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Capítulo 19

Mis nervios comenzaron a aumentar a medida que los minutos comenzaban a pasar. En cualquier momento sonaría el timbre y ellos llegarían. Le había enviado mi ubicación a Alán para que pudiera reenviársela al chofer y así llegaran directamente hasta aquí, a mi casa. Había preparado algo de comer, Víctor había puesto la mesa y los dos queríamos recibir de buena forma a nuestras visitas. ¡Claro! Nuestras visitas eran canijas, pero yo no iba a ser igual que ellos.

—¿Está todo listo?

—Sí, acabe de acomodar los platos.

—Bien. Entonces...

Sonó el timbre. Me quite el delantal y lo colgué en la percha de mi alacena. Fui a lavarme las manos. Víctor se encargó de abrir la puerta. Las voces de mis hermanos comenzaron a retumbar en mi cabeza. Cuando termine de lavar y secar mis manos, me gire para poder mirarlos. ¡No lo podía creer! ¿Qué estaban haciendo aquí? ¿Por qué habían venido? Alán fue el primero en acercarse a mí. Me sentía muy incómoda con su presencia.

—¿Qué están haciendo aquí? ¿Por qué no me dijiste que ellos vendrían?

Estaba muy molesta con Alán. Una cosa era no ser igual que ellos y otra cosa muy diferente era tener dignidad y no soportar malos tratos.

—¡Lo siento! Insistieron en venir. Mamá quería conocer tu casa...

—¿Y papá? ¿Por qué lo dejaste venir?

—Hace una semana que no toma alcohol. Nos sorprendió cuando apareció de repente y se subió al taxi.

Mis papás estaban mirando el departamento. Se sorprendieron al ver a Lety en el balcón.

—Si pero me hubieses avisado que venían. Sabes que ellos y yo...

Mamá se acercó a la cocina.

—¡Hija! ¿Cómo...?

Llame a Víctor. Él se acercó.

—Les preparé comida. Encárgate de servir, si necesitas algo solo pregúntale a Víctor. Alán, estas a cargo y cualquier cosa también le preguntas a Víctor. Yo tengo que irme.

—¿Irte? ¿A dónde vas? —Esta vez mamá si estaba preocupada por mí. ¡Por favor!

No le respondí. Ni siquiera saludé a Carlos y a Julia. ¿Papá me estaba mirando? No tuve tiempo para percatarme de ello. Necesitaba caminar a solas y alejarme de mi familia. No quería recapitular ninguna escena del pasado y mucho menos quería amargarme más la situación con ellos.

Mientras caminaba por la banqueta, vi un restaurante. Una camioneta de color negro capturo mi atención. Pasando frente aquel establecimiento pude verlo después de algún tiempo. A través del cristal de la ventana, sus ojos se cruzaron con los míos y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. ¿Recapitular? Yo seguí avanzando con la esperanza de que él no me recordara.

Estaba a punto de cruzar al otro lado cuando su voz me hizo temblar.

—¡Karol! —Exclamo él.

No me detuve. Era obvio que se acordaba de mí y eso me ponía en peligro.

—¡Karol! —Volvió a llamarme.

¿Qué haría yo? No podía detenerme, apreté el paso. Él comenzó a seguirme, llegué a una esquina y el autobús pasajero se detuvo a tiempo. Subí sin dudar, tomé un asiento junto a la ventanilla. El transporte no tardó en avanzar. Cuando menos lo espere, el término sentándose junto a mí. ¡Que tonta! Quién me manda sentarme junto a la ventanilla. Sentí su mirada muy cerca.

—Karol.

—Marlon.

—¿Cómo has estado? Casi no te reconozco, te ves diferente.

—Te refieres a que ahora no estoy tan desnuda.

Le mire a los ojos. Aquellos ojos oscuros, muy profundos. No me dio pena hablar de forma directa, no había muchos pasajeros.

—Me refiero a que ahora estás más guapa. ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos?

Fue la noche en qué me dijo que estaba lista. Estaba desnudo, su miembro aún seguía dentro de mí y me acariciaba la cintura. Se había venido adentro, trató de aclararse un poco y entonces me pidió que me fuera. Nunca más me pidió volver con él.

