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Un sapo con corona

-Vieja bruja ¡Déjame ir! -Amelia amordazo a Zack.

-¡Niño! ¡Si no te callas terminaré matándote! -Zack forcejeaba lo más que podía.

Amelia hacía caso omiso al ruido del movimiento. Se acercó a una mesa con muchas pociones y talismanes.

-Ahora, mi pequeño Zack, tu vida va a dar un giro enorme.

Amelia empezaba a mezclar tres tipos de pociones en un frasco de vidrio, lo revolvió y lo miro con atención. Los colores de la poción cambiaban. Cuando la poción había cambiado a un tono azul oscuro. Tomo la poción y con pasos firmes se acercaba a Zack.

Le quito la mordaza y trato de abrir su boca con una de sus manos.

-Te recomiendo que no lo escupas -mencionó con una sonrisa. Ella empezó a verter aquella poción en la boca de Zack. Aunque él no quería el líquido, era escurridizo y llegaba a su garganta con facilidad.

Todo empezaba sentirse raro para Zack, lograba ver destellos azules. Lo último que vio antes de hacerse pequeño fue a Amelia con una enorme sonrisa.

Ahora el hechizo estaba hecho.

-Te mandaré a un lugar muy lejos. Donde la mujer que salió de la torre habita. No entiendo como es que ellos tengan un final feliz. Pero bueno. Tu destino está al otro lado. Ten una buena vida, sapo príncipe.

En un abrir y cerrar de su mano, Zack había desaparecido. Y ahora había aparecido en un río hermoso. Los colores y las fragancias qué él veía eran nuevos.

Se preguntaba si así era como su padre veía en su momento. Empezó a intentar utilizar sus nuevas habilidad. Su lengua era tan larga qué le era increíble. Jamás se había detenido a observar con atención cada detalle de los animales y mucho a un animal qué tenía historia con su familia.

Había muchos animales ahí, camaleones, ardillas, libélulas. Todos se veían tan inofensivos. Vio gente ahí y se acercó. Despistadamente.

-El príncipe se desmayó en mitad del jardín, dicen que se enfermó de intoxicación. -una dama llego mientras servía el agua del río en una cubeta más grande. Un hombre llegó a su lado con otras dos cubetas.

-Eso dicen los rumores. Desde ayer que no despierta. La familia real está muy preocupada. Ni los dones de sanación de la madre pudieron hacer que mejorará.

-Hablando de dones, sus majestades no han dicho los dones de sus hijos.

-Mujer, nos lo dirán cuando sea mejor. Ahora debemos llevar estas cubetas al castillo, el príncipe sigue con fiebre y su hermana está tratando de calmarla.

Con las cubetas llenas las juntaron y empezaron a cargarlas. Zack, con interés y esperanza de que qué pudieran ayudarlo, salto hacia una de las cubetas. Ahora estaba camino a conocer a la familia real.

Todo era muy bonito, era brillante y había muchos garabatos en las paredes y pilares. Había escuchado rumores que a la familia le encantaba pintar, pero no sabía la razón.

Espero no mucho para que uno de los sirvientes del castillo llegará a la habitación.

-Alteza, aquí le traemos el agua limpia. -el sirviente toco la puerta y segundos después una mujer muy bella abrió la puerta.

-Muchas gracias, Román.

Aquella mujer tomó el balde, Zack se escondió muy abajo en el agua. Solo podía ver el cabello rubio distorsionado de la mujer. Ella soltó el balde y tomo un paño qué sumergió en el agua. Lo saco para exprimirlo un poco. Zack saco su cabeza un poco para poder ver a la gente que estaba ahí. Había cuatro personas ahí. Toda la familia real.

-¿Creen que sea su cuento? ¿Qué lo haya encontrado? -el rey se acercó a su esposa, sobrepuso su mano en el hombro de ella, mirando con gentileza al chico postrado en cama.

-No lo sabremos hasta que la otra parte del cuento lo encuentre. -La reina hablo acariciando la mano de su esposo.

-Yo no pensé que se pondría tan mal. La última vez que lo vi tan mal fue cuando nos mojamos en el río en temporada de otoño.

-No te preocupes, Acalia, él se pondrá bien. Ahora tu madre y yo nos iremos. Tú también puedes irte, solo déjale el paño recién humedecido, nos encargaremos qué alguien nos ayude a cambiarlo.

Acalia negó con la cabeza -Me voy a quedar.

Los padres entendieron y salieron de la habitación.

-¿Alteza? -Alguien en la puerta llamaba. Acalia se levantó y salió de la habitación. Zack saltó del balde a la tela de la cama.

Con dificultad subió hasta poder ver al príncipe postrado en cama. Él no negaba qué era bastante apuesto, pero él y su hermana tenían una belleza sin igual.

Pero algo se sentía diferente.

-¿Acalia? -el joven príncipe estaba despertando. Su voz somnolienta alertó a Zack. No sabía a donde debía de ir. El príncipe ahora estaba palpando la tela que había encima de su frente. La tomó y con mucho cuidado intento levantarse.

Zack salto sobre el príncipe y se acercó a su rostro.

-¡No! Debes descansar. Primero debes bajar la fiebre. Con sus patas tomo la mano del príncipe. Y empezó a acercarla levemente a la frente de Neil.

-¿Sapo? ¿Quién eres? -el príncipe abrió sus ojos.

Zack miro detenidamente sus ojos verdes. Ambos se quedaron mirando. Algo se sentía. Diferente, nuevo. Algo tentador.

Dando unos pasos más, Zack bajo el paño en la frente de él. Tentó su temperatura y estaba realmente alta.

Neil volvió a cerrar sus ojos.

Y, por otro lado, Zack sentía algo raro. ¿Podría ser que había encontrado a su otra mitad?

-¿Quién eres tú? -Acalia azotó la puerta al ver que un sapo estaba arriba de su hermano y muy cerca de su rostro.

-A-Alteza -logro decir -Lamento venir de contrabando, pero una bruja me ha hechizado, me gustaría pedir su ayuda. Soy, Zack, hijo de...

-Hijo de Enora. Te conozco bien Zackarias keer. -Interrumpió.

Ella se acercó a él.

-Entonces sabes que no miento.

-Sé que no mientes, pero lo que me preocupa es que viste a mi hermano con ojitos de cachorro enamorado.

-¿Qué? No, no me malentienda, solo estaba tratando de ayudar.

-No tengo nada en contra, pero no está bien. Te aprovechas de mi hermano, que está con las defensas bajas, y en ese estado. ¡No! ¡Tienes un cuento de hadas! ¿Vas a romperle el corazón a tu princesa?

Zack no podía seguir el paso de las palabras -¡Alteza! Yo no he encontrado mi cuento. O eso creo.

Zack miro de reojo a Neil. Acalia notó como el sapo príncipe miraba a su hermano.