11 Ataque

Al retornar al imponente castillo, su paso se encaminó de manera inquebrantable hacia la recóndita sala de Slytherin.

Los estudiantes que cruzaban su mirada observaban, perplejos, la ausencia de su capa negra; era la primera vez que lo contemplaban sin ese distintivo.

Al alcanzar la entrada de su aposento, se percató de la carencia de su capa. Con un gesto fluido de su bastón, transformó una de las sábanas en una túnica simple, cubriendo así el espacio vacío.

Los docentes, en particular, notaron la discrepancia en su atuendo y se preguntaron qué había sucedido con el lethifold.

Snape, en especial, lo sometió a un interrogatorio acerca de su paradero, mas él se limitó a ofrecer una excusa ambigua antes de retirarse. Carecía de medios para probar su salida no autorizada del colegio.

Pasaron dos días antes de que Rigel, como de costumbre durante sus horas libres por la tarde, se encontrara junto al lago. Fue en ese momento que un estudiante de Slytherin se aproximó a él.

- Lestrange - llamó Flint.

- Flint - respondió Rigel cuando se giró y divisó al capitán del equipo de quidditch.

- Quería hablar contigo - dijo Flint con una sonrisa ladeada.

- ¿De qué quieres hablar? - preguntó Rigel con cautela.

- No aquí. Es acerca de tus padres - susurró en voz baja mientras se alejaba. Se detuvo al notar que Lestrange no lo seguía.

- ¿Esperas una invitación? Sígueme, Lestrange - dudó Rigel, pero finalmente comenzó a caminar junto a él al percatarse de que se dirigía hacia el campo de quidditch.

- ¿Qué es tan importante, Flint? - indagó Rigel mientras avanzaban lado a lado.

- Mi padre tiene conexiones en el Ministerio y puede lograr que visites a tus padres - respondió.

- Ellos están en Azkaban - replicó Rigel con desinterés ante la propuesta planteada.

- Descuida, él puede hacer que los veas - dijo con una sonrisa que se dibujaba en su rostro a medida que se acercaban a la entrada.

Rigel se detuvo a la entrada, no estaba dispuesto a seguir caminando, no tenía interés en conocer a sus padres biológicos. Flint se percató de que no avanzaba y la sonrisa en su rostro desapareció.

- Lestrange, entra, podremos conversar con más privacidad - dijo amenazante.

- Adiós, Flint, no me interesa lo que tengas que decir - dijo y se dio la vuelta para marcharse.

- Será mejor que entres, Lestrange - se oyó una voz desde la entrada del campo de juego. Era otro miembro del equipo de quidditch. Uno por uno, los siete miembros salieron de la entrada y empezaron a caminar al lado del capitán, Flint.

Rigel, que observó el grupo que ya tenía sus varitas en mano, entendió lo que pretendían hacer.

- Lo que sea que intentes, Flint, será mejor que lo pienses mejor - respondió mientras se giraba directamente y lo miraba a los ojos.

- Eso debiste hacer antes de quemar la carta de mi padre - dijo amenazante. El grupo de estudiantes que lo rodeaban era varios años mayor que él.

- ¿Seguro que quieres hacer esto, Flint? - advirtió Rigel, tomando el bastón con ambas manos lentamente.

- 'Desmaius' - pero obtuvo como respuesta un ataque por la espalda.

Rigel se lanzó al suelo para esquivar y Alba apareció rápidamente para atacar al estudiante. De pronto, los demás miembros comenzaron a atacarlos.

Sin conocimientos de hechizos de ataque, Rigel solo pudo utilizar hechizos básicos en un intento de defensa, todo mientras trataba de idear una forma de escapar.

Los miembros del equipo de quidditch de Slytherin eran mayores que él y tenían más experiencia. A pesar de su falta de práctica, les bastaba para abrumar a Rigel.

Usando su bastón, Rigel se defendía desviando los hechizos, interceptándolos con la punta y desviándolos de su trayectoria. Sin embargo, debido a la cantidad de hechizos, no pudo evitar algunos y sufrió heridas que lo lanzaron contra el suelo o desgarraron su ropa, dejando al descubierto una piel enrojecida por los golpes.

Logró devolver un par de hechizos a otros estudiantes, pero aún quedaban cinco en su contra, o cuatro si contaba a Alba, quien luchaba por atacar a uno de los estudiantes.

- No debiste insultar a mi familia - dijo triunfante ante la inminente derrota de Rigel.

~Vamos, piensa en algo rápido, canaliza esa ira, ya lo has hecho antes ~ se decía a sí mismo mientras intentaba en vano esquivar los hechizos. Tres estudiantes lo atacaban desde diferentes direcciones, mientras que los otros dos continuaban atacando sin cesar a Alba, cuyas alas se regeneraban solo para ser explotadas de nuevo. Alba no podía sentir el vuelo, pero sí sentía su impotencia, su furia.

Los hechizos de Flint, en especial, eran los más agresivos. Un hechizo explosivo lo alcanzó en el costado y le hizo arrojar su bastón lejos de él.

Rigel se sostuvo las costillas, le faltaba el aire y su visión se tornaba borrosa.

