1 Capitulo I - Epifanía

Perder aquel trabajo significó que mis ingresos fueran menos a partir de aquel momento, pero en sí no se vieron afectados a gran escala. De alguna forma u otra había hecho mis méritos para que me despidieran. No a propósito, pero los había hecho.

Además, durante aquellas semanas había estado estresada por tantas cosas sobre las que había pensado con frecuencia; sin embargo, la mayoría del tiempo mis pensamientos se los había dedicado a mi padre. A lo lejos le pregunté, mirando al cielo, "¿Qué tal te va, papá? Espero te encuentres bien. Te extraño". Cerré los ojos, respiré profundo y continué con mi camino.

Alessandro me había llamado para pedirme que nos juntáramos en una cafetería que quedaba cerca de donde yo tomaba mis clases de fotografía. Justo había acabado de terminar.

-Es raro -dije para mí misma.

Debería de hacer calor porque es verano; sin embargo, hace frío y demasiado para mi gusto. Llevaba puesta una casaca roja la cual no me abrigaba lo que hubiera querido, pero no tenía otra en ese momento.

-En realidad es sorprendente -volví hablar sola.

Normalmente corre un poco de viento en la tarde y a veces se siente frío, pero no como hoy. Nuevamente dije "¡Qué raro!" a la vez que me abrazaba a mí misma para calentar mi cuerpo y a lo lejos lo miré a él esperándome afuera de la cafetería. Llevaba puesto un abrigo gigante muy adecuado para aquella tarde congelada, pero aún así parecía estar temblando. Por obvias razones me preocupé y me acerqué lo más pronto posible a él.

-Es increíble el frío, ¿verdad? - ingresé rápidamente a la cafetería, ya que tenía un ambiente confortable- Debiste esperar adentro. - me quejé, pero fui ignorada.

-Estás pálida...-tocó suavemente mi mejilla con su mano- y helada. Toma mi abrigo. - dijo al verme temblar un poco mientras se iba sacando el mismo.

-No te preocupes, así está bien.

Sin insistirme más, se acomodó y se dirigió a una mesa. Ambos tomamos asiento. Luego, el camarero se acercó a nosotros con las respectivas cartas y nos dio tiempo para ver que pediríamos.

-Buenas noches. Un café americano bien caliente, por favor.

-Buenas noches, señorita. ¿Y usted joven?

-Lo mismo, por favor.

-Entendido. Se los traeré en seguida jóvenes.

-Gracias.

Lo miré esperando a que me dijera el porqué de reunirnos hoy, ya que por su tono de voz en la llamada parecía ser muy importante.

- ¿No tenías que decirme algo? - le pregunté.

-Sí, pero es que no planeo decírtelo tan rápido. -suspiró mientras su mirada bajaba- No es fácil. Me cuesta un poco -nuevamente su mirada se concentró en mí.

-Suena como que aquello que tratas de decirme te ha estado atormentando bastante y por un buen tiempo, ¿o me equivoco? -pregunté preocupada.

-No te equivocas, pero no es así de grave. - dijo tranquilamente.

-Bueno. -sus palabras sonaron sinceras y calmadas, por lo que mi preocupación se desvaneció con el paso del tiempo.

El silencio se hizo presente. Sin embargo, no duro mucho.

-Jóvenes, aquí sus cafés y azúcar a gusto. Espero lo disfruten. Y cualquier otra cosa estoy a su disposición. -dijo el camarero amablemente.

-Muchas gracias.

-Gracias.

Empecé a endulzar mi café y lo probé poco a poco. Era justamente lo que necesita para entrar en calor y olvidar por un momento aquel horrible frío que se encontraba tras la salida de la cafetería.

- ¿Cómo vas en la universidad? -me preguntó Alessandro- Te siento estresada. -añadió.

-Bien. -respondí cortante- Solo un poco de estrés, pero nada de qué preocuparse.

- ¿Segura?

- Sí.

- "Desearía que pudieras confiar más en mí, porque algo me dice que no estás bien. Desde que te conocí no siento que estés bien, por ello no hago más que preocuparme y pensar en ti. Es imposible no poder hacerlo. Nunca me he preocupado por nadie como lo hago contigo y es algo que no comprendo. Sonríes, pero te ves vacía cuando lo haces y, es más, casi nunca sonríes. ¿Por qué ser así? Déjame quererte, ayudarte y protegerte. Siempre que te veo siento esto y no puedo decirlo, tal vez yo también contribuyo en la construcción de esa barrera. Ojalá no. "- Alessandro se quedó pensando y mirando fijamente la taza de café.