—Creo que fue hace mucho tiempo.

Puso su mano sobre mi pierna. Quité su mano.

—¿Ya no te gusta que te toque?

—Ya no soy la prostituta de tu burdel.

Su mirada estaba sobre mí, una sonrisa apareció en su rostro.

—Es verdad. Ya no eres mi prostituta y yo ya no tengo burdel.

¿Cómo así? ¿Ya no tenía burdel?

—¿Y a que te dedicas ahora?

—Tengo una compañía de guardaespaldas. Regularmente estoy en Tlaxcala, pero hoy quise venir a Puebla a dar la vuelta. ¿Y tú? Ya no eres prostituta, ¿en qué usas tu tiempo?

—Soy escritora.

—¿Escritora?

Lo había logrado sorprender.

—Si eso es lo que hago. De hecho próximamente publicaré mi primer libro.

—¿De qué trata?

—Habla de mis años de prostitución.

El fuego incendio su mirada. Acercó su boca a mi oído, sentí como su barba me rozaba la oreja. ¡Escalofríos!

—¿Y yo aparezco en tu libro?

—Tú eres un personaje en mi libro.

—Me gustaría comprar tu libro. ¿Cuándo lo públicas?

—Próximamente.

¿Qué estaba pasando? Minutos atrás yo estaba escapando de mi familia. Me encuentro por casualidad a mi antiguo padrote y también intento escapar. ¡Pues no! Resulta que él me sigue y ambos terminamos compartiendo el mismo lugar en este autobús con una plática sobre mi libro.

—¿Vives cerca de aquí?

—Un poco cerca —deje de mirarlo—. Dices que vives en Tlaxcala ¿no?

—Si. Ahora vivo haya. ¿No te gustaría vivir conmigo?

¿De verdad? Supongo que aunque yo me estaba esforzando por olvidar, mi pasado no quería que lo olvidará. ¡Superar no era tan sencillo!

—¿Quieres que vuelva a ser tu prostituta?

—¡No precisamente! Podrías ser mi dama de compañía.

—Entiendo. Quieres que sea tu huelepedos.

Me reí.

—Así que ahora tienes un gran sentido del humor. ¡Ya veo!

Él no parecía divertirse conmigo. Ni siquiera había sonreído.

—Digamos que sí.

Mi celular comenzó a hacerme cosquillas, lo saque de mi bolsillo. Ángel me estaba llamando. Contesté. Por algunos segundos quise olvidar que Marlon estaba a mi lado.

—¿Dónde estás? Vine a buscarte a tu casa y...

—¡Tranquilo! Estoy bien. Necesitaba estar lejos de todos ellos. Tomé un autobús, pensaba caminar desde el centro comercial hasta tu casa. ¡No me dan ganas de estar en mi casa!

Quería evitar en todo lo posible el estar con mamá y papá.

—¿Te subiste a un pasajero?

—Sí. Voy en pasajero. ¿Tú nunca has viajado en pasajero?

—Ese no es el punto. Escríbeme cuando hayas llegado al centro comercial.

—Por supuesto.

Marlon me estaba observando atentamente, su mano estaba apoyada contra el asiento de enfrente y había un anillo en su dedo índice.

—¿Quién era?

Su pregunta me desconcertó.

—¡La curiosidad no es buena en éstos momentos!

Ahora empezó a sonreír.

—¿Es tu novio?

—Eso no te incumbe Marlon.

—Así que ahora te has vuelto muy directa en tus palabras.

—Un poco.

—¿Te puedo robar un beso?

—Entonces no me lo robarías porque me estás pidiendo permiso.

Le había ganado de forma lógica. Se quedó callado, pero es que era obvio. ¿Apoco un ladrón pide permiso para robar? ¡Pues no! Mi vista se enfocó en él y sin pensarlo dos veces, puse mi mano entre mi boca y el impacto de su boca. Sus ojos estaban cerrados, pude notar lo largas que eran sus pestañas. ¡Él era un poco predecible!

