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Capítulo 3 Long Zi

Long Zi despertó con una belleza entre sus brazos. Era una belleza de cabello largo, cintura esbelta y piel de jade blanco. Long Zi acarició su cabello y la belleza abrió los ojos y un suave tono rosa cubrió sus mejillas.

—Joven maestro, esto es vergonzoso, por favor… —gemido—. Sacad vuestra mano de allí… Por favor —dijo la belleza en un susurro tembloroso.

—Ah, lo siento, no me di de cuenta —se excusó Long Zi con tono inocente mientras retiraba la mano de la entrepierna de la belleza. La belleza se acurrucó y se cubrió la cara.

—¿Hay algún cambio? —preguntó Long Zi. La belleza abrió los ojos y pareció culpable.

—Lo siento, joven maestro, aún no —respondió con tristeza. Long Zi le dio un beso en la frente.

—Tranquila, no pasa nada, vuelve a dormir —dijo Long Zi y se levantó de la cama.

Long Zi metió la mano debajo de su cama y tomó una llave de madera que la belleza le había entregado la noche anterior para guardarla en su túnica.

Long Zi se dijo a si mismo que debía dejar de preguntar eso mientras salía de su dormitorio y más de una docena de sirvientas acudían para ayudarlo a asearse y vestirse. Él ya tenía veinticinco años y aún no tenía ni un solo hijo a pesar de tener un harén de veinte bellezas a su disposición.

La esterilidad heredada por el dios dragón no era un asunto de juego. Si seguía así acabaría muriendo antes de poder engendrar un hijo, ya que a diferencia de los dragones que tenían juventud eterna, y eran muy resistentes, los humanos morían con facilidad y a lo sumo superaban los cien años. La fertilidad también disminuía con la edad. Él se había esforzado desde muy joven, pero ya tenía veinticinco y seguía sin hijos. Eso era algo que le causaba cierta molestia. Su padre le engendró a él a los quince y también tuvo otros siete hijos antes de llegar a los cuarenta.

—Joven maestro Long Zi, ¿sucede algo? —preguntó una de sus sirvientas, una belleza de cabello castaño.

—No es nada —respondió Long Zi y respiró hondo para deshacerse de sus preocupaciones, y volver a su estado de ánimo habitual. No le gustaba la gente amargada, y no quería ser uno de ellos.

Long Zi miró a las bellezas que lo servían, peinando su cabello, arreglando sus uñas y sus ropas y colocó una sonrisa. Él era un descendiente del dragón de dos cabezas, el descendiente de la línea de sangre principal, por lo que sufría la maldición de no poder sentir deseos sexuales, y por ende no podía distinguir la belleza aunque esta le golpeara en la cara, pero cosas tan pequeñas como esa no iban a afectarlo.

Long Zi había hecho un compendio de historias románticas donde se mencionaban los rasgos más atractivos de cientos de mujeres hermosas, y con esta información, él ahora podía determinar si una mujer era una belleza o no.

En primer lugar, estaba la piel de jade, cabellos largos y suaves, cintura estrecha. Esos eran los rasgos más apreciados. Además, existían clasificaciones de bellezas. Bellezas heroicas, bellezas piadosas, bellezas de hadas, bellezas exóticas, bellezas voluptuosas, incluso existían las bellezas enfermizas.

Un día, su harén tendría todos estos tipos de bellezas, pensó Long Zi con una gran sonrisa, mientras una de sus sirvientas gritaba y él ponía cara de inocencia.

—¡Joven maestro! —se quejó la belleza haciendo pucheros y cubriendo su trasero con vergüenza.

Long Zi se preparaba para seguir alagando a las bellezas, pero sintió una mirada desaprobadora sobre él y volteo para ver a un hombre de 1,80m de altura, largos cabellos negros, rostro severo y ojos tenaces, con un cuerpo esculpido en los campos de batalla.

Long Zi apartó a sus sirvientas y se dirigió al espejo de la sala. Allí miró su propia apariencia. Un hombre joven, 1,83m, cabellos negros hasta la cintura, rasgos perfectos, piel de jade, ojos inteligentes, apariencia elegante. Él llevaba su túnica y la corona de príncipe heredero.

—¡Cielos, cada día soy más guapo! —dijo Long Zi como preguntando qué iba a hacer con esta calamidad.

Sus sirvientas dieron ricitas disimuladas, mientras Yun Kun ponía los ojos en blanco. Él se acercó a saludar con una reverencia, mientras ahuecaba el puño en la versión más formar del saludo, que consistía en tocar sus manos con la mano derecha convertida en un puño y la izquierda abierta.

—Buenos días, príncipe imperial —saludó Yun Kun con formalidad.

—Yun Kun, ya te lo he dicho antes. No me llames príncipe imperial, eso suena demasiado autoritario y frio. Nos conocemos desde que nací, llámame joven maestro —ordenó Long Zi.

—Sí, joven maestro —dijo Yun Kun imprimiendo un leve tono de reprimenda a su voz, pero Long Zi lo ignoró.

Long Zi verificó su apariencia una vez más y se dirigió a la puerta para salir de su patio. Las sirvientas se despidieron de él con movimientos de las manos y sonrisas alegres. Yun Kun sacudió la cabeza con pesar ante tal falta de formalidad. Long Zi volvió a ignorarlo.

Long Zi se detuvo al salir de su patio, deteniéndose a unos diez metros de la puerta que daba a su patio y que estaba vigilada por dos guardias del palacio imperial. Long Zi observó sus alrededores.

El Sol estaba por salir y los caminos de piedra rodeados de pastos verdes que comunicaban los diferentes patios y alas administrativas del palacio imperial, ya estaban ocupados por sirvientes y administradores, pero el área del patio de los aposentos imperiales donde residía él, aún estaba libre y no había mucha gente por allí. Long Zi dirigió su mirada a Yun Kun que estaba a su lado.

—¿Dónde está San Lin? Hoy era su tuno de hacer guardia —preguntó Long Zi con tranquilidad. Yun Kun mostró desagrado en sus ojos.

—Príncipe imperial, ese desviado…

—Yun Kun, ¡no volveré a repetirlo, llámame joven maestro y no vuelvas a mencionar la palabra desviado para referirte a San Lin! —reprendió Long Zi con tono sereno.

—Joven maestro, el guardia San Lin está haciendo un mandado para el anciano maestro Yu —respondió Yun Kun. Long Zi asintió. Le preocupaba que su madre imperial se deshiciera de San Lin, ella no ocultaba su desagrado por él y le llamaba el desviado del moño.

Yun Kun tampoco le tenía aprecio. Desde el día que San Lin se le declaró cuando tenía ocho años, Yun Kun había querido darle una paliza y expulsarlo del palacio. Long Zi lo había evitado, pero su madre imperial y Yun Kun no estaban satisfechos. Ellos hicieron que le cortaran el cabello al chico y le prohibieron usar túnicas, solo pantalones y camisas. Long Zi tuvo que ceder ya que ya había logrado que no lo expulsaran.

El asunto de los hombres que les gustaban otros hombres podía ser un gran tabú entre los plebeyos sin magia, pero no entre ellos. Como no podían sentir deseos era evidente que tampoco podían sentir repulsión, lo que les hacía indiferentes a tales cosas.

El problema era que las relaciones del mismo sexo no producían descendencia, y eso sí era un gran pecado, cuando toda tu línea de sangre se extinguía por una guerra eterna, y cada quien debía esforzarse al máximo en tener todos los hijos que pudiera. No había una forma más rápida de ganarse la enemistad de toda tu familia, que diciéndoles que no puedes tener hijos.

Por su parte, Long Zi no tenía opinión sobre este asunto. Si fuera alguien más él acataría las reglas y no se opondría a su madre imperial. Pero San Lin no era alguien común para él, porque fue él quien lo trajo a palacio cuando tenía cuatro años. Él lo había cuidado y enseñado en persona. San Lin se había convertido en su amigo y la persona más cercana a él. Mientras él no quisiera marcharse, Long Zi nunca dejaría que lo echaran.

Long Zi le dio una última mirada de advertencia a Yun Kun y caminó por el camino de piedra en dirección al patio de sus dos hermanas menores, Long Mei y Long Nin. Ellas eran un par de niñas adorables de siete y ocho años.

Por el camino los sirvientes y administradores del palacio se hicieron a un lado y le saludaron con reverencias. Algunos de rango militar le saludaron ahuecando sus puños. Long Zi asintió con la cabeza en gesto de aceptación y le sonrió a las pocas bellezas que vio.

