1 Capitulo 1 "El comienzo"

"El hotel Orange West es un oasis de tranquilidad en medio del bullicio de Niw Yark. Cuenta con numerosas comodidades que cualquier escritora sueña para entrar de lleno a sus historias. Nombrando algunos, tenemos sus habitaciones, insonorizadas como salas de estudio, que invitan a la concentración y la creatividad, con cocina incluida, listos para preparar cualquier refrigerio que se antoje en el momento.

También ofrece servicios de spa disponibles en cualquier horario del día, y un hermoso jacuzzi que se asoma desde un balcón en lo más alto del edificio, brindando una de las mejores vistas de todo el estado, resaltando la grandeza de la naturaleza escondida perteneciente al Parque Central de la ciudad."

Todo eso fue suficiente para que una joven escritora llamada Helena Ortiza eligiera el dichoso hotel como su lugar de residencia, para continuar con su vida como una escritora de renombre a nivel mundial.

La joven de pelo castaño, enredada en sus pensamientos, tecleaba frenéticamente en su computadora portátil. Sus dedos danzaban sobre las teclas como si tuvieran vida propia, plasmando en la pantalla una historia que la consumía por completo. De pronto, un golpe seco en la puerta la sacó de su ensimismamiento.

—¡Helena, bebé, ya estoy aquí!—sus ojos brillaron al escuchar aquella voz gruesa mencionar su nombre.

—Voy , espera un momento—cerró su laptop de golpe y corrió de prisa hacia su guardarropa.

—No me digas que aun no te has arreglado.

—Es mi primer día de vacaciones, claro que no estoy arreglada—contestó la chica mientras reemplazaba su pijama por unos jeans ajustados junto a un blusón holgado de mangas largas que habían sido un regalo de aquella persona que se encontraba detrás de la puerta.

—¡Helena!—La voz de afuera se escuchó algo desesperado.

—Ya voy Stanly—Grito después de ajustarse las zapatillas, se alisó el cabello con sus manos, sin antes mirarse al espejo, y por último camino directo a su llamado.

—Vaya, te perdono la demora solo porque estás usando la ropa que te compré hace mucho tiempo. Pensé que jamás te la pondrías—dijo un hombre alto, de piel blanca, con una sonrisa en su rostro, vestido de colores vivos.

—Perdona, pero no encontraba la ocasión para usarla—dejó salir la escritora, que a la vez se enderezaba el pantalón y alisaba la blusa con sus manos—¿Cómo me veo?—preguntó algo tímida.

—Te ves hermosa, mi Lena—respondió quién era su novio y unas de las personas más importantes en su vida, sin antes besar sus labios.

....

En el auto, la estridente voz de la banda Garilloz inundaba el espacio con su éxito "Dare". Helena, ajena a las letras de la canción, tarareaba la melodía, más por complacer a Stanly que por gusto propio. Su vida como escritora la absorbía por completo, relegando las salidas con su novio a escasos momentos. Entre libros, investigaciones, clases de cocina y su labor altruista con niños enfermos, el tiempo libre era un lujo que rara vez se permitía. Por eso, cada instante junto a Stanly lo saboreaba como si fuera el último, tratando de atrapar en su memoria cada sonrisa, cada mirada, cada palabra.

—Y bien, ¿vamos a Yoponesa Station? Amo el ramen de ese lugar—dijo después de bajar el volumen de la radio.

—Encontré otro local que te va a encantar.

—El ramen, ojalá sea de ese que tiene carne teriyaki—respondió ella palmeando suavemente sus manos.

—Sí, de eso no hay duda. Quiero que veas el...—La interrupción fue abruptamente cortada por un anuncio que provenía de la radio.

"Estimados ciudadanos, interrumpimos esta transmisión para informarles sobre acontecimientos de gran relevancia que afectarán el curso de la historia de la humanidad. Por favor, presten atención a este mensaje oficial por parte de la Formación de Defensa Antiglobal (FDA) y la Cósmica Espacial. Se les insta a regresar inmediatamente a sus hogares si se encuentran fuera o en sus vehículos en estos momentos. Esta no es una alerta simulada; es crucial que comprendan la seriedad de la situación. Por la seguridad de ustedes y sus familias, se recomienda encarecidamente permanecer en sus hogares hasta nuevo aviso. No abran sus puertas a extraños y sigan las indicaciones proporcionadas. Su colaboración es esencial en estos momentos críticos. Atentamente, FDA y la Cósmica Espacial."

