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Capítulo 6: Una nueva (vieja) amiga.

— ¿Podías explicarme cómo funciona el almacenamiento?— preguntó Sophie.

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EL ALMACENAMIENTO ES UN ESPACIO DE 99 METROS CÚBICOS DONDE EL TIEMPO NO PASA, ASÍ QUE SE PUEDEN ALMACENAR ALIMENTOS SIN PREOCUPACIONES.

LAS CASILLAS SON LAS CATEGORÍAS EN LAS QUE SE PUEDEN DIVIDIR LAS COSAS ALMACENADA PARA FACILITAR LA BÚSQUEDA MANUAL, COMO ROPA, COMIDA, ARMAS, EQUIPO, Etc.

PERO, ES MÁS EFICIENTE SI SOLO LE PIDE AL SISTEMA LO QUE NECESITA.

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Asintió para mostrar que entendía.

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TAMBIÉN LE INFORMO QUE BASTA CON PENSAR LAS ORDENES PARA EJECUTARLAS.

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— No pareceré esquizofrénica frente a los demás, eso es bueno, así no me verán venir.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------¿ACABAS DE ADMITIR QUE ESTÁS LOCA?

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— Pero loca divertida.

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¿SEGÚN QUIÉN?

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—Según tu jefe.

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… BIEN.

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Conforme con la conclusión, fue hasta donde había dejado ayer una cesta con galletas para Agatha, levantó la tela que las cubría y encontró galletas de centeno 100% sin calorías.

Las arrojó por la ventana.

Talvez algunas aves estarían a punto de morir de hambre y se arriesgarían a comérselas.

No es que estuvieran malas, pero difícilmente eso pasaría por comida, al menos no por comida humana.

Bajó a la cocina y se puso el delantal lista para trabajar.

Stefan la miró desde la mesa como si le acabará de crecer una segunda cabeza.

Supongo que no podría entender que hacía su hija con un vestido tan "indigno" de su "categoría", como lo habría llamado la Sophie original.

Pareció relajarse cuando la vio sacar avena, probablemente esperaba otro desayuno apenas digno de ese nombre.

El pobre tomó un sorbo de café, cuando vio como su hija alcanzaba el recipiente con las chispas de chocolate y añadía a la mezcla que estaba preparando una cantidad generosa, casi se atraganta.

No se recuperó por completo hasta que Sophie tuvo las galletas en el horno y comenzó con los panqueques de frutas.

Se le quedó viendo todo el proceso de preparación.

—Al menos vigila el horno, ya que insistes en seguir viéndome trabajar con ojos de lechuza – comentó rodando los ojos sin dejar de atender la sartén, tenía una segunda con huevos y tocino.

Stefan se sacudió la sorpresa y, sin saber a dónde mirar luego de ser regañado por su propia hija por segunda vez, estuvo vigilando el horno como le pedía.

Todavía volteaba a ver a su hija a veces, preguntándose si debería llamar al doctor, al psiquiatra o al exorcista, pero pronto lo olvido todo cuando comenzó a llegarle el olor de un verdadero desayuno que no había olido en su casa desde hacía 5 años.

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Con una nueva y mejorada merienda, Sophie ascendió la colina de Graves Hill con esfuerzo, eran 2 kilómetros y esa colina para llegar a la casa de Agatha, sintió el ardor en los muslos y el dolor en el costado.

Tenía que subir su resistencia si o si, ¿o era fuerza?, no creía que fuera destreza.

"¿Alex?"— llamó en su mente.

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RESISTENCIA PARA EL DOLOR DEL COSTADO Y PARA REGULAR TU RESPIRACIÓN.

FUERZA PARA EL DOLOR DE PIERNAS.

CARISMA PARA QUE SEAS UNA BELLEZA CURVILÍNEA O MÁS RESISTENCIA PARA UNA FISICOCULTURISTA.

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Mientras desvariaba sobre sus estados, llego a la verja del cementerio, la traspasó y llegó frete a la desvencijada cabaña que tenía toda la apariencia de estar a punto de derrumbarse en cualquier momento, y llamó a la puerta teniendo cuidado de no ser la causa.

— Vete - respondió una voz áspera.

— Esa no es manera de hablarle a tu mejor amiga - objetó Sophie humildemente.

