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Sangre en la escuela de danza

Los crímenes contra las estudiantes de una academia de danza rompen con la tranquilidad de la ciudad de Montecristo. César y sus amigos llegan para resolver el misterio, pero durante su investigación comenzarán a destapar la corrupción que esconden sus habitantes.

SamCisneros_19 · Urban
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44 Chs

El funeral de Mario

Clarissa y César acompañaron a Andrés a la funeraria. Durante el trayecto el alcalde tenía el rostro muy tranquilo, pero en su mente se preguntaba por qué su hijo se convirtió en una víctima.

Al notar que el alcalde lo miraba, César rompió el silencio.

—Veo que quiere preguntarme algo, ¿no es así?

—¿Acaso sabías desde un principio que mi hijo estaba en peligro? —reclamó Andrés, que lucía bastante alterado y a punto de quebrarse.

El joven detective no se inmutó ante la queja y Clarissa trató de calmar al político.

—Realmente sentimos mucho lo ocurrido...

—¿Lo sienten? —gritó el alcalde—. ¡Los contraté para que hallaran al culpable, pero ahora mi hijo está muerto!

—Su hijo conocía al asesino —dijo César en voz alta, ocasionando que Clarissa y Andrés lo miraran sorprendidos. Incluso el chofer casi frenó de golpe por la noticia.

César no quería decir mucho, ya que era posible que el vehículo en el que iban hubieran micrófonos que podrían grabar su conversación, por lo que trató de ser prudente para evitar que más personas resultaran dañadas.

—¡César, explícate! — exigió Clarissa, que no estaba al tanto de lo que habían hecho sus amigos la noche anterior.

—¿Y quién es el desgraciado que me lo arrebató? ¡Dímelo! —reclamó Andrés con la voz quebrada.

César suspiró y dirigió su mirada hacia la ventana.

—Sospecho que Mario sabía que Lisa estaba perdida. Era bastante ilógico que no hiciera nada luego de que rompieran. Existe la posibilidad de que él habría visto que la raptaran y estaba siendo extorsionado. Estoy seguro que él se dirigía a buscar a Lisa cuando fue emboscado —respondió.

—¡Imposible! —exclamó el alcalde—. Pero si mi equipo estuvo trabajando en encontrarla, ¿cómo es que mi hijo sabía todo eso?

—Sí César, explícate —secundó Clarissa—. Por otro lado, ¿cómo supiste que Lisa estaba ahí? Eso no me queda muy claro.

—Calma, en este momento no podemos hablar —aconsejó César—. Lo platicamos mejor cuando estemos en casa, no olviden el papel que representan.

Andrés y Clarissa se sintieron frustrados al no poder saber más y no les quedó de otra que seguir el consejo del joven detective.

El vehículo entró por otra puerta, para evitar el contacto con los reporteros que se encontraban afuera de la funeraria donde se realizaba el funeral de Mario. Cuando el chofer se estacionó, los tres bajaron del automóvil y entraron al edificio.

Al lugar llegaron políticos y personajes famosos de la ciudad para externar sus condolencias al alcalde de Montecristo. Ante esta enorme oportunidad, los reporteros se acercaron a las personalidades para obtener entrevistas exclusivas para sus portales de noticias.

Ya en la sala, Andrés y Clarissa se sentaron cerca del féretro, el cual estaba cerrado por completo para evitar posibles fotografías al cadáver del joven fotógrafo. Alrededor del ataúd habían más de una docena de arreglos florales que habían sido enviados por las familias poderosas de la ciudad. En frente se encontraba una fotografía Mario, que mostraba su rostro sonriente y lleno de vida. La imagen estaba acompañada por una veladora.

No pasó mucho para que la sala se llenara y frente al alcalde desfilaron políticos, empresarios, artistas y personas importantes de la ciudad para manifestarle sus condolencias. Andrés trataba de mantener la compostura frente a todos, mientras Clarissa seguía a su lado ayudándolo.

Por otro lado, César se sentó en una esquina para observar a las personas que se encontraban en la habitación. Tenía puesto unos lentes oscuros que contaban como una cámara oculta, la cual se sincronizaban a una aplicación móvil para enviar imágenes en tiempo real a su computadora. Este artilugio resultó bastante útil para conseguir información suficiente para el caso.

Mientras buscaba a posibles sospechosos, César escuchó algo que llamó su atención.

—¡Estamos perdidos! El jefe nos va a matar por esto.