~Piensa en algo, rápido, tienes historias y universos a tu disposición, piensa en algo ahora!~ pensó con ira.

- Eso te enseñará a no meterte con nosotros - dijo Flint.

Rigel sintió que algo se rompía dentro de él, un recuerdo en lo profundo de su mente. Esas palabras le recordaron su estadía en prisión.

Ignorando el dolor, levantó su mano y de esta emergieron relámpagos azules que atacaron a todos los integrantes. La descarga fue tan potente que varios relámpagos golpearon las gradas que rodeaban el campo de quidditch.

- ¡AAAAHHHHHH! - gritó de ira y dolor cuando liberó de su mano toda la rabia acumulada en su interior.

El estruendo hizo que varios estudiantes miraran al cielo, buscando el origen de los relámpagos. Sus miradas se dirigieron hacia el origen del sonido cuando vieron columnas de humo elevándose hacia las nubes.

- ¡Fuego! - exclamaron varios estudiantes. - ¡Llamen a los profesores! ¡Hay fuego en el campo de juego!

Varios alumnos corrieron hacia el humo en un intento por apagar las llamas, mientras que los de primer y segundo año se precipitaron hacia el interior del castillo para buscar a un profesor.

La escena que presenciaron dejó a la mitad de los estudiantes vomitando de inmediato. Repartidos por el suelo yacían siete alumnos de años superiores, inconscientes y con partes del cuerpo quemadas. Frente a ellos estaba Rigel Lestrange, con casi todo su torso expuesto apenas cubierto por una camisa destrozada, su imponente ave posada en su hombro. En su mano derecha sostenía su bastón que utilizaba como apoyo, mientras que su mano izquierda exhibía dedos quemados y varias marcas de relámpagos sangrantes que se extendían desde su mano hasta su codo.

- ¿Qué ocurre aquí? ¡Abran paso! - vociferó McGonagall.

La profesora observó el estado de los alumnos, incluyendo a Lestrange, y luego dirigió su mirada al campo, que estaba siendo consumido por un fuego azul. Rápidamente realizó un Patronus y envió un mensaje a Dumbledore.

- Profesora McGonagall, ¿qué pasó? ¿Quién provocó este incendio? - preguntó con temor el guardabosques, que también se había acercado al escuchar el estruendo y se apresuró cuando vio el humo.

- No hay tiempo, Hagrid. Lleva a los estudiantes a la enfermería ahora. Todos los demás estudiantes, regresen a sus casas - ordenó con severidad. Agitó su varita y aparecieron ocho camillas. Los alumnos se apresuraron a correr hacia el interior del castillo. Era la primera vez que veían a la maestra tan enojada.

Hagrid se aproximó rápidamente y comenzó a acomodar a los estudiantes en las camillas. Sin embargo, dudó cuando vio a Lestrange de pie, sujetándose el costado del pecho con la mano que le faltaba casi todos los dedos.

- Lestrange, ven, tenemos que llevarte a la enfermería - intentó ayudarlo, pero el ave en el hombro de Rigel se abalanzó sobre su rostro y lo atacó.

- ¡Aaahhh, quítenme este ave! - gritó cuando sintió las garras del ave arañándole la cara.

La profesora rápidamente lanzó un hechizo para expulsar al ave, pero el hechizo simplemente lo atravesó. El cuerpo del ave se dispersó por un momento antes de volver a su forma original y cambiar su objetivo, volando hacia ella.

- Alba - llamó Rigel con voz cansada y dolorida. El cuervo giró rápidamente y voló hasta su hombro, donde lo rodeó con su cabeza en su mejilla, como si quisiera hacerle saber que lo protegería y que no lo dejaría solo.

Hagrid, ignorando los cortes en su rostro, recogió a los demás alumnos y los depositó en las camillas, que comenzaron a flotar y se dirigieron rápidamente hacia el castillo. Luego, con precaución, se acercó a Rigel.

- Lestrange, debemos llevarte a la enfermería. Deben tratar tus heridas - dijo calmadamente la profesora McGonagall, como si también se estuviera dirigiendo al ave, que los observaba con cautela.

- Sube a la camilla, Lestrange. Te llevaré a la enfermería - dijo Hagrid, acercándose con una camilla.

- Y-Yo puedo ir por mi cuenta - respondió Rigel y comenzó a caminar lentamente hacia el castillo.

- ¡Lestrange, sube a la camilla ahora! No tengo tiempo para este tipo de orgullo infantil - exclamó la profesora con enojo.

- Solo queremos ayudarte, pequeña - dijo Hagrid al ave. Se acercó, tomó a Rigel entre sus brazos y se dirigió rápidamente hacia el castillo. El ave parecía finalmente entender y se quedó quieta, aunque se negó a apartarse de Rigel.

Rigel despertó después de varias horas. Lo primero que sintió fue un dolor en el lado derecho de sus costillas, y notó que tenía la mano vendada por completo.

- Ah, has despertado - dijo la señora Pomfrey, la encargada de la enfermería de la escuela, mientras se acercaba a él con dos botellas.