- ¿Alessandro? -le pregunté al verlo distraído.

- ¿Sí ?, dime.

-Creo que te perdiste dentro de tus pensamientos como siempre haces. -tomé un sorbo de café y miré la hora.

-Perdón, pensaba en cómo decirte lo que tengo en mente.

-Solo dilo.

-Hace unos minutos te dije que no era sencillo para mí hacerlo.

-Sí, tienes razón. Me había olvidado de eso.

Alessandro me miró con aquella mirada profunda que poseía. Parecía estar molesto, pero no era del tipo de persona que se molestaba por cosas así. Entonces era intriga lo que llevaba en su mirada.

- ¿Te encuentras distraída o no te importa lo que te digo?

Su pregunta colocó mi completa atención sobre él.

-Solo tengo esas dos opciones, pero por cómo te he visto hoy apuesto a que es la primera. Diana, dime qué te agobia tanto. Necesito que me lo digas para poder ayudarte. -se acercó a mí y tomó mi mano.

EN OTRO LUGAR DE LA CIUDAD

El frío se hizo presente incluso dentro del estudio. Fue raro, pero me gustó. Mis compañeros de trabajo por otra parte lo maldijeron. Yo no le vi la necesidad, pero creí comprender él porqué lo habían hecho.

Aquel frío me agradó mucho porque había hecho que mi abrigo se sintiera mucho más acogedor y útil. Me sentí seguro y se sintió demasiado bien.

Sonreía mientras miraba a las brillantes estrellas a través de la gran ventana del estudio y a la vez me di cuenta que empezaba anochecer. Mirarlas brillar así de hermoso me daba esperanza y traía a mí recuerdos de mi niñez. Muy cliché, pero así era.

- ¡Lucas!

Escuché la voz de Javier llamándome así que volteé a verlo aún sonriente. Nuestras miradas se encontraron y se mantuvieron así por un par de segundos más hasta que Javier volvió a hablar.

-Disculpe, joven. ¿Podría ayudarme? -dijo Javier con una timidez extraña en él.

Javier es un señor que entró hace un par de meses a trabajar como parte del equipo de producción y, también, es un padre de familia muy cariñoso con sus hijos y su esposa. Hace unas semanas me contó por los problemas económicos que estaba pasando y prácticamente se desahogó conmigo. Aquel día descubrí que era un ángel, porque aún con sus problemas ayudaba a otros y trataba siempre de llegar con una sonrisa a su casa para no preocupar a nadie. Me hizo recordar a mi padre, por ello lo comprendí y traté de hacerlo sentir mejor. Simplemente lo abracé y lloré con él. Desde entonces considero que hemos formado un lazo y que me llame "joven" me hacía sentir incómodo.

-Javier, vamos trabajando unos meses juntos. Hemos tenido conversaciones y experiencias juntos. ¿No crees que ya deberías tenerme confianza? -le pregunté - Así que nada de joven, por favor. -le dije mientras le ayudaba a cargar uno de los equipos del lugar.

La verdad es que me disgustaba un poco ser tratado de una manera tan correcta por parte de gente que consideraba mis amigos porque me hacía pensar que estábamos siendo hipócritas el uno con el otro.

-Es que joven… Perdón, Lucas. Es que tienes un porte bien, bien, bien… bien IMPACTANTE e INTIMIDANTE. Cualquiera que te ve piensa que eres de la élite o algo parecido. Y encima que la mayoría del tiempo te veo vestido con esa ropa bien elegante. Eso hace que te vea como un jefe y no como un compañero más de trabajo.

-Ah, creo que comprendo. Aún no me cambio porque me gusta mucho el abrigo y hace mucho frío. -dije mirándolo tiernamente.

-El verdadero tú es muy diferente a lo que tu apariencia proyecta. Eres adorable y tienes un corazón muy puro. -Javier me dio una sonrisa cálida.

-Supongo. -le devolví la sonrisa.

-Felizmente ya terminamos porque tengo un compromiso con mi esposa esta noche. Tú debes saber de lo qué hablo. -me quiñó el ojo.

-No, perdón no. ¿A qué te refieres? - no comprendí nada así que me puse a pensar en todas las respuestas posibles.

- ¡No te hagas el loco! - dijo Javier riendo.

-No me hago el loco, enserio no sé. - yo reí.

