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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 24. Demonio travieso

| | A R T H U R | |

Una vez que la peli naranja se fue, me acerqué con pasos lentos y temblorosos a Nick, que una vez se percató que me aproximaba, se giró saludándome haciendo un ademán.

— ¿Qué tal tu día? —bajé la mirada cuando sus ojos se encontraron con los míos.

— Bien... —comencé a jugar nerviosamente con mis manos.

¿Qué se supone que debía decir?

Permanecimos callados un rato que aunque se sintió largo, en realidad fue corto y durante ese tiempo en que mantuve la mirada en mis pies, sentí la suya clavada con asomo. Saber que sus ojos maliciosos me tenían en la mira, hacía a mi cuerpo estremecer.

— Entonces, vámonos —restándole importancia a mi claro gesto de desazón, se encaminó por la acera dejándome atrás.

Lo seguí casi de inmediato, manteniéndome a una distancia que me otorgara un poco más de serenidad, pues caminar a su lado me ponía demasiado inquieto de sólo pensarlo.

No podía evitar que mis ojos se alzaran de vez en cuando mirando su cuerpo. Era tan alto y su cuerpo tan atlético que sería difícil de creer que se trataba de un estudiante de preparatoria si no fuera por el uniforme.

Al ver su espalda, mi cuerpo revivió la sensación de mis uñas rasguñando su cuerpo hasta abrirle la piel mientras su virilidad me embestía sin piedad.

Mi cuerpo se agitó y me golpeé mentalmente al recordarlo.

Llegamos a casa caminando y ninguno dijo ni una palabra en todo el camino.

Dejó las llaves en la mesita junto a la puerta y arrojó su mochila a un lado. Sin decir nada, caminó hacia su habitación, desabotonando su camisa en el camino, adentrándose en el aposento sin cerrar la puerta, quedando expuesto a mi vista.

Lo observé detenidamente quitarse la prenda, desnudando así su torso mientras me daba la espalda acaparada de rasguños hechos por mis propias uñas que a causa del placer, se hundieron en la carne con desesperación, abriéndola como respuesta a la gran estimulación que mi cuerpo atravesaba en ese momento.

Se me aceleró el corazón debido a mi sobresalto y atracción por lo que veía y cuando noté que se desabrochaba el cinturón para despojarse de sus pantalones, me di la vuelta inmediatamente, contraído.

Tras unos breves momentos, Nick salió del cuarto para dirigirse a la cocina, pasando detrás de mí que me había quedado en la misma posición sin moverme.

— Voy a pedir comida, ¿te parece? —se dirigió a mí, levantando el teléfono.

— Ah, sí... —respondí torpemente jugando nerviosamente con mis dedos.

Nick aparentó indiferencia por mi comportamiento extravagante y ordenó sushi. No sabía que le gustara y yo tampoco lo había comido antes, así que no me quejé.

Mantuve la mirada clavada en el piso, observando mis pies y me fui al dormitorio para cambiarme. Está de más decir que, a diferencia de él, decidí cerrar la puerta, no sólo porque me daba pena, sino por precaución.

Me demoré lo más que pude a propósito, retirándome las ropas lentamente y evitando que mi dolor de espalda se acentuara.

Cuando terminé, dudé en salir y estar a solas con él. ¿De qué hablaríamos? ¿Cómo debía comportarme? ¿Hacer como si no pasara nada? No podía, no quería solo sentarme y mirarlo mientras esperábamos la comida, así que pensé en irme al baño.

Abrí y rápidamente me encerré ahí, pasando de un momento a otro del dormitorio al sanitario sin mirar a mi hermano.

Pasaron unos minutos y me di cuenta que no podía seguir quedándome mucho tiempo ahí. Me quedé sentado sobre la tapa del escusado, agitando mi pierna por ansiedad sin poder contenerme.

Se me ocurrió bajar la manija y que se escuchara cómo se vaciaba el tanque. Mi ojos se cruzaron por casualidad con la puerta, deteniéndose frente a esta al notar una sombra debajo, más precisamente, de un par de pies que se proyectaban gracias a la luz del otro lado.

