acercó y le escupió en la bebida de chocolate. Ella no se lo esperaba, se quedó bastante desconcertada sin saber cómo reaccionar. Áxel se reía a carcajadas y Amanda se empezó a enfadar de verdad, así que cogió la bebida de chocolate y le dio un sorbo frente a Áxel. Él dejó de reírse, la miró con cara de asco y se fue a su mesa susurrando algo entre dientes que ella no pudo escuchar. Amanda se sintió victoriosa, ese asalto lo había ganado ella y había dejado a su hermano sin palabras. Tenía aún lo que había bebido en la boca, cuando se giró y entonces lo vió. Ante sus ojos estaba el chico más guapo que ella jamás había visto. Alto y delgado, pero fuerte. Con el pelo castaño claro perfectamente peinado y unos ojos azules grisáceos preciosos. Las facciones de su cara eran suaves y sus labios perfectos, era la mismísima belleza personificada.

— Hola Peter, te presento a mi amiga Amanda Yuna— dijo Sebas saludando a aquel chico—. Amanda, este es Peter Andros, mi compañero de habitación.

— Encantado de conocerte, Amanda.

— Igualmente…— dijo Amanda, a la vez que escupía toda la bebida que llevaba en la boca.

Amanda se puso colorada, no se acordaba de que tenía la boca llena de bebida de chocolate y acababa de hacer el mayor ridículo de su vida. Peter puso cara de asco y ella se dio la vuelta y se fue rápidamente a sentarse en la mesa, estaba abochornada.

— ¿Qué… ha sido… eso?— preguntó Sebas, quien apenas podía hablar de la risa, le había hecho mucha gracia lo que acababa de ocurrir, se reía tanto que apenas podía mantenerse de pie.

— ¡Cállate Sebas! Qué vergüenza...- dijo Amanda a la vez que se tapaba la cara con las manos.

— ¿Te ha gustado mi compañero?— preguntó Sebas aún entre risas—. Sé que sí, tenías que haber visto la cara que has puesto al verlo.

— ¡No! ¡No me ha gustado nada!— dijo Amanda un poco enfadada—. Déjalo ya Sebas y vamos a desayunar.

Terminaron su desayuno y se fueron a la primera clase de magia. Su aula era bastante grande, las mesas estaban repartidas de dos en dos, así que Amanda se sentó al lado de Sebas. Su maestro era su padre, Gabriel y les iba a enseñar toda la teoría y práctica de la magia, aprenderían una gran cantidad de hechizos diferentes a lo largo del curso.

Primero repasaron lo que habían aprendido el curso pasado. El hechizo Lévitus, que servía para hacer levitar objetos y el hechizo Inlévitus, que anulaba el hechizo Lévitus. Después aprendieron el hechizo Tamaxmus con el que se aumentaba el tamaño de los objetos, y el hechizo Taminmus, que hacía más pequeños a los objetos.

Para realizar cualquier hechizo, tenían que acumular todo su poder en sus manos y, para ello, tenían que concentrarse para reunir todo el poder necesario, entonces pronunciaban las palabras exactas que requería el hechizo y finalmente salía una luz de sus manos, eso significaba que el hechizo había sido un éxito. El brazalete no proporcionaba ningún poder, tan sólo ayudaba a concentrarlo, pero no era necesario para realizar hechizos, solo lo usaban los estudiantes de Scanya, ya que eran principiantes y aún estaban aprendiendo a hacer magia. Fuera de allí no se utilizaba.

Cuando terminaron las clases y Gabriel se fue, Áxel hizo una de las suyas, hizo más pequeño el asiento de Amanda y ella se cayó al suelo, consiguiendo así que todos se rieran y burlaran de ella.

— No puedes dejar que te trate así, Amanda…

— No te metas Sebas, por favor, yo sé lo que hago…

Sebas no entendía por qué Amanda no se ponía dura con Áxel, él no sabía que Áxel era su hermano y que ella no quería tener problemas con él. Aunque Amanda ya se estaba cansando de las novatadas que le hacía su hermano y terminaría vengándose si no paraba pronto.