Después de unos diez minutos de caminar, llegó a la puerta de piedra que marcaba la entrada al patio de sus dos hermanitas. Había dos dragones enrollados alrededor de cada columna de piedra que hacía de marco para la entrada. A unos tres pasos de la entrada, ya le esperaban las jóvenes sirvientas de sus hermanitas.

Los sirvientes de cada uno de ellos eran seleccionados por edad y de esa forma crecían con ellos.

Al igual que él y sus sirvientes y guardias, no había mucha diferencia de edad entre ellos. Lo que no quería decir que no hubiera sirvientes mayores en el patio de sus hermanas, solo se refería a sus sirvientas personales, porque los guardias imperiales vigilaban el lugar y algunas sirvientas de limpieza también habitaban allí.

Las pequeñas sirvientas se apartaron y dejaron ver a Long Mei y Long Nin, un par de niñas adorables de siete y ocho años. Ellas llevaban dos vestidos tradicionales, una de color azul claro y la otra de color rosa. Sus cabezas estaban decoradas con lazos y perlas y sus cabellos estaban sueltos a sus espaldas.

—Buenos días, gran hermano Long Zi —saludaron las dos niñas al mismo tiempo juntando sus manos al frente y haciendo una reverencia.

Long Zi derramó una lágrima de su ojo izquierdo y la limpió con rostro de tristeza mientras daba algunos jipidos. Yun Kun volvió a poner los ojos en blanco, pero como de costumbre, Long Zi lo ignoró. Las niñas dejaron de saludar y corrieron hacia él con caras de preocupación.

—¡Gran hermano Long Zi! ¿Qué sucede? —preguntaron las dos niñas acercándose a él. Long Zi se arrodilló para abrazarse a ellas y lloró desconsolado.

—Hoy este pobre hermano mayor se ha levantado con el Sol para venir a ayudar a levantarse a sus dos hermanitas menores, pero este hermano ha sido cruelmente rechazado. Mis dos hermanitas ya no quieren que su hermano las ayude —se quejó Long Zi entre jipidos tristes y desconsolados.

—¡No! —exclamaron las dos niñas al mismo tiempo.

—¿Ya no me quieren verdad? —preguntó Long Zi con más jipidos.

—¡Gran hermano Long Zi, no llores! Sí te queremos —aseguró Long Mei.

—Lo que pasa es que hoy queríamos darte la bienvenida —aclaró Long Nin. Long Zi levantó la cabeza con esperanza en sus ojos.

—¿De verdad quieren a su guapo, galante, inteligente, y atractivo hermano mayor? —preguntó con tono lastimero.

Las dos niñas se rieron con diversión y le abrazaron. Long Zi las cargó a una en cada uno de sus brazos y las besó en la frente para dirigirse al interior de su residencia principal que estaba a unos veinte metros de la casa.

Al igual que el resto del palacio, esta residencia estaba construida con madera de hierro, que era como se llamaba a la madera obtenida de los árboles de hierro, cultivados con ingredientes mágicos para aumentar su dureza y tenacidad. La madera que se extraía de ellos era tan dura como el acero y tan liviana como el bambú.

En el interior de la residencia ya los esperaban algunas sirvientas de cocina adornando la mesa con un banquete para el desayuno. Long Zi tomó el asiento de invitados y dejó que sus dos hermanitas hicieran el papel de anfitrionas sirviendo sus platos.

Long Zi comió al placer de su corazón. Su estómago no estuvo completo hasta haber devorado diez platos. La sangre del dragón de dos cabezas les daba cuerpos fuertes y saludables, pero los requerimientos alimenticios también eran altos.

Luego de comer, Long Zi atendió a sus hermanitas preguntándole sobre sus asuntos diarios. Long Mei le mostro una pintura en la que había estado trabajando. Era sobre la fuente en el jardín de su propio patio.

Long Zi alabó sus destrezas y corrigió sus errores. Long Nin le mostro su escritura y Long Zi escribió algunas palabras con ella. Lo último que hicieron fue pasear por el jardín.

Cuando Long Zi salió del patio de sus hermanitas, ya habían pasado dos horas y eran las ocho de la mañana. Long Zi no perdió tiempo y se dirigió al patio de su segunda hermana Long Xia. Ella ya le esperaba en la entrada de su patio junto a una docena de sirvientas de gran belleza que le saludaron con cálidas sonrisas mientras hacían sus reverencias. Long Xia le saludó con un abrazo.

—Gran hermano Long Zi, te esperaba —dijo Long Xia. Long Xia tenía dieciocho años, y era una belleza heroica. Ella llevaba armadura de cuero y pantalones para cabalgar.

—¿Qué necesita mi hermanita? —preguntó Long Zi.

—Gran hermano Long Zi, quiero que me ayudes a escoger una espada —dijo Long Xia.

—¿Una espada? ¿Para qué? Las espadas son armas para los comandantes —dijo Long Zi señalando una espada media que llevaba en la cintura—. No es un arma para un general. Deberías usar una lanza o un arco —aconsejó Long Zi.

En la batalla, un general montaba sobre su caballo. Las espadas solo pondrían en peligro su vida si la blandiera desde la silla. Solo eran apropiadas para los comandantes que se mantenían en las tiendas de campaña y necesitaban armas apropiadas para defenderse en caso de conspiraciones o asesinatos.

—Gran hermano Long Zi, ya tengo muchos arcos y Lanzas, ahora quiero una espada —replicó Long Xia. Long Zi asintió y dio un paso al frente, pero tropezó con una piedra y cayó al suelo.

Long Xia y sus sirvientas se apresuraron a ayudarlo a levantarse.

—Gran hermano Long Zi, ¿estás bien? —preguntó Long Xia con preocupación mientras lo ayudaba a levantarse.

Long Zi asintió con rostro sereno, pero Long Xia se fijó que todas sus sirvientas tenían el rostro ruborizado. Long Xia entendió que había sido engañada y que todas sus sirvientas habían sido víctimas de sus manos demoniacas y de inmediato hinchó sus mejillas, molesta.

—¡Gran hermano Long Zi! ¿Cómo has podido? —preguntó Long Xia. Long Zi la miró con confusión e inocencia.

—Segunda hermana Long Xia, no sé de lo que estás hablando. Por favor explícame a lo que te refieres —dijo Long Zi con descaro.

Long Xia aporreó el suelo con su pie, pero no pudo decir nada, porque no vio qué fue lo que él hizo. Yun Kun sacudió la cabeza con lentitud.

Una hora después, Long Zi fue expulsado del patio de su segunda hermana. Long Zi sacudió el polvo de su túnica imperial y se arregló la corona con indiferencia.

—¡Ja! —dijo Long Zi con molestia—. Long Xia sí que es valiente estos días. Atreverse a tramar contra este padre —dijo Long Zi con arrogancia.

—Joven maestro, si ya sabía que era una trampa, no debió propasarse con sus sirvientas, ¿no le parece? —preguntó Yun Kun.

—Tonterías —negó Long Zi—. Si ponen bellezas en frente de este padre, con el único propósito de que este padre se aproveche, ¿por qué no habría de aprovecharme? Yun Kun, no creo que estés pensando con claridad estos días —reprendió Long Zi—. Ahora manda a uno de los guardias a espiar a mi segunda hermana. Si el novio con el que se está viendo no es un tipo muy guapo y elegante, manda a que le rompan las piernas. Este padre no puede ser plantado para que ella vaya a encontrarse con un tipo feo —ordenó Long Zi.

—Joven maestro Long Zi, ¿si su hermana ha escogido a ese hombre, ¿no deberíamos nosotros apoyarla sin importar su apariencia? —preguntó Yun Kun. Long Zi lo miró de arriba abajo.

—Yun Kun, ¿te atraen las personas feas? —preguntó Long Zi con seriedad y levantó la mano para atajar la réplica de Yun Kun—. Está bien, Yun Kun, no juzgo a otros por sus gustos personales.

»Si te gustan las personas feas, este joven maestro se lo comunicará a su padre imperial y a más tardar mañana, tendré a las mujeres más feas del imperio para que te sirvan… —Long Zi volvió a levantar la mano—. ¡No! No digas más, Yun Kun. Te aseguro que no habrá mujeres más feas que las que este joven maestro te conseguirá—. Long Zi insistió con la mano—. No Yun Kun, no tienes que agradecerme, te aseguro que serán las más feas de todas —aseguró Long Zi sin dejarlo hablar.