- kráa-kráa

Rigel se giró y notó a Alba acostada a su lado, extendiendo un ala en un intento por cubrirlo. A pesar de la oscuridad de la noche, pudo identificar a los demás alumnos en otras camillas, iluminados por lámparas en las paredes.

- Hola, Alba - saludó levantando la mano, mientras observaba cómo la señora Pomfrey servía en vasos la poción que había en las botellas.

- Esas quemaduras fueron muy difíciles de curar. Tendrás que quedarte en la enfermería un tiempo - dijo mientras le ofrecía un vaso.

Al momento de beberlo, sintió que ingería la sustancia más amarga que jamás había probado. No mejoró con el segundo sorbo, y estuvo a punto de escupirlo, pero logró contenerse. Luego, sintió cosquilleos en su cuerpo y el dolor en su mano empezó a disminuir.

El sonido de la puerta abriéndose atrajo su atención. Era el director Dumbledore y el profesor Snape, quienes se acercaron a su cama.

- Joven Lestrange, ¿cómo te sientes? - preguntó el director con una tranquila sonrisa mientras se acercaba.

- ¿Ellos están bien? - preguntó, mirando hacia las demás camas.

- No, no lo están, pero se recuperarán - dijo la señora Pomfrey con una sonrisa alentadora.

- Me siento mejor ahora - respondió mientras terminaba de un sorbo la bebida que tenía.

- Puedo preguntarte qué ocurrió? - preguntó curioso. - Las gradas quedaron casi completamente quemadas y varios estudiantes fueron encontrados con quemaduras en todo su cuerpo.

- ¿No es obvio? Lestrange los atacó. Supongo que intenta forjarse una reputación, como sus padres - habló con frialdad el profesor de pociones.

- No sabemos nada al respecto, Severus, y no estamos acusando a nadie. Solo queremos saber qué sucedió - intentó calmar la situación.

- Ya sabemos lo que pasó. Los padres de los estudiantes ya fueron notificados y vendrán mañana temprano para ver a sus hijos. En cuanto a Lestrange, debería ser expulsado - dijo Snape con indignación.

- No hasta que se encuentre la verdad, Severus. Y si me lo permites, me gustaría hablar con él. Severus, Poppy, por favor - dijo calmadamente. Snape se marchó furioso de la enfermería, y la señora Pomfrey se retiró a su oficina después de decirle al director que se apresurara, ya que el joven necesitaba descansar.

- Ahora, Lestrange, por favor, dime qué ocurrió - pidió Dumbledore, tomando una silla y sentándose a un lado de la cama.

- Flint me pidió que fuera al campo de quidditch. Quería hablar conmigo sobre que su padre tenía contactos en el Ministerio y podría ayudarme a ver a mis padres - comenzó a explicar.

- El campo fue reservado por Slytherin el día anterior, si no me equivoco - agregó Dumbledore.

- Me negué a entrar, ya que no me interesaba, y el resto del equipo salió para atacarme. Solo me defendía - explicó brevemente lo sucedido y observó cómo el director meditaba sobre ello.

- ¿Recuerdas el fuego, joven Lestrange? - preguntó.

- Fuego - recordó los rayos que también golpearon las gradas, pero después de eso, todo se volvió borroso y confuso.

- Sí, hubo un incendio que consumió casi todo el campo de quidditch - explicó Dumbledore.

- Lo siento, solo quería que me dejaran en paz - admitió.

- ¿Dónde aprendiste ese hechizo? - preguntó.

- No lo aprendí, lo creé - respondió, sorprendiendo enormemente a Dumbledore.

Rigel recordó haber hablado con Minerva al respecto después de que estabilizaran a los estudiantes. El fuego azul que consumía las gradas era parecido al Fuego Maligno, aunque no creaba bestias de fuego. Quemó todo lo que tocó. Fue un milagro que no haya afectado al bosque, ya que no habría habido forma de apagarlo. Incluso la profesora Sprout, que había ido a ayudar a apagar el incendio, dijo que la tierra estaba completamente quemada y que nada volvería a crecer allí, no sabía durante cuántos años.

- Ya veo. Será mejor que descanses - dijo Dumbledore, poniéndose de pie.

- Profesor, ¿estoy expulsado? - preguntó Rigel.

- No, joven Lestrange. No serás expulsado, aunque tendrás un castigo severo por lo ocurrido - dijo con seriedad.

- Lo entiendo - aceptó el castigo.

- Ahora, permíteme pedirte que no vuelvas a intentar usar magia que no domines. Y si tienes dudas al respecto, puedes venir a consultarme. Descansa, joven Lestrange. Tengo que escribir varias cartas - luego de despedirse, se retiró directamente a su oficina.

- Profesor - llamó.

- Sí, joven Lestrange.

- Yo no soy mis padres, profesor - dijo antes de girarse y disponerse a dormir.

Mientras caminaba, sus reflexiones se sumieron en la insondable profundidad del talento de Lestrange. Concebir un hechizo de potencial colosal despertó en él la imperiosa necesidad de garantizar que dicho talento no siguiera los oscuros senderos trazados por sus progenitores. Sin embargo, tal inquietud se desvaneció ante la pregunta que lo recibió al recobrar la conciencia, afianzando su certeza.

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