—Antes te gustaban mis besos.

—Yo no dije que me gustarán. Es más, nunca pude darte mi opinión. Solo era sexo y ya. Placer fugaz, besos calientes y caricias de fuego. ¡Una prostituta y su padrote! ¿No?

Se quedó callado. Era momento de bajar. El autobús se detuvo frente al centro comercial y como aun llevaba sonando la música a través de un audífono, Ahí Muere de Raylen estaba sonando y la canción quedaba perfecta en este momento.

—Tengo que irme.

Parecía que él no me dejaría pasar. Su brazo me acorralaba.

—¿Puedo ir contigo?

—Mmmmm. No.

—¿Por qué?

—Porque no se puede. Así son las cosas. Es momento de que nos despidamos.

El autobús estaba por continuar su rumbo. Marlon no quería ceder, tomé su brazo y me abrí caminó.

—¡Adiós Marlon!

Bajé del autobús. ¡Nunca pensé volver a verlo!

Caminé por la banqueta, el viento comenzó a soplar, parecía que iba llover. La plática con Marlon y estar con él, me hizo olvidar el enojó con mi familia. Entré a la plaza comercial y me senté en una banca.

—¡Ya estoy en el centro comercial!

—¿Dónde estás? Te busco.

—Estoy frente a la fuente de los destellos.

Esa fuente era todo un show artístico. Los chorros caían desde el techo y se impactaban formando diferentes figuras. Ángel estaba estacionando el auto.

—Karol.

Su voz me hizo mirarle. ¿Otra vez?

—Marlon. ¿Me estás siguiendo? Ya pareces garrapata. No te quieres despegar de mí.

Sus manos sostenían dos barquillos de helado. Me ofreció uno.

—La verdad no me quiero despegar de ti. Y no es mi culpa que tú hayas pasado por el restaurante donde yo comía.

—Tampoco es mi culpa que tú estuvieras en ese restaurante cuando casualmente yo iba caminando.

—El punto es me que ha dado mucho gusto volver a verte. Tal vez no sepas pero, después del incendio mi preocupación siempre estuvo puesta en ti.

—¿En mí?

—Sí. Aunque no lo creas. Aquel hombre que te perseguía me dijo que lograste escapar y eso me puso triste. ¿Te iría bien? ¿Dónde estarías? De alguna u otra forma aunque suene feo decirlo, tú eras de mi propiedad.

—Yo era tu esclava.

—No. No eras mi esclava. El hecho de que ya no nos viéramos tan seguido como antes no significaba que tú no me importaras. Tú...

Ángel llegó en ese momento.

—¡Hola! —Me saludo él.

Traía un ramo de flores. ¡Más cadáveres!

—¡Hola! Se ven bonitas.

Señalé las flores.

—Son para ti.

Ángel se percató de que no estaba sola.

—¡Gracias! Realmente no debiste, pero gracias.

Ahora estaba acorralada en muchos sentidos. Mi familia. El padrote. Mi héroe. Un helado. Unas flores. La mirada de ambos hombres me hizo sentir inestable. ¡Qué horror!

—¿Quién es él? —Preguntó Marlon— ¿Es tu novio?

El tono de su voz irradiaba molestia y frialdad. Ángel lo miraba con mucha atención, parecía que ambos se estaban irritando mutuamente.

—¿Quién eres tú? —Contrataco Ángel.

—Yo soy un amigo de Karol.

¿Un amigo? Al menos no dijo al instante que era mi padrote. Suspiré en mis adentros.

—Pues yo soy su novio. Mi nombre es Ángel.

¿Mi novio? ¿En qué momento dije que sí?

—Soy Marlon.

Estaba hecho. Se habían presentado oficialmente y había sido algo incómodo. Ángel quiso tomarme de la mano y eso me sorprendió bastante. ¿Realmente estaba pasando? Lo más seguro es que él se sintiera amenazado o que los celos de su corazón volvieron a aparecer. ¡Me había costado tanto trabajo el explicarle que Román y yo éramos amigos! ¿Explicarle de nuevo sobre Marlon? Pensándolo bien, no necesitaba explicar nada. Si Ángel está celoso o preocupado porqué yo corresponda o no corresponda a sus sentimientos, ese es su problema.

