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1: Marte

8 de Marzo de 1996

Vivir. Eso era lo único que sabía hacer en aquel lugar de paredes frías y colores opacos. El hospital psiquiátrico de Winston. Un lugar para volverte más loco de lo que ya estás.

Llevo aquí tres meses y cuatro días, dicen que estoy mal, pero quienes están mal son ellos por no tener un poco de humanidad para entenderme.

Los pasillos son oscuros y desolados, las habitaciones te vuelven loco, y los psicólogos siempre te dicen lo mismo: "Tienes que vivir lo mejor posible, para eso estoy yo, para eso estamos nosotros." O "No puedes pedir perdón si aun no te das cuenta de que hiciste algo mal… Naciste mal."

Mi madre alguna vez me dijo: "Nunca dejes que alguien te diga que estas mal." O… Tal vez era: "Nunca dejes que alguien te diga que estas bien." Ya lo olvide. Estaba ocupado escondiéndome en el armario mientras la sangre de mi progenitora se derramaba por la alfombra.

Pero el presente es este, la lluvia, la luz de la luna al fin siendo vista por mis ojos. Mientras sigo caminando lejos de ese lugar solo pienso en algo: Matar.

Pero no puedo seguir pensando en eso si aun no escapo completamente de la cárcel a la cual denominaron psiquiátrico.

Un año después, 17 de Abril de 1997.

Matt

La luz del sol entra por la ventana de mi habitación, las paredes blancas iluminándose mientras yo me escondo en una esquina viendo el suelo de madera atentamente. Siempre he tenido estos momentos, en los que me quedo perdida en mis pensamientos y dejo de hacer lo que sea que este haciendo, mirando a un punto fijo sin moverme y mucho menos pensar en moverme.

En un momento dirijo mi vista hacia otro lugar, me reinicie y me levante de la silla en la cual estaba.

Salgo de mí habitación, camino por el pasillo hasta llegar a las gradas. Las bajo rápidamente cuando veo que mí hermana pequeña, Dafne, está sentada en el sofá viendo la televisión.

—¿Has visto a Eros?—le pregunto a mí hermana.

—No-Responde—¿Has visto a la abuela?—me pregunta sin apartar un ojo de la pequeña pantalla frente a ella.

—No, ¿Llego tarde a su reunión con Oprah—le contesto.

—Sí—respondió tomando su Coca-Cola en lata.

—Mejor pon Friends—mi hermano menor Sam habla, haciendo que me de un gran susto al notar que estaba a mi lado.

—Lo próxima vez avisa, ¿quieres?—le digo dándome la vuelta y entrando a la cocina.

Sam es el único de los cinco hijos de mamá y papá que no tiene el nombre de un Dios, semi dios o algún personaje de cualquiera mitología. Eros, Anubis, Maat y Dafne. Y entre mi hermana y yo esta Sam. La abuela decidió como se llamaría. Mis padres siempre acostumbraban a ponerle nombres a sus hijos cuando ya los tenían en brazos, por eso nunca buscaban nombres antes del parto, bueno, solo mamá. Y como papá estaba en la oficina y mamá estaba demasiado cansada después del parto más difícil que tuvo, la abuela se decidió y al fin le puso nombre a uno de sus nietos.

Saco una jarra de jugo de naranja de la refrigeradora y luego tomo un vaso de vidrio, sirvo un poco de jugo y vuelvo a dejar la jarra en su lugar.

—¿Hace cuando se fueron?—pregunto en voz alta y Sam responde:

—Semana y medía.

—¿Nuevo récord?—escucho que pregunta Dafne.

—No, su récord fue cuando se fueron por tres semanas—respondo saliendo de la cocina y sentándome en el sofá aun lado de mi hermana.

—Esta casa es un asco—dice Dafne viendo como caen coteras del techo y hay humedad en las paredes.

—Sam, las deudas—digo amablemente a mi hermano el cual toma un monto de sobres de la mesa.

—Agua, mil doscientos dólares. Luz, novecientos dólares. Préstamo del banco, trecientos treinta dólares. Y creo que es todo—dicta mi hermano.

Tenemos una casa grande. El dinero sobra. Pero, la cosa es pagar lo que se debe. Mis padres han dejado que las deudas se acumulen y que ciertas partes de la casa se convirtieran en ruinas. Se van por semanas y luego solo vuelven para discutir con nosotros he irse dos días después, lo único que dejan de dinero es para poder comer por cuatro días, el resto, lo pone Eros, el cual trabaja como cajero de una tienda por medio tiempo, el resto del tiempo lo usa para ir a la universidad, la cual es pagada por nuestros padres. Es lo único costoso que pagan, porque el resto de nosotros estudiamos en escuelas publicas. Excepto Anubis.

—Al parecer se dignaron a pagar cuatro mil del agua—digo dándole un sorbo al jugo de naranja.

—Oprah dice que la mejor forma de lograr el éxito es ser optimista—habla Dafne.

—Oprah no dijo eso—respondió Sam.

—Sam, próxima visita a Anubis—le digo a mi hermano.

—En una semana—responde.

—¿Cuándo llega Eros a casa?

—En cuatro horas—responde Dafne.

—¿Creen que llevamos todo bajo control?—hablo.

Un minuto de silencio y ambos responden al unísono:

—Meh.

Me levanto del sofá y dejo el vaso de jugo en la pequeña mesa. Camino a la puerta y la abro para salir de la casa, pero, me detengo al ver un auto entrar por la reja de la casa.

Se estaciona a unos metros de la entrada principal.

—Oigan chicos—llamo a mis hermanos,