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Lo que sucede cuando morimos.

"A mi edad, pensaba que eso de reencarnarse en otro mundo al morir era una tontería... ¡Y menudo error!" Acompañad a nuestro progatonista (y a las chicas que se unirán a él) en su aventura repleta de acción, magia, misterio, ecchi y por supuesto, ¡un montón de clichés del género Isekai! Si os gusta lo que voy escribiendo dadle cariño a la obra con likes, compartiendo y comentando para poder ir mejorando!

WYamero · Fantasy
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7 Chs

Cap. 6: Por supuesto, nos enfrentamos a bandidos.

Casi al acabar el día Ziev ya había comido el triple que el resto de nosotros. La mochila por suerte parecía ser un depósito infinito de comida, al menos de momento. Algo así pasaba con el agua, ya que bebimos de ella durante todo el día y aunque la vaciamos, al ir a llenar el odre en un arroyo este parecía estar otra vez lleno.

-¡Odio andar! ¡Ya estaríamos mi tesorito y yo en la montaña si no tuviera que acompañaros! - Refunfuñó Ziev por enésima vez mientras nos sentábamos en el borde del arroyo al anochecer.

-Sí quieres irte puedes, nadie te ha pedido que te unas. -le cortó Shaena.

-No te voy a dejar mi tesorito para ti sola, ¡Elfa libidinosa! - y le manoseó los pechos, a lo que Shaena se sobresaltó. «Diosa, ¿esto va a ser así siempre? Haz que paren».

Mientras se peleaban como niñas chicas y se caían al agua, Dandel me llamó la atención con timidez tirándome de la manga: Sus orejas de madera se estaban moviendo arriba y abajo como si fueran realmente de un cervatillo. Señaló hacia una dirección y entonces vi lo que había escuchado. Había un punto de luz al fondo del bosque... «¿Quién se atrevería a encender un fuego en un bosque lleno de dríades...?»

-Bandidos - chisté a las chicas para que guardasen silencio y les señalé yo también el punto de luz, cada vez más visible según se hacía de noche. -. Gracias, Dandel.

Cuando salieron del arroyo usé Vento como castigo para secar el exceso de agua que tenían e indiqué por gestos que me acompañaran en silencio.

Cuando pudimos apreciar las sombras alrededor de la hoguera usé mi magia para atraer el viento en mi dirección, haciendo que me llegasen retazos de conversación.

-... pensando... estar... estúpido.

-¡Paciencia! Alguien...

-Nadie... camino.

-... aquí... cuatro...

-... pollo frito -dijo una tercera voz.

Sí, definitivamente eran los típicos bandidos. Parecían ser tres. Hice gestos a las chicas y asintieron, habiendo comprendido el plan: Shaena iría por la izquierda y congelaría al de su lado, yo usaría Vento justo después para cegarlos y Dandel usaría desde atrás Plantae para enraizarlos vigilando si había más, luego Ziev y yo entraríamos intimidando para reducirlos con su voz de dragón.

Esperamos a que Shaena se colocase en posición y avanzamos en sigilo. Cuando levante los brazos para apagar la hoguera comprendí que Ziev no había entendido ninguna de mis señas.

-¡Cómete ésa! -dijo tirando una manzana que estalló en la cabeza de uno de los bandidos, noqueándole en el acto -. ¡Tonto el último! ¡DADME VUESTRO DINERO! -Rugió mientras corría.

Fui detrás de ella, un bandido salió corriendo al grito de "¡Fantasmas! ¡Fantasmas!", otro se hizo un ovillo y un tercero se llevó a hombros al desmayado. Dos se quedaron en guardia, uno con un hacha grande como él y otro con dos dagas. Se pusieron espalda con espalda mientras el del hacha les gritaba por cobardes.

El chico a la defensiva se intentó recomponer con la orden de su jefe y un dardo de hielo se clavó en el suelo al lado de su pie, así que volvió a su posición anterior muerto de miedo.

Tensé mi arco desde el límite del bosque y disparé. Las runas del arco parecieron iluminarse levemente en verde y la flecha que disparé falló estrepitosamente, yendo a parar a la hoguera y explotando en el acto.

La onda expansiva derribó al joven de las dos dagas y el corpulento cayó echando espuma por la boca cuándo Ziev le embistió como si fuera una cabra en el estómago.

Cuando el chico de las dagas se quiso incorporar vio que estaba en inferioridad numérica, dejó un saquito con monedas y huyó, Dandel apareció después de que todo se hubiera calmado.