Abrí los ojos abruptamente.

¿No será que... Nick estaba acechándome?

Tocó un par de veces de manera suave, estremeciéndome.

— ¿Arthur? La comida ya casi está aquí —me levanté rápido y abrí el grifo mojándome las manos.

— ¡Y-ya voy! —respiré hondo antes de abrir la puerta —. Perdón, ¿querías usar el baño? Creo que algo me cayó mal y... —En cuando abrí, casi choqué con su pecho que apareció abruptamente frente a mi cara. 

Alcé la vista, encontrándome con una expresión dominante que me hizo callar.

En sus labios se dibujaba una ligera sonrisa, una fingida y sus entrecerrados ojos negros me observaban con sospecha.

Trague saliva instintivamente y bajé mis ojos de los suyos a la altura de su barbilla y cuello. Puso una mano sobre mi cabeza y no pude evitar encogerme.

— Vamos a comer —sugirió calmadamente a lo que sólo pude asentir.

Nos sentamos en el comedor circular, uno frente al otro. La incómoda atmósfera manifestada entre ambos sólo parecía afectarme a mí, mientras que él estaba como si nada desempacando los mariscos para comerlos con ayuda de los palillos.

— ¿Podemos... ? —alzó su rostro para verme—. ¿Podemos encender la tele? —Lo miré a la altura de su barbilla y vi en sus labios ensancharse una sonrisa.

— Claro, veamos que hay —terminó poniendo un programa donde se transmitía un reality show.

El ruido de la transmisión me ayudó a relajarme un poco.

Comí en silencio sin levantar la cabeza y en algún punto, alcé mis ojos con curiosidad mirando a Nick con el mentón apoyado en la palma de su mano, contemplando la pantalla con aburrimiento al pasar los programas entre los que había reality shows, noticias sobre infidelidades, novelas y esas cosas.

— Que montón de mierda —exclamó cambiando de canal con el control a la mano—. La televisión sólo transmite basura hoy en día, ¿no crees? —Bajé la vista sin decir nada.

Al cabo de unos segundos, volví a mirarlo discretamente y cuando lo hice, él estaba en la misma posición de hace un momento, pero con sus ojos volteados hacia mí.

Me dio un pequeño susto y no quise intentarlo de nuevo.

Vimos las noticias mientras comíamos, nada interesante en realidad y cuando terminamos, limpié la mesa, apagó el televisor y ambos nos dispusimos a hacer la tarea en silencio, bueno, al menos yo. Nick permaneció en su asiento con la mirada clavada sobre mí.

El ser observado tan fijamente me tenía tenso; así que intenté restarle importancia fingiendo que no me daba cuenta de su mirada y centré mi atención en mi cuaderno abierto.

Transcurrieron unos pocos minutos hasta que escuché su voz.

— Arthur —mientras escribía arduamente las operaciones matemáticas en mi libreta sin entender nada, respondí con un simple "¿Hm?" que sonara interesado sin despegar mi vista de la hoja de papel.

Repentinamente, su mano atrapó la mía con firmeza deteniendo mi labor de seguir escribiendo.

Me exalté al instante.

La tensión de mi cuerpo hizo que mis ojos viajaran hacia la altura de sus hombros, donde mi línea de visión abarcaba parte de su torso y cuello.

— ¿Qué pasa contigo? —¿En serio estaba preguntándomelo? Era más que obvio que me sentía incómodo.

— Y-yo... —pensé que era la oportunidad perfecta para hablar, para atreverme a preguntarle las cosas que quería saber. Había tanto que aclarar.

Tantas cosas, que no sabía por dónde empezar. Me asustaba la posible conversación que pudiéramos tener. No quería que termináramos discutiendo y que eso nos apartara, definitivamente no quería eso, pero…

— Mírame —demandó con serenidad y aunque hice el esfuerzo, aún no podía mirarlo a los ojos. 

Llevó su mano detrás de mi cabeza con la que sostuvo mi nuca. El ligero apretón que me dio, fue suficiente para obligarme a levantar la vista.

