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Bridget 01: La bully, la gótica y la iglesia.

Sin duda no fui una persona buena en mi anterior vida, eso puedo asegurarlo. Todavía recuerdo lo mala que fui con muchas personas. Si un chico se acercaba a mí con una carta de amor, embelesado por mi suave y ondulada cabellera rubia, lo rechazaba de inmediato. Me gustaba ver sus expresiones, el cómo se les rompía el corazón y las risas de media escuela señalándolo mientras él corría a esconderse de las burlas.

A veces, cuando un profesor me hacía enfadar, solo tenía que esperar un descuido de su parte para colocar una cucaracha o mosca en su café. En otras ocasiones, pateaba a quien se me pusiera enfrente. Llegué a robar en varias tiendas solo por el placer de no pagar un producto. Arruiné el maquillaje de muchas chicas; lastimaba a los animales; colgaba chismes en internet sobre la gente, etc. Y aun así, todos me amabas.

Sí, las personas son estúpidas en su mayoría. Idolatran gente aún más estúpida que yo, ignoran a los verdaderos genios y héroes solo para centrar su atención en el morbo que genera las personas con carisma (o a veces sin él) suficiente para mantenerlos entretenidos.

Oh, y mi pasatiempo favorito, desde la escuela elemental hasta la preparatoria, siempre fue molestar a esa chica gordita. Solía decirle cosas hirientes como "tambo de cebo", "carnitas", "Júpiter", etc. Estoy segura de que soy la responsable de todos los males que la aquejaban, o que tal vez lo sigan haciendo. La pobre solo se quedaba en silencio, pensando en alguna forma de defenderse. Pero jamás lo hizo.

El miedo y la vergüenza estaba en sus ojos, lo sé porque disfrutaba de verlo reflejado en sus pupilas dilatadas, en sus ojos enrojecidos y húmedos. Desde que era una niña hasta que fue una adolecente como yo, jamás la dejé en paz, ni un solo segundo.

Y un día dejó de venir un tiempo. Pensé que finalmente se había ido de este mundo, incluso recuerdo que llegué a sentirme orgullosa de eso. Pero no, solamente estuvo hospitalizada un tiempo. Aparentemente se hizo daño en las muñecas y presentaba una anemia severa.

«Ja, ja, bien hecho, Kendra, lograste que dejara de comer tanto», fueron las palabras de mis amigas cuando se enteraron.

El día que regresó, con sus muñecas envueltas en vendajes, un chico se acercó y le regaló un ramo de flores de muchos colores, y luego le dio un abrazo. Ella se quedó en silencio, con una mirada confundida porque era la primera muestra de afecto que recibía en la escuela.

Obviamente, no iba a permitir que fuera feliz, así que me acerqué, le quité sus flores y le dije que tenían el color que iba a tomar mi vida el día que desapareciera para siempre.

La chica solo miro su ramo bajo mi pie y asintió en silencio. Durante los meses siguientes, empecé a notar que su peso iba disminuyendo. Estoy segura que dejó de comer, era la causa de su anemia después de todo. Al final, quedó como una muñeca de porcelana. Y después, eliminó los colores de su vida para siempre. Comenzó a vestir simple y apagada. Blanco y negro, eran los únicos tonos que había en ella.

Cuando entramos a la preparatoria, era una chica totalmente diferente. Botas, vestidos, moños, redes, etc. Todo en ella era gótico. Aprendió a maquillarse, pero nada que fuera mínimamente colorido. Los insultos pasaron de ser sobre su peso a sobre lo oscuro que vestía. Le dije cosas como "Vampiro asqueroso", "Muerta en vida", "Chica velorio", etc. Naturalmente, nada cambió en sus reacciones, seguía siendo la misma retraída e introvertida que siempre fue, solo que con otro estilo.

Sí, estoy consciente de que no fui una buena persona. Es por eso que, cuando mi cuerpo voló en pedazos con una explosión que hubo en la escuela, supe que me lo merecía, que era mi karma e iba a pagar con mi vida lo que le hice a esa pobre gótica.

Arruiné por completo la vida de esa chica… y no me arrepiento.

 

•┈••✦ ۵ ✦••┈•

 

—Ha nacido una nueva princesa maldita—dice mi padre, el cardenal Amcottes hacia mi madre.

—Ya veo, pobre, le tocó un triste destino—añade ella.