-Estos caminos secundarios están completamente en desuso, sólo los desesperados y los que tienen mucha prisa pasan por aquí, no sé qué esperaban encontrar -dijo Shaena.

Ciertamente estábamos en un cruce en forma de T con los tres caminos siendo angostos y cubiertos de hierbas de la de tiempo que hacía gente que no caminaba aquí. El carro que se habían dejado tenía pocas provisiones y menos dinero. Supongo que no eran los bandidos más listos.

-¿Por qué estos caminos no se usan? - pregunté.

-De verdad que no sabes nada de nada, ¿Eh, Demonio? Este camino se creó como un paso entre el este y el oeste del bosque con el beneplácito de las dríades, hasta que los enanos salieron de Karth y empezaron una guerra. Al principio los enanos sólo querían hacer un camino hacia el sur para comerciar, es el camino que va hacia arriba. Pero cuando acabaron siguieron talando árboles en la falda de la montaña, cosa que enfureció a las dríades... Hasta hace unos quince años que la guerra acabó este camino era intransitable, ahora parece ser que está menos vigilado aunque igual de concurrido.

-¡Tesoro, Tesoro! -dijo Ziev cortando la lección de historia mientras saltaba del carro -. ¿Sabes por qué acabó la guerra? Porque una majestuosa dragona se unió a las dríades y echó tierra adentro a los malvados enanos -y se hinchó de orgullo.

-...Y si seguimos este camino, deberíamos llegar a la montaña de Karth -dijo ignorando a Ziev.

* * *

Al parecer ni el carro ni las aves de carga habían sufrido daños, así que tiramos todo lo que no nos hacía falta junto a los dos bandidos noqueados que quedaban y seguimos el camino en dirección a Karth en carro.

Dormimos por el camino en turnos ya que parar a descansar después de la pelea no parecía la mejor idea. Yo hice el primer turno y las chicas el resto. Todas se acurrucaron a mi lado cuando les tocaba dormir, Shaena con la excusa de que su cuerpo estaba frío, Ziev porque mi cuerpo estaba blandito y Dandel en silencio sin decir nada.

Al amanecer empezamos a vislumbrar la montaña. Unas viejas ruinas que claramente parecían enanas estaban en nuestro paso del camino.

-¿Ziev? ¿Qué pasó con los enanos? -pregunté mientras miraba los restos.

-¡Nada! La mayoría huyó al interior de la montaña. Así que después de coger toda la comida y el alcohol que tenían rompí el pueblo para que no volvieran y fui al interior de la montaña, y los eché también de ahí, los enanos cavan túneles por debajo de la tierra, así que no tuve que matar a ninguno... Creo.

-¿No te pasaste un poco?

-Tenía que ayudar a las dríades -dijo encogiéndose de hombros -, Eva, su reina, me dijo que a cambio me podía quedar todo lo que quisiera y además luego me deberían un favor, así que fue un buen trato. De ahí -dijo señalando una herrería carbonizada - saqué esta armadura.

-¿Y cómo es que perdiste todo el tesoro que ganaste aquí?

-No... No quiero hablar de ello - cortó su tono jovial y miró hacia otro lado.

* * *

Tras cruzar otro poblado en ruinas llegamos a la base de la montaña cuando el sol estaba en lo alto del cielo.

Unas grandes escaleras nos daban la bienvenida y viendo que ya no podíamos avanzar más, bajamos del carro y liberamos a las aves, que se fueron camino de vuelta.

Tras tres tramos de escaleras, llegamos a unos portones de hierro inmensos con un gran agujero en medio, sin lugar a dudas obra de Ziev, y pensé que ése podía haber sido yo hace un par de días...

Dentro reinaba el silencio y la oscuridad, Ziev soltó unas llamaradas al vacío y una gran sala tallada en piedra se iluminó con grandes lámparas. Había pilares derruidos y una estatua abandonada a medio construir.

Comenzamos a caminar y el silencio se vio interrumpido por el eco de nuestros pasos. Al salir de la sala me fijé que las paredes tenían talladas runas en un idioma desconocido que debían indicar hacia dónde te dirigías.

-Ziev, ¿Sabes a dónde vamos? -sabía que no y que acabaríamos perdidos en la montaña, pero tenía que preguntarlo.

-¡Claro que sí, tesorito! Nunca llegué a vivir aquí, pero me lo he recorrido hasta las entrañas.

Varias giros por pasillos estrechos y salas que parecían iguales admitimos que nos habíamos perdido. Y fue en ese momento cuando escuchamos en la lejanía el choque metálico de un martillo, el agua en ebullición de la forja y varios sonidos de chispazos.

* * *