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PROLOGO: LA PIEL AMARILLA

La batalla había finalizado y los Orcos habían perdido contra los humanos, ¿Por qué no había de extrañarle si tuvieron una ayuda excepcional? Los hombres pueden ser capaces de muchas cosas si se lo proponen, eso él lo sabía pero también sabía que todo en el mundo tiene un límite, incluso la humanidad. Estaba bien, no había nada de qué avergonzarse,  al contrario, era un motivo de orgullo y humildad a la vez. Los lobos no se sentían mal por no poder volar cómo las aves y las aves no se sentían mal por poder nadar en el vasto océano azul cómo los tiburones y las ballenas. Todos tenían un límite y una habilidad especial que los hacía únicos, en el caso de los humanos estaba su ingenio junto a su capacidad de superar aquellos limite físicos que la naturaleza les imponía y en el caso de los Orcos… bueno allí es donde él entraba.

Los Orcos poseían un manejo de la magia muy débil, limitándose únicamente a simples técnicas de combate que para otras especies mágicas eran bagatelas en comparación a su inmenso poder. Un Orco podía dominar especies que eran inferiores a ellos, pero un Elfo podría matarlos sin problema alguno, Un Orco podía poseer distintos tipos de pieles: Los Piel Negra, Los Piel Humana y los Piel Verde eran las razas más conocidas, sin embargo los Hombres desconocían a las otras especies Orcas que vivían en lo más profundo de los bosques y que no deseaban juntarse a los demás solo por considerarlos inferiores a ellos. Orcos cuyos poderes podían llegar a ser apocalípticos y sí ellos lo deseaban podían devolver a ese mísero mundo a su antigua forma de volcanes y mares de lava. Las ambiciones de Caine fueron demasiado grandes y demasiado estúpidas para él, pero viendo que la guerra terminó dando como resultado que esos inútiles Humanos vencieran gracias a la ayuda de aquella infeliz traidora de Daisy, entonces no le quedaba otra opción que intervenir debido a que sabría que en poco tiempo vendrían por ellos.

Era hora de que los humanos conocieran a los Pieles Amarillas.

A veces era bueno que todos tuviesen un límite.