Yun Kun no pudo resistirse a sus amenazas y sacudió la cabeza con pesar mientras sacaba su talismán de comunicación, una pequeña pieza de jade verde con algunas inscripciones mágicas, para seguir sus órdenes. Ahora habría que esperar a ver si el guardia al que enviaron, sabría identificar si el novio de su hermana era guapo, o si se limitaría a partirle las piernas para salir del dilema.

Long Zi se dirigía al patio de los eruditos para recibir sus clases diarias, cuando un mensajero de su padre imperial lo interceptó y le saludó con el puño cayendo sobre una rodilla.

—Informando a su alteza, el príncipe imperial, Long Zi. Su majestad, el emperador Long Ming, le espera en el salón del trono —dijo el mensajero que después que Long Zi asintió se despidió.

Yun Kun lo miró sin poder esconder la satisfacción en sus ojos. Long Zi lo miró con desprecio. Ya sabía la razón de que su padre lo llamara. Era probable que se tratara de la llave de madera que le entregó la belleza con la que pasó la noche. Long Zi no dudó y se puso en camino hacia el salón del trono, ubicado en el centro del palacio.

La sala del trono era la construcción más grande del palacio imperial y hasta tenía su propio patio de armas en frente, donde la guardia imperial presentaba sus respetos al emperador en las celebraciones tradicionales.

En frente del patio de armas estaba una gran escalera de piedra de treinta metros de ancho, que terminaba a veinte metros del salón del trono y estaba dividida en dos tramos ascendentes.

Cuando Long Zi tenía seis años, había recibido una de sus primeras lecciones de vida en este mismo sitio. Él había desafiado a su padre a un combate por el trono ya que no estaban de acuerdo en cómo se debían hacer las cosas. El desafío se hizo cuando él tenía cinco años, pero no se había sentido capaz de derrotar a su padre con seguridad hasta que cumplió los seis años.

Long Zi había acudido al patio de armas con la intención de darle una paliza a su padre, quien siempre le decía que en las discusiones de los hombres ganaba aquel que tenía el puño más grande, dejando a Long Zi indefenso ante su fuerza. Pero ese día pensaba cobrar venganza por todas las veces que le había ignorado dándole esa excusa tan miserable.

Long Zi había llegado al patio de armas con una cara llena de confianza y una postura firme para encontrarse a su descarado padre sentado en su trono en la sima de la escalera, y con un ejército de diez mil soldados de elite armados hasta los dientes enfrente de él.

Su padre había hablado desde su trono con voz serena para decirle con total descaro y desvergüenza, que él era el emperador, y el tamaño de su puño, era el tamaño del puño de todo el imperio. Acto seguido, ordenó a su ejército que le diera una paliza por desafiar a su padre emperador.

Long Zi se había pasado una semana en cama lamentando su estupidez, pero ese día, aprendió la lección más valiosa de toda su vida. La fuerza, el poder y la razón, no eran nada ante el descaro y la desvergüenza humana. Ese día aprendió que si quería cumplir sus objetivos, entonces debía ser el ser más descarado y sinvergüenza de este mundo.

Long Zi entró al salón del trono mientras anunciaban su llegada y los ministros y generales de su padre le saludaban haciendo reverencias y ahuecando el puño.

Los ministros y eruditos se ubicaban a la izquierda en frente del trono, y los generales y consejeros militares a la derecha.

El trono imperial estaba al frente de todos ellos y no era un sillón vistoso como con los tronos de los reyes extranjeros, sino que ocupaba todo el lugar en frente de los ministros y generales. Era de color dorado, con dos grandes asientos para el emperador, que formaban parte de algo que los extranjeros considerarían un altar. La figura del emperador en el continente dragón, no era como la de los reyes.

Un emperador era el mismo imperio del dragón de dos cabezas y tenía autoridad sobre todo y sobre todos. Podía ordenar hacer sacrificios en tiempos difíciles y cambiar leyes para beneficiar al pueblo en tiempos de cosecha. Pero el principal deber del emperador era velar por el futuro de la línea de sangre del dragón de dos cabezas y gracias a esto, su línea de sangre, aunque estaba tan debilitada como todas las demás, con algunos sacrificios poco ortodoxos y algo escandalosos para los extranjeros, su línea de sangre contaba con hasta diez veces más miembros que cualquiera de las otras que aún existían.

Long Zi se acercó al trono y se puso sobre una rodilla para saludar a su padre ahuecando el puño y bajando la cabeza.

—Padre imperial, tu hijo te saluda —dijo Long Zi con un saludo informal.

Su padre asintió para aceptar sus saludos, pero su rostro mostraba desaprobación. Era evidente que pensaba que ya debería estar pidiendo piedad.

Long Zi sonrió para sus adentros. Su padre imperial era un hombre de 1,80m, cabello negro largo, rostro sereno, barba larga y cuidada con el porte de un general y la sabiduría de un erudito. Él llevaba la túnica imperial dorada decorada con dos dragones dorados y la corona imperial. Todo esto multiplicaba su presencia por cien e infundía el miedo y el respeto en sus sirvientes.

Su padre imperial esperó unos segundos para darle tiempo a que recapacitara y empezara a suplicar, pero al ver que Long Zi no hacía nada y hasta se levantó con total descaro para mirar sus alrededores con indiferencia, su padre imperial levantó una ceja de espada y alzó la mano.

Al momento, una mujer que aparentaba unos treinta pero que solo tenía veinte, se adelantó desde su posición a unos pasos del trono y miró a Long Zi acusadora. Debido a su arrebato, su juventud quedó al descubierto. Ella era la sexta madre, la madre de sus hermanos menores, Long Yan Yan y Long Xiao Xiao. Ellos eran gemelos y nacieron con una mutación de la sangre.

En otras líneas de sangre, las mutaciones solo aparecían de forma esporádica y solo en los descendientes de la línea principal. Pero en la sangre del dragón de dos cabezas, era algo común y se extendía a todos sus miembros.

Long Yan Yan y Long Xiao Xiao, había nacido con una mutación llamada encanto. Era una mutación tan fuerte, que podía atraer incluso a los magos cuya magia les impedía sentir deseos o atracción hacia otras personas. Ellos podían crear una ilusión de amor en otras personas y hacer que estas estuvieran dispuestas a hacer cualquier cosa por ellos. Por esta habilidad tan poderosa, ambos niños habían sido escondidos del resto del mundo y eran mantenidos bajo la vigilancia continua de numerosos expertos.

La sexta madre después de mirarlo acusadora por algunos segundos y de que Long Zi le respondiera con curiosidad en la mirada, comprendió que él era un descarado y que no iba a admitir nada, por lo que lo apuntó con el dedo y habló:

—¿Dónde está la llave del patio de los gemelos? —preguntó la sexta madre con tono iracundo. Long Zi se mostró sorprendido, pero no demasiado.

—Tengo entendido que está en posesión de la sexta madre —respondió Long Zi con tono de extrañeza.

La sexta madre frunció el ceño, contrariada al darse de cuenta que su pregunta había sido evadida con facilidad, pero se llenó de resolución y volvió a acusar.

—No la tengo. Me la han robado… —Long Zi no esperó a que terminara de hablar y alzó la voz para hablar con furia.

—¿Quién se atreve a robarse la llave del patio de mis dos hermanitos? —preguntó mirando a su alrededor y asiendo dar un respingo a algunos ministros y eruditos por su brusquedad. Antes de que nadie pudiera responder, Long Zi miró a la sexta madre con furia en los ojos.

—Sexta madre, por favor cuéntanos a todos nosotros, cómo fue con exactitud que te robaron la llave e identifica a los perpetradores. ¡Yo mismo les haré justicia a sus pútridas almas! —exclamó Long Zi con furia justiciera haciendo estremecer a la sexta madre de pies a cabeza. Ella olvidó todas sus acusaciones y siendo intimidada por su voz imperativa y furiosa, empezó a hablar sin darse de cuenta de lo que decía.

—Yo… Yo no lo sé. Yo llevaba la llave en… —La sexta madre miró sus pechos y se mordió los labios con nerviosismo—. Luego, esta mañana cuando me levanté, la llave ya no estaba…

—¡Qué! —exclamó Long Zi con tono de asombro haciendo dar un respingo a la sexta madre que ya había perdido todo control sobre si misma—. ¿Cómo has podido? ¡Mujer irresponsable! —acusó Long Zi con furia—. Has perdido la llave del patio de mis dos hermanos menores poniendo en riesgo sus vidas.