— Tú no eres mi mejor amiga.

— ¿Entonces quién es tu mejor amiga?

— No es de tu incumbencia.

Sophie respiró profundamente.

— Lo pasamos muy bien ayer, Agatha. Pensé que querrías repetirlo.

— Me teñiste el pelo de anaranjado.

— Pero lo arreglamos, ¿no es verdad?

— Siempre estás probando tus cremas y pociones conmigo, solo para ver cómo funcionan.

—Fue solo una sesión de belleza que salió mal - replicó Sophie - No es para tanto, ¿o sí?

— Nunca seré tan bonita como tú.

— Agi eres hermosa, solo tienes que aceptarlo para que todos puedan verlo también.

Tras decir eso, solo se escuchó silencio dentro de la cabaña.

Sophie miró por un hoyo en la puerta, como lo temía, la pobre niña estaba en shock.

— ¡Traje de galletas! ~ - dije con voz cantarina y melosa para arreglar un poco el cerebro de su amiga.

Funcionó.

Agatha se descongeló al oír la mención de dulces gratis, pero casi inmediatamente entrecerró los ojos con sospecha.

— ¿Son galletas de verdad o las hiciste tú?

Sophie percibió el movimiento por el rabillo del ojo y de la nada se vio cara a cara con el personaje responsable de mover la trama de este mundo, de evitar que los protagonistas murieran a media historia, el verdadero héroe de ese libro y el mejor gobernante del bosque.

El gato Muerte.

— ¡Suaves y mantecosas, como a ti te gustan!

El gato bufó mientras se acercaba sigilosamente, listo para ver sangre.

—¡Agi! ~ - cantó con pánico - ¡tienen chispas de chocolate!

Otro bufido, está claro que el gato no se cree que la rubia mini modelo lleva una canasta de carbohidratos vacíos y para colmo le agrego más grasas.

— Dirás que tengo mal olor.

— No tienes mal olor.

— ¿Entonces por qué lo dijiste la vez pasada?

— ¡Porque la vez pasada tenías mal olor! Agatha, tu gato quiere sangre y yo no quiero dar la mía…

— Percibirá tus motivos ocultos.

— O el tocino que ahora me arrepiento de haber incluido – dijo más para sí misma.

El gato mostró las zarpas.

— ¡Agatha, abre la puerta!

El animal se abalanzó hacia su rostro.

Sophie gritó.

Una mano se interpuso entre ellos y derribó al felino.

Sophie levantó la mirada.

— Muerte se quedó sin pájaros - explicó Agatha.

Su horrible mata de cabello negro parecía estar embebida en aceite. El vestido negro y descomunal, sin forma, como un saco de papas, no logró ocultar la piel extrañamente pálida y los huesos prominentes. Del rostro hundido sobresalían unos ojos saltones.

— Creí que iríamos a caminar - dijo Sophie.

Agatha se apoyó sobre la puerta.

— Aún intento entender por qué eres mi amiga.

— Porque eres dulce y graciosa - sugirió Sophie.

— Mi madre dice que soy resentida y malhumorada - objetó Agatha - Así que alguna de las dos está mintiendo.

Extendió la mano para tomar la canasta de Sophie y sacar la servilleta.

A Agatha casi se le salen los ojos y Sophie pudo apreciar como su boca formaba una «O» perfecta.

Extendió la mano para cerrar la mandíbula de la pobre niña, después de ver que perdió la capacidad de hacerlo por sí misma.

Agatha volvió en sí y la miro como su padre cuando la vio haciendo esas mismas galletas esta mañana.

— Ninguna miente - continuó la conversación anterior – también eres resentida y malhumorada – se encogió de hombros – pero los defectos no opacan las virtudes, solo las resaltan.

Concluyó con las manos en la espalda y un tono poético.

Agatha rodó los ojos, pero Sophie logró ver una sonrisa.

— ¿Entonces no podemos dar una caminata? - preguntó Sophie.

Agatha vio el rostro compungido de su amiga.

Como si Sophie deseara esa caminata tanto como ella.

— Una caminata corta. — Agatha marchó delante de ella. — Pero si dices algo petulante, estirado o frívolo, haré que Muerte te siga hasta tu casa.

Sophie corrió tras su amiga.

— ¡Entonces no podré hablar de nada!