Sus atractivos pero intimidantes ojos fijos en los míos con seriedad me causaron un denso escalofrío que recorrió mi todavía adolorida espalda.

— No me digas que fue porque tuvimos sexo —mi rostro enrojeció hasta las orejas cual tomate con esa palabra.

Y lo dice como si nada.

Debido a mis nervios, mis labios comenzaron a temblar y de ellos salían balbuceos incoherentes.

Él, por otra parte, pareció divertirle mi reacción, incluso causándole ternura, hasta que respiré hondo y me levanté haciendo que sus manos me soltaran.

— ¡Sí! —alcé la voz, abrumado por la vergüenza—. T-tú... Es que no puedo entender por qué lo hiciste.

— ¿Qué no entiendes?

— ¿Es una broma? Lo que hicimos... No debió pasar —me abracé a mí mismo como una forma de consuelo—. ¿Por qué parece que a ti no te importa?

— ¿Qué?

— Actúas como si nada hubiera pasado, como si fuera algo normal. Me... Me tomaste sin mi consentimiento y sin ninguna explicación —. Transcurrió aproximadamente un minuto de silencio donde sentí que me observaba severamente analizando mis palabras, pero decidí no voltear.

— ¿Y eso te molesta? —sus palabras me golpearon con impacto—, porque parecías estarlo disfrutando.

Tragué saliva, atónito.

— Nick, soy... Soy tu hermano —su falta de respuesta comenzaba a inquietarme—. Sólo dime algo: ¿te arrepientes? —Escuché las patas de su silla arrastrarse en el suelo tras ponerse de pie.

— ¿Arrepentirme? —comentó finalmente—. ¿Cómo podría arrepentirme de haber sido yo el que te quitó tu virginidad?

— ¿Qué?

— Al contrario, puedo decir que haberlo hecho me llena de felicidad.

— ¿P-por qué? —comencé a retroceder arrastrando los pies como si fueran pesadas piedras.

— He jurado vivir sin arrepentimientos, hermano —su respuesta fue suficiente para desconcertarme y él pareció darse cuenta de eso, pero no le tomó importancia y continuó mientras seguía acortando la distancia, hasta que sentí que no debía retroceder más—. Arthur, en este mundo, las cosas que se prohíben son las más grandes tentaciones anheladas por el hombre y que por más que lo nieguen, los humanos solo reprimen sus más bajos instintos porque temen ser castigados. De miles, sólo algunos se atreven a hacer lo que la mayoría sólo sueña y a pesar de que después existe el arrepentimiento, nadie puede negar el placer que otorga caer en las redes del pecado; ya sabes... Hacer cosas que se supone que no debes: cosas como tocar lo intocable, hacer lo impensable —dio un par de pasos hacía mí y permanecí sin poder retroceder, totalmente absorto—. Pero esas reglas, sólo se aplican para los humanos, no para los dioses... ni los demonios.

Sus palabras me helaron la sangre.

Nick me observó, repasándome con la mirada de arriba a abajo, alzando con burla sus comisuras en el acto, soltando una diminuta carcajada cuando sus ojos volvieron a los míos.

— Y al parecer, no soy el único.

— ¿Eh? —me atrapó repentinamente de la cintura juntando nuestros vientres, seguido de una sonrisa esbozada con soberbia— ...No es cierto —. Intenté negarlo a pesar de la debilidad en mi voz.

Su otra mano sostuvo mi cara, apretando suavemente mis mejillas.

— ¿Sabes algo? Una de las muchas cosas que odio es que me mientan, me doy cuenta cuando lo hacen y siempre encuentro la forma de sacarles la verdad, de hacer que digan lo que quiero escuchar —. Sus dedos descendieron con gracia por mi quijada, colocando sus dedos alrededor de mi cuello— y tú, eres como un libro abierto para mí.

Tragué en seco con el corazón palpitando desbocado en mis adentros.