»¡Oh dioses, mis pobres e indefensos hermanitos! —Long Zi miró a su padre que lo miraba sombrío, pero que no sabía cómo mandarle a azotar sin perder la cara en el proceso—. Padre imperial, esta mujer no solo ha perdido la llave del cuarto de mis hermanos, si no que se atreve a venir aquí y a buscar excusas para tapar sus errores.

»Padre imperial, eres el emperador y ella es tu concubina, por lo que su castigo deberá quedar en tus manos. Pero como fiel protector de mis hermanos, debo urgirte a cambiar de inmediato la cerradura del patio de los gemelos y de entregarle la nueva llave a alguien que sí pueda defenderla y protegerla con su vida.

»Y ya que estoy aquí, aprovecho para decir con toda humildad, que no hay nadie que esté más calificado y que retaré a cualquiera que diga lo contrario —dijo mirando amenazador a generales y ministros por igual—. En cuanto a esta mujer —dijo regresando la vista a la sexta madre—. Solicito que por su irresponsabilidad, se le aparte de los gemelos y no se la deje acercarse a ellos por ningún motivo —concluyó Long Zi con rectitud.

La sala del trono estaba en tanto silencio que el sonido de las rodillas de la sexta madre cayendo sobre el suelo fue audible en todo el lugar.

—¡No! ¡Por favor! Majestad imperial! ¡Por piedad! ¡No me alejen de mis hijos! —rogó la sexta madre perdiendo todo su porte digno y llorando como una niña. Sus lloros hicieron que todos en la sala del trono se tensaran y miraran a su padre, que miró a Long Zi con cara sombría y ansias asesinas.

Long Zi lo miró con indiferencia y miró a la sexta madre como pensando en algo.

—Sexta madre, tal vez fui demasiado impulsivo al acusarte. Pareces una buena madre, no creo que seas capaz de descuidar la seguridad de tus propios hijos. Ante tu actitud sincera, solo puedo concluir que he malinterpretado todo este asunto.

»Quizás las preocupaciones del día a día en el palacio te hayan hecho olvidar el lugar donde guardaste la llave la última vez. Pero conociéndote y viendo la sinceridad con que amas a tus hijos, estoy seguro de que guardaste la llave en el lugar más seguro posible. De seguro en tu propia caja fuerte —dijo Long Zi como si hubiera deducido todo el asunto. La sexta madre lo miró con una perplejidad confusa—. Sexta madre, ¿por qué sigues aquí? Ve a buscar esa llave que guardaste en tu caja fuerte la noche pasada —instó Long Zi.

La sexta madre miró a los ministros, a su padre imperial y por ultimo a él antes de levantarse y correr a su patio.

—Padre imperial, por favor perdona su arrebato al no despedirse de ti con la adecuada ceremonia, ya sabes cómo se preocupa una madre por sus hijos —pidió Long Zi con voz amable.

—¡Solo vete! —dijo su padre en estado de depresión. Long Zi hizo un saludo humilde y salió de la sala del trono seguido por Yun Kun que lo miraba con incredulidad.

—¿Crees que he exagerado? —preguntó Long Zi a Yun Kun una vez volvieron a los caminos de piedra. Yun Kun negó con la cabeza sin saber qué decir. Long Zi asintió.

Las concubinas de su padre habían estado molestando a sus hermanos y queriendo inmiscuirlos en las intrigas del palacio imperial. Long Zi usó esta oportunidad para recordarles que él era alguien a quien no se podían enfrentar sin importar el respaldo que tuvieran.

Si daban un paso en falso para contrariarlo, las arrastraría sin piedad al infierno más cruel que se pudieran imaginar. Ese era el destino que les esperaba a todos aquellos que se metieran con sus hermanos y trataran de causarles daño.

Long Zi apartó el asunto de su mente para esperar la reacción de las concubinas de su padre y se dirigió al patio de los eruditos. Aún no eran las diez de la mañana y quedaba tiempo de sobra, pero tenía una apuesta que resolver con sus hermanos y ese era el sitio acordado para su reunión.

Cuando Long Zi llegó, ya todos estaban en el lugar. Era la entrada al salón donde recibían sus clases diarias. Long Shaoran, su segundo hermano, que tenía veinte años, era alto, musculoso, de rostro severo y postura recia, estaba al lado de Long Shue, su primera hermana. Ella también tenía veinte, pero era mayor que Long Shaoran por cinco meses. Ella era la mujer más hermosa que Long Zi hubiese visto jamás, pero no era algo que dijera su guía de bellezas que le daba un puntaje a Long Shue de nueve de diez puntos, sino que él la veía así debido a sus propios sentimientos.

Como de costumbre, Long Zi no fijó demasiado la mirada en su hermana. Tampoco era algo extraño que algo así le sucediera.

Era un asunto bastante común que a los magos que llevaban la maldición de no poder sentir deseos sexuales, de vez en cuando se les friera el cerebro y se enamoraran de sus propios familiares. Era un mal frecuente, y hasta tenía medicina. Las diferentes líneas de sangre empleaban diferentes métodos para evitar estos ataques de locura.

El más seguro hasta ahora era sellar la magia del mago en su concepción usando un hechizo, amuleto o talismán y esperar a que el mago creciera y alcanzara la madurez mental suficiente para enfrentar la pérdida de sus emociones, y evitar que luego no pudieran lidiar con el asunto y terminaran volviéndose locos e incontrolables.

Ese era el método más efectivo que existía, y hasta ahora no tenía fallos en cuanto a su propósito. El problema con ese método era que dejaba poco tiempo para el desarrollo del mago.

La mayoría de personas alcanzaba una relativa madurez de sus emociones a los dieciséis, pero a veces llegaban los veinte y el mago seguía siendo un completo idiota, por lo que su avance futuro se veía afectado. Por todo esto y ahora que podían extinguirse de un momento a otro, uno de sus emperadores abolió esta práctica y decidió entrenar a los niños apenas pudieran ponerse de pie.

Fue una táctica efectiva para mejorar la magia, pero provocó numerosos casos de locura y descontrol como el que sufría él mismo.

Por supuesto, había un método para suprimir esta locura. Lo llamaban poción de amor. Era una poción que aumentaba la supresión de los deseos y hacía que ya no se produjera ningún acto descontrolado en el individuo afectado, por largos periodos de tiempo.

El problema con este método, era que al suprimir los deseos al límite, también afectaba al placer y para un hombre tomar la poción era como ser castrado, volviéndose impotente al mismo momento de tomar la poción.

Esa era una desgracia que Long Zi no estaba dispuesto a sufrir. Él tenía que tener un harén de bellezas y muchos hijos, no iba a renunciar porque se hubiera vuelto loco. Además, en su opinión, él había corrido con suerte, ya que antes de que él comenzara a sufrir esta locura, las personas más cercanas a él habían sido su primera hermana y su madre imperial. Como se hubiera enamorado de su madre imperial, para este momento ya estaría muerto.

Su madre imperial era una persona aterradora que no atendía a razones. Ella era como un general cuyas órdenes debían ser obedecidas. En caso contrario, las consecuencias eran terribles.

Si su suave hermana Long Shue descubriera su condición era probable que le abrazara y le consolara, pero si le decía a su madre que tenía un caso de locura por su hermana, de seguro sacaba su látigo y lo dejaba en el esqueleto. Long Zi apartó esos terribles pensamientos de su cabeza y miró al resto de sus hermanos.

Long Shui, que era su tercer hermano, tenía diecinueve años. Era flaco y de estatura promedio, él siempre llevaba ropa de erudito y no le gustaba participar en batallas, él era más de la parte teórica y estratégica. Seguía Long Xia, la hermana que había tramado contra él tentándole con bellezas para poder irse a ver con su novio. Long Mei y Long Nin hablaban con ella. Long Zi le envió un mensaje a Yun Kun usando una técnica de trasmisión de voz.

—Yun Kun, ¿era guapo y elegante? —preguntó Long Zi. Yun Kun suspiró.

—Sí, Joven maestro, era guapo y elegante —respondió Yun Kun con pesar. Long Zi asintió. Él no castigaría a su hermana por caer con un chico guapo y elegante.