Yo me encuentro en una cuna, en la habitación de una enorme iglesia. Al principio, no supe lo que estaba pasando. Recuerdo haber estado en la cafetería de la escuela cuando un estruendo sacudió el edificio. Las tuberías de gas reaccionaron violentamente y el lugar voló en pedazos. No recuerdo haber sentido mi muerte, pero supe que lo estaba cuando un niño se presentó como Dios y me mandó a este mundo.

Y luego, nací de nuevo. Una gran cantidad de monjas estaba ayudando a mi madre en su labor de parto. Mi padre, el cardenal de la iglesia y máxima autoridad de la misma, se encontraba en una esquina, mirando con una expresión seria y fría.

La gente en este mundo tiene una piel bastante blanca, casi sin melanina, debido a que los rayos del sol, sí es que hay uno aquí, no llegan por completo a las capas subterráneas de El Abismo. Es por eso que pasé mucho tiempo preguntándome por qué mi piel y la de mi nueva madre era más morena que la del resto del mundo, una variación genética, pensé. Pero la respuesta era mucho más simple de lo que había imaginado, por lo visto.

 

•┈••✦ ۵ ✦••┈•

 

—Gage, Manston, Howard, me alegra que hayan respondido a mi llamado—dice mi padre conmigo en brazos.

Todavía soy un bebé, han pasado un par de días desde mi nacimiento pero el cardenal ha estado mostrándome la iglesia, la religión y las obligaciones que tengo que cumplir como miembro de la misma. Además, realizó un extraño ritual que me permitió obtener una habilidad extraña llamada "Comunicación avanzada Nv. 10". Lo hizo en cuanto nací, por lo que pude entender el idioma de este mundo de inmediato. Por supuesto, todavía no puedo hablar, mis capacidades están restringidas por la edad.

—Señor Amcottes, es un placer haber recibido una notificación suya. ¿En qué podemos servirle?—dice uno de los hombres que mi padre mandó a llamar.

Los tres llevan túnicas blancas, por lo que puedo deducir son parte de la iglesia del Dragón Negro, la única religión de este mundo.

—¿Qué tal están sus capacidades de caza ahora mismo?—pregunta Amcottes.

—Decentes, podrían estar mejor.

Mi padre deja de observar los vitrales de la iglesia y se da la vuelta para verlos directamente.

—Necesito que me traigan la cabeza de alguien—responde sin más.

Mi corazón late con fuerza al escuchar eso. ¿Van a matar a alguien? Sí, yo no soy santa, pero tampoco puedo decir que me hubiera animado a hacerle daño directo a alguien, no en mi mundo de origen.

—¿De quién se trata?—responde otro de los hombres.

En su cara tiene una gran cicatriz que atraviesa desde el lado superior de su ojo, cruzando por su nariz, hasta llegar a la mejilla. Su voz es grave pero atractiva, a decir verdad.

—Un unicornio—responde Amcottes.

El tipo lo mira serio, sin expresión en su rostro.

—¿Un unicornio? ¿Nos has llamado solo por un estúpido caballo?—su respuesta es hostil.

—No es cualquier equino, Howard. Este tiene algo extraño, pude sentirlo. Lo supe en cuanto interfirió más allá del sistema, buscando la naturaleza de El Abismo. No voy a arriesgarme—explica mi padre.

El sujeto, Howard, cruza los brazos y endurece su expresión.

—¿Tienes miedo de un unicornio? Me sorprende viniendo de alguien como tú, quien podría perfectamente acabar con una tarea así de miscelánea.

—Entiendo tu escepticismo, pero tengo tareas más importantes que atender. Tu presa se encuentra en la tercera capa, en los Jardines Huecos. Tráeme su cabeza pronto—finaliza Amcottes.

Howard cierra los ojos y de un tirón se deshace de su túnica para revelar un elegante traje de cazador que me recuerda a los vaqueros de las películas. Los otros dos hacen lo mismo. Tienen toda la pinta de ser mercenarios.

—Muy bien, te traeré a tu caballito en unos días. —Howard se coloca un sombrero y se da la vuelta—por cierto, ¿es tu hija?

Amcottes levanta la ceja.

—Sí, será la futura cardenal cuando yo me retire. Su nombre es Bridget—me presenta.

Howard suelta una risa sarcástica antes de comenzar a marcharse.

—Lástima que le haya tocado nacer en este agujero de mierda.

Hay gente que nace con el don natural de ser odiable. Y luego está Bridget.

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