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Sangre en la escuela de danza

Los crímenes contra las estudiantes de una academia de danza rompen con la tranquilidad de la ciudad de Montecristo. César y sus amigos llegan para resolver el misterio, pero durante su investigación comenzarán a destapar la corrupción que esconden sus habitantes.

SamCisneros_19 · Urban
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44 Chs

Lenguaje de señas

—¿Qué le pasó a Mario? ¿Dónde está? —exclamó Andrés, y el grupo de investigadores se puso en alerta. Cuando terminó la llamada, el alcalde se desplomó sobre su asiento.

—¡Don Andrés! —gritó Clarissa.

—Emboscaron a mi hijo —balbuceó Andrés.

La noticia tomó por sorpresa a César. Aunque había anticipado que el hijo del alcalde fuera embarrado en el asunto, no pensó que el asesino hiciera un movimiento tan imprudente.

—¿Cómo está? ¿Qué le dijeron? —insistió Clarissa, que estaba en shock.

—Mis hombres no pudieron hacer nada —contestó e inmediatamente se levantó— está en el hospital, tengo que irme.

—Lo acompañamos —propuso Marcos.

—Alto —dijo en tono imperativo César, haciendo que sus amigos lo miraran con sorpresa— Clarissa ve con el alcalde, Marcos sígueme, tenemos que hallar a Lisa.

Ambos jóvenes estuvieron de acuerdo en su orden. Antes de que Clarissa se retirara, César la tomó de la muñeca y le dijo en voz al oído.

—Graba todo lo que puedas, trata de escuchar lo que dicen los hombres del alcalde y no olvides que eres la prometida de Raúl.

—Entendido —dijo seria y salió de la habitación.

Los dos jóvenes se quedaron en el despacho del alcalde y César movió las manos. Marcos que notó que le hablaban en lenguaje de señas, abrió los ojos de sorpresa y de inmediato entendió lo que su compañero le pedía.

El mensaje era: "No hables, revisemos el despacho, creo que espían al alcalde".

Ambos jóvenes se pusieron a revisar todo el despacho. Movieron cada libro, maceta o mueble en el que pudiera haber un dispositivo transmisor. También golpeaban la madera y las paredes para escuchar si había algún espacio hueco o falso donde pudiera estar escondido el aparato.

Luego de revisar por alrededor de una hora, Marcos se topó con una muñeca de porcelana, la cual tenía una especie de lente en uno de los ojos de cristal. Entonces la dejó en su lugar y fingió no haber visto nada. De inmediato, se apartó y tocó la madera en clave morse señalando el lugar donde estaba el dispositivo. Entonces caminó hacia César y dijo:

—Déjalo, no lo vamos a encontrar.

—Tienes razón —siguiéndole la farsa— tampoco hallé nada, solo fue una suposición. Vámonos— dijo mientras daba unas palmadas en el hombro a su compañero y dirigiéndose a la puerta.

Al salir, César volvió a hablar en lenguaje en señas: "Vamos a dar un paseo, no es seguro hablar aquí".

Cuando salieron de la casa del alcalde, César se dirigió al vehículo y comenzó a revisarlo. Marcos notó la acción de su compañero, y al notar que había varios guardias observándolos, fingió que buscaban algo perdido.

—¿Seguro que se te cayó aquí?

César confiado de que su compañero lo cubría, le contestó.

—Ayúdame a buscarlo, puede que esté aquí.

Los dos chicos rastrearon el coche, mientras César tocó la puerta del vehículo en clave morse, para continuar con la conversación. "Mira dentro del auto". Marcos entendió el mensaje y dijo en voz alta.

—¿Seguro? Vi que en tu "muñeca" lo tenías.

—¿Ah sí? Pues no lo encuentro.

—Mira debajo del coche, puede que esté ahí.

César miró debajo del motor y notó que había una especie de dispositivo cerca de la banda de tiempos, que no era común en los vehículos de modelo reciente. Entonces tocó en clave morse: "Nos rastrean".

—¡Lo encontré! —dijo Marcos, que al escuchar el mensaje, salió del lado del copiloto mostrando una pulsera. La joya era de él, pero se la quitó rápidamente para fingir era el objeto que "buscaban". Ambos chicos sospechaban que entre los guardias había un infiltrado.

—¡Excelente! Te dije que estaba en el coche—contestó César levantándose.

—Vamos por un café —propuso su compañero.

—Me parece bien, tú manejas —dijo César, dándole las llaves a Marcos y sentándose inmediatamente en el asiento del copiloto.

Después de este acto, ambos chicos partieron con rumbo a un restaurante.