Long Zi llegó y saludó a sus hermanos con un asentimiento mientras estos le rodeaban.

—Gran hermano, ¿cómo escapaste del padre imperial esta vez? —preguntó Long Shaoran en tono curioso.

—Gran hermano, ¿dónde está la llave? Recuerda que yo fui la última en ganar en las apuestas. El primer turno es mío —dijo Long Xia emocionada. Long Zi mantuvo su rostro sereno.

—Por favor cálmense. El padre imperial me mandó a llamar por un asunto relacionado con la llave del cuarto de los gemelos, pero resultó que la sexta madre solo la había extraviado en su caja fuerte —explicó Long Zi con calma y miró a Long Xia con expresión digna—. Long Xia, por favor no digas esas cosas tan raras. Yo jamás me atrevería…

—Gran hermano Long Zi, ya hemos usado talismanes para silenciar este lugar, nadie va a espiarnos aquí —dijo Long Nin con seguridad.

Long Zi cambió su expresión serena por una de arrogancia y autosatisfacción, para sacar la llave de madera y hablar en tono triunfante.

—¡Este padre se ha robado la llave del cuarto de los gemelos! ¡Este padre ha cometido su centésima nonagésima fechoría y este padre aún sigue sin recibir un solo latigazo en su blanca y atractiva espalda! ¡Este padre es un dios! ¡Ni siquiera las tetas de la sexta madre son un lugar seguro para esconder cosas de este padre! —dijo Long Zi exhibiendo la llave ante todos sus hermanos que gritaban y alababan con emoción, tratando de tocar la llave y diciéndole que era el mejor hermano del mundo.

—¡Todos ustedes son unos depravados! —reprendió Long Shaoran que no participó en las apuestas por la llave del cuarto de los gemelos.

El encanto natural de los gemelos no funcionaba con gente amargada a menos que ellos activaran su magia de forma intencional. Long Shaoran era un maniático del entrenamiento físico y alguien similar a Yun Kun, por lo que no tenía ningún interés en los gemelos.

Long Zi levantó la mano para detener a todos y mirar a Long Shaoran con serenidad.

—Segundo hermano, debes disculparte ahora mismo —dijo Long Zi con tono recto—. ¿Crees que hacemos esto para complacernos a nosotros mismos? —preguntó Long Zi. Long Shaoran entrecerró los ojos dejando clara su opinión, pero Long Zi miró a sus demás hermanos.

—¡Claro que no! —respondió Long Xia apresurándose a dar un paso al frente con expresión indignada y dolida.

Long Zi miró de nuevo a Long Shaoran y cubrió a Long Shue que era demasiado sincera y ya se había ruborizado.

—¡Pues no! No hacemos esto para satisfacernos a nosotros mismos. Hacemos esto por nuestros queridos hermanos menores. Hacemos esto, porque no queremos que ese par de seres que son nuestra propia carne y sangre, sufran un encierro que los obliga a permanecer enclaustrados, atormentados por la soledad y la depresión de no saber si hay alguien aquí fuera que se preocupe por ellos.

»No, segundo hermano. No somos unos depravados… Long Mei parece que se está filtrando agua del techo y te ha caído en la boca, por favor límpiate —dijo Long Zi con amabilidad. Long Mei se sorbió la baba que le salía de la boca y le agradeció con un asentimiento de cabeza—. Cómo les iba diciendo, no somos unos depravados… Long Shui a ti también te ha caído agua del techo en la boca —dijo Long Zi con calma.

—¡Nunca he conocido gente tan depravada y desvergonzada como ustedes! —reprendió Long Shaoran señalándoles con el dedo. Long Zi entrecerró los ojos y guardó la llave de madera en su túnica.

—Tú, ¿te atreves a señalar a tus hermanos con el dedo para llamarlos depravados y desvergonzados? Si este padre no te da una lección, pensaras que somos fáciles de injuriar e intimidar —dijo Long Zi con tono justo, y antes de que Long Shaoran pudiera decir algo para defenderse, Long Zi ya lo había sujetado por la espalda, inmovilizándolo al sostener sus manos y sus piernas en una llave.

—Háganle cosquillas hasta que se orine encima —ordenó Long Zi con frialdad.

—¡No! —gritó Long Shaoran desesperado—. ¡Los golpearé por esto! —amenazó mientras todos le caían encima para hacerle cosquillas.

Algunos minutos después, se vieron obligados a soltar a Long Shaoran debido a que Yun Kun les notificó que su profesor se acercaba. Cuando lo soltaron, Long Shaoran salió corriendo para dirigirse al baño sin mirar atrás y ellos entraron a la sala de clases como si nada hubiese pasado. La sala de clase era un salón pequeño con una biblioteca, mapas en las paredes y ocho mesas, siete para ellos y una para el maestro.

Desde sus ventanas se podía ver el estanque que rodeaba la muralla del palacio imperial. Había flores de loto en él y se veía como el estanque de un jardín, pero era una trampa mortal, ya que estaba infestado de criaturas mágicas que podían devorar en segundos a todo el que cayera dentro.

Era una de las principales defensas del palacio imperial. Más allá del pozo, a trecientos metros de distancia, se podía ver la ciudad imperial y algunos de sus edificios más altos. Long Zi los observó con melancolía mientras esperaba.

Long Shaoran llegó junto con su profesora. Long Zi frunció el ceño al ver quién le daría la clase de hoy. Ella era una mujer de treinta años, cabellos negros, rasgos suaves y cuerpo voluptuoso.

Si Long Zi tenía que apegarse a las reglas de su libro de bellezas, ella sería una belleza voluptuosa de nueve puntos. Pero por desgracia, esta belleza estaba defectuosa y no se ajustaba a las reglas. Ella tenía rasgos suaves y amables, pero su carácter era horrible y le gustaba maltratar a la gente. En opinión de Long Zi, le faltaba un marido, pero nadie la quería por ser violenta, por lo que a sus treinta años era una solterona de mucho cuidado.

—Gran hermano Long Zi, por favor no discutas con la maestra de nuevo —pidió Long Shue que se había sentado en la mesa de al lado.

—Ella no es una maestra, es un aprendiz, como nosotros. Solo abusa de su autoridad para intimidarnos —se quejó Long Zi. Ellos no podían ir en contra de sus maestros, esa era la ley de su padre imperial.

Long Zi, como todos los demás, respetaba a sus mayores, pero esta mujer no era un mayor, sino alguien muy molesto. Long Zi respiró hondo y por el bien de sus hermanos puso cara serena durante toda la clase. Song Yue, que era como se llamaba la solterona de cuidado, lo miró con enemistad y estuvo atenta a todos sus movimientos.

A Long Zi le parecía que siempre buscaba pelear con él, y tenía algo en su contra, pero sus hermanos decían que solo era su imaginación. Long Zi no estaba seguro de ello. Song Yue, además de ser un aprendiz de erudito, también era la discípula principal de su maestro. Él les había enseñado juntos, pero sus caminos siempre iban en direcciones diferentes.

—Príncipe imperial Long Zi, como heredero del imperio, ¿qué opina usted de cómo debería ser la vida de un emperador? —preguntó Song Yue mirándole como si ya hubiese obtenido una respuesta decepcionante.

Sus hermanos le miraron con preocupación. Long Zi se calmó y decidió responder con sinceridad. Él se puso de pie y miró a Song Yue para hablar con tono sereno.

—En primer lugar, creo que deberían cambiarse las reglas de sucesión al trono para excluir a los amargados. Si estudiamos la historia, todos esos tipos lo que hicieron fue hacer guerras una detrás de otra, mientras decapitaban gente y ordenaban trabajos forzosos. El imperio quedó en agonía después de cada uno de sus mandatos.

»Respecto a cómo debería ser la vida de un emperador, está claro que no es necesario, que el emperador sea un erudito en muchos temas. Cada emperador tiene a toda una corte de eruditos para guiarle, por lo que esforzarse más allá de lo básico, puede resultar en estrés innecesario y a una conducta amargada.

»Lo más razonable es mantenerse contento para tomar las cosas con calma y llegar al mejor desenlace de los diferentes problemas del imperio.

»Por último, lo más importante. El emperador necesita un harén de al menos cien bellezas. ¿Quién no sería feliz con un harén de cien bellezas? —preguntó Long Zi mirando a Song Yue con calma. Song Yue se levantó rechinando los dientes y lo señaló con el dedo.