Terminé despidiéndome de Marlon y fuimos a la casa de Ángel.

—Entonces ¿somos novios?

Su mirada estaba puesta sobre mí.

—Yo, solo quería...

—Debes dejar de comportarte como un niño cada vez que platico con algún hombre o amigo del pasado. ¡Gracias por preocuparte! Pero no está bien decir algo que no es verdad.

Un hilo de desilusión colgaba en su mirada.

—Tienes razón yo solo. ¿Quién era él?

De pronto comenzaba a descubrir la parte tóxica de Ángel. ¿Me gustaba esa parte?

—Marlon era el padrote del prostíbulo.

Ahora estaba muy sorprendido.

—¿Alguna vez estuviste con él?

—Ángel, ¿qué tiene que ver todo esto ahora mismo? No te he dicho muchas veces que eso está en el pasado y que yo me he esforzado por olvidar. ¿Qué caso tiene que yo te esté explicando sobre cosas que ya fueron? No es muy cordial de tu parte hacer eso.

—¡Discúlpame! No era mi intención causar ese efecto. La verdad es que me asusta el saber que en cualquier momento tú pudieras dejar de pensar en mí.

—¿Dejar de pensar en ti?

—No quiero que conozcas a más chicos si al final existe la posibilidad de que tú no me quieras. ¡Eso me asusta!

¡Ahí estaba la verdadera razón de su inseguridad! Sus sentimientos por mí habían crecido mucho. ¿Y mis sentimientos? ¿Esos ya habían germinado?

—Pero yo te quiero aunque no lo creas. Mi cariño por ti se ha vuelto fuerte últimamente. Que es verdad, aún no somos novios, pero eso no significa que tú no me importes o que yo no valore tu compañía.

—¿Entonces me quieres?

—Como me haces esa pregunta. ¡No dudes de mí!

Mis flores estaban sobre en mi regazo. Ambos estábamos aclarando nuestras emociones.

—¡Lamento ponerme muy celoso! Pero en verdad, no me gustaría que...

—Hay cosas que no puedes evitar. Por más que lo intentes no puedes ponerme en una burbuja o en un escudo anti chicos.

Asintió. Era hora de cambiar de tema.

—Está bien. ¿Te gustaron las Flores?

—Son bonitas. Aunque ya sabes lo que pienso sobre los cadáveres florales.

—Algún día dejaré de darte cadáveres florales.

—Espero que sí.

—Vi que tú familia...

—Si. Vinieron todos.

—¿Cómo te sientes?

—Me siento regular. No puedo decir que estoy bien y que estoy mal. No pensé que mis padres vendrían a mi casa, se suponía que ellos nunca iban a regresar a mi vida y de pronto aparecen así de repente. ¡Qué cosas! La verdad no me dan muchas ganas de regresar a casa.

—Si quieres puedes quedarte aquí, después de todo, tienes una habitación en esta casa.

—¿Crees que esté mal el que yo evite a mi familia?

Mi pregunta lo puso a pensar.

—Creo que necesitas un poco de espacio. Hay cosas que yo podría decirte pero que al final no me corresponden decirte porque yo no puedo entender del todo lo que sientes.

¿Él me estaba diciendo algo así? ¡Vaya que está vez no parecía un niño!

—Tienes razón. Quizá no entiendes mi dolor o mi inestabilidad en estos momentos. ¡Aun así, gracias por tu apoyo!

—No es nada. Sin problema alguno puedes pasar la noche aquí.

En mi antigua habitación.

—Sí, te lo agradezco.

—¿Quieres cenar algo?

No había comido y mi estómago realmente se sentía muy vacío.

—Sí, me gustaría. ¡Muero de hambre!

—Vamos a la cocina, a ver que te puedo preparar, tengo una noticia importante para ti.

¿Cocinaría para mí? ¡Pero qué cosa tan más estupenda!