Finalmente guardamos el equipo y sacudimos nuestras palmas para quitarnos el polvo de estas.

-Bueno. Gracias, Lucas. Te debo una, hermano.

-No te preocupes. Ya debería irme a cambiar para no ensuciar el vestuario. Ah y suerte hoy.

-Entonces si entendiste, ¿verdad, travieso? -alzó ambas cejas mientras sonreía con su boca bien abierta y me apuntaba con sus dedos índices.

Entonces pensé que lucía gracioso. Luego, le dije:

-La verdad no.

Maté sus ilusiones, por lo que se le fue la sonrisa. Después, él se acercó a mi oído.

-Lucas me refiero a el encuentro íntimo y romántico entre una pareja, ¿entiendes?

- ¡Una cena romántica!

Esta vez sí había captado la indirecta, pero quería hacerme el tonto por un rato.

-Bromeas, ¡no eres tan TAN! -sus manos se tensaron y la posición de estas indicaba desesperación.

-Cierto, esta vez sí capté. Supongo que suerte, hermano.

- ¡Gracias amigo! Ándate a cambiar ya. Adiós, te dejo que se me hace tarde para la noche de hoy.

-Adiós, cuídate.

Del baño venía Julián, mi amigo más cercano. Como compartimos el mismo trabajo, los mismos sueños y somos muy parecidos en cuanto a personalidad, pues terminamos haciendo un equipo junto a Alex. Él es todo lo contrario a los dos; sin embargo, es muy leal y eso es lo que más me gusta de él.

- ¿Y Alex? - le pregunté al solo verlo a él salir.

- Se fue temprano, ¿lo recuerdas?

Me había olvidado de eso.

-Verdad. Bueno me voy a cambiar antes de ensuciar esto.

-Claro anda. ¡Espera! - Julián me agarro toscamente del hombro para detenerme.

-Dime, ¿Qué sucede? - me sorprendió e incomodó un poco su acto.

-Eh… Mira tengo que recoger a mi madre de una cita que tuvo con el médico hoy y tú sabes de la situación económica de mi familia así que he estado buscando formas de ganar dinero y una de ellas es esta. -me mostró un folleto algo arrugado.

Leí lo que decía el folleto. Pedían gente que probara un producto, el cual era un "reloj moderno", y así recibirían dinero. Parecía no ser la gran cosa, pues me refiero al hecho de ir probarte algo y listo. Lo único malo era el lugar, ya que este quedaba ligeramente cerca de mi casa. Por ende, conocía bien que sucedía a ciertas horas de la noche.

-No estoy seguro. No tengo nada que hacer hoy, pero el lugar es peligroso y a esas horas peor. Por unos cuantos billetes no sé si arriesgar mi vida.

- ¡No seas exagerado! Es que para ti esos cuantos billetes no serán mucho, pero a mí me servirán para pagar los medicamentos de mi madre. Enserio si yo pudiera iría, pero tengo que recogerla como te dije. Además, no creo que sea mucho tiempo un par de minutos. Sin embargo, también entiendo el tema del lugar. No te preocupes Lucas. -tomó el folleto de mi mano y cabizbajo siguió su camino.

-Julián, perdón… - Me sentí mal.

DE REGRESO EN LA CAFETERÍA

- ¿Te encuentras distraída o no te importa lo que te digo?

Su pregunta colocó mi completa atención sobre él.

-Solo tengo esas dos opciones, pero por cómo te he visto hoy apuesto a que es la primera. Diana, dime que te agobia tanto. Necesito que me lo digas para poder ayudarte. -se acercó a mí y tomó mi mano.

Su mano sosteniendo la mía me hacía sentir como si una energía muy potente, que no podía entender ni controlar, recorriera mi cuerpo. Entonces la alejé bruscamente.

Al hacer esto él recobró su postura y aclaró su garganta. Estaba incómodo, pues lo notaba al verlo. Tenía que hacer algo, por ello solo solté lo que tenía en mente.

-He estado pensando en mi padre y en cuanto quiero estar con él, pero también de cuentas cosas debo hacer para poder por fin verlo otra vez. Ha pasado un año y siento que me muero en la vida que tengo ahora. -dije encogiendo la cabeza y tapando mis ojos con mis manos por lo estresada que estaba por dentro- En mi casa mi madre y yo hemos mejorado un poco nuestra relación, pero el infierno empieza cuando tengo que ver a mi padrastro y a Maximiliano. Los odio y, a veces, hacen que odie mi vida. Justo como ahora.