—¡Tú, siéntate! —reprendió Song Yue. Long Zi se sintió contrariado y también la señaló con el dedo.

—Tú, vieja mujer solterona, cómo te atreves a señalar a este atractivo príncipe con el dedo… —Sus palabras fueron interrumpidas cuando Song Yue tomó una regla de madera de hierro y se la sacudió por la cabeza con toda su fuerza.

Long Zi quedó algo confuso y se preparaba para gritarle cuando recibió otro reglazo y otro más. Long Zi se tiró al suelo y se hizo un ovillo mientras reprendía a Song Yue.

—¡Mujer solterona y amargada, cuando sea emperador voy a buscarte un marido para que te meta en cintura! —amenazó Long Zi, pero no dejaron de apalearlo, y los reglazos cayeron con más fuerza.

Yun Kun observaba todo sin hacer ningún movimiento. Si Long Zi no podía hacer nada contra un maestro, él menos. Long Zi creyó ver cierta satisfacción en sus ojos.

—Mujer solterona, ya no voy a buscarte marido, en cuanto sea emperador te ordenaré casarte conmigo y yo mismo te meteré en cintura. Voy a darte nalgadas hasta dejarte suave y sumisa —volvió a amenazar Long Zi—. Hay, en la cara no —gimió Long Zi—. Soy demasiado guapo y atractivo para que me golpeen en la cara…

Son Yue estuvo apaleándolo por unos cinco minutos hasta que ya no pudo más y respiraba con dificultad. Ella se irguió tratando de calmar su respiración y colocando la tabla de madera de hierro sobre la mesa del maestro, para arreglar su cabello y planchar su ropa con las manos.

—Nos veremos mañana —se despidió Song Yue con calma y salió de la sala. Sus hermanos corrieron a socorrerlo.

Long Shaoran y Long Xia lo levantaron y lo ayudaron a caminar hacia la sala de entrenamientos mientras Long Shui, Long Shue y las dos niñas revisaban su estado. Long Zi se dejó arrastrar fingiendo estar en mal estado mientras se quejaba de dolor.

—Gran hermano Long Zi, eres demasiado fuerte. Ella te golpeo tanto, pero no tienes ni un raspón —alabó Long Shue.

—Long Shue, estoy herido de gravedad. Mira —dijo Long Zi levantando su manga y mostrando su antebrazo donde tenía una leve marca roja casi imperceptible.

—Gran hermano Long Zi, creo que le gustas a esa mujer Song Yue —dijo Long Shui acariciando su barbilla—. ¿Notaron que en cuanto dijo que la haría su esposa ella ya no le golpeo tan fuerte? —preguntó Long Shui. Long Zi se levantó sobre sus propios pies y miró a sus hermanos.

—¿Eso sucedió? —preguntó Long Zi.

—Gran hermano Long Zi, yo también lo noté —dijo Long Xia asintiendo.

—Gran hermano Long Zi, nosotras también —dijeron Long Mei y Long Nin. Long Zi asintió con gravedad.

—Ya veo —dijo Long Zi con seriedad—. Así que era eso. Bueno, este joven maestro posee gran carisma y atractivo, es evidente que esa pobre mujer solitaria quedó impresionada por mí —dijo Long Zi asintiendo—. Pero yo soy una persona de carácter puro, ahora que me he enterado de su interés por mí, quizás no pueda esperar a convertirme en emperador.

»Una persona justa y amable como yo, solo puede sacrificarse para complacer a esa solitaria criatura, todo por el bien de sus necesidades. De solo pensar en esa pobre criatura solitaria…

—Gran hermano Long Zi, se ha filtrado agua del techo y te ha caído en la boca —Long Zi se limpió la baba y acaricio la cabeza de Long Nin en agradecimiento.

—Gracias, Long Nin —Long Zi miró a sus hermanos—. ¿Creen que debería ir a perseguirla? —preguntó Long Zi.

—Gran hermano Long Zi, creo que es mejor que esperes hasta convertirte en emperador. Esa mujer tiene muy mal carácter. Hace unos días, uno de los generales del ejército fue con su hijo a proponerle matrimonio y esa mujer rompió los regalos y le dio una paliza al su pretendiente delante de su propio padre —dijo Long Shaoran.

Long Zi tragó saliva, pero si esa mujer se atrevía a caerle a palos al príncipe heredero, el hijo de un general no sería nada para ella. Hasta era posible que hubiera apaleado también al general y el pobre no dijera nada por temor a perder la poca cara que le quedaba.

—Sí, gran hermano Long Zi, es mejor que esperes a convertirte en emperador y así podrás intimidarla con facilidad —aconsejó Long Xia. Long Zi asintió para aceptar sus sabios consejos y a los pocos minutos llegaron al salón de entrenamiento.

No era que el patio de los eruditos fuera un lugar de entrenamiento, sino que ellos eran los hijos del emperador y era más seguro que entrenaran en privado.

Al entrar en la sala no demasiado grande, tenía quince metros de ancho y diez de largo, ya les esperaban sus maestros, uno para cada uno de ellos. Long Zi seria supervisado por Yun Kun, ya que su maestro estaba demasiado ocupado para hacerlo él mismo y la última vez que envió a Song Yue para supervisarlo acabaron peleando.

La sala de entrenamientos tenía sostenes con diferentes tipos de armas pegados a la pared del fondo. Había desde bastones hasta lanzas pesadas y todo tipo de armas cortas, pero todo el resto del espacio estaba despejado. El liso y pulido piso de madera de hierro, solo se veía interrumpido por la columna central.

Después de que todos cambiaran sus ropas por los uniformes de entrenamiento en los cuartos de baño, Long Zi fue a la pared y tomó una lanza pesada con la mano derecha. La lanza pesaba unos quinientos kilos y era un arma temible si se empuñaba en una batalla donde hubiera numerosos enemigos.

Sus hermanos que no tenían su fuerza, fueron asignados con armas más livianas. Cada uno de ellos fue a su lugar. Long Zi caminó hasta el lado derecho de la habitación y se paró firme sobre un círculo de inscripciones negras que apareció sobre la madera cuando Yun Kun se agachó y tocó el suelo.

El círculo tenía dos metros de diámetro y era algo parecido a un talismán, solo que los talismanes se grababan en papel y a esta se le llamaba matriz.

A diferencia de los talismanes, una matriz, tenía usos muy versátiles dependiendo de su configuración. Podía hacer incluso barreras y escudos para proteger a todo el palacio imperial, pero demandaba gran cantidad de magia y necesitaba magos para activarla.

Las matrices eran la especialidad de su línea de sangre y solo ellos podían crear las más complejas de ellas debido a lo versátil que era su magia.

Long Zi ocupaba una matriz simple, que estaba destinada al entrenamiento físico, pero el imperio del dragón de dos cabezas podía hacer matrices que simulaban un pequeño mundo ilusorio, donde los magos podían imprimir sus conocimientos mágicos y enseñárselos a otros con facilidad y eficiencia. Una matriz de este tipo costaba decenas de millones de monedas de oro para hacerse, pero ellos las vendían por cientos de millones a los magos de otras líneas de sangre. Era una fuente de ingresos constantes para su imperio.

Cuando la matriz se activó, Long Zi sintió la presión sobre cada parte de su cuerpo. Era como entrenar colocando pesos sobre el cuerpo, pero con la ventaja de no entorpecer el movimiento y distribuyendo el peso de manera uniforme sobre todo el cuerpo.

Long Zi sintió que su cuerpo pesaba unas diez veces más, lo que eran unos setecientos kilogramos. Esa era la activación de la matriz en un grado menor. También podía usarse para simular agua, fuego, rayos, tierra o lodo. Era como un campo de entrenamiento en miniatura.

Long Zi comenzó su entrenamiento con una rutina de movimientos con lanza.

Tres horas después, Long Zi terminaba una última flexión para caer al suelo sin ninguna fuerza en su cuerpo cuando Yun Kun desactivó la matriz. Long Zi arrastró su cuerpo hacia donde estaban sus hermanos y habló:

—¿Alguien vivo? —preguntó con voz débil.

Sus hermanos le respondieron con quejidos lastimeros mientras se arrastraban a los baños ayudados por algunas sirvientas.

Long Zi fue llevado al baño de hombres junto a Long Shaoran y Long Min. Las sirvientas los desnudaron y los metieron a cada uno en una bañera de agua tibia con abundantes hierbas medicinales usadas por su sangre para mejorar el estado del cuerpo.

