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La última pieza

Mientras cada individuo en la sala se esforzaba por desentrañar el misterio detrás de las habilidades insondables de Retzu, el murmullo se extendía como una sombra inquietante.

—¿Cómo podría alguien sin aparente habilidad dominar artes marciales a tan alto nivel para su edad? —se preguntaba uno de los ancianos, frunciendo el ceño con perplejidad.

—Quizás tenga un talento innato, una predisposición que no podemos comprender —sugirió otro, con una mirada reflexiva en sus ojos ancianos.

—Puede que haya tenido un maestro secreto, alguien que lo entrenó en la oscuridad —propuso un tercero, su voz apenas audible como un susurro.

—O tal vez, como sugiere la leyenda, ha sido bendecido por los dioses —añadió una voz más joven, llena de reverencia y misterio.

El debate continuaba, cada teoría más intrigante que la anterior, mientras Retzu permanecía en silencio, su mirada imperturbable e inmutable, como si fuera un observador distante de su propio destino. Contemplaba en silencio cómo los demás lo discutían, tratándolo como si fuera un simple peón en un tablero de ajedrez.

Con una mirada helada dirigida hacia cada persona en la sala, Retzu respondió con calma y autoridad en su voz: —Los secretos de mis habilidades son asuntos personales. Soy un individuo independiente, moldeado en las llamas del sacrificio. No estoy aquí para saciar la curiosidad de los demás—. Su tono era firme, sus palabras resonaban con una firmeza que silenció momentáneamente el bullicio de la sala.

Unos minutos después Retzu rechazó todas las invitaciones de reclutamiento con determinación, optando por retirarse por completo. Con una expresión serena pero firme, se dirigió al patriarca y pronunció con voz clara: —Cumpliré mi parte del acuerdo pactado entre nosotros, y espero que tú también honres tu palabra cuando llegue el momento. Nuestros destinos están entrelazados—.

La tercera esposa del líder del clan Yamada, una mujer astuta y ambiciosa, no podía ignorar el potencial de Retzu y el peligro que representaba para sus propios intereses. Conocedora de los secretos del pasado y temerosa de que Retzu pudiera reclamar el liderazgo del clan, comenzó a tramar un plan retorcido para eliminarlo de una vez por todas.

Reuniendo a sus más leales seguidores y utilizando su influencia como la tercera esposa del líder del clan tejió una red de engaños y manipulaciones. Sembrando semillas de discordia y envidia, urdió un complot que amenazaba con destruir la vida de Retzu y su hermana.

Retzu, consciente de que sus habilidades habían sido reveladas y del mal que acechaba a su hermana, se empezaría a mover se puso en marcha mientras caminaba por los alrededores del clan. En su camino, se topó con su hermana, quien estaba acompañada de criadas. Ella les pidió que se retiraran para hablar a solas con su hermano.

Una vez a solas, mientras caminaban juntos, ella comenzó a hablarle sobre el pasado, cuestionando le por qué se había alejado de ella y planteando muchas preguntas a las que Retzu no podía responder en ese momento. Con un gesto de disculpa por haber sido un mal hermano, Retzu dejó a Sara con un sabor amargo, al no encontrar respuestas concretas a sus preguntas.

Esa misma noche, los asesinos expertos del clan se deslizaron como sombras a través de los pasillos del Clan , sus pasos silenciosos como el viento denotaban precisión de unos verdaderos maestros asesinos , irrumpieron en los dormitorios de la joven señorita Sara, envueltos en un aura de terror que helaba la sangre en las venas de quienes los veían.

Con armas afiladas y rostros ocultos tras máscaras de pesadilla, los asesinos no mostraron ni un ápice de compasión mientras desataban su furia sobre las jóvenes criadas de Sara. Sus movimientos eran rápidos y letales, como la guadaña de la Parca cortando el hilo de la vida de aquellos que se encontraban en su camino. El sonido de la carne siendo desgarrada y el goteo macabro de la sangre sobre el suelo de madera se mezclaban en una sinfonía de horror, creando una atmósfera cargada de terror y desesperación.

Intentaron entrar a los aposentos de Sara por la ventana del segundo piso. Cuando uno de los asesinos intentó abrir las persianas, su mano salió volando, sembrando el pánico entre ellos. Una figura misteriosa se alzaba sobre el tejado , con ojos rojos brillando bajo la luz de la luna y su cabello ondeando por la fria brisa nocturna . Un aura de muerte parecía rodearla, helando el corazón de quienes la contemplaban.

El asesino malherido jadea, —Es el tercer joven maestro—.

—Somos cinco asesinos expertos y él solo un niño con algo de habilidad—, responde uno de los asesinos con desdén.

Con una sonrisa burlona , Retzu replica, —¿Y quién dijo que estaba aquí solo?— De repente, otra figura se impone junto a él, Retzu, con una mirada de furia. —No sé cómo esto está pasando en el clan ustedes acaban de hacer la ereguia más grande del clan . Ustedes han deshonrado el nombre del clan Yamada—, declara con voz cargada de furia.

Los asesinos retroceden instintivamente al reconocer la voz del guardia mayor, Kasir.

—Yo, como una de las mayores autoridades representante del clan Yamada, los castigaré por sus crimene basándome en las reglas establecidas—, determinó la sentencia Kasir.

Kasir bajó del tejado y sacando su espada avanzando hacia ellos con furia en sus ojos. Los asesinos se pusieron en guardia, pero antes de que pudieran reaccionar, Kasir había eliminado a uno de ellos con un rápido movimiento, dividiéndolos por la mitad.

Cuando los restantes intentaron huir, Retzu bloqueó su escape con firmeza, mientras Kasir y él eliminaban a los asesinos restantes con una danza letal de movimientos coordinados.

Kasir observó con admiración las habilidades marciales de Retzu, notando cómo podía enfrentar a dos asesinos simultáneamente, incluso sabiendo que estaban por encima de sus habilidades. Sin embargo, Retzu no les dio oportunidad de pensar; estaba constantemente un paso adelante, anticipando cada movimiento de sus oponentes. Mientras tanto, Kasir se mantenía alerta, consciente de su propio papel en la batalla y listo para intervenir en cualquier momento.

Retzu acabó con uno de los últimos oponentes, aprovechando la desventaja que tenía al faltarle un brazo, mientras Kasir se encargaba del otro con precisión letal. Al quitarle la máscara al asesino caído, Kasir reconoció las similitudes en sus habilidades marciales con las del anciano Mao, un miembro influyente del consejo de ancianos del clan y padre de la tercera esposa del patriarca.

—Esto debe ser reportado de urgencia al patriarca,— declaró Kasir, llamando a su discípulo, Danis, quien había estado observando la escena desde lejos. —Lleva la información al patriarca sobre todo lo que ha sucedido aquí.—

Retzu se sentó sobre uno de los cadáveres caídos, su mirada firme y decidida mientras limpiaba su espada, manchada con las evidencias del enfrentamiento reciente. Dirigiéndose a Danis con determinación, dijo: —Antes de cualquier cosa, lleva a mi hermana a los aposentos principales del patriarca. Dudo que la corrupción del clan haya llegado hasta allí.—Su voz resonaba con una mezcla de preocupación , reflejando la carga de responsabilidad que sentía hacia su familia.

Kasir, comprendiendo la gravedad de la situación, preguntó con preocupación, —¿Qué planeas hacer? Tus ojos reflejan una determinación que puede llevar a una estupidez—.

Retzu respondió con firmeza, —Mi hermana está en peligro, Kasir. Y pienso arrancar el mal de raíz—.

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