Lo que tenía reservado para mí lo solté, pero me consoló saber que no a cualquiera. Soy muy reservada y por ello me guardo tantas cosas. Duele cargar con ellas.

-No odies tu vida por dos idiotas.

-No son solo ellos.

-Los que sean. No odies tu vida así se te aparezcan mil idiotas en el camino. -nuevamente su mirada- La primera vez que te vi supe que tendrías que luchar bastante y mucho a diferencia de otras personas. No te detengas ahora.

Parecía fácil cuando él lo decía y desearía que así fuera.

-Decirlo es sencillo, ¿sabes? Hacerlo es el verdadero reto. -dije cabizbaja.

-Pues tu reto es grande y supongo que la recompensa también lo será.

Siempre tenía una respuesta para todo. Hace meses que lo conozco y siempre ha tratado de levantarme el ánimo con sus sabias palabras. Y aunque estas me reconfortan de cierta manera, no me llenan por completo.

- ¿Lo has soltado todo o tengo que indagar más a fondo?

-Me despidieron del trabajo de repartidora.

- "Me siento aliviado, pues al pensar en ti conduciendo en tu frágil bicicleta por las peligrosas calles de la ciudad con todo el tráfico me hacia preocuparme constantemente. Pensar que te podrían atropellar, saldrías en los noticieros como una noticia más y al final nadie haría nada . Vaya que me estresaba pensando en ello. Sin embargo, solo diré:" Que mal, pero ahora tienes más tiempo libre.

- ¿Más tiempo libre? ¿De qué me sirve? Desde que llegué aquí no tengo tiempo libre y tampoco me importa. - si me importaba, pero no era mi principal problema- Ahora que lo pienso mejor necesito ese dinero. Es una miseria, pero por lo menos esa miseria pagaba uno que otro gasto diario. Buscaré otro trabajo lo más pronto posible.

-Deja de estresarte y tomate tu tiempo. No todo es trabajo.

-No lo entiendes, ¿verdad? Necesito dinero y perdí una de mis fuentes de ingreso. -trataba de indicarle la gravedad en ello.

Mi padrastro es de tener, pero no nos llevamos ni en lo más mínimo así que solo paga la universidad y punto. El resto corre por mi cuenta.

-El curso de fotografía no es caro de por sí, Diana.

-No solo es el curso también cuentan los pasajes, los libros de mi carrera, los materiales, la comida y gastos como los de hoy. Si quiero tener algún día mi empresa de entretenimiento tengo que relacionarme con mucha gente y esas reuniones también requieren de gastos. Además, el arte de modelar, mi meta, se ve como una tontería para muchos. Quiero transmitir mi imagen y demostrar que alguien como yo también puede.

- ¿Alguien como tú? A veces siento que te cierras mucho en ser modelo y te olvidas de que existen mil maneras de transmitir tu imagen, lo que sientes. Eso es arte y es por ello por lo que te apoyo al cien por ciento con tu empresa, pero… -lo interrumpí.

- Pero nada. No es algo que haga como un capricho. Lo hago porque me gusta. Transmitir varios sentimientos con una imagen que es muda y ver como sucede es mágico. Y ser esa imagen sería un logro. Transmitir esperanza sería un gran logro. Desde pequeña me gustaba caminar en el campo porque el ambiente se llenaba de paz. Me sentí segura al hacerlo y es ese sentimiento que solo el modelaje me da. ¿Así o más claro, Alessandro?

-Lo soltaste. Es extraño verte hacerlo. Me gusta.- "Realmente me gustó tanto que boté una sonrisa y me perdí en mis pensamientos nuevamente."

-Supongo que hoy era el día de soltar algunas cosas. Debo pensar en cómo haré para conseguir ese nuevo trabajo. Bueno, es tu turno.

- ¿A qué te refieres? Perdón, me volví a perder en mí mismo.

-Me citaste acá, porque querías decirme algo importante. Creo yo que ya pensaste en cómo decirlo.

-Ah, pero antes una última pregunta. ¿Sigues con la idea de encontrar un nuevo trabajo o solo es la emoción del momento que te hace pensar en ello?

-Sinceramente sigo estresada. Ya te mencioné que son varias cosas. Y sí, pienso buscar un nuevo empleo. Necesito el dinero. -el estrés, al pensar en todas estas cosas, se iba apoderando poco a poco de mí nuevamente.

-Te entiendo. Puedo ver el estrés en tus ojos.

Solo asentí, mientras terminaba mi café.