Las sirvientas masajearon sus cuerpos doloridos y las hierbas curaron los músculos desgarrados y los moretones productos del duro entrenamiento.

Luego de media hora, Long Shui consiguió fuerzas para hablar y empezó a quejarse de que él era un erudito y que este entrenamiento de bestias estaba atrasando sus estudios.

Long Zi ya estaba acostumbrado a sus quejas e invirtió sus energías en comer las frutas y tentempiés que le trajeron las sirvientas. Long Shaoran hizo lo mismo.

Long Zi esperó diez minutos más y se apresuró a vestirse con sus túnicas habituales para salir del baño. Long Zi abrió la puerta de madera para encontrarse a Yun Kun con una expresión comprometida y a su hermana Long Shue mirándole con una sonrisa triunfante. «Estoy muerto», pensó Long Zi. Long Shue lo miró con cariño y habló con dulzura.

—Gran hermano Long Zi, quiero invitarte a mi patio para cenar esta tarde junto a nuestra madre imperial. —A Long Zi le temblaron las piernas—. ¿Estás bien hermano? —preguntó Long Shue con preocupación.

—Por supuesto, es solo algo de cansancio por el entrenamiento, quizás deba volver a la bañera de hiervas… —Long Shue lo miró con tristeza y sus lágrimas empezaron a caer.

A Long Zi se le trancó la respiración y por poco cae de rodillas para aporrear el piso con su cabeza y empezar a disculparse. «Dioses, estoy enfermo», pensó Long Zi.

—Gran hermano Long Zi, ¿no quieres venir a mi patio? Siempre encuentras excusas para no visitarme…

—¡Ya, ya! —interrumpió Long Zi con el corazón paralizado—. Paso mucho tiempo contigo. Siempre vamos de paseo juntos y ayer hasta fuimos a conocer a ese novio tuyo —dijo Long Zi sin poder evitar que los celos se filtraran en su voz.

Yun Kun miró a todos lados con preocupación. Él era la única persona que sabía de su locura. Fue un día que su hermana lo abrazó con descuido y él miró su reacción. Yun Kun era una persona de gran experiencia y tales cosas no le pasarían por alto. Long Zi limpió las lágrimas de Long Shue.

—La razón de que prefiera salir contigo a pasear, es que Long Shaoran siempre quiere ir con los generales y soldados. Long Xia se pone a perseguir chicos y me hace perder la cara. Y Long Shui solo está interesado en libros.

»Con la única que puedo pasear es con mi primera hermana Long Shue por que ambos disfrutamos caminar por los caminos de piedra y ver las fuentes y flores por el camino, mientras cotilleamos de todos los demás. Si además de pasear siempre contigo, también fuera a visitar tu patio a menudo, ¿no se quejarían los demás de favoritismo? —preguntó Long Zi.

Long Shue lo abrazó y jipió. Long Zi se apresuró a apartarla y a empezar a caminar para dirigirse a su patio. Long Shue parecía feliz y se abrazó a su brazo para guiarle a su patio y que él no fuera a escaparse.

Al llegar al patio, le esperaban todas las sirvientas de su hermana luciendo sus mejores vestidos y joyas. Se veía que esto había sido planeado con cuidado.

Las sirvientas le saludaron y le dieron la bienvenida con reverencias y hermosas sonrisas. Todas ellas eran bellezas de ocho puntos o más, pero Long Zi no estaba para evaluar sus puntos fuertes, él estaba muy ocupado tratando de encontrar una buena excusa para largarse de allí. Para su desgracia, su hermana ni siquiera le dio una oportunidad y luego de presentarlo con algunas nuevas sirvientas de los clanes San y Song, lo llevó directo a su cuarto y despidió a las sirvientas.

«Dioses, ella es demasiado descuidada»… Ella era su hermana, ni en sus peores pesadillas podría imaginar que él quisiera hacerle daño, pensó Long Zi con pesar.

Yun Kun parecía mortificado cuando su hermana se sentó en frente de él. Long Zi sintió su cuerpo perder el control y se llevó la mano a la espalda de forma descuidada para sacar una pequeña daga y clavársela en la mano.

Yun Kun frunció el ceño al verlo y pareció indeciso. Él debía evitar que sufriera daños y ni siquiera podría intervenir si él hiciera algo en contra de su hermana. Pero las consecuencias de perder el control serían más graves y eso parecía hacerlo dudar. Al final no hizo nada. Una herida como esa no dejaría ni una cicatriz, solo era algo que causaba dolor.

Long Shue no prestó atención a lo que él hacía y buscaba con emoción en las gavetas de sus armarios para sacar pinturas, escrituras y telas bordadas junto a algunas composiciones musicales para mostrarle.

Esta hermana suya era algo tonta con las relaciones personales, pero tenía muchos talentos, pensó Long Zi mirando su escritura con envidia.

Su madre imperial siempre le acosaba con la escritura diciendo que sus trazos eran livianos y muy deliberados, sin cuidado por la rectitud… Ella podía pasarse horas criticando su escritura. Ahora que veía la escritura de su hermana, era posible que su madre les estuviese comparando.

Esta hermana suya era demasiado talentosa para ser la hermana de un vago como él, era de esperarse que le hiciera ver mal con su madre imperial. La escritura de Long Shue era de trazos suaves y justos, sin tacha de salpicaduras o desajuste.

—¿Qué te parecen hermano? —preguntó Long Shue acercándose hasta pegar sus rodillas con las suyas.

«Me parece que quieres que tu hermano cometa un crimen», pensó Long Zi, apretando el cuchillo con la mano para sentir el dolor.

Dos horas después, él casi lograba cumplir su cometido cuando se dio por vencido. Había forzado su cerebro para buscar una solución a este problema, pero no tenía ninguna y no podía aceptar tomar la poción de amor.

En cuanto llegara su madre y él interactuara con su hermana delante de ella… No había que pensar en ello, su madre y su padre eran los dos seres que más le conocían en este mundo. Ella notaria su locura al momento. Long Zi suspiró abatido. El confesar haría público su secreto, no sabía que opinión tendrían sus hermanos de él cuando eso pasara.

—Long Shue, ¿quieres que te muestre lo que oculto detrás de mi espalda? —preguntó Long Zi. Como siempre a la tonta de su hermana se le escapó el sentido de sus palabras y lo miró con emoción.

—Gran hermano Long Zi, ¿tienes un regalo para mí? —preguntó Long Shue.

«Un día voy a morir de arrepentimientos por tu culpa», pensó Long Zi con el corazón destrozado.

Long Zi suspiró y pasó su mano al frente. Su hermana se horrorizó al ver la daga atravesando su palma y trató de sacarla, pero Long Zi la detuvo.

—¡Basta, no hagas eso! —reprendió Long Zi y su hermana lo miró sin comprender—. Long Shue, ¿sabes de la poción de amor y para qué se usa? —preguntó Long Zi.

—¿La cura para la locura? —preguntó Long Shue. «Si fuera una cura, no estaríamos teniendo esta conversación», pensó Long Zi—. Gran hermano Long Zi, ¿qué tiene eso que ver con que hayas hundido una daga en tu mano? —preguntó Long Shue con preocupación y de nuevo intentó sacar la daga de su mano.

«Ella debe estar jugando, no es posible que no entienda», pensó Long Zi.

—Long Shue, te amo. Deseo estar contigo. Cada vez que te veo, deseo desnudarte y tener sexo contigo. La razón de que me clavara esta daga en la mano es que el dolor evita que te desnude —explicó Long Zi sin ahorrarse ninguna palabra.

Yun Kun y su hermana parecían impactados por su falta de tacto, pero Long Zi ya estaba harto de tratar de darle pistas a la tonta de su hermana…

No, él se sentía molesto porque ella ni siquiera podía considerar que él tuviera sentimientos por ella. Hasta su imaginación se negaba a ello y eso le ponía deprimido y molesto.

Long Shue se sentó recta y algunas lágrimas empezaron a salir de sus hermosos ojos castaños. Ella se mordió los labios tratando de no echarse a llorar y al final pudo contenerse y mirarlo con decisión.

Long Zi se relajó creyendo que ella iba a abofetearlo y a echarlo, pero se equivocó por completo. Long Shue saltó a su mano y sacó la daga para mostrársela.

—Mi gran hermano Long Zi nunca me haría daño —sentenció Long Shue.