—¿Qué diablos dice? ¿momentos críticos? quita eso, Helena.

—¿Cósmica Espacial?—dijo la mujer cambiando de estación de radio.

"Por la seguridad de ustedes y sus familias.."

—¿Amor? está en todos lados—respondió después de buscar durante un buen rato una emisión que no anunciará lo mismo hace unos momentos.

―¡Stanly, cuidado!—exclamó con voz entrecortada, el chirrido agudo de los frenos resonó en sus oídos, haciéndola temblar de susto. El auto en el que viajaban se detuvo bruscamente, sacudiéndolos dentro de la cabina.

―¿Estás bien?—habló el chico, jadeando en busca de aire junto a su acompañante, mientras intentaba recuperar la compostura después del repentino frenazo.

―Sí, estoy bien, pero ten cuidado—dijo con voz temblorosa, mientras se aferraba al asiento con fuerza.

―Tranquila, creo que fue un accidente. Todos están retrocediendo. Veré si puedo pasar por este lado.

―Espera, no retrocedas, ¡vas a chocar con alguien! ― advirtió ella mientras miraba el retrovisor del auto.

—Muévanse—El claxon del coche sonó más de una vez—¡Maldición!, Helena,no podemos sacarlo de aquí. ¡Un tipo dejó un auto en medio de la carretera!

—Entonces, debemos bajar del auto—intuyo mirando el alboroto del exterior.

—¿Estás loca?

—Stanly, todas las personas lo están haciendo. Debemos salir de aquí.

—Espera, no salgas. ¿Qué crees que esté pasando afuera? ¿Otra pandemia, un virus, hongos? Porque si es ese último, es nuestro fin—dijo el joven rubio agitado, sujetando el hombro de su novia con firmeza mientras observaba el caos que reinaba a su alrededor. Una marea de vehículos obstruía su salida, mientras cientos de personas corrían despavoridas en todas direcciones.

—Claro que no Stanly, no juegues con eso. En la radio, en ningún momento nos indicaron tomar medidas higiénicas, así que no creo que sea eso.

—¡Entonces, ¿hay un atentado terrorista o qué demonios está pasando...? ¡Maldición, muévanse de mi camino, vamos!—El chico no dejaba de tocar el claxon, su voz se elevaba por encima del estruendo de la multitud mientras intentaba desesperadamente abrirse paso entre los vehículos bloqueados.

—Cálmate, agitando las cosas no resolverá nada—contestó ella tomando su mano mientras lo miraba de frente. En eso, un golpeteo insistente hizo que la pareja volviera su atención hacia la ventana.

—Señor, ya escucharon el comunicado, deben regresar a sus casas ahora—exclamó un policía desde afuera del auto. El joven de pelo rubio bajó las ventanillas al ver al oficial tratar de comunicarse con ellos.

—Sí, pero disculpe, primero queremos saber qué demonios está pasando. Esto no puede quedarse así, señor policía—respondió el joven dentro del auto.

—Nosotros tampoco lo sabemos, señor. Por favor, vayan a sus casas y mantengan la calma—dijo el oficial, mostrando también su confusión ante la situación.

—¿Y el auto? ¿Cómo lo sacaré de aquí? —preguntó , visiblemente preocupado.

—Salga del auto y déjelo. Nosotros nos encargaremos de ello.

—Pero ¿cómo...?—insistió el.

—Mire, aquí tiene un número. Cuando todo vuelva a la normalidad, vaya a la estación más cercana y reporte su vehículo—el señor sacó una hoja de papel de su bolsillo y se la entregó a su acompañante.

—¿Cómo que cuando todo vuelva a la normalidad?

—Vamos, salgan y regresen a sus casas, por favor—recalcó nuevamente el policía, con su mirada fija en la pareja mientras hacía un gesto con la mano para indicarles que se movieran.

—Pero es que…—se quejaba el rubio, sintiendo un nudo en la garganta al contemplar la posibilidad de abandonar su auto en medio de la carretera. Ese vehículo era más que un simple medio de transporte; era un regalo preciado de su padre.

—¡Salgan ahora!—La frustración ya se reflejaba en el rostro del señor. Helena hizo lo que se le pidió y después dijo con firmeza:

—Stanly, cariño, vamos. Baja del auto.