-Bueno, me tengo que ir. - Alessandro dejó unos billetes y se puso de pie.

-Espera que yo también pondré mi parte. - saqué la mitad de lo que puso para ponerlo yo, pero al ver mi billetera me espanté un poco por no tener ni para pagar un café.

-Déjalo ahí, me acabas de contar todos tus problemas con el dinero. No pienso hacer que cooperes con ningún centavo. -agarró la mitad del dinero que yo había sacado y lo volvió a poner en la mesa- Vámonos.

-Gracias.- me sentí avergonzada por no tener el dinero suficiente para pagar.

Salimos y Alessandro se ofreció a llevarme así que compartimos taxi. Era uno de aplicativo para mayor seguridad. Él taxista lo dejó primero a él por motivos de ruta y cuando Alessandro bajó del carro se dirigió al chofer antes de entrar a su casa.

-Yo cubro los gastos de la señorita. Me envía un mensaje del gasto total por la app y lo pago en línea a su cuenta.

-Ok joven.

Aún me sentía avergonzada, pero aquella vergüenza se desvaneció para convertirse en gratitud.

-Gracias Alessandro.

Él solo me miró y luego al taxista.

-Y cuidado, porque si yo me entero de que algo malo le paso a mi amiga haré que todo el peso de la justicia caiga sobre usted, o si no, yo haré justicia con mis propias manos, ¿entendido? - su mirada asustó al taxista y su tono amenazador hizo que este se encogiera.

Aquella peculiar forma de mirar la había visto antes y fue cuando me defendió sin que yo me lo esperará de aquellos chicos que me estaban acorralando. La primera vez me impactó, pero después se me hizo común. Inclusive descubrí que ambos teníamos aquella mirada fría, amenazante y fuerte. Al saberlo me di cuenta de que había mucho más que teníamos en común. Había cosas que empecé a admirar en él, pues pronto me di cuenta de que eran esas mismas cosas que yo tenía y que por motivos de la vida las había perdido o no las había encontrado aún. Al verlo a él hubo esos detalles detalles que me hacían ser yo. Su frialdad, mi frialdad; su reserva, mi reserva; su fortaleza, mi fortaleza. Parecíamos dos líneas paralelas.

Saber que se preocupaba por mí hacía que el reto se aligerará un poco. Saber que al verlo a él me esfuerzo, estaba bien, pero quería que fuera permanente. Quería lograr la mejor versión de mí y no perderla.

El taxista intimidado, respondió:

-Joven, no se preocupe. Yo la llevo con la mayor seguridad a su destino. Se lo juro por mi madre y por… -lo interrumpimos.

-No haga un espectáculo - dijimos a la vez.

-Perdón, continua Alessandro.

-Solo llévela segura.

-Entendido, mi capitán. - utilizó un tono burlón.

- ¿Se está burlando? -una ceja mía se elevó en señal de intriga y mis brazos se cruzaron en señal de molestia - Escuche, usted intenta algo y va a ser USTED el que va a rogar por seguridad, ¿me entiende?

-Sí, señorita- parecía tener miedo, pero no le duró mucho- ¿Ustedes son hermanos? Es que se parecen en el carácter. Medio amargados son los dos- utilizó ese tono burlón otra vez.

-No pregunte tonterías y mejores vámonos. -ya estaba enojada.

-Perdón, señorita. -se acomodó en su asiento.

-Nos vemos, Diana.

-Nos vemos. -sonreí ligeramente.

Concluí en que todo lo que me trasmitió fue un sentimiento de melancolía después de ver la forma en cómo se despidió, como se dirigió a su casa, sus gestos, sus pasos y su mirada. Sin embargo, no lo comprendía así que cuando el auto arrancó me acomodé en mi asiento y aparte mi vista de él. Pensé en que tal vez estaba triste por algo que había dicho, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por la voz del taxista.

-Señorita discúlpeme, de verdad. Lo que sucede es que sentí muy incómodo el ambiente y por ello quise apaciguar las aguas con un par de comentarios "bromistas". Mi esposa siempre me dice lo mismo: "No hagas esos comentarios en momentos serios", pero no le hago caso. También dice que tengo un tono sarcástico, ¿le parece? -se puso a pensar un rato sobre eso- Bueno quería disculparme si la ofendí y espero me disculpe. En verdad, perdón.

Lo escuché sincero y, después de un momento, terminé por comprenderlo. Algunas personas somos intimidantes por naturaleza que no nos fijamos al nivel que llevamos algunas cosas. A veces terminamos exagerando.