«Es tan tonta como una oveja», pensó Long Zi sintiendo ganas de llorar. El dolor se fue en apenas un segundo y él saltó hacia su hermana sin poder contenerse más.

Antes de que la espalda de su hermana tocara el suelo, él ya le había arrancado toda la ropa, el sostén, y se peleaba con la ropa interior de su parte baja luchando para forzar la apertura de sus piernas. Su hermana lo miraba atónita ofreciendo poca resistencia, y demasiado conmocionada para gritar.

Long Shue oponía su última resistencia entre sus piernas, sosteniendo un trozo de tela.

Long Zi hizo a un lado su túnica y abrió su pantalón para sacar su miembro y desatar su locura, pero cuando había ganado la batalla por abrir las piernas de su hermana, su cuerpo se detuvo y se negó a obedecerlo.

Long Zi no sabía lo que estaba pasando, pero al parecer no era eso lo que él deseaba. Long Zi se sintió angustiado y decidió dejar que el deseo lo guiara con lo cual volvió a atar sus pantalones y abrazó a su sorprendida hermana para besarla en la boca y estremecerse con los relámpagos de placer que recorrían todo su cuerpo.

—¿Qué… estás… haciendo? —preguntó su primera hermana entre beso y beso con un susurro temeroso.

Long Zi la ignoró y siguió besándola. Él no sabía qué demonios estaba haciendo, por lo que no podía explicárselo a su hermana. Él siguió besando su boca, sus mejillas, su nariz, sus ojos, su frente y sus cabellos, mientras la abrazaba y se estremecía como si hubiese llegado al éxtasis. Hasta él se sentía conmocionado por lo que estaba pasando.

Long Zi tenía mucha experiencia con mujeres y estaba bastante seguro de que esto no era lo que se suponía debía pasar, pero allí siguió por otros diez minutos.

Los sonidos en la habitación habían atraído a los guardias del palacio y a las sirvientas de su hermana, pero ninguno de ellos se atrevía a entrar a la habitación. Yun Kun se había dado la vuelta y estaba preparado para atacar a cualquiera que se atreviera a asomar la cara por allí.

Por esto, cuando Long Zi escuchó la puerta abrirse, él supo quién era con exactitud la persona que se acercaba. El látigo de su madre voló hacia él y golpeo tres veces en menos de un segundo provocando unos estruendosos estallidos que resonaron por todo el lugar como si de una sucesión de explosiones se tratase.

Long Zi fue arrojado contra la pared y su túnica quedó hecha girones al igual que su espalda. Ese látigo era un artefacto sagrado y su madre imperial lo blandía con toda su fuerza.

—¡Desgraciado!, ¿qué estás haciendo? —reprendió su madre imperial furiosa y levantó el látigo para seguir azotándolo con él. Ella era una mujer que aparentaba unos treinta, cabellos negros y algunos rasgos en común con él y Long Shue, la emperatriz de su padre, Long Zhe.

Long Zi no planeaba defenderse o huir, se sentía mal y su desvergüenza no daba para tanto, pero su piel seguía siendo gruesa y se negó a responderle a su madre o a tratar de admitir sus errores. Su madre al ver que no mostraba arrepentimientos lo miró con furia asesina.

—No, madre imperial, por favor detente, esto no es su culpa —exclamó Long Shue cubriéndose con una alfombra.

Su madre imperial malinterpretó sus palabras y perdió el control de su respiración. «Dioses, ¿por qué dijo ella esas palabras tan confusas?», se preguntó Long Zi y saltó hacia su hermana que recibió tres latigazos antes de que él pudiera cubrirla con su cuerpo.

—¡Suéltala! —ordenó su madre.

Long Shue ya se había desmayado, los latigazos impactaron en su espalda y habían arrancado profundas tiras de carne dejando ver lo blanco del hueso en algunas partes.

Long Zi sintió unas terribles ansias asesinas, pero acurrucó el cuerpo de su hermana para cubrirlo con el suyo, colocándose de rodillas y dándole la espalda a su madre. Él siguió sin admitir su culpa, pero no porque no quisiera hacerlo, ya que él era el primero en encontrar este asunto desagradable. Era su locura la que le impedía usar su razón y estaba dispuesto a morir antes de echarse para atrás.

Yun Kun estaba a los pies de su madre con la cabeza pegada al suelo sin atreverse a decir nada. Ella era la emperatriz, y la única autoridad que la superaba era la de su padre imperial.

Su madre rechinó los dientes y blandió su látigo una y otra vez, provocando fuertes vientos que revolvieron toda la habitación.

Luego de unos minutos, Long Zi ni siquiera sentía su espalda. Su madre entendió que él no iba a admitir la culpa y dejó de azotarlo para salir de la habitación. Yun Kun se levantó y cerró la puerta cuando ella salió, luego buscó una sábana y se la tendió a Long Zi para que envolviera a Long Shue. Long Zi la tomó levantándose y envolviendo a su hermana en ella.

Long Zi no sabía qué debía hacer. El exterior estaba rodeado de guardias y también el resto de la residencia de su hermana. Ellos no le harían ningún daño, pero no podía tirar la poca cara que le quedaba a su clan, saliendo en medio de ellos. Su desvergüenza no llegaba a tanto.

Cuando Long Zi se disponía a preguntarle a Yun Kun si tenía alguna idea, en el techo se formó un agujero y una persona bajó de allí. Él era suave y delicado con la apariencia de una mujer, pero de movimientos elegantes que no contenían ningún manierismo o gestos exagerados. Llevaba pantalón y camisa, con una pinza dorada que sostenía su cabello castaño del lado izquierdo de su cabeza.

«Mi héroe», pensó Long Zi mirando a San Lin aparecer para rescatarle de su situación comprometida. Él sonrió y Long Zi le correspondió mientras caminaba y saltaba al techo por el agujero que hizo. Yun Kun y San Lin saltaron detrás de él. Sus otros cuatro guardias personales también estaban allí. San Lin avanzó y se paró en frente de él.

Long Zi miró a sus alrededores, la noche ya había caído y las lámparas del palacio estaban encendidas. Era una buena vista desde los techos.

—¿Joven maestro Long Zi, a donde nos dirigimos? —preguntó San Lin alarmando a Yun Kun y a los otros guardias que entendieron sus palabras al momento. Long Zi sonrió, pero sacudió la cabeza.

—San Lin, el único que sufre de locura en este lugar soy yo. ¡Síganme! —ordenó Long Zi y saltó por los techos del patio de su hermana dirigiéndose hacia el noreste, donde se ubicaba la torre de su maestro.

Llegar allí no les tomó mucho tiempo, y tampoco sufrieron ningún imprevisto ya que la guardia secreta del emperador estaba bajo sus órdenes.

—Maestro, ¿es un pecado amar a tu hermana? —preguntó Long Zi unos minutos después.

—En tiempos de paz, a veces —dijo su maestro colocando tiras blancas empapadas en medicina sobre la espalda de su hermana, que seguía inconsciente debido a un somnífero que Long Zi le había administrado.

Long Zi frunció el ceño, recostado en la gran ventana de la torre de su maestro, mientras observaba el estanque de lotos debajo de él. Este viejo siempre le daba unas respuestas muy extrañas.

—Deberíamos curar sus heridas —dijo su maestro.

—Maestro, mi madre no lisiaría a su propio hijo sin importar qué tan enfurecida esté. Mi columna está bien y mis brazos ya no se sienten tan rígidos. Estaré bien en unos pocos días. Cuida a mi hermana y discúlpame con ella —ordenó Long Zi.

Su maestro volvió la cabeza para mirarle. Era un anciano de barba y cabellos blancos que rondaba los noventa años, pero parecía de unos sesenta.

—¿Estás seguro? —preguntó su maestro con una sonrisa. Long Zi miró la ciudad a lo lejos.

—Supongo que ya no puedo complacer a mis padres, es hora de crecer y ver qué tan inútil puedo ser —dijo Long Zi—. Maestro, ¿crees que ya es demasiado tarde? —preguntó Long Zi.

—Aún no —respondió su maestro. Long Zi asintió y miró a Yun Kun y a sus guardias que permanecían atentos a la situación.

—Yun Kun, cuida de mi hermana, a partir de ahora ella será tu responsabilidad —ordenó Long Zi y se dejó caer hacia el estanque que rodeaba la muralla. De todas formas solo le quedaba un año, pensó Long Zi mientras caía al foso.