— N-Nick... —me paralicé del susto cuando mi hermano mayor, agarrándome fuerte de la cintura, me levantó bruscamente colocándome boca arriba sobre la mesa tras apartar los útiles y libros sobre ella que cayeron ruidosamente en el suelo.

Jadeé escandalizado.

— Volveré a decirlo solo por si acaso... No me arrepiento de haber follado tu culo virgen —estaba asustado por lo que pensé tenía planeado hacerme, hasta que depositó un cariñoso beso en mi frente, un beso que recibí con timidez y confusión.

Más calmado, lo observé.

La mínima distancia entre nuestras miradas me ayudó a darme cuenta de algo fuera de lugar:

«¿Está enojado?» Fue lo primero que pensé y la idea me asustaba, pero tras mirarlo atentamente el tiempo suficiente, pude darme cuenta que se trataba de algo más: algo en él era diferente, específicamente, algo en sus ojos lo era.

En ellos, resplandecía un débil destello de irritabilidad que delataba su frustración pese a ser opacado por una fina capa de demencia.

Muerto de curiosidad por conocer sus motivos, forcé a mi mente a recordar algún detalle, cualquier pequeña cosa del día anterior que me diera alguna pista del radical cambio en su actitud.

No se me ocurría una razón que me ayudara a entender lo que lo llevó a hacerme aquello, pero al menos, quería conocer lo que le estuviera causado su extraño humor.

Tal vez me haya mostrado un lado suyo bastante cuestionable que aún me abrumaba, pero eso no significaba que fuera incapaz de preocuparme al ver a la persona más fuerte que conozco con algo que le molestara.

Con todo y mi cuerpo adolorido y vulnerable, entre abrí mis labios dejando escapar mi voz, formulando uno de mis tantos pensamientos.

— Nick, ¿pasó algo? —parpadeó con singularidad. 

Su expresión me daba a entender que no había entendido del todo mi pregunta.

— Ayer, después de que te fueras, ¿te sucedió algo? Digo, cuando regresaste del baño, te veías como si... —ni siquiera tenía idea de cómo describir la cara que tenía cuando lo vi.

— ¿Cómo si hubieran tratado de matarme? —quedé helado por sus palabras, pero él simplemente se rió divertido.

— Ja, ja... No te preocupes por tonterías. Cambiando de tema... —un suave toque de su dedo en mi entrepierna fue suficiente para hacerme vibrar de la sorpresa. 

Lo miré nervioso mientras él me dedicaba una reconfortante mirada, como si estuviera pidiéndome permiso para proceder.

— Parece que fui un poco rudo contigo ayer, hermanito —su cuerpo descendió sobre el mío hasta que su rostro se encontró a la altura de mi pelvis sin apartar sus ojos de mí. Tragué saliva y mis manos empezaron a temblar con ansiedad—. Te lo compensaré.

Escuché bajar mi cierre y sentí mis boxers siendo retirados lo suficiente para que mi miembro saliera a la luz.

— ¡Ah! ¡Espera, espera! Por favor, espera... —contemplé con morbo a mi hermano mayor relamerse sus labios tan sensualmente que me quedé mudo—. ¡Ah! —Repasó su lengua a lo largo de mi falo, desde los testículos hasta el glande en una lamida larga y caliente que enseguida hizo endurecérmelo como una roca, sin apartar sus ojos de los míos ni un sólo segundo.

Su mano masajeó mis genitales con delicadeza, introduciéndose todo mi pene en la boca de golpe, lo que me hizo retorcerme excitado.

Las caricias dadas en mi parte baja con tanto mimo y su caliente lengua envolviendo mi miembro me había calentado como si me encontrara dentro de un horno.

Escandalizado por mi estado, introduje mis dedos en su cabellera para intentar alejarlo.

— ¡N-no! Para... Por favor, detente —los gemidos no me permitían hablar claramente.

Una fuerte succión de su parte me hizo echar la cabeza para atrás por la corriente de placer que se adueñó de mis partes bajas.

Estaba succionando muy fuerte y lo hacía tan bien... Mi miembro estaba completamente mojado. No sé cuanto tiempo más iba a aguantar, pero estaba a punto de...