-Lo perdono.

-Gracias, señorita.

-Perdóneme también. Dramaticé de más las cosas.

-No, usted no se preocupe. Sabiendo la cantidad de enfermos que existen hoy en las calles, es comprensible la preocupación de su enamorado y de usted. Mas bien así le voy a enseñar a mi hija. A que tenga carácter fuerte y se sepa defender. Lo bueno es que está llevando clases de karate y mi hijo… -lo interrumpí.

-Se equivoca.

- ¿En qué, señorita?

-Es mi amigo, no mi enamorado. Él mismo se lo dijo.

"Y cuidado, porque si yo me entero de que algo malo le paso a mi amiga haré que todo el peso de la justicia caiga sobre usted o sino yo haré justicia por mis propias manos, ¿entendió?"

-Verdad, señorita. Bueno le decía que mi hijo está bien formado y siempre respeta a las mujeres… -lo volví a interrumpir.

-Debería hacerle caso a su esposa con respecto al tono burlón de su voz, tiene razón. Eso fue lo que me incomodó. Hablábamos de un tema serio, pero sus comentarios y su tono indicaban que a usted no le importaba. Sin duda una falta de respeto. Controle su tono de voz. Solo eso. -sentí importante aclarar eso, aunque fuera un poco tarde para decirlo.

El taxista me miró con confusión y luego solo atinó a asentir con la cabeza en señal de que haría caso.

Luego de eso hable un poco con él sobre sus hijos, quienes son unos años menores que yo. También, con el avance de la conversación, le pregunté sobre el porqué no había hablado de esa forma tan cómoda desde el comienzo y él me respondió:

-No sabría decirlo. Hay personas que te dan esa confianza con solo verlas. ¿Un sexto sentido o una conexión?

-Está bien, pero yo estaba desde el comienzo con usted.

-También las circunstancias. En el comienzo noté un poco de tensión entre usted y su amigo, por ello bajé el volumen de la música para que no fuera muy estresante. Sin embargo, luego de ver como se preocupó por usted supuse que las cosas no eran tan tensas como las pensé. Aun así, él se veía triste y usted se ve estresada.

Me sorprendió lo bien que este hombre desconocido había leído mis gestos y los de Alessandro. Así que me quede pensando en ello.

-Señorita. Lo que le puedo decir es que a veces soltamos la historia de nuestra vida frente a personas que acabamos de conocer, porque no se trata del tiempo que llevas conociéndola. Se trata de la química que posees con ella. Yo me sentí cómodo con usted al contarle mi vida y eso me agradó. Algún día se intercambiarán los roles y usted será quien le cuente su vida a la persona menos esperada. Tal vez ahí lo comprenda. Ah, y no lo busque que esa persona solo aparecerá. Justo como usted apareció para escucharme a mí.

-Tal vez. Sinceramente no me imagino a mí hablando de mi vida con alguien que recién conozco, ya que prefiero tenerle una confianza ganada por el tiempo. Se podría decir que voy a la segura. -metí mis manos a los bolsillos de mi chaqueta y sentí algo dentro.

-Como le digo ya le pasará.

El taxista dio la vuelta en una curva.

-Le voy informando que ya estamos cerca a su destino.

No presté atención a lo último mencionado por el conductor, ya que encontré un folleto en mi bolsillo derecho que decía que por probar un "reloj moderno" estarían ofreciendo una pequeña cantidad de dinero. Tan desesperada por dinero no estaba o tal vez sí, porque solo tenía lo mínimo para el diario de mañana. Si le pido a mi madre es muy posible que me de dinero a escondidas de su marido, pero la última vez que lo hizo termino con un golpe en la cara. Desde entonces este hombre cuenta centavo por centavo para asegurar de que no reciben más de lo que él quiere que aprendan.

Miré la hora en mi celular y estaba a tiempo para llegar, pero la zona era peligrosa. Quedaba cerca de mi universidad y otra muy famosa que era nacional, por ello conocía los no tan buenos sucesos que habían pasado ahí a esas horas de la noche.

-Disculpe, ¿me podría llevar a la siguiente dirección? -le mostré el folleto.

-Permítame - sostuvo el folleto para poder leerlo mejor y se acomodó sus lentes- Desde luego, pero mirando la hora ¿no le parece peligroso? Recuerde que le prometí al joven dejarla segura en su hogar.