...

Para regresar al departamento, tenían que cruzar un puente y luego bajar tres calles para subir otras dos más. Al principio, parecía una locura contemplar a una gran cantidad de personas caminando en una misma dirección para regresar a sus respectivos hogares. La multitud se movía como una marea humana, arrastrando a Helena y Stanly en su oleaje interminable. El aire era una mezcla densa de olores a asfalto mojado, humo de escape y comida callejera. El sonido del tráfico distante se mezclaba con las voces de miles de personas que conversaban en un murmullo indistinguible.

Y de un momento a otro la pareja avanzaba por una avenida completamente desolada, sus pasos resonando en el silencio sepulcral como el latido de un corazón temeroso. A su alrededor, solo se veían autos vacíos estacionados en las aceras y restaurantes cerrados con sus carteles luminosos apagados. El enorme parque de la ciudad, que antes rebosaba de vida y alegría, ahora se asemejaba a un bosque abandonado, sin ninguna persona transitando en el.

La ciudad, antes bulliciosa y vibrante, ahora era un fantasma de sí misma. Un comunicado oficial, emitido hace apenas unos minutos, había ordenado el confinamiento total de la población sin razón aparente. Un velo de incertidumbre y miedo cubría la ciudad, y la pareja solo podía preguntarse qué oscuros secretos se escondían detrás de esa orden inexplicable.

—Dios mío, esto parece Chernobyl pero sin radiación. Esto da miedo, Helena—mencionó el chico, después de intentar llamar a su familia—¿Qué dicen tus padres?

—Estoy marcando, pero nadie me contesta. Mi hermano me manda a buzón. Intentaré con Ericka, a ver que pasa por allá.

—Helena, está locura está pasando en cualquier parte del planeta. Según las tendencias de Wx, parece que estamos en una especie de cuarentena o algo así. El internet se está volviendo loco y los memes son una locura—dijo el joven entusiasmado revisando su teléfono.

—Espera, Stan, Erika ya me contestó… Hola, ¿Ericka? ¿Me escuchas?

—Lena, hola, sí te escucho—se escuchaba la voz de una mujer resonando en el teléfono de la joven.

—Oye, ¿dónde estás? Se escucha algo distorsionado.

—Estamos en un centro de refugiados en Rostin. Íbamos de camino a Kwinton cuando nos detuvieron y nos refugiaron en el centro más cercano.¿Tú dónde estás? ¿Estás en tu departamento?

—No, pero estamos de camino. El comunicado nos agarró yendo a comer.

—Dime que estás con Stanly.

—Claro que estoy con él—Helena llevó su mirada a su novio, quien asintió con tranquilidad.

—Que bueno, es mejor que estén juntos. Ya sabes, por lo que dicen.

—¿De qué hablas?—pregunto confundida por la alusión de su amiga.

—Te va a parecer algo loco, pero aquí en el refugio se habla de una invasión alienígena. Quien sabe si sea cierto, pero de todos modos será mejor que apresuren el paso y no salgan del depa hasta el próximo aviso de la FDA...Oye..me estás...escucha...Helena, est...a..

—Si, hola, Erika ¿estás ahí?, Demonios, se cortó la llamada.

—¡Helena!...no...mires arriba—el tartamudeo del chico se escuchó distante. La escritora escéptica divisaba una sombra que oscurecía a más de una cuadra de edificios, la cual parecía moverse pasando por encima de ellos.

—Pero qué...—Fue innegable alzar la cabeza. Una gigantesca nave, parecida a una nave nodriza, sobrevolaba por la ciudad y detrás de esta le seguían otras naves más pequeñas.

—Lena, ¡tenemos que salir de aquí!, ¡Hey, mírame! ¡Vámonos ahora!—Stanly tuvo que gritar en la última frase al ver que su novia no se movía para nada. El terror se reflejaba en sus ojos al ver cómo naves espaciales de aspecto hostil surcaban el cielo con un estruendo ensordecedor que llenaba el aire. Helena sintió un nudo de hielo en el estómago mientras Stanly la jalaba del brazo, obligándola a correr hacia el hotel. Sus piernas temblaban y su corazón latía con fuerza en su pecho, pero no podía mirar atrás. Solo quería llegar a un lugar seguro y alejarse de esa pesadilla que se había apoderado de la ciudad.

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