— ¡Nick! Por favor... ya no... ¡Hah! —me derretí de placer liberando desbocadamente mi semen en la boca de Nick. Sentí el líquido caliente invadir su cavidad y no tardó en tragarse la mayoría mientras que el resto escurría por mi miembro hasta la base y a lo largo de su barbilla hasta su mentón.

Me tomé un momento para respirar agitadamente desplomándome sobre la mesa. Mis piernas vibraban simbolizando el éxtasis que mi cuerpo acababa de experimentar. Estaba tan absorto en la regulación de mi ritmo cardíaco que me tomó por sorpresa el hambre con el que Nick aprisionó mis labios.

Gemí atropelladamente y junté mis párpados con fuerza al saborear la viscosidad de mi propia esencia dentro de su boca. La semilla espesa y cálida sobresalía y se derramaba de entre nuestros labios, formando sonidos morbosos gracias a nuestro contacto labial en constante movimiento.

— Saboréalo, es tu semen —susurró sobre mis labios con su lengua al aire tras haberla repasado a profundidad en mi interior.

Nuestras lenguas permanecieron conectadas por el puente de saliva entre ellas. 

Lo miré con delirio a los ojos que brillaban de lujuria mientras jadeaba calmando mi ritmo cardíaco.

Nuestras miradas permanecieron conectadas durante eternos segundos hasta que Nick se echó para atrás, retirándose de encima.

— Deberías descansar mientras puedas. Entre menos te muevas mejor —se fue a la habitación dejándome con mi desastre atrás y cerrando la puerta.

Un momento estaba tranquilo y al siguiente era impredecible. Iba a terminar matándome de los nervios.

Me acomodé la ropa y recogí mis útiles acomodándolos nuevamente sobre la mesa.

La intriga de saber lo que estaba haciendo Nick en el cuarto me hizo dar un ligero vistazo a la puerta y me di cuenta que no estaba completamente cerrada.

Me aproximé con pasos ligeros y me asomé, viéndolo sentado en la cama hablando por teléfono.

— ¿Te pagó todo? Eso fue rápido... Ja, lo sé, Wendy —otra vez ella—. No es para tanto, sabes que puedes llamarme si necesitas algo... Sí, te veo mañana... Adiós... —Colgó. 

Permaneció sentado a la orilla de la cama sin moverse como si su mente continuara en la llamada terminada. Segundos después, sonrió para sí mismo, como si acabara de tener una gran idea.

Marcó un número llevándose el teléfono a la oreja y habló con su típica voz sombría pero burlona.

— Soy yo... ¿Recuerdas al tipo que te ordené que vigilaras...? Sí, el de hoy. Tengo un trabajito para ustedes: si vuelve a acercarse a Wendy Winter, asegúrate de que sufra antes de matarlo lentamente, ¿quedó claro? Cuando terminen, envíame las fotos, ¿sí?

Mierda, siento que es algo que no debí haber escuchado.

— Arthur —brinqué sobre mi sitio y casi se me salió el corazón por la garganta cuando me llamó, sin siquiera haber volteado.

Abrí la puerta tembloroso, revelando mi presencia.

— P-p... Perdón. No quería espiarte, es que... Me preocupé —esperé que me respondiera con enfado por invadir su privacidad y me preparé para escuchar una voz cabreada.

— ¿Preocupado? —exclamó con gracia —. Ha pasado tiempo desde la última vez que lo escuché.

Sin pensarlo mucho, me fui acercando precavidamente hasta que se giró mostrándome un rostro apacible, al mismo tiempo que me invitó a sentarme a su lado y yo acepté sin inconveniente alguno.

De repente, me calmé.

— Mi familia, el clan Hellsing —aclaró—, siempre se preocuparon mucho por mí, sin importar la sangre, el sudor y las lágrimas que tuvieran que derramar; tanto propia como ajena, cuidaron de mí. Así que decidí que me volvería un hombre fuerte y audaz para que no volvieran a preocuparse por mí —. No comprendía el repentino ataque de sinceridad, pero no lo cuestioné. El hecho de que quisiera hablarme de algo importante como su pasado, hacía que mi corazón rebosara de felicidad.