-Necesito el dinero para cubrir mis gastos, por ello me arriesgo. Será poco, pero lo necesito. -dije sobando mis dedos. Siempre lo hacía cuando estaba nerviosa.

Solo obtuve una mirada de pena.

- ¿Cuánto me cobraría el viaje completo? -pregunte con la intención de qué quitará aquella mirada de lástima de mí. No me agradaba que la gente sintiera eso respecto a mí.

-Bueno, normalmente cobró diez de ida, pero pienso acompañarla también de venida. Así que le dejo ambos viajes a diecisiete. -sonrió.

Me sorprendió que cobrará tan poca cantidad de dinero, pues yo hubiera apostado que cada viaje costaba más que eso. Entendí lo que pasaba.

-Señor no hay necesidad de reducir la tarifa, le pagaré lo justo y… -me interrumpió.

-No, nada de nada y no. Yo le quiero cobrar así. Es mi decisión. Vamos.

Me detuve a verlo.

-Muchas gracias, enserio. Y, ¿no tendrá problema en esperarme unos minutos?

-Claro que no. Como le dije tengo una hija y si ella fuera usted en este momento, pues me gustaría que la tratarán igual. Con respeto y que la cuidarán. Además, le jure por mi mamá a su amigo que la protegería, eso haré. Luego, mi madre me jala de las patas si uso su nombre en vano.

-Muchas gracias. Este viaje es adicional, por ello no lo sume a la cuenta de mi amigo- aclaré por cualquier cosa- Yo se lo pagaré inmediatamente me den el dinero en la prueba. -felizmente aun pagándole me sobraría otro poco de dinero.

-Claro. Terminaré aquí el primer viaje. -le envió el costo final a Alessandro- Listo, empecemos con el segundo viaje.

Y recordé una frase de mi papá "La fe de este mundo se basa en la poca gente buena que le queda" y pensé en este taxista. Le deseo lo mejor.

EN LA HABITACIÓN DE ALESSANDRO

Una ducha, eso necesito. Quitarme este estrés de alguna forma u otra.

-Maldita la hora en la que moriste papá, ¿por qué tan pronto? ¿Tengo que soportar a mi mamá borracha todos los días? No debí volver. Debí quedarme por ahí vagando. Sin problemas. Pensé que sería lo suficientemente fuerte para enfrentar todo lo que pasaba acá, pero ¡NO PUEDO! No puedo papá, no puedo. Mamá no es la misma desde que moriste. Ella se perdió en su mente, se olvidó que tenía un hijo, me olvidó por completo y es que, te extraño. Extraño mi niñez junto a ustedes dos. Cuando estábamos completos y éramos felices.

-Maldita hipocresía es la que cargo desde que moriste. Mamá se volvió en una perfecta mentirosa, pues sonríe de día y de noche vuelve con otro y otro hombre. No es justo, no es justo, ¡NO ES JUSTO QUE ME HALLAS DEJADO SOLO CON TODO ESTO! Papá solo vuelve abrazarme. Solo pido un abrazo tuyo, solo eso, por favor. Te lo suplico.

Mis lágrimas caían a la par de las gotas de agua de la regadera. Esto les daba la libertad de perderse y no ser notadas. Suspiros y sollozos se escuchaban como ecos en el baño, pero felizmente solo los escuchaba yo. Mi dolor, solo mío.

Luego viene ella y pienso en que frágil se ve. Debo protegerla y comprender qué es esta fuerza que hace que quiera hacerlo es difícil.

Quería decirle que me he enamorado de todo lo que ella fue, es y será. Por lo menos así lo entiendo yo, ya que no encuentro otra forma de explicarlo. Quería gritarle lo que siento, pero también tiene sus problemas y siento que la agobiaría con esta confesión. Inclusive no notó que al final no le dije él porqué la cité hoy. Espero no lo recuerde.

Me imagino lo estresada que debe de estar y me pongo a pensar que yo también cargo con estrés a diario. Al final del día siempre tenemos algo igual, pero no sería un buen tema de conversación "el estrés". Generaría más de lo mismo, estrés.

EN OTRO LUGAR DE LA CIUDAD

- ¡No seas exagerado! Es que para ti esos cuantos billetes no serán mucho, pero a mí me servirán para pagar los medicamentos de mi madre. Enserio si yo pudiera iría, pero tengo que recogerla como te dije. Además, no creo que sea mucho tiempo un par de minutos. Sin embargo, también entiendo el tema del lugar. No te preocupes Lucas. -tomó el folleto de mi mano y cabizbajo siguió su camino.

-Julián, perdón… - Me sentí mal.

-No te preocupes. Entiendo.

Sabía la situación económica de Julián y todos los demás problemas por los que pasaba a diario. Pensé, entonces, en que siempre su vida ha sido difícil y comprendí su urgencia.

Bueno mira. Hagamos lo siguiente, ¿trajiste tu carro?

- ¡SÍ!

-Perfecto. Entonces llévame hasta el lugar, hago la prueba, después me voy a mi casa y mañana te doy el dinero. ¿Te parece?

-Claro, es un buen plan. Apurémonos que mi madre me debe de estar esperando.

-Entonces vamos.<

-Muchas gracias. - sonreía de nuevo.

- ¡Espera!

- ¡¿Qué?! -Julián se había espantado por mi grito.

-Tengo que cambiarme. Ahorita vuelvo. -le di la espalda y me dirigí a los camerinos.

Una vez estuve listo fui con Julián. A pesar de que fuera con él en su auto, me sentí inseguro. Solo esperaba que al salir de la prueba o al llegar no sucediera nada malo.

En el camino al lugar Julián solo volvió a mencionar un par de veces que tenía que llegar rápido para poder recoger a su madre. También me dijo que tenía una cita con el doctor de esta y no quería escuchar nada malo, por ello se preocupaba demasiado. Solo le dije que no piense mucho en eso, que maneje tranquilo hasta llegar, tenga la cita, recoja a su mamá y vayan a casa tranquilos.

-Vas a ver que no te dirán nada malo y tú mamá se sentirá mejor pronto.

-Eso espero. -dijo nervioso.

-Tranquilo. Te aseguro que será así. La última vez que la vi estaba mejor.

Pasaron unos minutos y ya habíamos llegado al famoso lugar. Se veía muy bien. Mejor de lo que esperaba. Me sorprendió no haber visto este lugar antes. Si bien no quedaba muy a la vista del público su diseño seguía siendo espectacular y notable.

Había pasado tantas veces por la vereda del frente, tan cerca, y no lo había notado. Pensé en que cuando vuelva mañana a la universidad caminaría por esa vereda y no la del frente, porque quería volver a ver el edificio.

Me despedí de mi amigo quien antes de arrancar el auto miró a ambos lados y sin prestarle la más mínima atención al hermoso edificio que tenía al frente solo se marchó. Su mente estaba en otra cosa más importante, su madre.

Me encontraba parado frente al edificio y al ver la presencia de muchas personas a mi alrededor me sentí seguro. El hecho de que las calles no estuvieran vacías o en silencio era un gran indicador para alguien que tenía miedo de ser asaltado como yo. Y aunque es costumbre presenciar este tipo de delitos por estas zonas, uno seguía sintiendo temor. Saqué la parte superior de mi celular de mi bolsillo para poder ver la hora disimuladamente. "A tiempo", dije.

"Ya estoy adentro" -pensé

EN EL TAXI DE DIANA

-Señorita ya vamos a llegar y según yo ese debe ser el edificio. -lo apuntó con su dedo.

-Se ve bien. Algo elegante tal vez.

-Si. Sinceramente pensaba que sería un lugar visualmente menos agradable. Usualmente son antiguos y desagradables los lugares donde se ponen a prueba productos que nadie conoce, pero este parece querer marcar la diferencia.

Mientras terminaba de decir lo último se estacionó frente a un restaurante que quedaba en otra esquina, ya que estaba iluminado y rodeado de gente. Las probabilidades de ser asaltado eran menores.

-Prenderé las luces de emergencia por si la poli pasa y quiere hacer preguntitas indeseadas.

-Bueno. Gracias por traerme. Regreso pronto.

-Con cuidado. Me pondré a leer un periódico o tal vez pida algo para comer. Yo ya veo que hago para perder el tiempo. La espero.

Asentí y bajé del carro para dirigirme al lugar. Tenía el folleto en mi mano como si fuera un boleto, porque en sí me permitiría reclamar por cualquier cosa el dinero. Lo más importante.

Estando ya frente a frente al lugar pensé: "Entonces... avanza". Y coloqué un pie en una de sus escaleras y así sucesivamente hasta llegar a la entrada.

-Tengo el presentimiento de que una vez que ingrese algo grande ocurrirá y cambiará mi vida -dije estando ya frente a la puerta- Da miedo, pero aún así quiero hacerlo.

Entré.

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