Hace poco, me había percatado del miedo que sus atroces actos y palabras sembraban en mí. No iba a negarlo, pero eso tampoco opacaría mi cariño hacia él.

— Estoy feliz de que estés aquí —se acercó cariñosamente y estuve a punto de echarme para atrás cuando pensé que haría otra de sus travesuras, pero sólo me abrazó haciendo que ambos nos dejáramos caer hacia atrás para terminar acostados.

— Eh, Nick... —hablé con nerviosismo.

— Por favor, abrázame —por un momento presentí que estaba alucinando.

Nick... ¿Qué es lo que te estaba molestando tanto?

| | J O R D A N | |

Pasaban de las nueve de la noche y la oscuridad había cubierto el cielo junto a unas pocas estrellas.

Llegué conduciendo a mi casa, ubicada en una zona alejada del centro de la ciudad, pero cerca de la carretera.

Entré y encendí la luz alumbrando la sala principal. Era una vivienda blanca de dos pisos, un suelo tapizado de caras baldosas acomodadas en un patrón como un tablero de ajedrez. Elegantes objetos de vidrio y cerámica sobre los muebles adornaban los espacios abiertos de la casa como pasillos y rincones de cada habitación.

En las paredes blancas no colgaba ni una sola fotografía, permanecían vacías y limpias tal como me gustaba.

Habían pasado unos días desde la última vez que había estado aquí. Imaginé que estaría repleta de polvo, pero carecía de energía para preocuparme por eso ahora, además, no estaba de humor para pensar en la limpieza. Llamaría a alguien que lo hiciera después.

Tras una larga y muy ardua jornada de investigación y vigilancia en mi área de traficación, aventé la mochila en el sillón individual y me desplomé sobre el sillón negro de piel.

Joder, estaba deshecho...

Miré al techo perdidamente y mi mente viajó al pasado, más específicamente, al día anterior.

[ . . . ]

Después del día de mierda que tuve, esperaba poder descansar en alguna habitación de la mansión. Llegué a la alcoba en la que se me permitió quedarme y solía vivir cuando era un adolescente. Miré el interior y como siempre, seguía sin creer que la mansión Hellsing alguna vez había sido mi hogar.

Me retiré el saco sintiéndome aliviado como si fuera un enorme peso que agotaba a mi cuerpo por traerlo.

Estaba por acostarme en el sillón, cuando alguien llamó a mi puerta. Era una empleada del señor Hellsing.

— Em... Discúlpeme, joven Jones —se asomó tímidamente desde afuera.

— ¿Qué quieres?

— El joven amo necesita una toalla 

¿Otra vez?

— ¿No se supone que las almacenan en el mueble del lavamanos?

— Fui a revisar, pero no había ninguna. Estoy segura que las cambiaron esta mañana —como sospechaba... Seguramente el muy cabrón las escondió. No era sorpresa para mí, siempre hacía lo mismo adrede solo para que fuera con él. No era diferente de un niño caprichoso.

Que se joda.

— Llévasela tú —me doblé las mangas de la camisa blanca hasta mis antebrazos y procedí a deshacerme de la corbata, desabotonando los dos primeros botones.

— Me ofrecí, pero pidió específicamente que fuera usted y... y si no va, dijo que vendría a buscarlo —detuve mis movimientos.

Ese descarado era capaz de salir en pelotas y venir escurriendo hasta aquí solo para provocarme.

Resoplé irritado. De todas formas no podía darme el lujo de relajarme mientras estuviera en esta casa. Me traía malos recuerdos.

A los pocos minutos, me encontraba de camino al baño de la segunda planta con una toalla perfectamente doblada. Me paré frente a la puerta, escuchando el sonido de la regadera y el vapor empañar el cristal opaco de la puerta.

— Soy yo. Voy a entrar —abrí la puerta, cerrándola tras de mí para ingresar y colgar la toalla en el perchero de la pared muy cerca de la ducha, separada del resto del sanitario por una cortina blanca, casi transparente—. Si te hace falta algo, más te vale decírmelo antes de que me vaya.

En ese instante, la regadera dejó de sonar. Dirigí mi mirada por breves segundos hacia la regadera, enigmático por el silencio.

Debido al enfoque de la luz, su figura masculina se dibujaba como una sombra opaca a través del hule, resaltando su esbelta cintura y músculos tonificados. No le presté atención y decidí retirarme.

— Si eso es todo, me voy —una mano fiera saltó del otro lado atrapandome del brazo cual serpiente en plena caza.

Así como las palabras de reclamo formuladas en mi mente estaban por salir, se desvanecieron en mis labios cuando de un tirón, fui jalado con fuerza hacia dentro. Al atravesar la cortina, mi cintura fue atrapada por un brazo empapado y mi pecho fue pegado a uno desnudo empapado de cálidas gotas de agua. Su otro brazo lo puso a un costado de mi rostro, apoyando su mano en la pared.

Miré hacia arriba, encontrándome con los maliciosos ojos del joven demonio que atormentaba mi existencia. Esos molestos ojos negros, tan negros como su corazón.

— Te tardaste, Jordan —su cuerpo estaba caliente debido a la temperatura del agua y las innumerables gotas deslizándose por su rostro sonriente y el resto de su cuerpo solo hacía que la situación fuera más peligrosa para mí—. Comenzaba a impacientarme. Estaba a punto de ir a buscarte —. Mi ceño fruncido fue señal suficiente de mi enojo.

— ¿Qué quieres? Estás mojándome la ropa —le reclamé conectando mi mirada celeste con la suya.

— Que me hagas compañía.

— No. Estoy cansado y ahora, por tu culpa también estoy mojado. Déjame.

— No te hagas el tonto, Jordan. Sabes que es tu obligación obedecerme en lo que sea que te pida y complacer mis deseos, como esa vez —la mención de aquel suceso inolvidable me puso tenso y me llenó de abatimiento. — ¿Lo recuerdas? Ja, claro... ¿Cómo podrías olvidarlo?

Claro que no podía olvidarlo. A lo largo de mis ilícitos días, esa etapa de mi vida fue la primera que me marcó de verdad hasta por debajo de la piel, la que me hizo estremecer al colisionar todo tipo de emociones y produjo tantos escenarios diferentes en mi mente.

Pero no permitiré que lo sepa, jamás le haré saber lo mucho que me afectó.

Antes muerto.

— ¿Y eso qué? Fue algo irrelevante —tal y como mis años de conocerlo me permitieron deducir, mi comentario sacó a relucir unas venas sobre su frente que se marcaron en su rostro con seriedad.

Su forma de sostenerme cambió: su mano derecha, con la que tocaba la pared, me enganchó del cuello justo debajo de la quijada y el brazo que me abrazaba, liberó mi cintura para apresar una de mis muñecas. Me azotó en la húmeda pared donde le sostuve la mirada. Intenté retener el jadeo ahogado que me produjo el golpe.

— ¿Irrelevante, dices? Fue algo especial, Jordan y por mucho que lo niegues, no puedes mentirme a la cara —tenía razón, no podía, así que no iba a hacerlo.

— No fue más que un error de un joven tonto —distorsionó su expresión dando paso a una de enojo que me observaba con severidad.

Su reacción se debía más que nada a que no era una mentira, era la mera verdad, pero yo sabía que el verdadero motivo de su enojo era la completa indiferencia que le mostraba al hablar de ello.

Aproveché el momento y me solté violentamente de su agarre, empujándolo y saliendo rápidamente retirando la cortina con molestia.

— Si ya terminaste, deja que me vaya. A diferencia de ti, tendré una semana muy ocupada a partir de mañana. Que te diviertas en la preparatoria, joven amo —reafirmé mi postura acomodando el cuello de mi camisa y salí pacíficamente al pasillo, sin mirarlo ni una sola vez.